Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 10 de marzo de 2013

Hay otro Bangkok, además de Khaosan

Todas las fotos de este post son, de Bangkok, menos la última, que pertenece al mercado flotante, de  Damnoen Saduak 
          Centenares de turistas paseando en pantalón corto o con ropajes alternativos, puestos callejeros de noodles fritos con marisco o carne -regentados por sonrientes chicas-, stands de insectos achicharrados en la plancha -últimamente, ya cobran por hacerles fotos y no solo por comerlos-, tiendas de ropa de todo tipo, Seven Eleven ofreciendo sus productos las 24 horas -aunque desde las doce de la noche y hasta las once de la mañana y de catorce a diecisiete, tienen prohibido vender bebidas alcohólicas-, decenas de casas de cambio, agencias con pretensiones y no siempre de demostrada solvencia, que te gestionan el visado parta Myanmar o la India, falsificadores del carné internacional de estudiante o de títulos de cursos de submarinismo, bares musicales con terraza y chicas ligeritas de ropa y dispuestas a todo, miles de bombillas de colores, escaparates con guías de segunda -tercera o cuarta- mano de casi todos los países del mundo, innumerables hoteles de categoría -fundamentalmente- económica...


          Todo eso y mucho más -aunque casi siempre en la misma línea-, es Khaosan, la burbuja turística de la maravillosa Bangkok, área de la que muchos viajeros no salen, durante todo su estancia en la ciudad. ¡Ellos se lo pierden!.

          Fuera de esta artificial, aunque no desagradable zona y ajenas a tanto movimiento, las chicas salen del colegio con sus inmaculados uniformes de falda corta y almuerzan en el Mcdonalds o en los numerosos puestos callejeros de salchichas a la plancha, albondiguillas, pinchos de cerdo, de pollo o de otras carnes más inidentificables y sospechosas. Y es, que tal vez sea Bangkok, la capital del mundo, que cuenta con más garitos callejeros -de fuste y pretensiones diversos- del mundo, lo que le da un ambiente excepcional. Aparentemente improvisados, se pueden levantar en escasos minutos, de manera muy mecánica. A veces, durante una parte del día -colocados donde horas antes había un mercado-, mientras otras, de forma permanente Los lugareños los adoran. Para los occidentales, lo que tienen en común es, que visualmente, es imposible identificar el contenido de los guisos, que presentan en sus enormes y brillantes perolas. Solo unos pocos y osados extranjeros, se atreven con ellos.




          Aunque -desgraciadamente para los viajeros y afortunadamente para ellos-, cada vez son menos los tuk tuks, que circulan y más los taxis -a veces, rosas-, el tráfico es ingobernable, sobre todo en la calle principal, Ratzhadamnoen Klang. La vibrante actividad urbana contrasta con la quietud de los tranquilos templos budistas, de tal simplicidad e ingenuidad, que parecen diseñados por niños. Para entrar en los edificios religiosos, hay que descalzarse. Pero, salvo guardar el habitual y requerido respeto, casi todo lo demás está permitido allí. Incluso, sentarse junto a los monjes, mientras rezan o cantan o tomar una cerveza en el exterior, sentado en la escalera. Sería larga labor detallar todos los que merecen la pena en la ciudad, pero los podéis encontrar en todas las guías.




          En cualquier caso, guardad tres o cuatro días para visitar la ciudad, algo más, si también queréis acercaros al cercano mercado flotante, de Damnoen Saduak. Porque también. tendréis que acudir al Palacio Real -de bellos y apelotonados edificios, que parecen de juguete- a la vibrante Chinatown, además de a los animados mercados. El más importante y famoso es el de Chatuchak, que se celebra los fines de semana. De las dimensiones, que tiene, parece eterno y en él, se puede encontrar de todo lo imaginable, aunque no a los precios esperados.




          Aunque es más modesto, nosotros nos sentimos más cómodos en el que montan todas las tardes, junto a los canales, no muy lejos de Khaosan. Hace unos años era algo cutre y se encontraban en él, auténticas reliquias del mal gusto o de la cutrez. Hoy en día, aunque no han desaparecido del todo, son residuales.



