lunes, 14 de agosto de 2023
jueves, 10 de agosto de 2023
Inesperado fin de semana alucinante (parte III y última)
Domingo 30: Nos despertamos casi a las diez y media, lo que suele ser bastante inusual en los campings -salvo, que hayas estado de borrachera hasta las siete -, porque o te agobia el calor, el ruido de los coches o fundamentalmente, las insoportables familias desayunando, momento en el que los cansinos progenitores aprovechan de forma descarada, para dar la brasa a sus hijos y de paso para molestar al resto de sus vecinos.
Hacia casi frío, por lo que declinamos bañarnos en el mar o en la piscina, que era nuestra intención programada. Desmontamos la tienda y guardamos las cosas en la mochila en diez minutos, que es el doble, de lo que se tarda en montarla. Decidimos, como no hacía sol, bajar por el paseo peatonal de Mataleñas y no por la carretera ( se tarda lo mismo, aunque la pasarela marítima es más rompepiernas y menos arbolada)
Al llegar al mirador de Mataleñas observamos, a decenas de personas mirando hacia la playa. ¿Habrá avistamiento de cetáceos, hoy? Pronto salimos de dudas, al ver dos coches de policía, dos UVIS móviles -una de soporte básico y otra de avanzado - y un coche de protección civil.
En la arena, casi una decena de sanitarios y otras gentes diversas estaban tratando de reanimar a un hombre obeso de unos sesenta años, aunque parecía por la insistencia, que con escaso éxito. En el entorno nuestro, corrían las versiones de todo tipo, que me voy a ahorrar, porque aún hoy, cuando escribo esto, no sabemos que ocurrió. Mientras, una lancha a motor de las autoridades fisgaba por todo el espacio marítimo cercano al arenal.
A todos los espectadores -hay, que decir, que para esperanza de la humanidad, nadie sacó ninguna foto ni grabó videos- se nos vino el mundo abajo, cuando de repente, cesaron las maniobras de reanimación y taparon al hombre con una manta térmica. ¡Aquello, parecía el final!
Pasaron diez minutos de incertidumbre y al fin, lo subieron a una camilla y lo amarraron a ella. Fue un espectáculo emocionante de humanidad, ver a sanitarios y voluntarios, haciendo turnos hasta casi la asfixia, para subir las 156 escaleras -casualmente, las había contado el día anterior - con el herido en ristre. Iba con respiración asistida por bombonas de oxígeno, inconsciente y con una enfermera rogándole, que abriera los ojos.
Suponemos, que todo terminó bien, porque observando la prensa local, durante las jornadas siguientes, no vimos ninguna noticia luctuosa de este tipo.
El resto del día transcurrió con normalidad, pero aún nos aguardaba el capítulo del tren de retorno, por sino habíamos tenido bastante con el de ida.
Eso que casi lo perdemos, porque el bus a Torrelavega salió con diez minutos de adelanto sobre la hora prevista. Después, desconcierto al buscar los asientos y nervios generalizados del pasaje. Pero, hoy tocaba el revisor mentiroso y escurridizo. Argumentó, que habían vendido más billetes de la cuenta y que no era su culpa. No era verdad, porque nadie viajó de pie, como a la ida. Simplemente, el ordenador de venta tenía una distribución de las butacas distinta, a la real de los vagones.
No tardó en volver a mentir, pero una señora le pilló. Dijo el pica, que hoy los baños estaban cerrados por avería y que habría meada general en la parada de Reinosa. La mujer, que viaja cada semana tiene constancia, de que simplemente, no los quieren abrir.
Si quieres disfrutar de una aventura más emocionante, que los antiguos viajes en diligencia por el oeste de USA, no lo dudes: toma el regional exprés de Valladolid, a Santander o viceversa.
