Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 1 de octubre de 2017

El absolutismo invisible

                                          Todas las fotos de este post son, de Bandar Seri Begawan (Brunei)
          La capital de Brunei es un lugar tranquilo. Diría, que hasta apacible. Los conductores -hay muchos coches de alta gama -se detienen en los pasos de cebra y el centro es peatonal, durante los fines de semana. En general, la gente es educada. Nada que ver, con los asilvestrados malasios.

          Muchas jóvenes no llevan velo y hasta algunas vemos en pantalones cortos. También la cortesía es extrema -nada de las estridencias de otros países musulmanes- cuando, por ejemplo, te invitan a abandonar la mezquita por ser horario de culto o por no llevar el correspondiente faldamento, que ellos, amablemente, te prestan.

          En la frontera nadie husmea tu equipaje, a la búsqueda del demoniaco alcohol -está permitida la entrada de determinadas cantidades-y por supuesto, no nos creemos esas patrañas que cuentan algunos blogs de que si un lugareño sale del país y bebe, a la vuelta lo castigan severamente.

          En este ambiente tan reposado de paisajes verdes en pleno desierto y entregados de lleno a los maravillosos y dos excelentes mercados nocturnos de la capital y sus deliciosos manjares, nadie podría imaginar -sino lo has leído en alguna parte-, que en este estado, desde hace dos años, aplican la sharia, por lo que un desliz, en forma de hurto, puede suponer que te corten las manos. Y, ofender a Mahoma, te puede costar la vida.

        Bajo un “benigno” régimen, que garantiza la educación y la sanidad gratuitas, el no pagar impuestos y hasta la subvención del arroz, se esconde un gobierno absolutista, de una dinastía, que lleva ejerciendo el poder más de seiscientos años. El actual sultán, lleva cincuenta, residiendo en su palacio de más de 1.800 habitaciones, sus más de 500 coches, su boeing 747 privado...

          Bandar Seri Begawan -el nombrecito se las trae- y a pesar de los contrastes, se muestra como una ciudad, que bien merece un par de días de atención: con su mezquita del lago artificial, la replica del barco del sultán o el museo egocéntrico de sus regalos, donde casi merece la pena ir, solo, por el potente aire acondicionado con que cuenta. Además, el atractivo de las casas flotantes -cuidado con los taxistas acuáticos, que son un poco cabroncetes- hace ya memorable la visita.

          También aquí, andan de obras en el largo paseo fluvial, aunque van más avanzadas, que en Kuala Teerengganu. Desde él, se pueden contemplar a lo pobre -cual es nuestro caso-, las ya mencionadas casas flotantes

          Aunque parezca en mitad de la nada, la logística para llegar hasta aquí, es sencilla: bus directo desde Miri, con mucha rapidez en ambas fronteras. Hoteles económicos no vimos ninguno, aunque si uno de precio moderado, muy cercano a la estación de autobuses y de habitaciones muy modestas (peores, que las de Malasia).

          A pesar de lo que cabría pensar, hemos sentido muchos más agobios islámicos en el noroeste de la Malasia insular, que en Brunei.

Aterrizando en Borneo

                                  Esta y las cuatro de abajo son, de Miri (Borneo, Malasia)
          Dejamos con mucha pena y con una inolvidable tormenta, nuestra querida Terengganu. Hasta nos dio rabia comprobar, al ir a recoger el equipaje, que nuestra antigua habitación ya estaba ocupada: ¡Nada de guardar el luto!

          El viaje a Kuala Lumpur fue relajado, debido sobre todo, a que ya nos habíamos informado de que los buses ya no llegan a la estación de Puduraya -en Chinatown-, como antes, sino a una que está en el culo del mundo -la TBS-, pero muy bien comunicada por transporte público.

        Nuestro reencuentro con la ciudad fue más frío del previsto. El calor insoportable, las numerosas obras en el centro y ser la cuarta vez, que la visitamos, hicieron mella en nuestro ánimo. Este estado, ni siquiera fue suavizado por la visión de las ya obsoletas -arquitectónicamente, hablando- Petronas, que nos recordaron a Japón, por el hecho de haber un supermercado Isetan en su interior, del mismo nombre, que donde comprábamos hace ya más de un mes, en Tokio.

