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jueves, 8 de mayo de 2025

Unas intensas vidas y viajes llenos de acontecimientos históricos

           En nuestras vidas y sobre todo en nuestros viajes, hemos asistido a numerosos acontecimientos históricos: dos golpes de estado en vivo y en directo en Mali y Tailandia -el primero cruento, el segundo algo más pacífico -; un arriesgado aterrizaje de emergencia en Abu Dhabi, debido a una rotura pequeña en una de las ventanillas del avión; una sangrante agresión a puñetazos en India, en 2011, camino de Surat; 45 horas encerrados en un tren en ese mismo país y en pleno invierno, con retraso de casi 15 horas, para llegar a New Japailguri; una huelga salvaje de controladores aéreos en España, un día antes de arrancar nuestro tercer viaje largo, rumbo a Sudáfrica -via Libia-; nueve Ramadanes de distinta intensidad en países musulmanes; un mundial de fútbol en el desierto de Marruecos -una Euro en Bangkok, otra en directo en Kiev y una tercera en Gyrocaster -; un vuelo frustrado a Canadá, el día, que comenzaba el confinamiento; el aguacero más bestia en Madrid -octubre de 2023- desde 1963; ser  acosados por un revisor en un tren a Bucarest en 1994 y  por un delincuente sin escrúpulos en el convoy de Nairobi, a Mombasa, en 2011; a punto de despeñarse nuestro autobús por un precipicio en Etiopía, tras caernos sobre el techo tres enormes rocas, siendo salvados por la enorme pericia del conductor; sacar el número uno en una oposición con 57 años... Y así, podríamos seguir, durante horas y horas 

          Tal vez sea por tantas emocionantes vivencias, que nos hayamos tomado con cierta tranquilidad y resignación el histórico gran apagón del pasado 28 de abril, aunque debemos reconocer, que ver Madrid de noche, sumida en el caos, sin iluminación, ni semáforos, nos causó bastante impresión.

          Pasar una noche en la estación de Atocha con comida, bebida y mantas resultó hasta placentero, comparado con otras madrugadas por todo el mundo, donde hemos padecido frío, inseguridad, hambre o sed, entre otras cosas.

          Queremos significar, que el comportamiento y el trato del personal de ADIF,UME, y Cruz Roja, fue en todo momento extraordinario. También, el de la seguridad privada. Antes de abandonar Atocha, un segurata nos contó, que llevaba trabajando casi 48 horas seguidas y nos lo creemos, porque ya olía algo mal.

          En general y en casi todo momento, quedamos bastante sorprendidos por la reacción de la gente, que fue calmada, tanto en el autobús de Lisboa, a Madrid, como en las calles de la capital o en la estación de Atocha.

          En el primero, sumidos  en un atasco infernal, con otros medios de transporte de conexión perdidos, sin poder llamar por teléfono, sin wifi, sin datos, algunos sin comer en todo el día...y nadie alzó la voz entre los pasajeros o sacó los pies del tiesto.

          En la antigua estación del Mediodía ocurrió lo mismo: pacientes colas para obtener una manta, cargar el teléfono móvil u obtener algo de comida (tan solo tres o cuatro personas intentaron acaparar)

          Habrá para quién este gran apagón, haya sido una de las historias más intensas de su vida. Nosotros, en cambio, ya tenemos muchas muescas en la culata de tu vida. Eso si: esperamos seguir viviendo nuevas aventuras históricas con tan buena suerte, como hemos tenido hasta ahora: ni un solo día perdido por ninguna causa -incluida.enfermedad- en treinta y siete años de periplos por el mundo 🌎.

El día del gran apagón: y nosotros, como siempre, en el foco de la noticia (Parte III)

           La estación de Atocha está casi a reventar, poblada por cientos de personas, cada una con una historia diferente y a cada cual más dramática.

