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domingo, 20 de octubre de 2019

De bruces con Bishkek

                        Los dos primeras son camino, de Bishkek y el resto, de esta ciudad (Kirguistån)
          El viaje empieza mal, discutiendo amarga y largamente con una empleada de Bankia, que nos debe proveer de dinero y no lo hace, porque la caja cierra a las 11 y es más de la una. No hay problema en extraer pasta del cajero, pero al menos, queremos que nos cambie los billetes, que salgan -máximo, de 50€- a los importes deseados, pero de malas formas, se niega. Cabreo morrocotudo, con el único consuelo del dicho gitano, de " no quiero ver a mis hijos con buenos principios ".

          A menos está vez -y sin que sirva de precedente-, el trato del personal de Barajas resulta muy amable y no nos toca, ni el control de explosivos, ni abrir los equipajes (solo hemos facturado un bulto). La espera en la escala de Estambul se hace muy llevadera, porque nos atiborrados de delicias turcas de los Duty Free, hasta casi acabar vomitando .

          Por  cierto: los platos principales de la Turkish, muy ricos, aunque dejan bastante que desear las ensaladas y los postres .

          Tras el fácil y rápido ingreso, en Kirguistán, llega el típico aturullamiento, que suele invadiendo -solo son cuatro horas de cambio horario-, la primera jornada de todos los viajes, sean cortos o largos.

         Mi pareja -que tiene la cabeza más dura, que las miles de baldosas de Bishkek, ciudad que puede tener a gala estar entre las peores asfaltadas del mundo-, se empeñan en ir a buscar alojamiento a la zona más nueva -de perfil soviético, aunque con muchos parques-, mientras que yo soy partidario de buscar en la zona del bazar asiático y la estación de autobuses.

          Me hubiera alegrado haberme equivocado, porque el resultado no nos habría hecho perder cinco infructuosas horas, paseando por avenidas insulsas y escarpadas. No entiendo, como puede venir alguien a este país a hacer senderismo en las montañas, con los fantásticos trekkings aventureros y urbanis, que se pueden llevar a cabo. Y con los bultos a cuestas, a 30 grados y con el sol cayendo de plano sobre nuestras cabezas.

          Sin embargo, cuando decaen las discusiones, los reproches y los nervios y dormimos unas pocas horas, caemos en la cuenta de que está urbe no es tan asquerosa, aburrida y desbocada, como nos pareció durante las primeras horas.

          El caso resulta controlado y controlable -para ser tercer mundo- y la gente es relativamente amable y amistosa -aunque vayan al choque por la calle-, el bazar de Osh resulta estar limpio y equilibrado -a pesar de los posibles sobornos policiales, que nosotros no hemos padecido-, los precios de casi todo son bajos y las acogedoras zonas verdes te esperan a casi cada paso.

          Son muchos años viajando y no se nos quita el vicio de juzgar por las primeras impresiones.

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