Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Prizrem: un broche de oro para este viaje

                                                      Todas las fotos de esta entrada son, de Prizren (Kosovo)
            Como suele ser nuestra costumbre –nos suele dar buenos resultados, aunque inquietantes-, optamos por el plan de más riesgo: ir a Jankovic y buscarnos allí la vida, para tratar de llegar, a Prizren. Por si las moscas, nos avituallamos de comida y cerveza, adecuadamente. Por motivos propios y ajenos, conseguimos que el día salga redondo –si no fuera por la constante y demoledora lluvia- y acabamos cumpliendo nuestros objetivos, con creces.

            Salimos algo tarde y a los diez minutos, nos hacen cambiar de autobús, por motivos desconocidos, a un vehículo abarrotado y viejo. El cobrador corta nuestro billete, sin mirar el destino. A las cuarenta y cinco minutos, nos vemos en la frontera. ¿Dónde estará Jancovik?. ¿A este lado o al otro?

            Como en otras naciones ex -yugoslasvas, la tradición es apuntar el nombre y el número de pasaporte en un listado, antes de cruzar la línea divisoria entre países. En total, tardamos media hora, entre aduanas y control de policía (no hace falta bajar del bus, dado que suben ellos). Para salir de Macedonia no ponen sello, aunque sí para entrar, a Kosovo.


            El paisaje, que es muy montañoso y bello, nos acompaña durante bastantes kilómetros. Sin saber donde está nuestro destino, ya hemos tomado la decisión de llegar a Prístina, por la tercera parte de lo que cuesta el billete. Habíamos oído, que la capital de Kosovo es un lugar horrible, pero quienes lo dijeron, se quedaron cortos. No llevamos ni cinco minutos en la ciudad, cuando ya estamos valorando, seguir camino hasta Prizren, al precio que sea.

            Las dos horas que permanecemos en la ciudad, las empleamos en transitar por sus destartaladas calles, soportar el agresivo tráfico –a diferencia de Macedonia-, lidiar con los maleducados modales de la gente –sobre todo, en materia de aparcamiento- y en ir y volver al centro, que apenas presenta una calle peatonal –en diferente estado de conservación, según los tramos-, un par de mezquitas, una torre del reloj y muchos cables eléctricos exteriores, que interrumpen cualquier contemplación o cualquier intento de fotografiarlos. Los hoteles aquí, son escasos y tan sólo, para ciudadanos de posibles.

            Vinimos a Prístina, para encontrarnos con la historia reciente, pero apenas hallamos, edificios al más puro estilo soviético, supermercados bien abastecidos, algún dejado parque y tiendas de tipo occidental. Nada de enfrentamientos religiosos, musulmanidad exacerbada, militares por todas partes, reyertas ksovo-serbias o fuerzas de la KFOR (escasas, extremadamente meticulosas y apenas, vigilando un par de iglesias, en Prizren).


            La suerte nos sigue acompañando. Retornamos a la estación y, cogemos un bus, casi al vuelo, para Prizren. Esta ciudad son palabras mayores y maravillosas. ¡Procurad descubrirla con calma!. Con su plaza principal, su puente de piedra, que divide la ciudad, sus iglesias, sus mezquitas y sus bellas casas, además la fortaleza en ruinas, desde donde se contemplan magníficas vistas. En algún edificio, apenas se atisban algunos restos, de lo que parece metralla. Decenas de restaurantes, bien montados, pero casi todos, vacíos. Y eso, que es sábado por la tarde.

martes, 20 de noviembre de 2012

Aventuroso, Kosovo

                              Las dos primeras son, de Pristina (la segunda una foto) y el resto, de Prizren
            Kosovo está siendo una aventura. No por el riesgo que estamos asumiendo –el país es una balsa de aceite- o por la ausencia de infraestructuras para el viajero –transporte correcto y hoteles, más que eso-, sino por que esta última parte del viaje, se nos ha endiablado y nos ha obligado, constantemente, a cambiar de planes.

            Nuestra primera intención, era alcanzar Prístina desde Sofía. Ni una sola compañía de buses, ofrece el trayecto. Suponemos, que porque por el medio de ambas, se halla Serbia. Decidimos irnos a Ohrid y luego, a Skopje. En un principio, renunciamos a visitar Prístina y concentramos nuestros esfuerzos en la prometedora, Prizren.