          Cruzando el Chao Phraya -después de haber dejado atrás numerosos y ololrosos tenderetes de pescados y mariscos disecados-, en viejas y temblorosas barcazas, sorteando los omnipresentes y enormes hojas, parecidas a nenúfares, se llega a otros interesantes templos o mercados, que no deben dejar de ser visitados. Y por supuesto, como en el otro lado y por todas partes, los omnipresentes budas -generalmente- dorados. Desde los modelos más utilitarios, a los de varios metros de altura (en posiciones y con gesto diferente). Hay bastantes talleres, donde los hacen y tiendas, que los exponen en plena calle. No resultan difíciles de encontrar.


          A Tailandia, se le conoce como el país de la eterna sonrisa. Y el dicho no exagera, ni un ápice. Ya lo constatas, desde que ingresas por el aeropuerto internacional: todo son atenciones y gestos amables. La primera palabra, que aprenderás en tailandés es, “japunja” (gracias), para poner de manifiesto el sincero agradecimiento. Son tan generosos en tratar de complacerte, que a veces, te dan una información errónea, antes de decirte, que no pueden ayudarte, sobre lo que has requerido.

          De las cinco veces, que hemos visitado Bangkok, la más emotiva fue la primera. No solo por la deslumbrante novedad, sino porque el día 30 de junio, de 2.008 y de madrugada, rodeados de alemanes, que se fueron apagando con el transcurso del partido, asistimos a la conquista de una Euro. El agradable bar, donde vimos el memorable encuentro de fútbol y, tres años después, lo habían derribado. ¿Sería de propiedad teutona y no podrían con los malos recuerdos?. ¡Nunca lo sabremos!.

martes, 5 de marzo de 2013

Magia medieval

                                Todas las fotos de este post son de Fez (Marruecos)
          Sin lugar a dudas y en nuestra opinión -y en contra de la general, que opta por Marrakech-, Fez es la ciudad más interesante de Marruecos. Y podemos hablar con conocimiento de causa, dado que después de siete viajes, conocemos casi todo el país alauita.

          Nuestra última y quinta visita a Fez, fue hace más o menos un año. Íbamos camino de Rabat, para obtener la visa de Mauritania. Era un día, en que se jugaba un Zambia-Costa De Marfil, final de la penúltima Copa de África. Se notaba, que estábamos en febrero y al haber muy pocos turistas, tocábamos a muchos más comisionistas y pelmas, que de costumbre, aunque ya hace tiempo, que aprendimos a desactivarlos por completo. Además, muchos de los comerciantes de Talaa Kebira y de Talaa Seguira, ya nos conocen de otras veces y saben, que somos de pocas compras y de mucho regateo.

          La anterior comparecencia resultó aún más emocionante. Fue en julio de 2.010, el día después de ganar la final del Mundial de Sudáfrica. Ataviados con la camiseta de España, vivimos un baño de masas y recibimos centenares de felicitaciones. No había un solo marroquí, que fuera con nuestro rival, Holanda.

          Pero, nuestros recuerdos más emotivos, sin duda, proceden de nuestra primera irrupción en la ciudad, ya hace casi ocho años. Asistimos a emociones extremas: por un lado y muy agradables, las que proceden de un lugar, que respira mediavalidad -permitidme el palabro- por todas partes. En cada calle, te empapas de Edad Media por todas partes, debido a los numerosos negocios y talleres artesanos, que aún se sirven de técnicas de esa época, para elaborar o comerciar sus productos. Desde el escultor, que esculpe lápidas a mano, con cincel, al hombre que teje con un rústico, pero bello telar. ¡Que decir del colorido y el ambiente de los zocos, que recuerda a otros tiempos!. Y toda la actividad se desarrolla, mientras las mulas suben y bajan por la estrecha calle principal, transportando cosas diversas -incluso, cajas de Coca Cola- y al grito de “bale”, por parte del mulero, que significa, que si no te quitas de en medio, será peor para ti.

          Pero, por otro, también sufrimos bastante. Y es, que aunque ya no era tan fuerte como en los años noventa, el acoso de los buscavidas resultaba bastante intenso. Y más, si se dan cuenta -que se la dan-, de que es la primera vez, que viajas a Marruecos. Niños, queriéndote
llevar a un hotel o restaurante, comisionistas o propietarios de las tiendas -de muy mal carácter y tretas muy astutas-, guías y falsos guías, radicales religiosos -era Ramadán-, ociosos buscavidas de oscuras intenciones...

          Mas, tranquilos. Hoy la cosa ha mejorado mucho y los incidentes son más escasos. Las autoridades tomaron conciencia a tiempo y se dieron cuenta, de que tenían un gran problema. Hoy en día, un niño que sea pillado haciendo de guía, puede acabar en la cárcel.

