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martes, 29 de octubre de 2019

El viaje, desde Taskent, hasta Almaty

                                             Todas las fotos son, de Almaty (Kazajistán)
         Comprar el billete, de Taskent, a Almaty -muy barato, costando 9 euros para 850;kilómetros- fue fácil- difícil y me explico. Fuimos un día antes a la estación y la chica de la ventanilla -bastante joven y muy verde-, al no entendernos, se negó a atendernos de forma rotunda. Menos mal, que un chico hizo de intérprete.

          Al día siguiente, todo fue más sencillo, porque de la nada apareció un empleado con un inglés suficiente, que nos ayudó en todas las gestiones. No nos cobro nada, como nos teníamos.

          Teníamos mucho respeto a este viaje, por un motivo fundamental. Los españoles tenemos derecho a estar un mes, en Kazajistán, pero nadie aclara, si dispones de varias entradas y nosotros, ya habíamos accedido a este país una vez anterior, once días atrás, camino de Uzbekistán.

          El autobús es nuevo -aunque con rayantes pantallas gigantes de vídeo y sin wifi, ni tomas USB- y no sale demasiado tarde, con una ocupación de 18 pasajeros, sobre 50. La carretera solo es mala un rato. En cincuenta minutos estamos en la frontera. ¡Que miedo! Y eso, que es conocida.

          La salida es buena y rápida. Ni enseñar el móvil, ni los registros de los hoteles, ni nada, que hubiéramos leído, anteriormente. Y encima en esta zona de Asia Central son muy ordenadores y te van colocando los sellos en la misma hoja. Nervios y más nervios. Porque en tierra de nadie, sabuesos de dos y cuatro patas registran el bus, durante una hora -más amigables y amistosos, los de cuatro-, mientras nosotros esperamos e imaginamos nuestras venturas y desventuras.

          Somos de los primeros en la fila de los sellos. En la frontera, de Kazajistán ya te dan un número de WhatsApp por si tienes problemas. Se me retuerce el estómago y recuerdo, como hace casi un año, lo pasamos tan mal a la hora de hacer un tránsito, en China. Tarda y tarda el funcionario, siempre más con mi pareja, que conmigo, porque yo voy detrás de ella y ya se sabe la historia tan infrecuente en estos bordes fronterizos, porque es tan imposible encontrar un guiri, como raptar a un niño y llevártelo a España.

          El poli pregunta, insistentemente, a otro compañero y nuestro corazón se dispara, cuando oímos "da, da", que no es la canción de Police, sino "si " en ruso. Felices y contentos, una vez oímos el "pataclan" sobre nuestro pasaporte, pensamos, que los 800 kilómetros, que nos quedan para llegar a Albary serán un coser y cantar.

          Pero,  aún, varios inconvenientes menores nos aguardan: paradas eternas -en el tren, todos vamos comidos y meados-, un cambio de autobús, sin entender nada, a las afueras de la ciudad kazaja, mientras nos asedian -suavemente, no como en otras partes- los taxistas y un accidente, que deja dos coches destrozados y que nos sumerge en un atasco eterno.

          ¿Empezaremos bien en este temido destino? ¿Sabremos mañana, registrarnos ante la policía? El futuro es de los intrépidos!

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