Al llegar a la capital de Macedonia, una verrugona –con pelos canosos sobre la misma- y antipática chica de información de buses, nos indica, que a Prizren, sólo hay un autobús al día –en un horario muy poco conveniente- y a Prístina, ninguno. Confusión. No es, que haya cambio de estrategia. Simplemente, no hay planes. A todo esto, nos resulta imposible encontrar un mapa de Macedonia, que nos aclare las fronteras, con Kosovo. Raro, en un país tan nacionalista.

            Tras pasear, comer y desacelerarnos un poco, decidimos volver a la estación, a ver si hay más suerte y nos toca otra persona (con o sin verruga, que eso, igual nos da). Ahora sí, tenemos más suerte y resulta, que sí existen buses a Prístina y no pocos. Otra opción y como novedad, es ir a Jankovic, en la frontera y esperar que haya buses a Prizren. Pero nadie sabe darnos una respuesta sobre el asunto.

            Tras las nuevas averiguaciones, barajamos dos posibilidades. Conformarnos con visitar la insulsa capital kosovar o probar suerte y tratar de ver, si desde la frontera, podemos llegar, a Prizren, de alguna manera. La almohada deberá ayudarnos a tomar una decisión, con tantas dudas.

Aunque, varios acontecimientos nocturnos interfieren en nuestra comunicación con ella: la alta música de un local de los alrededores, los gritos y aporreamiento de la puerta de una habitación cercana, de una chica desesperada y llorosa y los puntuales y cantarines muecines de las mezquitas. ¡Malditos, ellos!.

Todo había sido mucho más fácil, si desde el principio –como ocurrirá al día siguiente-, hubiéramos deducido, atando cabos, que todo autobús, con dirección a Prizren y aunque Google Maps diga lo contrario, para por Pristina (o al menos, por sus inmediaciones).

lunes, 19 de noviembre de 2012

Skopje, con sus dos realidades, nos recuerda a Tbilisi


            Somos amantes de músicas diversas, aunque no expertos y tal vez, para un entendido, lo que voy a decir sea una auténtica barbaridad. Pero, en Bulgaria, Georgia, Armenia, Macedonia y Turquía, tenemos la sensación de venir escuchando los mismos ritmos: mucha percusión y voces contundentes, salvo cuando la melodía –en menos ocasiones-, se torna en melancólica y se acerca más a la música árabe. Hablaríamos de un género turco-griego-albano-macedonio-armenio, que a nosotros nos encanta.

El conductor, que nos ha llevado esta mañana, a Naum , se ha emocionado demasiado y ha puesto este tipo de música, a todo trapo, algo infrecuente, en este periplo, que hoy llega a su día 32.

            Naum es un lugar agradable. Apenas hay pueblo, pero el transporte público, llega hasta aquí, en este punto colindante con la frontera, de Albania. A diferencia, de Ohrid, el lago aclara sus oscuras aguas –aquí se convierten en un color azul turquesa-, las montañas disipan la neblina y el paisaje se tiñe de verde.
                  Las tres de arriba son de Naum y las cinco de abajo, de Skopje (Macedonia)
            Una pequeña, aunque cuidada y coqueta iglesia y un monasterio con varios edificios, además de unos manantiales y un río, son sus interesantes atractivos. Los religiosos no pierden el tiempo. Cobran el café de máquina, al triple que en cualquier otro lugar. Y las habitaciones, que alquilan, a 74€ la doble, con vistas a la montaña, se convierten en 126 €, con panorámica hacia el lago. No sabemos -o no debe tener-, lo que cuestan las alcobas con vistas a nada.

            Hasta ahora, es este hecho, lo que nos ha resultado más extraño, después de dos días en este tranquilo país y sin ir aún, a Skopje. Los macedonios son, casi tan amables como los esmerados búlgaros, todo es más barato de lo esperado, los supermercados están muy bien abastecidos y hay transporte público a cualquier parte. La única nota discordante, fácil de repeler, son los pesados y agresivos taxistas, que pululan por aquello lugares, por donde pueda haber algún guiri (y eso, que en esta época del año, somos muy pocos).

            En menos medida inquieta, el exacerbado nacionalismo –típico de esta zona-, que nos hace ver constantemente, en cualquier parte y situación, la bandera de Macedonia (rojigualda, como la nuestra, pero más chula). Skopje tiene pinta de ser, la ciudad del mundo con más estatuas por metro cuadrado y sería la de más vallas oxidadas y retorcidas, tapando obras y otras carencias, sino estuviera en el primer puesto, Tbilisi.