miércoles, 9 de agosto de 2023
Inesperado fin de semana alucinante (parte (II)
Sábado 29: El día amaneció asfixiantemente húmedo y con ese sol del norte, que me río yo, del de la sartén de Andalucía. Pero, poco a poco, fue languideciendo y nublándose. Se ve, que las jornadas anteriores, tampoco había hecho el calor, que desean los turistas, porque las playas estaban vacías y el camping, con menos de la mitad del aforo, que el año pasado por estas fechas. Y eso, que era el fin de semana grande de las fiestas. Estábamos a finales de julio y más bien parecía, que transitamos por el agónico y deprimente final del verano, cuando todo se vacía y sólo permanecen las olas y la arena lisa
Como dentro de la tienda hacia calor y no corría aire, nos apalancamos en la piscina. Nos dimos un baño y quisimos recuperar sueño tumbados en dos hamacas. Pero, ni las malditas moscas, ni dos curvilíneas caribeñas, con una lista de reguetón de Spotify a todo trapo, nos lo permitieron
La tarde pasó relativamente tranquila, tardando casi media hora en encontrar un cajero de CaixaBank, porque fuera del centro, Santander es muy dispersa, caprichosa y desordenada. Tuvimos, que tirar de GPS. Después, paseamos por las dos playas del Sardinero, casi vacías. Había gente con jersey.
Nuestro plan inicial era, caminar hasta la parte vieja, disfrutar de un grupo de tributo a los ochenta de música nacional e internacional, pero nos terminó dando pereza. Sin saberlo, hicimos bien, quedándonos por las atracciones de la feria y por las casetas de los bares, donde caña y pincho cuestan la friolera de cuatro euros. Pero, como los hosteleros son muy listos, te lo desglosan de dos en dos, para que parezca menos.
Y es, que a la misma hora del concierto y estando en el mirador elevado de la playa de Mataleñas, cayó una poderosa tromba de agua, que nos dejó chorreando, porque no hay dónde cobijarse, en más de diez minutos a la redonda, salvo que hayas ido en tu coche.
Cuando escampó, regresamos al mismo lugar, todavía empapados, al no tener ropa para cambiarnos. Al poco tiempo, nos abordó un amenazante grupo de jóvenes latinos , que venían con toda su parafernalia en ristre y que se pusieron a mirar al horizonte, como si buscarán o trataran de evitar algo. Nos invadió la tensión, pero iban de buen rollo. Nos saludaron, nos dejaron donde estábamos y se pusieron a una docena de metros, a escuchar sus machaconas e insoportables musicas y a jugar con el móvil a una de esas ligas de fútbol on line, que tanto éxito tienen en estos tiempos convulsos y confusos.
Nos tuvimos, que poner el jersey para dormir, cuando en Valladolid se asfixiaban.
martes, 8 de agosto de 2023
Inesperado fin de semana alucinante ( parte I)
En nuestra andadura viajera -que se va acercando, peligrosamente, a las cuatro décadas -, nos hemos movido de casi todas las formas posibles: lento, rápido, planificado al milímetro, con un billete de ida y sin más... Pero hasta ahora, el nexo común de estos periplos era, que cada día había, que visitar o hacer algo, sin excusas ( tuvimos suerte, porque nunca caímos enfermos). Pero, viajar todos los fines de semana -ademas de puentes y vacaciones -, termina agotando, hasta a los más activos.
Así, que el último finde julio, nos dijimos "vámonos a Santander, pero a no hacer nada y a no morir de remordimientos". ¡Vaya! Sí sabíamos de sobra, que transcurrían las fiestas patronales y que no nos aburririamos. Pero, nada más.
Pues bien. A lo tonto, resultó ser uno de los fines de semana más animados e imprevisibles, desde hacía mucho tiempo.
Viernes 28: Como siempre, bajamos caminando hasta la estación de trenes, pero, ¡oh, sorpresa!, el convoy tenía un vagón menos de los previstos (dos de tres). No nos había ocurrido algo similar en nuestras vidas y eso, que nos dirigimos hacia la inevitable vejez
Nosotros teníamos plaza en el coche inexistente, pero como tenemos tablas, conseguimos dos asientos juntos en el segundo, prometiéndonos, que no nos moveríamos de allí, pasara, lo que pasara. El tren partió puntual, yo creo, para que no subiera más gente, porque más de treinta personas iban de pie, algunas, con más cabreo, que otras. Hay, que decir, que salvo caracteres muy explosivos, la mayoría de los viajeros optaron más por la resignación, que por el escándalo o el motín.