          Los conflictos más habituales surgen, si osas acercarte por libre por la zona de los tintoreros, quizás, el área más emblemática de la ciudad. Ya, cuando te acercas por las calles adyacentes y empiezas a oler ese nauseabundo hedor de las pieles tratadas, intuyes, que el momento va a ser bastante especial.

          Si consigues deshacerte de los pelmas, que pretenden subirte a las terrazas de los negocios de alfombras o ropa diversa, desde donde se ven perfectamente los enormes cuencos de tintes de colores y a los trabajadores, dentro de ellos, aún te espera otro enemigo mayor: los vigilantes, que custodian el callejón, que baja hasta ellos.

          Se trata de un espacio público, pero no te dejan pasar y lo hacen, conmoviendo tu conciencia: “no queremos que veáis las penosas e indignas condiciones de trabajo de estos hombres” y te lo dicen en perfecto español. Por supuesto y como cabía suponer, si aflojas el bolsillo, se acaban la ética y las prohibiciones. Pero, a nosotros no nos dio la gana pagar y estuvimos más de media hora discutiendo, sobre moral, libertad y otros conceptos, con los que te quieren hacer comulgar, como si fueran ruedas de molino. Por supuesto, amenazarles con la policía no sirve de nada. ¡Te animan a que lo hagas!.

          La medina de Fez -para nosotros, la mejor del mundo- consta de más de 9.000 calles. La mayoría de la gente no se atreve a entrar en ella, sin guía, pero es más emocionante adentrarse al tun-tún, por libre. Y además, no es tan difícil. Nosotros no nos hemos perdido nunca. Basta con dos sencillas técnicas: saber si estas paralelo o perpendicular, en relación con la calle principal y conocer hacia donde se orienta el sol, por donde quieras salir (por la tarde se pone hacia la puerta Boujloud -la azul por un lado y verde por el otro-, por lo que si se quiere abandonarla por ahí -que es lo más habitual-, hay que ir hacia el astro rey).

          El mayor y más preocupante problema de Fez es, que se está cayendo a cachos y nadie pone remedio. Por eso, cuanto antes vayáis, mejor.  

domingo, 24 de febrero de 2013

Y al principio no nos gustaba

                                                          Todas las fotos de esta entrada, son de  Roma
        Corrían los primeros días de agosto, de 1.989. Realizábamos nuestro primer interrail -que no viaje al extranjero-. a través de Francia, Holanda, Alemania y norte de Italia. Nuestro objetivo final era, recorrer la costa Dálmata, pero al llegar a Trieste, acabamos desistiendo de este plan. El tren, que iba hasta Split, tardaba  más de 16 horas, era demasiado viejo e incómodo -tengo la certeza, de que con veinticuatro años más, hoy aguantamos mejor estas condiciones- y estaba abarrotado, con la gente arremolinada o tirada por los pasillos, dando gritos, como bestias.


Reconsideramos distintas opciones y finalmente, acabamos tomando un confortable expreso nocturno. hacia la Ciudad Eterna. Fue así, de esta forma tan abrupta e inesperada, como tuvimos nuestro primer contacto con Roma. Hoy en día y fuera de España, es la segunda ciudad, que más hemos visitado -en diez ocasiones-, después de la maravillosa Venecia (unas 15 veces).


Lo curioso es, que en esa primera cita. Roma apenas nos gustó. Salimos absolutamente, decepcionados y en esa ridícula disputa, de ¿cuál es más bonita? , nosotros abogamos claramente, por sobreponer, por amplio margen, a Florencia sobre la capital de Italia.

Roma nos pareció, sin más, una urbe llena de «escombros» arqueológicos -con la excepción del Coliseo-, de polución, escasamente limpia y con sus famosas plazas o el singular Trastevere, vacíos. Y para colmo, la Fontana di Trevi sin agua, en obras y medio tapada. 

Tan sólo nos sentimos aliviados, por el frescor del agua de las numerosas fuentes, por colarnos en los autobuses públicos y por los inigualables museos del Vaticano. Ni siquiera, la pizza nos pareció la mitad de lo que habíamos esperado. ¡Demasiada masa para un chorrin de tomate, un puñado de orégano y una mozarella, casi invisible!. ¡Y la cerveza inaccesible, para unos estudiantes con beca, de tercero de periodismo!.