            Podríamos decir, que hay dos Skopjes distintas, en la actualidad. Una se articula en torno al río, con el teatro nacional en una de sus riberas. Sería un entorno más bello, si fuera peatonal, más ajardinado, sin obras perennes, zanjas y escombros acumulados y nunca retirados. Al estilo de la cercana y antigua estación de trenes, afectada por el terremoto de 1963 y nunca más rehecha. Su reloj permanece parado a las cinco y diecisiete horas y su entorno, en un estado sucio, lleno de cascotes y basura acumulada. ¡Lamentable!

            Por el contrario, cruzando el agradable puente de piedra, llegamos a Carsija, el barrio histórico. Bonito, aunque de estructura desigual, con calles empedradas, mezquitas, iglesias –conviviendo en armonía-, hammanes y un fuerte medio en ruinas. Una calle ascendente, concentra la mayoría de los bares. Otras dos o tres, constituyen el bazar, no muy animado. Tan sólo algunas tiendas de recuerdos, donde curiosean los escasos turistas, que visitan la ciudad. Otros establecimientos permanecen cerrados, no sabemos muy bien, si de forma permanente o por ser el segundo día, del Eid Al Adha (celebrada fiesta musulmana).

            Es posible, que una vez más y visitando los Balcanes, afortunadamente, nos vayamos sin probar, el desaconsejable, borek

domingo, 18 de noviembre de 2012

Decepcionante Veliko, maravillosa Ohrid

                                                                               Sofía (Bulgaria)
           En el bellísimo monasterio de Panteleimon, de Ohrid, cuna del maldito alfabeto cirílico, pone con claridad y contundencia, que está prohibido hacer fotos en el interior y el ingreso en bikini o bañador.
           Plovdiv (Bulgaria)
Pero antes de llegar a Macedonia, pasamos tres días en Bulgaria. El regreso a este país, supone el reencuentro con la cerveza –después de una semana de abstinencia- y con una gastronomía más variada.

La primera jornada transcurre en la sensacional, Plovdiv, que tras su animada calle peatonal y plazas, esconde un espléndido casco histórico, de callejuelas empedradas. La segunda la agotamos en la algo decepcionante Veliko Tarnovo. Sus principales atractivos se hallan dispersos, por una alargada e interminable calle, que acaba con la paciencia de cualquiera, después de que la has recorrido entera, cuatro o cinco veces.     Estas 3 son de Veliko Tarnovo (Bulgaria)
Como contrapartida, disfrutamos del mejor alojamiento del viaje, por tan sólo 15 €. Amplia habitación, con cuidado baño, calefacción –que buena falta hace- y televisión por cable. En una sola noche, se secó toda la ropa mojada, que veníamos arrastrando, a lo largo de toda Turquía.

De nuevo en Sofía, la ciudad nos recibe con cuatro o cinco grados menos, que hace un mes, con pocas novedades que ofrecernos y con una mala noticia: no hay autobuses, a Pristina, ni a ninguna otra parte de Kosovo, por lo que nuestra salida natural es, dirigirnos a Ohrid, en Macedonia e ingresar en la nación kosovar, por Prizrem, abandonando la idea de visitar la capital, que al margen de lo simbólico, tampoco debe de ofrecer muchas cosas interesantes.

La frontera de Macedonia es más tranquila, que la anterior, aunque no nos ponen sello de entrada en el pasaporte, asunto que nos intranquiliza. El bus llega a Ohrid, a las 2:45 h de la madrugada, con un intenso frío y rachas de aire helador. A diferencia de cualquier país de África, no existe la cortesía de permitir la estancia en el interior del vehículo, a los pasajeros, hasta que amanezca. Como es una ciudad pequeña, no hay nada abierto, nos toca vagar por las bonitas y bien iluminadas calles, durante horas. Los sitios algo guarecidos, parecen ratoneras, para nuestra seguridad.
                                                                                          Las 3 siguientes son de Ohrid (Macedonia)
Nos cuesta encontrar alojamiento. Hay muchísimos –en diverso estado de conservación- y están vacíos, pero no se bajan del burro de sus tarifas. Cuando al fin, alguien lo hace, lo recompensamos, cargándonos la vetusta cisterna de la habitación preparando una escabechina acuática tremenda, junto con el naufragio de papel higiénico, cascotes, siliconas…

Ohrid, recompensa con creces nuestros esfuerzos y penurias. Tras sus empinadas cuestas y las magníficas vistas del lago, se hallan conmovedoras iglesias, un anfiteatro, las ruinas de una basílica, un fuerte, las empedradas calles del casco histórico y el referido y maravilloso, monasterio de Panteleimon.