          Tras disfrutar de nuestro particular Little India, mucho más animado y genuino, que el original y cercano a la estación central de ferrocarril, partimos en bus para KLIA 2, una terminal, que no nos gusta nada. No obstante, dormimos apaciblemente, tumbados en el suelo

          Muchas veces hemos volado con Air Asia, pero nunca desde esta terminal, que es más grande y moderna, que la principal. Se trata de un concepto distinto a lo que estamos acostumbrados en Europa. No es otra cosa, que un gigantesco centro comercial de cuatro plantas, donde encuentras de todo lo imaginable -predominando la comida, la bebida y las tiendas de 24 horas- y después de hacer el cheking y entrar a las puertas de embarque, ya no hay nada que te distraiga de coger tu vuelo. Se sube por incómodas pasarelas ascendentes y se baja por otras descendentes, donde siempre hay un empleado o segurata, que te echa una mano con el carrito del equipaje.

          Casi sin enterarnos, llegamos a Miri. Ciudad sosa y tranquila, que alberga la casi inaccesible torre de petroleo, Grand Old Lady; un templo chino interesante -aunque en obras-; un mercado central agradable y otro de fresquísimo pescado, con peces parecidos a pequeños tiburones asesinos. Un apacible y pequeño parque, bien cuidado en el medio del caos urbano y varios muy animados y bien decorados garitos de cerveza, le dan alicientes a esta ciudad, que es la puerta de Brunei, adonde pretendemos llegar mañana, de forma cara, al no haber competencia alguna en el transporte.
                      Esta es de KLIA 2 y la de abajo, de Kuala Lumpur (Malasia)
          En Miri, casi todo cierra a las cinco de la tarde. Para que luego digan, que los chinos -mayoría aquí- son tan abnegados y sufridos trabajadores. Aunque ya hace algún tiempo, que nos estamos cansando de Malasia, ha habido dos factores, que han dulcificado nuestro periplo por estas tierras, de Borneo: el ambiente religioso es mucho más relajado -ni siquiera se nota, que hoy es viernes y el muecin no te despierta de madrugada- y el alcohol corre a raudales (también la cerveza, a precios astronómicos, que los guiris pagan sin importarles si hay un mañana).

          Eso sí y para no desencantar a nadie, especialmente a los jóvenes soñadores: no niego que Borneo sea el paraíso, no, pero hay que currárselo para encontrarlo. ¡Avisados estáis!.Nosotros, seguimos en ello. Empieza la aventura, de Brunei.

Últimas horas, en Kuala Terengganu

                                                       Todas las fotos de este post sson, de Kuala Terengganu
           En los viajes largos y a pesar de la experiencia, resulta muy difícil -aunque se preste atención-, dominar el control del tiempo, como ocurre en los más cortos. A veces, parece que llevas una semana en un lugar y solo han pasado cuarenta y ocho horas desde que llegaste, aunque lo estés pasando bien y la espera para el siguiente destino no te consuma la paciencia. En general, los primeros días de un viaje de duración dilatada suelen ser lentos, aunque no ha sido el caso de este periplo, dado que comenzó de forma trepidante, por Japón, destino del que ya casi ni nos acordamos, a estas alturas.

        Lo normal es, que a partir de las dos semanas, los días vayan cayendo inexorablemente sin darte cuenta. Llega un momento, que si no lo piensas, no sabes si partiste hace un mes o tres. Existen, sin embargo varias referencias, que sin lugar a dudas ayudan a cerciorarse del paso inexorable del tiempo: “coño, otra vez me tengo que afeitar, cortar las uñas, el pelo... ¡Si parece, que fue ayer, la última vez, que lo hice”.

          Hoy concluimos nuestro día 36 de viaje. Mañana, nos marcharemos a Kuala Lumpur en un bus nocturno y en la madrugada siguiente tomaremos un vuelo a Miri, para visitar el Borneo malasio y Brunei.