Aunque había un segurata, pululando -amable, pero a la defensiva, como era lógico, todos pensamos, que ni de coña, aparecería el revisor (algo muy frecuente en estos tiempos, en los trenes baratos o gratis). Pero, si. Llegó una señora de mediana edad y con eterna paciencia y profesionalidad, nos fue atendiendo a uno por uno, con un mantra muy razonable: " Yo no tengo capacidad moral, para levantar a alguien de un asiento, aunque no sea el suyo, si es portador de un billete válido".
Pero, en Palencia, surgió algo inesperado. Subieron seis o siete jóvenes algo gamberretes, que parecía, que la iban a liar parda por el control de sus butacas, pero los protocolos aprendidos y la experiencia de la interventora consiguieron, aplacarlos. Hasta, que llegamos a Torrelavega, donde hay, que bajar del tren y subir a un bus por las obras, poco más pasó, porque el regional exprés se fue vaciando en las siguientes paradas y todos los erguidos se acomodaron.
Pero, luego, nos divertimos un buen rato. Los palentinos llevaban marihuana e alcohol para dinamitar esa misma noche, Santander entero. Uno de ellos, impaciente, trató de fumarse un porro en el servicio de la estación, pero como el bus se iba, se acabó quemando los morros y la mano, según sus propias quejas.
Parecían buenos amigos, pero se pasaron todo el trayecto de autobús, discutiendo. Primero, porque ni sabían donde bajarse. Después, porque unos tenían, que dejar las mochilas en un domicilio y otros cargar con ellas sin destino cierto. Después, porque iban a tomar un coche de alquiler, que no habían contratado todavía y unos querían fumar la droga dentro y el más sensato, que iba a conducirlo, trataba de impedirlo. Los comentarios sobre las chicas eran, realmente, soeces y groseros. Y, como ocurre hoy, nunca tienen alternativas, a lo que les dice el móvil.
Finalmente, pidieron bajarse en mitad de la nada y casi se olvidan dela cosecha de bolsas alcohólicas. No supimos más de ellos. Pudieron acabar estampados contra un muro, cometiendo una violación múltiple o simplemente, pasando la mejor noche de sus cortas vidas .
¡El Sabina de hace treinta años, habría sabido escribir una canción de esto!
lunes, 7 de agosto de 2023
Julio, en Madrid
Desde la primera semana de mayo no hemos descansado y hemos disfrutado fuera, todos los findes, puentes y vacaciones disponibles. En concreto, en julio y además de los relatados cinco días en Cataluña y Menorca, estuvimos seis jornadas en Madrid -cuatro y dos- y tres en Santander. Para agosto los fines de semana se dividirán, en dos en la capital de España y otros tantos, en la de Cantabria.
El primer sábado de julio contábamos con abordar cuatro proyectos de los que salieron , tres. La fundación Caixaforum es una mina constante, que no defrauda casi nunca y tras haber visto la exposición de los mamuts, la de Dioses, Magos y Sabios, nos centramos sobre la última, dedicada al espionaje en el mundo del cine. Resultó muy entretenida e instructiva y nos zambullimos en muchas curiosidades, que desconocíamos. Esa misma tarde y en la Serrería Belga, ubicada en la calle Alameda, 15, contemplamos una interesante colección de fotos de la movida madrileña
El domingo, a primera hora, vimos una de las exposiciones más increíbles, que hayamos visitado en el último año. Os la recomendamos, como cita imprescindible. Trata sobre los bulos, a lo largo de la historia y se encuentra en la Fundación Telefónica, al lado de la Gran Vía.
Nos fuimos después, a la Casa Encendida, donde queríamos contemplar otra colección, en este caso, Los Rótulos de Paco Graco. Pero, descubrimos, que se celebra a lo largo de un periodo largo de este año, a intervalos y en ese momento, no había nada. Como en la calle el asfalto ardía, nos quedamos en la sala de proyecciones, tirados en los sofás y con buen aire acondicionado, viendo cortos muy raros. Como no podía ser de otra manera, nos terminamos durmiendo.
Por obra y gracia del vomitivo gobierno del PP y Vox, en Castilla y León, este año nos ha tocado puente de Santiago y como los vuelos estaban caros para irse fuera, recalcamos, en Madrid, una vez más.