          Damos una primera y larga ronda de reconocimiento y constatamos varias cosas: que hay tanta gente, que es imposible encontrar asiento, si no es en las escaleras o zonas  de suelo muy incomodas; que la cola de reparto de mantas por parte de la UME -amarillas- y de Cruz Roja -coloradas- es interminable y que resulta bastante más sencillo acceder a las botellas de agua mineral.

          Hablamos posteriormente, con una atenta chica de ADIF, por si sabe, cuando se reanudará el tráfico ferroviario y nos indica, que la mayor parte lo hará, a primera hora de la mañana .Dice, que se nos enviará un SMS con instrucciones y nos quedamos más tranquilos, aunque esa comunicación nunca llegó.

          Nos sentamos en una escalera y empezamos con calma y firmeza a evaluar la situación. Para la jornada de hoy, todos los ALSA a Valladolid van completos, por lo que el autobús queda descartado. Nos vamos a la web de RENFE, que tiene un único, conciso y claro mensaje, que nos llena de alegría: " No sé venderá un solo billete más, hasta que no se hayan recolocado a todos los pasajeros afectados por el apagón".

          A la media hora decidimos levantarnos de la escalera, súbitamente, porque no aguantamos una conversación vecinal. Una peruana, que lleva 35 años en España, le explica a un compatriota, que está de vacaciones, aunque ha venido a otra cosa, que los españoles vivimos la mayoría de ayudas públicas, dejando a los inmigrantes los trabajos más penosos. ¡A eso le llamo yo, en país ajeno, el racismo inverso!

          La gente, mayormente, está calmada, cansada,resignada y en una buena proporción tumbada y tapada con mantas. Tienen más cara de inquietud los policías y miembros de la UME y Cruz Roja, que controlan el cotarro.

          Mi pareja duerme a ratos. Yo no. Hay cosas, que van evolucionando. No así, la interminable y tediosa cola de personas, que intentan cargar su teléfono móvil en los escasos  enchufes. La noche va pasando más rápido de lo esperado. Sobre las cuatro y media de la madrugada reparten unos ricos sandwiches de pollo con mayonesa y ya hay algunos list@s, que se quieren llevar más, de lo que les corresponde. ¡Bronca militar contundente y  asunto solucionado!.

          Sobre las cinco de la mañana comienzan a circular los cercanías, aunque varios tramos todavía no están operativos. A las 6, se forma una larga cola en Media Distancia, donde se pone mi pareja. Existe mucha confusión entre gente mayor, que no distingue bien entre Media Distancia, Alvia, Ave, Avlo...

          Una mujer ha perdido a su madre, diabética y en silla de ruedas y así, amenizantes y/o tétricas historias, hasta, que sobre las 7 conseguimos, que nos reubiquen en el tren de las 9:06, rumbo a San Sebastián, que llega a Valladolid a las 11:49. Nos llevamos la manta de Cruz Roja de recuerdo y nos dirigimos a Cercanías para coger un convoy, a Príncipe Pío, donde llegamos a las 7:30.

          Y en los andenes de Príncipe Pío, otra vez, a escuchar nuevas historias. Nos dividimos entre los que las cuentan y los que curiosos y resignados, las escuchamos.

          Una señora de San Sebastián muy pesada y gruñona, trata de que el resto de los viajeros les resuelva un problema de dejación de gestiones, simplemente, porque pasó de todo y se fue a un hotel. Y todos nos vamos cansando de ella, poniéndole mala cara, pero le da igual. Para colmo, desprecia a su marido en público.

          Una jovencita más amable, nos pregunta, si este tren, va a Ávila. Sabe de sobra, que sí, pero lo que pretende es romper el hielo y contarnos su inestable vida. Vive en Madrid y trabaja en Ávila, en "La casa de las carcasas". Gracias a los abonos de Media Distancia el trasporte le sale gratis (solo hasta junio). Pidió el traslado a la capital y como "premio", además de negárselo, le bajaron la jornada de 27 a 15 horas. ¡Está desorientada y nos conmueve, pero...!. Todo termina abruptamente, cuando un empleado de ADIF anuncia, que el tren ya no sale de aquí, sino de Villalba, por lo que deberemos subir a un Cercanías y hacer cambio.