          Apuramos las últimas horas y nuestro aire acondicionado, en Kuala Terengganu , contentos de haber dedicado cuatro jornadas a la visita de esta ciudad y su entorno. Lástima, por torpeza nuestra, claro, aunque es más achacable a la nefasta información local, que no hayamos podido visitar la cercana isla de Pulau Duyung Besar. La de turismo, que si los ferries salen para este lugar desde el mercado; el de los ferries, que lo han quitado y solo circulan autobuses y el de los buses, que no existe tal servicio y debemos tomar el ferry. Y en este estúpido bucle, llevamos inmersos más de cien horas. ¡No estamos acostumbrados a estos contratiempos!. Y para al final, ninguno tener razón.

          Pero para comppensar, los últimos días los hemos aprovechado bien. Visitamos la maravillosa mezquita de Cristal, que aunque de reciente construcción, resulta espectacular. Se haya junto a un parque lleno de miniaturas de otras mezquitas del mundo -incluida la Alhambra de Granada-, que es de caro pago. Eso sí, el adoctrinamiento es gratis y sobre todo -con folletos en perfecto español- tratan de convencer a los extranjeros, de que tienen muy mala suerte por no vivir en la fe del islam (y más, ls mujeres).

          En otra dirección y usando el otro bus de servicio circular, se encuentra la blanquecina mezquita Terapung, más discreta, pero con el encanto que le da estar en un tranquilo y arbolado lago. La no muy lejana playa urbana es mucho más bonita de lo que podríamos esperar, con sus aguas verdes, a pesar de que hoy está muy nublado.

          De vuelta al hotel, hemos encontrado alcohol, a cinco ringgtis, que es la tercera parte de lo que venimos pagando. ¿veneno chino?. Probablemente. Por cierto, ya hemos averiguado el nombre de la fiesta de Chinatown, que tan entretenidos nos ha tenido los últimos tres días: Pesta Kebudayaan. Más fácil que preguntar -como hicimos ayer-, ha sido leer los carteles de las calles de este barrio declarado patrimonio mundial por la UNESCO.


sábado, 30 de septiembre de 2017

A golpe de subidón y bajón, nos topamos con la gran sorpresa de Malasia

                                               Todas las fotos de este post son, de Kuala Terengganu        
          Arribamos, a Kuala Terengganu, con unas expectativas muy limitadas, fruto de nuestra ancestral vagancia, de preparar el siguiente destino, más allá de la cuestión logística. Y, es en verdad, que no merece mucho la pena, porque para determinados destinos -la mayoría,- no existen planos buenos y los monumentos resultan difíciles de calificar a priori -ni siquiera, viendo fotos en google, según su poco o mucho interés.

          Llegamos a media tarde y lo primero, que descubrimos para nuestro agrado es, que aquí nadie te da la brasa y que en definitiva, es una ciudad menos bestia, frustrante y menos abandonada, que Kota Bharu. No encontramos muchos hoteles baratos, pero conseguimos, recalar en el adecuado. Incluso, con aire acondicionado, lo que supone una novedad para nosotros.

          Sea por lo que sea, que yo no lo sé -aunque lo intuyo, pensando, que aquí se maneja mucha pasta- , a esta ciudad se le ven muchas más posibilidades, que a la mayoría de Malasia. La gente viste mejor, el tráfico es más ordenado y sobre todo, pueden permitirse sacar músculo en infraestructuras. Tanto, que algunas faraónicas y preciosas, las tienen abandonadas –el bazar Warisan y la colina Bukit Puteri- y en otras, se permiten el lujo de preverlas para cinco años y a fecha actual, no han hecho ni la mitad, pero sigue trabajando mucha gente en ellas, a día de hoy (cuando terminen el paseo marítimo, no antes de 2.020 -aunque estaba previsto para 2.017- será de los mejores de toda Asia),.

          Nuestro primer contacto profundo con la ciudad fue impresionante: un espectacular Chinatown -como nos ocurre a menudo, lo pillamos en fiestas-, plagado de casas y negocios en edificios coloniales, bien cuidados y con callecitas transversales llenas de murales, grabados, mosaicos y mensajes de concordia, paz y optimismo.