Sábado 22: Como tocamos todos los palos, nos fuimos a ver un centro comercial exclusivo, el ABC Serrano, situado en esa misma calle y no salimos decepcionados. Por la tarde y con un calor asfixiante, acabamos en las fiestas de Villaverde Bajo, disfrutando de un fantástico concierto de "Perro Flaco", que mezcla temas propios con versiones de Radio Futura y Juan Perro.
Domingo 23: La jornada empezó disfrutando de las magníficas exposiciones del Palacio de Correos, en Cibeles. Las vimos todas: una sobre fotos reivindicativas y explicativas de África, otra sobre el mar en muchas y curiosas vertientes creativas y una tercera, dedicada a lo cursi. Como hacía 38 grados en la calle, dimos la tarde por perdida - ya estaba previsto - y nos refugiamos en el aire acondicionado del hotel, entre pensamientos muy pesimistas y casi depresivos. Nuestra ilusión y esperanza renacieron, cuando conocimos los inesperados resultados electorales de la izquierda.
Lunes 24: Mañana dedicada a la logística, dado que mi pareja debía comprarse unas gafas de cerca, que en Madrid sin más baratas. También, fuimos al Primaprix de Príncipe de Vergara, porque por internet, nos habían regalado dos botellas de vino. Por la tarde, visita gratuita al Palacio Real. Parece mentira, que teniendo tantos años y habiendo vivido más de dos décadas en Madrid, no hubiéramos ido, anteriormente, a visitar esta maravilla, de la que se excluyen las cocinas (puedes verlas pagando).
Martes 25: ¡Otra joya de los últimos tiempos! La exposición , llamada "Crónica de los 80", que la Fundación del Canal de Isabel II ofrece, en su centro de la calle Mateo Inurria, cerca de Chamartín. Imprescindible e imborrable, para quien quiera recordar o acercarse a esa década. Quisimos contemplar otra expo de ese mismo organismo, en la calle Santa Engracia. Era sobre moda, pero resultó, que se había acabado y la estaban cambiando por otra.
Pero, la noticia más relevante y grandiosa del puente y sin lugar a dudas fue, habernos librado, durante un tiempo, del gobierno de ultraderecha del PP y Vox. ¡Que se joda la fachosfera!
domingo, 6 de agosto de 2023
viernes, 4 de agosto de 2023
Ciudadela y caminata hasta Sa Farola
El día amaneció aún más caluroso e insoportable, que los anteriores, con 42 grados de máxima, a mediodía y una demoledora humedad del 90%. Lo que era, en un principio, una jornada muy llevadera y alejada de las terribles exigencias de la fecha anterior, se convirtió en un martirio, en el que a duras penas, pudimos controlar nuestra sed, el sudor y el impío sol cayendo, como un cuchillo afilado y ardiente, sobre la cabeza.
De nada sirve negarlo. Ciudadela es otro de los típicos y casi infinitos Disney world, que se encuentran a lo largo y ncho de las orillas del mar Mediterráneo: Dubrovnik, Korkula, Corfú, Chania... Siempre son lugares muy pequeños, donde las hordas no deben caminar demasiado -no vayan a reventar - y pueden molestar sin inmutarse a lugareños y resto de viajeros y comprar mucho. Pero, al menos, en este lugar, no existe la masificación de los cruceros, que son el cáncer del turismo mundial,, porque contaminan mucho y sus ocupantes gastan poco en el destino.
Sin embargo, Ciudadela, con un recogido y coqueto casco histórico, con sus bastiones y una zona portuaria muy agradable, no decepciona. Aunque, en el futuro, me gustaría volver a visitar esta población en unas condiciones menos extremas.
Nos costó un montón, pero conseguimos, completar el paseo hasta Sa Farola, donde se ubica una increíble cala alargada del mismo nombre, una ermita estilo criolla y un faro. Al menos y de camino, algunos pinares nos pudieron cobijar con un poquito de sombra.
En el fresco autobús de vuelta, a Mahón, conseguimos comprar los billetes aéreos para la mañana siguiente, hacia Madrid, sin tener que pasar por Valencia. Inesperadamente, habían bajado bastante su precio. La noche la pasos en las praderas del aeropuerto, donde habíamos dormido dos jornadas antes, pero está vez, no nos empaparon los aspersores.
En un viaje increíble y que superó de largo nuestras expectativas, tres fueron las grandes molestias, unas más objetivas que otras y dejando al margen el archimencionado calor.