No hemos vuelto a ver, a la pareja de australianos, que como únicos turistas, nos acompañaron en el autobús, a Ohrid. Ella hablando a gran velocidad, no le dejó meter baza, en todo el tiempo que aguantó despierta.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Deseos cumplidos y extorsiones a la búlgara


A lo largo de este viaje, se están desvelando mis poderes de adivinación y no siempre –más bien, casi nunca- con buenos resultados para nosotros. A aquella legendaria maldición, de “que se te cumpla, lo que desees”, le estamos empezando a encontrar el sentido.

            El ilógico horario del bus de Estambul a Plovdiv –opción por descarte y no por preferencia-, nos hacía ponernos en la ciudad búlgara, sobre medianoche, hora bastante mala, para buscar un hotel de los nuestros -no de los de recepción en la planta baja, sino de los que hay que subir empinadas escaleras y no tienen “h”-. Entre risas y desde que hemos subido al vehículo, deseamos una imprevisible avería –sería raro, dado que el bus es nuevo-, de cuatro o cinco horas de duración, que nos retrase. Pero, ahí queda la cosa.

Las autovías turcas son arterias de sangre azul, por donde todo circula con orden, sin presentar demasiados acontecimientos, para alcanzar la frontera de Bulgaria, donde nos espera una de las grandes sorpresas del viaje. Salimos de Turquía sin problemas y empiezan todos –tras una parada en un enorme, desangelado y caro duty free-, al llegar a Bulgaria. 
                Las tres fotos de arriba son de Estambul y las restantes, más abajo, de Plovdiv (Bulgaria)
            Primero, deben pasar el control los búlgaros (bendita igualdad de los estados asociados). Después, presentan la documentación los turcos –a los que les ponen un sello-, un chino y un serbio. Previamente y sin explicaciones, han retenido nuestros pasaportes, con gesto bastante tosco. También, los de dos chicos, con portada de color verde, de la que no logramos identificar el país.

¿Extorsión dentro de la propia Unión Europea?. Tiene toda la pinta. Empiezan los gestos y aspavientos exagerados, las llamadas telefónicas y las preguntas: sí es la primera vez, que venimos a Bulgaria, cuántos días vamos a estar, adónde nos dirigimos…

Aunque parezca increíble, esto nos está pasando en un territorio de libre circulación y permanencia. Pero, los funcionarios búlgaros, aún no han abandonado sus viejas artes, que ya sufrimos en dos ocasiones anteriores. La primera, en 1997, cuando pretendíamos tomar un bus a Estambul y en los alrededores de la estación, dos policías nos retuvieron los pasaportes en una perfecta emboscada y nos dieron muchas gracias cuando para recuperarlos les “regalamos” 20 $. Escribimos una carta a la embajada y nos agradecieron la información, pero nada más. Días antes y al entrar al país, nos trataron de cobrar un visado, que en aquellos tiempos, ya no era necesario para los españoles.

Cada vez vamos poniendo un gesto más serio e impaciente y cuando formulan la siguiente pregunta, les paramos los pies, en seco y les indicamos, que no vamos a seguir, formando parte de este interrogatorio. Somos ciudadanos europeos y sabemos nuestros derechos. Si se nos acusa de algo, que nos lo hagan saber. Si no, ya nos pueden ir, devolviendo el pasaporte, por favor. Y así lo hacen, aunque de muy mala gana y maneras.

Subimos al bus y allí se quedan los dos chicos del pasaporte verde. No sabemos, que les han requerido, pro lo cierto es, que si no avisamos nosotros al conductor, arranca y se va sin ellos. En total y por razones desconocidas, cuatro horas tardamos en abandonar la frontera búlgara. Nos dormimos en este tiempo

 Cuando me despierto, con un sonoro pitido taladrándome los tímpanos, me entero de que llevamos más de cuatro horas –que llegarán a ser siete-, en el arcén de la carretera, con el vehículo averiado. . Como ya había hecho en la frontera, el chofer arranca y para el vehículo, cada dos minutos, mientras mira al infinito. Al estar todo automatizado, tampoco se pueden abrir los maleteros.