          Debo reconocer, que a la mañana siguiente, nos invadió el bajón. Tal vez, buena parte de la culpa la tuviera el licor chino de la noche anterior. El agradable, aunque aglomerado y oscuro mercado central, dio paso a todas esas infraestructuras en decadencia y al colapso del mencionado paseo marítimo, que hoy en día es más una frustración, que un desahogo, para quien quiera tener un rato de paz.

        Nos costó recomponernos, no lo niego, y mucho más, porque el calor húmedo nos resulta más insoportable cada día. Lo conseguimos por la tarde, visitando de corrido y porque quien anda mucho se lo acaba encontrando todo, esos fantásticos lugares, que no se menciona la maldita Lonely Planet, que tomamos prestada, sin permiso, del hotel de Bangkok. ¡ Así, tenemos nuestro castigo!

          Me refiero al Waterfront -que debe ser antiguo por el tipo de losas y probablemente, devastado por las inundaciones del monzón-, a otra colina, a un espectacular templo chino junto al mar, a un puente muy del estilo de Calatrava...


          Y, a la entrañable celebración china, que nadie nos supo explicar -o no supimos entender-, como se llama. Banderitas, camisetas de Red Bull, farolitos, templo iluminado, deliciosa comida, teatro de marionetas, desfiles y gente disfrutando del buen ambiente. Duró desde el viernes, al domingo.

Vamos a contar mentiras, tranlará

                                           Todas las fotos de esta post son, de Kuala Terengganu
          Siempre se ha dicho, que comer de los puestos callejeros del tercer mundo, es mucho más inseguro, que hacerlo en supermercados, comprando comida preparada. Aunque, con matices, esto es definitivamente falso. He conseguido, precisamente esta semana, en Malasia, quitarme una descomposición leve, empezando a comer donde lo hacen los lugareños.

          La razón es, que la comida tiene más rotación, que en los súper, donde a veces, la tienen, que malvender a mitad de precio por la tarde. Unos noodles en la calle, pueden llevar precocinados unas dos o tres horas, mientras un perrito, en un supermercado, mas de veinticuatro, con salsas y sin estar al frío (así lo comprobamos, por ejemplo, en Kota Bharu).

          Dicen también, que el aire acondicionado es malo para la salud. Puede, que haya algo de verdad, pero creo que lo fatal es, andar cambiando a menudo de temperatura. A mi, se me ha curado una bronquitis de dos semanas, simplemente, con dos noches de fresquito, bien tapado, Y, sobre todo, he podido dormir, con sueños muy felices -me seleccionaban para una cátedra de universidad-, en contra de las nauseabundas e inquietantes pesadillas, que había tenido los días anteriores bajo un alto ventilador de techo, claramente inoperante.


          Sirvan estas dos reflexiones, para acercarnos a las grandes mentiras, que una Lonely Planet, en inglés, de 2.011, dejada de la mano de Dios -en un triste hotel, de Bangkok-, hacen confundir al viajero. Mucha fama tiene la editorial australiana, pero cada año, sus publicaciones resultan más lamentables y caras.

          -”En Kuala Terengganu el alcohol es inaccesible, salvo excepciones”, afirma la LP. La realidad es, que se encuentran fácilmente cervezas en varios supermercados y espirituosas en distintas tiendas del barrio chino. En el súper, siempre en la zona “no halal”, al lado de los derivados del cerdo y en una esquina, franqueada por la lejía, los insecticidas y la comida para animales, a ver si así desistes de tomarlas (si no lo ha conseguido ya, el alto precio)

          -”Las vistas desde la colina de Bukit Puteri son preciosas”. Salvo cuatro despistados, ya casi nadie va por allí y encima hay un tipo, que parece fraudulento, que te quiere cobrar un ringgit, pero que te lo perdona, si te haces el duro. Las vistas bonitas, sí que lo son, pero desde el anexo y abandonado bazar Warisan, que la Lonely Planet, ni meciona.