Evidnetemente, de aquella imagen de Roma, hoy nos queda bien poco. Tal vez, el cansancio -era nuestro primer viaje al extranjero de un mes-, el asfixiante calor, algunas obras paradas. el estar casi todo cerrado y la ausencia por vacaciones de los lugareños, se convirtieron en un diabólico cóctel, que nos transformó la realidad. Por eso, siempre recomiendo no visitar Roma en agosto.


Habitualmente, nosotros usamos una forma bastante objetiva -sobre todo, en Europa-, de medir el encanto de las ciudades: lo que nos van ilusionando en las visitas posteriores, a la primera. Praga nos pareció bellísima, pero la cuarta vez, se nos tornó vulgar. Cracovia, París, Londres, Amsterdam, Dubrovnik o Estocolmo, solo aguantaron hasta la segunda. Estambul nos pareció incomparable, en !.994 y 1.997 y nos decepcionó altamente, en 2.008 y recientemente, en 2.012.


Después de diez visitas, aún hoy, Roma nos sigue pareciendo estaxiante y por eso -con el permiso de Venecia-, la calificaría como la ciudad con más encanto de Europa. Por lo tangible. Pero aún más, por lo intangible. Y después de estar en Vietnam, Kenia, India o Bolivia, por poner unos pocos ejemplos, nunca volveremos a decir, que el tráfico en la ciudad, es alocado y caótico.


Cuatro o cinco días es el mínimo, para descubrir esta increíble ciudad, durante la primera visita. Nuestras últimas, han sido por circunstancias diversas, mayoritariamente, de una sola jornada, en la que siempre y metódicamente, llevamos a cabo el mismo recorrido, caminando.

A saber. Partimos de la estación de trenes, de Termini y vemos las magníficas iglesias, que hay de camino al Coliseo. Contemplamos el Foro, sus alrededores y el Campidoglio. Desde la plaza de Venezia, enfilamos hacia el Trastevere, donde paseamos, tomamos unas cervezas y, a veces, almorzamos. De ahí, al Vaticano y al castello de San Pietro.


Por la tarde, es hora de explorar las inmediaciones de la vía del Corso, que une la plaza  de Venezia con la del Popolo: a la derecha, la Fontana di Trevi y la plaza de España. A la izquierda, el Panteon y la plaza Navona. Si aún sobra tiempo, nos acercamos hasta la villa Borghese.

A pesar de repetirlo varias veces, nos sigue resultando igual de excitante.

Casi siemrpe, es un buen momento para escaparse, a la Ciudad Eterna. Pero, el mes que viene, con el circo religioso, que se nos viene encima, la experiencia puede resultar aún más apasionante. 

domingo, 17 de febrero de 2013

Dubai no responde a sus tópicos

                                     Todas las fotos de este post son de Dubai
         A diferencia de lo que muchos piensan, hacen y como ocurre en Doha -aunque no, en Abu Dhabi o Bahrein-, no es Dubai una ciudad para unas pocas horas. entre un vuelo y otro. Disfrutar de este lugar, debería conllevar una estancia mínima de tres o cuatro días. Y más, si 
se quiere acercar uno a la agradable, cercana e histórica, Sharjah (tan solo a media hora de autobús).


Hecho de esta manera. descubriremos, que la mayoría de los tópicos, que se manejan sobre Dubai, no son ciertos. En realidad, lo único que se asemeja a lo que nosotros, previamente, pensábamos, es el insoportabblee calor -muchas paradas de autobuses son herméticas y disponen de aire acondicionado, para hacer más llevadera la espera-, muy difícil de mitigar entre mediados de la priavera y del otoño.  Sólo a dos insensatos, como nosotros, se les ocurriría recalar en la ciudad, durante la segunda quincena de julio, poniendo en riesgo serio nuestra salud, con las temperaturas superiores a los 45 grados.


Anmtes de visitar los países del golfo Pérsico, manejábamos la idea, de que tenían que ser naciones carísimas, debido al supuestamente alto nivel de vida. Pero, ambas cosas son falsas (o al menos, muy matizables). Dormir en un hotel de cuatro estrellas en temporada baja -como fue nuestro caso-, te puede salir por unos 23 euros, cada noche. Se puede almorzar divinamente, por menos de un euro, si se hace en la sección de comida preparada del Carrefour o en cualquier tienda/panadería, donde te deleitan con ricas especialidades procedentes de la India, como bondas, samosas o biryanis, que están mejor, que las de la propia nación originaria. Las tarifas del transporte público son bastante moderadas, en comparación con Europa. ¡Y no digamos, el precio de la gasolina!