Para colmo, ya estoy empezando a estar hasta las narices, de la búlgara, que viaja a nuestro lado. Habla español, porque ha estado en nuestro país y sus dos hermanas, se encuentran casadas con españoles. Tiene cáncer de pulmón y está tratándose en una cara clínica, de Estambul

Al principio, ha comenzado siendo simpática y hasta nos ha recomendado un pueblo de casas tradicionales, río y montañas, cercano a Plovdiv (nos ha escrito el nombre, en cirílico, para que preguntemos). Pero, poro a poco, se ha ido haciendo muy cargante y ahora se atreve, a acusarnos, de que nos estamos poniendo nerviosos y lo dice de mala manera. ¡Cómo para no estarlo, después de la nochecita, que llevamos!.

Las prometidas seis horas, desde Estambul a Plovdiv, se han convertido en más de diecisiete. Y hemos llegado, gracias, que al fin, a que a las 9 y 22, han traído un microbús, que ya sí, nos lleva a nuestro destino, sin más percances.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Agradables Sivas y Kayseri, decepcionante Estambul

                 Las tres primeras  son, de Sivas. Las tres siguientes, de Kayseri y las tres últimas, de Estambul
            Fuimos sorteando todos los obstáculos, en un largo periplo, que nos llevó a lo largo de tres noches sin alojamiento hasta nuestro destino: Estambul. No resultaron duras, porque dormimos bien, sino fuera por la constante necesidad de darnos una ducha y de quitarnos el calzado.

            La primera, en el ya referido tren de la señora y sus churumbeles. La segunda, en los cómodos asientos de la sala de espera, de la estación de Kayseri, compartiendo techo y calor, junto a los mendigos locales, que no protestaron porque hubiéramos ocupado, irrespetuosamente, sus habituales sitios. Y, la tercera, en un confortable bus-chollo, que nos devolvía a Estambul (cuarta vez, que visitamos esta ciudad).

            Por el camino, nos encantó la vitalidad de Sivas y su plaza principal, llena de monumentos antiguos, como una mezquita, una madraza en ruinas y un hospital psiquiátrico. Además, disfrutamos de su amplia zona peatonal y de los mercados. Lástima, que no pudiéramos visitar la cercana, Divrigi.


            Kayseri –puerta oriental de Capadocia- y llegando de noche, nos pareció Las Vegas, de Turquía, por su excelente iluminación de neón y la cantidad de actividad nocturna. Por el día, su fortaleza, mezquitas y –sobre todo- su autentico bazar y el antiquísimo bedestan, nos llenaron de gozo. Evidentemente, no compramos nada, aunque nos insistieron con ingenua perseverancia. Tenemos la sensación, que la mercancía que se acumula en estos sitios, debe de tardar en salir varios años, ante la escasez de turismo y del casi nulo interés de los lugareños.

Más, que las tiendas de zapatos, ropa o complementos, nos sentimos más tentados por las de queso –de fuertes olores- y encurtidos varios. ¡Se te hace la boca agua!.

            El retorno a Estambul, fue más de lo mismo, como en nuestra anterior visita, en 2008. La mágica, exótica, acogedora, trepidante y alocada ciudad, que conocimos en 1994 y 1997, ha perdido las tres primeras características. Lo que hoy queda es un parque temático –al estilo de Dubrovnik o Praga-, que presenta suficientes molestias, para evitar la ciudad, si ya se conoce. Colas interminables para acceder a los principales monumentos – y, eso a finales de octubre-, transporte público carísimo –por la gracia de Alá, como el precio de la cerveza- y tarifas de las compras (té, delicias turcas, kebabs o especias), que pueden multiplicar por dos, siete, treinta y cinco o trescientos, lo que te cobran en el propio extrarradio de Estambul o en otras ciudades del país.

Por no mencionar, los autobuses de los grupos organizados, que aparcan por todos los lados, estropeando los paisajes, los monumentos y destrozando las imperecederas fotos, que todos nos queremos llevar como recuerdo del viaje.