          -“El mercado central está rodeado de puestos de comida”. Va a ser, que no. Algunos, algo alejados, hay, de salchichas, bolas de no se sabe, exactamente, que y pescado prensado. Pero más bien, se ubican de forma dispersa por la zona del antiguo muelle y resultan caros y poco apetitosos.

          -“La oficina de turismo abre de 9:00, a 17:00 horas”. Pues no. Abre, directamente, cuando le da la gana, como hemos podido comprobar, durante cuatro días. Y la señora, que atiende, necesita actualizar su información con urgencia.

          -“Los ferries a la cercana isla, de Pulau Duyung Besar, parten detrás de un restaurante en la avenida del mar”. Lo que hay allí, actualmente, son barracones, que albergan a los obreros, que están construyendo el paseo marítimo, empezado en 2012 y que según dicen, lo terminarán en 2017, cosa muy improbable, tal y como van las obras (2.020, sería una fecha más realista). En esos chabolos, moran inmigrantes de varias nacionalidades, en condiciones inhumanas, compartiendo una rupestre ducha, cuya intimidad custodia una manta extendida sobre ella.

          Y, por cierto, hace tiempo, que ya no navega un solo barco -nos costó mucho descubrirlo- a la mencionada isla, habiendo carretera y un puente para llegar hasta allí.

          -“Existe un mercado nocturno, junto al mar, a unos tres kilómetros del centro”. Pues, tampoco. El que funciona está bastante céntrico -enorme, pero desangelado- y sólo opera las noches de viernes y sábado


          Es posible, que la última revisión de este lugar, por la Lonely Planet, no se haya actualizado, desde 1975, año en que inauguraron la editorial. Menos mal, y gracias a la tecnología, que cada vez van siendo menos necesarias para los viajeros.

¡Otra vez, hartos de musulmania!

                                                    Todas las fotos de este post son, de Kuala Terengganu (Malasia) 
         Hoy es san Viernes. Es el primero, que pasamos en la zona más islamista radical del este de Malasia. El día no empieza mal, porque nos hayamos ante un espectacular mercado, arremolinado en torno a la estación de autobuses, de Besut: fritos crujientes recién preparados, pescados irresistibles -en todas sus formas-, vegetales al dente, ropas...Pero, finalmente, nuestra ventura resulta nuestra cruz.

          Queremos tomar el bus de las 10:30, hacia Terengganu. Pero, como todo resulta un batiburrillo y nadie explica nada, el bus no entra en la estación y lo perdemos. Somos veinticuatro guiris y los únicos, que nos molestamos en investigar el suceso, somos los de siempre. Nosotros, los guiris “listos”, pasamos 30 minutos al sol esperando una falsa esperanza, que ni la de la taquilla sabe darnos o es, que ni se molesta en comprobar nada.

          Los otros, los guiris “tontos”, tiran de cartera y se agrupan en caros taxis compartidos. Mientras, nosotros, mal entretenemos el tiempo en comer algo, en beber algo, en refugiarnos a ratos en el único supermercado con aire acondicionado, pero sobre todo, en pensar.

          No son muchos los días, que llevamos aquí, pero estamos hartos de musulmanes de toda índole -no es depresión, porque de alcohol, vamos bien surtidos-, que lo único que hacen es reprimirte, aunque vengas de turismo a dejarles una pasta y además, lo hacen sutilmente con públicos cartelitos adoctrinadores sencillos, como si fuéramos niños pequeños, educados estupidamente por los insoportables imanes de su malditas mezquitas.

          “Usted, señora -escriben sin más miramientos-, tiene que vestir así, porque son las costumbres de Malasia -más bien, son imposiciones religiosas- y usted, señor, de esta otra forrma”. En Khota Baru, por ejemplo, un radical se me lanzó al cuello por llevar pantalón corto.

          En lo más alto de nuestro animo, empezamos a valorar y tras ir, a Brunei, no volver a visitar países puramente musulmanes, durante largo tiempo.