Y en cuanto al supuesto modus vivendi, la mayoría de la población vive bastante dignamente, aunque el nivel general, se asemeja bastante al de Europa, siendo incluso, algo inferior. ¡Menos en las autopistas, que recorren el país, que a veces son de hasta cinco y seis carriles!.  La opulencia y el lujo existen en Dubai, sin lugar a dudas, pero se manifiestan de forma muy discreta y prudente. Desde luego, si en Siciliaa, nunca os toparéis con un miembro de la Mafia, en Dubai, tampoco lo haréis con ningún jeque o emir.  


Os llamará la atención y sorprendera, que os recomiende no usar vuestra tarjeta de crédito, en Emiratos. Pero, ¿no se trata de un país muy desarrollado?. Sí, pero le cargan comisiones por todas partes: tanto por compras directas en tiendas, como por sacar efectivo con ellas de los cajeros


Otra de las preconcepciones, que resulto caerse por tierra fue, que al ser Emiratos un país poderoso, económicamente, el Islam se viviría de una forma más relajada, que por ejemplo, en estados en vías de desarrollo, como Marruecos o Egipto, por poner dos ejemplos. Nada más alejado de la realidad, porque en Dubai es más difícil ver una mujer vestida de forma occidental o tomar una cerveza, que en las otras dos naciones mencionadas. 

Los edificios más emblemáticos de Dubai -como nos recuerdan a cada paso, los souvenirs de las tiendas-, son los Burj Al Arab -junto al famoso Humeirah Beach hotel- y Khalifa. El primero, lo habréís visto decenas de veces en la tele y tiene forma de vela, mientras el segundo es un edificio, que se va estrechando, según asciende y termina, como en una fina aguja. 

Segguro, que también habéis oido hablar de Palm Jumeirah: una superficie construida con anodinos apartamentos, en forma de palmeta, que al menos desde tierra, resulta bastante decepcionante (imagino, que visto desde un helicóptero, será más espectacular). Cerca, se halla la Marina, salpicada de unos cuantos barcos de postín.


En todos los casos anteriores, hablamos de las afueras. Para nosotros, lo más agradable e interesantte de Dubai es el centro, partido en dos por el río, que podemos cruzar en una embarcfación llamada «abra», por unos veinte céntimos polr trayecto. A un lado, el Bur Dubai, con su expléndido y tranquilo casco histórico, llamado Bastakilla. Al otro, Deira, más bullicioso y comercial, pero con algunas callejuelas algo caóticas, a las que no les falta encanto.

Dubai es una ciudad de extremos, como todo el golfo Pérsico: o eres devorado por el sol, la calima y el calor o por el poderoso aire acondicionado -a veces, imposible de quitar o programar-, que deja las temperaturas de hoteles o centros comerciales, en bastante menos de veinte grados.

sábado, 9 de febrero de 2013

Una semana santa muy agitada y emotiva

                   Todas las fotos de este post son de Jerusalén, salvo que se indique lo contrario
             Debíamos haber llegado a Jerusalén, unos días después de Semana Santa. Teníamos hotel reservado, pero debimos anularlo con prisa. El habernos encontrado en Siria con Longi y Ana, nos hizo cambiar de planes y para visitar juntos la ciudad, nos plantamos en ella, en plena tarde del Viernes Santo, sin reserva de alojamiento alguna. ¡Y cansados, muy cansados!, porque el día había sido muy duro.

            Más de tres horas, habíamos pasado en la frontera de ingreso a Israel, entre registros de equipaje, interrogatorios ridículos y alguna otra vejación. Sobre todo, hacia Ana, a la que trataron de obligar a leer su diario de viaje íntimo, bajo pretextos de seguridad.

            A decir verdad, nuestros problemas no habían hecho, más que empezar. Después del mediodía del viernes, comienza el maldito Sabat. El país se paraliza, hasta el sábado después del almuerzo. En ese periodo, ni siquiera se retira de las calles de la zona histórica de Jerusalén, la molesta y pestilente basura.

