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domingo, 20 de octubre de 2019

Empapandonos de Kirguistán (parte I)

                                      Todas las fotos de este post son, de Naryn (Kirguistån)
        Teóricamente, Kirguistán es un país musulmán, pero aquí el amplio musulmanismo es muy relajado. Baste decir, que en dos días, en Bishkek, solo vimos una mezquita y fue en el camino del aeropuerto. Aún más significativo resulta, que ayer viernes a las 12:30 de la mañana -ahora super sagrada de los islámicos- en una mezquita, de Naryn, no hubiera ni Dios (valga la expresión y nunca medir dicho).

          Las mujeres visten ropas ajustadas y modernas -salvo las mayores, que llevan el pañuelo típico de toda la zona de Asia Central, más como costumbre y cultura, que como imposición- y el vodka y la cerveza -muy baratos- inundan las estanterías de los supermercados. Casi nadie te abroncará por beber por la calle, si se hace discretamente.

         Si hablamos de comida, en cualquier web lo podéis leer: se alimentan de plov -arroz con verduras y carne, mayormente de caballo-, salchichas del mismo animal, estofados de vacuno o grasientos fideos. No se, si en las casas será así, pero en las grandes ciudades -sobre todo en Bishkek- la gente -más bien, jóvenes y niños- aguardan en cola, pacientemente delante de los restaurantes de comida rápida, para dar cuenta de hamburguesas, sandwiches, perritos...No les interesa mucho lo vegetal.

          Las tiendas de fritanga grasienta o de empanadillas -llamadas somsas-, también tienen su público -y su omnipresente olor-, pero el protagonista principal es el pan redondo de trigo, moldeado en varias formas y tamaños, con granos de varios cereales y con bordes con sabor algo  quemado.


        En Bishkek, centenares de señoras venden bebidas de dudoso gusto, aunque procedencia segura -leche de yegua o cereales fermentados- a lo largo de las calles y avenidas más transitadas y concurridas.

         Tienen fama los kirguisos de ser muy amables y hospitalarios, aunque  no podrán competir en esta materia con países, como Siria, Tailandia y Japón. El trato general es adecuado y educado, aunque sin florituras. Es común fuera de la capital, que a los viajeros hombres se les acerquen otros hombres a saludarlos, , dándoles la mano, originando una situación algo incómoda y ridícula, poniendo ambos cara de tontos por no saber, que decir o hacer.

          Aquí se habla poco inglés y mucho menos español, aunque se van acostumbrando al Sayhi (siempre que haya wifi, claro).

          Tanto hombres como mujeres, resultan algo agresivos en las calles, circulando casi siempre a gran velocidad -se manejan mejor, que nosotros entre los fosos, aceras escarpadas y alcantarillas sin tapadera- sin hacer un solo ademán de quitar su cuerpo o echarse a un lado, cuando te vienen de frente.

         Hemos visto otras cosas curiosas, como que en algunos supermercados el personal te persigue, pasillo tras pasillo. No sabemos, si para ayudarte o para vigilarte, porque nos han pasado ambas cosas. También nos ha llamado la atención, las niñas que van al colegio con flores blancas de tela en el pelo, que a veces, sin más grandes que su propia cabeza.

          Y, el poco espíritu de fiesta, que se respira aquí, no habiendo casi, ni bares. ¡Tiene pinta, que se lo montan en su casa! Por cierto: el papel higiénico no tiene canutillo y las bolsas de plástico lo invaden todo .

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