          Por fin y tras tanta reflexión, no siempre calmada, el siguiente autobús, arranca, después del periodo de locura histérica colectiva, que tienen todos los mahometanos los viernes entre las doce y las dos de la tarde. Toda la localidad se vacía de inmediato, aunque el calor nos continua asfixiando, por mucho, que Allah sea grande y Mahoma, sea su maldito y cansino profeta.

          Ya en los alrededores de Kuala Terengganu -la very islamic city, según nuestros libros-, todo sigue cerrado. Creo, que los que, realmente, inventaron el wi-fi o las redes móviles, han sido los musulmanes, porque saben repicar la señal sonora de una mezquita a otra -en inimaginable cadena-, sin perderla en ningún momento, mientras transitas por una carretera de infinitas curvas y recodos (y las inacabables consignas son en árabe y no, en malayo).

          Un buen hotel -desde hace mucho tiempo no teníamos aire acondicionado-, la visita al maravilloso barrio chino, donde aparte de calles pacificas y elegantes grafitis en las pulcras paredes, hay chicas vestidas de occidentales y no tapadas hasta las orejas, nos reconcilian con parte de nuestro fatídico día. ¡Viva China!, en Terengganu. Pero, sobre todo, ¡viva la tolerancia!, que esta ciudad parece transmitir. La visita promete. ¡Iremos contándolo!.

Atrapados en el bucle: siempre, que venimos, pensamos y sentimos lo mismo, pero no podemos dejar de expresarlo

                                                       Todas las fotos de este post son, de Kuala Besut
          Para detectar si un país pertenece o no a los de vías en desarrollo, nosotros usamos un sistema infalible. En Europa o Estados Unidos -y hablo de hechos y no de mis opiniones-, si tu planificas un día, te podrá salir bien o mal, pero siempre tienes claro, que dificultad presenta cada cosa. En el tercer mundo, casi todo resulta una lotería, que unas veces toca y otras, no

          Cada uno puede tener su escala de prioridades, durante un viaje y casi todas están bien. La nuestra y no por este orden -o si- es encontrar alojamientos, tiendas de alcohol, cajeros compatibles o locales de cambio, oficinas de turismo confiables y con información sobre transportes -y más si es por los alrededores de la ciudad- y lugares para yantar de forma complaciente.

          En los países en vías de desarrollo, resulta imposible conocer cual va a ser el orden en que se va a resolver cada cosa. Si haces una quiniela, algo divertido, sino fuera tan desesperante, es posible, que no aciertes ni un solo resultado. Unos días tienes suerte, otros a medias y afortunadamente, los menos, te queda algo por resolver. Pero, nunca sabes de antemano, que va a ser

          Otra cuestión –y esta resulta más comprensible- es, que los esmerados lugareños, siempre que preguntas por un sitio lejano, te mandan a la parada de metro , bus o cacharro más cercana. Les dices: “no, walking, walking”. “Too long, very far”, te contestan ellos y con cara de pensar, que estamos locos por querer ir de paseo a un sitio tan alejado.

          Otra situación, que no dejara de sorprender al primerizo y que ya os vengo contando desde hace años es, la versatibilidad de taxistas, tuktukeros, motoristas y cacharristas locales para proponerte un plan descabellado, que saben que no vas a aceptar y que además, es caro. O, son tontos de remate, o es que les funciona con muchos guiris y los estamos infravalorando.

          Hace unos días, viniendo de un Seven Eleven, a las once y media de la noche, en Phuket, con una bolsa de snacks y cervezas como único equipaje, se nos acercó un conductor de tuk tuk y nos dijo: “tuk-tuk airpot, sr”. Pero, las situaciones pueden ser innumerables: llevarte al ferry, cuando acabas de bajar de un bus y estas a solo veinte metros del barco; querer transportarte a una isla, que ni te suena de nombre, a las nueve de la noche, cuando está diluviando o llevarte al night market, cuando ya estás en el night market o el día en que está cerrado.

          Por supuesto y al atardecer, siempre aparecerán para ofrecer un fantástico plan a los más pánfilos o inexpertos, para la mañana sigueinte. No os parece, ¿que hay demasiadas similitudes entre transportistas locales del tercer mundo y director de sucursal bancaria en España?.