          Esto y a estas alturas de esta experiencia, ya no molesta a nadie. Al fin, tras dormir casi todo el rato en ambos trenes y con casi una hora de retraso, llegamos enteros a Valladolid.


miércoles, 7 de mayo de 2025

El día del gran apagón: y nosotros, como siempre, en el foco de la noticia (Parte II)

           Empezamos a ser conscientes, de que hemos tenido suerte, de que no nos cuadrara bien el vuelo de vuelta, que debería haber salido a estas horas, desde Faro, porque seguramente, aún seguiríamos allí. O, ¿tal vez Ryanair nos hubiera puesto un autobús directo, , como cuando una nochevieja aterrizamos en Roma, en lugar de en Nápoles o en Bodrum, el pasado diciembre, en vez de en Dalamam?. Nunca lo sabremos. Al menos, estamos ya en Madrid, a 190 kilómetros de casa.

          La situación es la siguiente: tenemos los dos móviles cargados al 100%, pero ahí terminan las buenas noticias, porque resulta imposible llevar a cabo llamadas o usar la red de datos. Mi pareja lleva horas, tratando de contactar por WhatsApp con los compañeros del trabajo y aún no lo ha conseguido. Menos mal, que el artículo 37.3.g del Estatuto de los Trabajadores le ampara, para faltar mañana parcial o totalmente al curro.

      Decidimos, que con mucha calma iremos caminando hasta la estación de tren de Príncipe Pío, nuestro lugar de salida. Tomamos la larga calle, que comunica Méndez Álvaro con Atocha. No habría sido mala idea disponer de un perro guía o un bastón, porque la zona está totalmente oscura.

          A los veinte minutos y cuando ya casi estamos arribando a Atocha, aparecen  las primeras luces en la vía pública y en algunas casas y la gente estalla de alegría con gritos y grandes ovaciones. De camino, no hemos visto pillaje en los comercios o bares, ni cualquier otro tipo de incidente .

          Atocha aún está cerrada y hay mucho revuelo, pero ha vuelto la luz. Preguntamos a un empleado de ADIF por la situación y nos indica, que abrirán la estación dentro de una hora, para acoger a la gente, que lo desee. Nosotros seguimos nuestro camino, ascendiendo por la calle de Atocha.

          Paulatina, aunque muy lentamente, se va recuperando la iluminación. Casi todas las tiendas, que regentan chinos e indios permanecen abiertas -unas con luz, otras a oscuras-,por lo que logramos comprar unas cervezas, a pesar de estar fuera del horario de venta de alcohol. Vemos abierta una pizzería y la cola da tres vueltas a la manzana. Los extranjeros, que aguardan en ella, se muestran bastante desconcertados. Los coches de policía pasan a razon  de cuatro o cinco al minuto.

          Llegamos a Sol, por donde merodea bastante gente. Más tranquila está la calle Arenal, que nos lleva hasta el Palacio Real y desde ahí, avanzamos por la zona del Senado y desde esta, descendemos a Príncipe Pío. La estación se halla cerrada desde las 13:30, pero se ha habilitado un área del anexo centro comercial, muy básica e improvisada para acoger a la gente.

          Un muy amable segurata nos explica, que aquí no cabe nadie más y que acaban de abrir para toda la noche las terminales de Chamartín, Atocha y Méndez Álvaro. Retornar en autobús urbano no es posible, porque van abarrotados y en esta misma plaza, calculamos, que hay más de trescientas personas esperando el siguiente, que tarda en llegar.

          Empezamos el camino de vuelta con el fin de instalarnos en Atocha. Ahora mismo la iluminación pública y privada está a un 70%- 80% de rendimiento. Poco a poco van reabriendo las cadenas internacionales de hamburgueserías y las tiendas de 24 horas. 