            Tampoco hay transporte público, lo que nos lleva a negociar con otros desafortunados, un vehículo colectivo privado, que nos sale por un ojo de la cara. Eran las ocho de la tarde, cuando al fin, nos encontramos en la magnífica ciudad amurallada y con sus ocho puertas. El comentario de Ana, destensa el ambiente: “parece, que estuviéramos en Ávila”, le indica a su novio, afincado en esa ciudad.

            Pero, la alegría fue breve. Después de pasear un rato por el centro y con peregrinaciones y campanadas de fondo, constatamos, que no hay una sola plaza de hotel libre. ¡Sólo se nos ocurre a nosotros, haber llegado este día!.

            Decidimos alejarnos del centro y caemos en garras de un despiadado taxista sin escrúpulos –todos en Jerusalén lo son, como en ninguna otra parte del mundo- y tenemos, incluso, que amenazarle con llamar a la policía, ante lo que aún se muestra más chulesco. El menos, el hotel donde nos han dejado, dispone de plazas libres (aunque escasas). Son caras, pero nos podrían haber pedido mucho más, viendo nuestras desesperadas circunstancias.

            Estar en Jerusalén un Sábado Santo, supone un gran privilegio, porque se lleva a cabo la Pesaa, una impresionante celebración tradicional cristiana, que se desarrolla una sola vez al año. Pero también, supone muchas molestias. No solo por las multitudes, que la siguen y las habituales peregrinaciones.
Belén (Cisjordania)
También, por el tratamiento, que te da la policía o el ejército, como hagas algo –supuestamente- inadecuado. Aunque, eso en Jerusalén, ocurre a todas horas y todos los días del año. No solo se convierten en sospechosos árabes o palestinos, sino cualquiera –por muy turista, que sea-. Se trata de chicos y chicas de muy corta edad, que con ametralladora en ristre e inmaculado uniforme de camuflaje, te enfocan con mirada despectiva, te increpan, chulescamente o te perdonan la vida.

                                                                           la de arriba es de Nablus (Cisjordania)
            Respiramos a fondo y tratamos de ingresar a la explanada de las mezquitas, pero también de forma muy maleducada nos indican, que nos hemos pasado de la hora y debemos volver mañana (para guiris solo se puede visitar hasta las once y media). Este lugar es disputado por tres religiones, aunque se encuentra en le barrio árabe, el más animado de la ciudad (aunque sus comerciantes, no son solo de esta etnia).

            Vistas las dificultades en las zonas cristiana y musulmana, nos adentramos en el barrio judío –el más pequeño y carente de interés- y el armenio, coqueto y tranquilo. Ni por asomo y a estas horas, resulta posible llegar a la iglesia del Santo Sepulcro.

            Los tres deleites de Jerusalén, nos llegaron a continuación. Primero, el Muro de las Lamentaciones –lo que queda del antiguo templo de Salomón-, donde los judíos –separados por sexos- se emplean a fondo, en sus forzados gestos, repetitivos rezos o cabezazos contra la piedra de la pared.

            Segundo, la maravillosa vía Dolorosa, por la que recorrer el vía crucis entero y entretenerse en las curiosas y beatas tiendas. Y por último y tirando de Biblia, todos los atractivos, que se encuentran en las inmediaciones del monte de los Olivos.
          Belén (Cisjordania)
            A escasos kilómetros de Jerusalén, se hallan –ya en Cisjordania-, Belén y Nablus, tras cruzar las vergonzosas alambradas y los muros (estos sí, que son de las lamentaciones). La segunda ciudad es bella, genuina y estupenda, si no se encuentra en conflicto armado, como había ocurrido dos meses atrás.

            Algunos acontecimientos finales, nos sacaron de la escasa abulia, que vivimos en aquellos apasionantes días. Al retornar de Nablus, fuimos encañonados con una ametralladora, desde un coche. “Do you speak english?”, nos requirieron. Algo no dijo, que teníamos que contestar, que no y acertamos.

            Al cruzar la alambrada, una jovencita engreída, vestida con uniforme militar, vio a todos los demonios juntos, al contemplar en nuestro pasaporte, el sello de Siria. Después, nos ofrecieron saltarnos la cola y los registros, por ser extranjeros, pero declinamos la invitación y esperamos nuestro turno, entre los palestinos. Uno de ellos, médico de profesión, estudió en el pasado en Cuba y al oírnos hablar, nos espeta: “los judíos son unos hijos de puta, pero vamos a resistir”.