-Las cigarras: en los interminables pinares de las rutas a las calas y con sus chillidos, llegaron a volvernos, casi locos. Nunca habíamos visto tal concentración de ellas.
-Los domingueros -es un decir, porque los hay cualquier día de la semana - de selfie: Menorca no es un lugar muy masificado, pero estos sujetos pululan por todas partes, como las moscas. Son gentes, que son capaces de hacer muchos kilómetros en coche, aparcar mal, degradar el medio ambiente, molestar a los lugareños -que llevan allí toda la vida -, simplemente, por hacerse un foto, que poder subir a las redes asociales.
-El turismo de ensaimadas: ¡Es para echarse a llorar y no parar, hasta que te acojan y te den consuelo en la llorería! En la cola de embarque, destino a Madrid, más o menos, el 60% de los pasajeros cargaban con este típico producto balear. Logramos entender, lo del turismo sexual -aunque, lo censuramos -, el de los hinchas de fútbol o el de las marujas funcionarias con días de asuntos propios sobrantes. ¡Pero, esto!. Es, como si en Barajas se transportaran callos con chorizo o en el Prat, butifarras.
Pero justo es felicitar, a los reposteros de las islas, que han conseguido levantar un pingüe negocio, a base de tantos gilipollas.
jueves, 3 de agosto de 2023
Calas Mitjana, Mitjaneta y Macarella
Antes de continuar con el relato del viaje dejadme, que os cuente, que en Menorca existe un circuito, que rodea la isla, a través de pinares y calas y que se llama, Cami de Cavalls. Tuvo un origen defensivo de la isla y consta de 185 kilómetros, que los aguerridos y atrevidos caminantes suelen dividir en 20 etapas. Es una forma de llegar a un montón de playas, pero solo para población local o expertos en senderismo.
Ligeros barrancos, raíces elevadas, constantes piedras de distinto tamaño, ramas caídas y firme muy desigual, en general, son las mayores dificultades. Peor, si se lleva a cabo en verano, por razones obvias. Hay, que decir en positivo, que el recorrido está muy bien señalizado.
Antes de dormir sobre las hamacas de Cala Galdana, la tarde resulta rabiosamente calurosa, húmeda, trepidante, sufrida y hasta heroica. Decidimos, llegar hasta cala Mitjana por el Cami de Cavalls y después de tres cuartos de hora caminando, nos dimos la vuelta, porque llegas a una escalera irregular, empinada y muy peligrosa. Nuestro sentido común nos dictó, que no debíamos bajarla.
Pero no nos vinimos abajo. Desde el pueblo, seguimos la carretera hasta la siguiente rotonda, donde se halla un parking. Desde ahí, se inicia un camino asfaltado, lleno de curvas y descendente, mucho más sensato y transitado, que en algo de más de media hora te acerca hasta la magnífica cala, abarrotada de gente.
A diez minutos, andando, de encuentra la vacía y maravillosa cala Mitjaneta. La razón de que no haya casi nadie no es otra, que el acceso, aunque corto, es complicado y algo peligroso.
Sin parar más, que para hacer fotos y disfrutar un poco, regresamos al pueblo. Aún nos quedaban casi tres horas y luz solar, por lo que decidimos, tirar para el otro lado de la carretera y tomar el sendero de Camí de Cavalls, hasta la increíble cala Macarella.
En total, la cosa nos llevo una hora de ida y otra de vuelta. El camino es puñetero -desigual, de anodinos paisaje de pinares y con el insoportable sonido de las despendoladas e infinitas cigarras de fondo- y largo, pero accesible para personas en cierta forma física. Tanto, que hasta se lo vimos hacer a una embarazada, a punto de salir de cuentas. El gran premio resultó ser, encontrarnos con una de las mejores playas de nuestros últimos viajes, sin apenas gente..
Al fin, anocheció, porque si no, seguro, habríamos seguido buscando nuevas metas.
La correspondiente aplicación de[ móvil, marcaba más de 70.000 pasos en esta esforzada jornada, cuando decidimos parar, para tomar un gran y helado refresco y comer unos snacks y un bocadillo, única alimentación del día. Ello demuestra, claramente, que las personas sedentarias podrían vivir, con la décima parte, de lo que engullen a diario.