            Ya nadie tendrá la oportunidad de conocer, el Estambul, que visitamos hace casi veinte años, en soledad y autenticidad, que descubrimos después de los famosos atentados del Gran Bazar, de 1994. Aunque, quienes lo visitaron diez o quince años antes de esa fecha, pueden alegar y con razón, que su Estambul es mejor, que el nuestro.

            Pero, todo no es negativo. Desde hace ya mucho tiempo, de las calles han desaparecido los vendedores de “su” (agua), los que ofrecían sus roñosa básculas para que te pesaras, los que vendían maíces asadas –alguno queda-, los que comercializaban calcetines, los que te querían limpiar los playeros con betún y los innumerables buscavidas, que convertían tu visita en una continua lucha, a cambio de sacarse unas cuantas liras. Hoy, van por lo legal, detrás de tantos negocios, que engañan a turistas de edad y pensión acomodada, de medio mundo desarrollado.

            En muchos años, no volveremos a Estambul. Y a Turquía, tampoco, mientras no baje el precio de la cerveza.

jueves, 15 de noviembre de 2012

¡Cuidado con lo que dices!

                                                          Esta y las dos siguientes son, de Kars (Turquía)
           Volveremos a tener cuidado con lo que decimos. Paseábamos. distraidamente. por Kars, hablando de lo fácil, tranquilo y seguro, que es Turquía, de lo amable que es la gente, de lo intuitivos que son, a pesar de que no hablen idiomas, de la seguridad y fiabilidad del transporte…De modo bastante abrupto, estos comentarios se volvieron en nuestra contra.

            Empezamos con un incidente peligroso. Después de media hora de habernos acostado y ya dormidos, aporrean nuestra puerta y empiezan a a gritar. Al menos, son dos personas. Aturdidos y somnolientos, tenemos la suficiente lucidez, para contraatacar y golpear desde dentro la misma, consiguiendo primero, que cesen en su actitud y después, que huyan.

Desde luego, sus intenciones no eran nada buenas. ¿Quienes han sido? Sospechamos de los de la habitación de al lado, que durante las horas previas, estuvieron ejecutando rezos, plegarias y dándose cabezazos contra el suelo en el hall de acceso a las habitaciones. Mientras esto hacían, pudieron vigilar nuestros movimientos: ducharnos, en el baño compartido, lavar la ropa…
                                   Esta y las dos siguientes son, de Sivas (Turquía)
Aunque también, pudo tratarse de alguien, que nos siguiera por la tarde. Al fin y al cabo, somos cuatro turistas en la ciudad. Aunque, es improbable, dado que para conocer nuestra habitación, en la tercera planta tendrían, que haber pasado por delante del recepcionista, que no los habría reconocido, como clientes.

            Al día siguiente y ya camino de Sivas, en el confortable tren, padecemos varios incidentes. Primero, una desesperante parada en una estación, que se alarga, sin ningún motivo, más de dos horas. Después, que se nos sienten detrás dos gañanes de edad, con olor a nada bueno. Y, finalmente, que se acomode delante -estando el tren casi vacío-, una señora con sus seis churumbeles –de distintas edades, entre seis meses y ocho años-, que nos dan la noche. La cena de los críos resulta muy curiosa: pan, pipas, tomate, pepino y uvas, que el más pequeño mezcla con el biberón. Todos huelen a humo, como si acabaran de dejar atrás, el mismísimo infierno.

            Aún hay dos sucesos más, que nos hacen pensar, que hemos entrado en mala racha. El único tren de Sivas, a Kayseri, nuestro siguiente destino, tiene el peor horario posible, para permitirnos encontrar, de manera fácil, un alojamiento. Parte a las 19:36 horas y llega a las 23:13 h. Cualquier otra opción, más temprana o tardía, nos habría ofrecido mejores posibilidades.

                                         Esta y la de más abajo son, de Kayseri (Turquía)
            Ya en el interior del convoy y encontrándome en el baño -turco, por supuesto, porque esto es irrenunciable, aunque pasen 10 siglos más-, empiezan a aporrear la puerta de forma violenta. No cesan, ni aún indicando que está ocupado. Al abrir, no hay nadie ¿Serán los de Kars, que nos vienen siguiendo? ¿Será un embrujo? ¿Seremos víctimas de una cámara oculta o de una película de serie B?

            Nada va a poder contra nuestra estrella, que desde siempre y como viajeros, nos ha acompañado a lo largo de nuestras ya dilatas aventuras por el vasto mundo.