          Cuando llegamos a Madrid, hacia muy buena temperatura, pero ahora, se ha levantado bastante aire fresco y nuestra manga corta con jersey encima resulta totalmente insuficiente. Pasadas las doce y media de la madrugada, sanos y salvos, llegamos a la antigua estación del Mediodía.

El día del gran apagón: y nosotros, como siempre, en el foco de la noticia (Parte I)

           Es lunes, 28 de abril y llegamos con tiempo suficiente a la estación de Oriente, donde a las 10:15 de la mañana debemos tomar un ALSA -12€ por billete-, que nos va a depositar en Méndez Álvaro, a las 19:09, con tiempo suficiente para coger en Príncipe Pío, el tren con destino a Valladolid.

          El vehículo, que va casi lleno en sus dos pisos, parte con algo de retraso. Preveíamos un día tranquilo, pero nosotros somos como los miembros de la familia del "Cuéntame": cuando se produce un acontecimiento relevante, allí estamos. Siempre, en todas las salsas, en el foco de la noticia, en la pomada.

          En principio, tenemos mejores noticias, que anteayer: los asientos son muy cómodos, el baño y el wifi funcionan y hay toma en el techo sobre los asientos para enchufar el móvil. ¡Parece, que vamos todos con la bolsa del suero sobre la cabeza!.

          Como no hemos descansado bien, nos dormimos poco después de partir, una vez hemos cruzado el puente sobre el río Tajo. Sobre las doce menos cuarto -hora local-, me despierto, abro la web de El País y leo, que ha habido un gran apagón eléctrico en España. Le pego un toque a mi pareja para comentárselo, pero remolonea y decide seguir roncando. Aún estamos en territorio luso, que también ha sido afectado por el corte eléctrico, aunque algo menos. Seguimos circulando con normalidad, funcionando la carga del móvil, el wifi, los datos y las llamadas de voz.

          Cerca de las 14:00 -hora ya patria- entramos en España, a la altura de Badajoz. Próximamente, pararemos en las afueras de Mérida para almorzar. Me entretengo tomando cervezas.

          El primer impacto directo lo sentimos al detenernos en el complejo de restaurante y tienda extremeño. Todo está oscuro y cerrado. Las cámaras frigoríficas están apagadas. Ni siquiera abren a unos motoristas, que necesitan agua. Así, estamos todos tres cuartos de hora pululando y buscando unos arbustos tupidos para orinar.

          Cuando subimos al autobús, el wifi ya no funciona, pero aún disponemos de llamadas y datos. Nos dormimos, nuevamente,durante casi dos horas, mientras circulamos con paso firme hacia Madrid.

          Al despertar, sobre las 18:00 horas, ya nada está operativo, salvo la carga del teléfono. De vez en cuando, salta un WhatsApp o envía uno, que habías escrito o locutado media hora antes. Estamos aislados del mundo, aunque la gente se mantiene calmada.

          A la entrada de Madrid se produce el colapso. Los túneles de la M30 han sido cerrados y debemos tomar un recorrido alternativo por la M40. Pero el atasco es tal, que estamos más de dos horas para recorrer unos diez kilómetros.

          En este momento tenemos claro, que perderemos el tren, pero ya no importa, porque hemos leído, que han sido suspendidos todos los servicios ferroviarios. Llegamos, cuando anochece, con unos 140 minutos de retraso.

          La estación está con las luces 🚨 apagadas y cerrada a cal y canto y los alrededores son un auténtico caos de personas y bultos, caminando desorientados.

          No hay iluminación en los alrededores y tan solo funciona un semáforo, por lo que el colapso de tráfico se torna muy peligroso para peatones y conductores. Por supuesto, todo está cerrado: bares, restaurantes, supermercados, tiendas de 24 horas ... Afortunadamente y sin que sirva de precedente, tenemos comida, vino y agua suficientes.

          Tenemos, que trazar un plan sin demora. Circulan algunos autobuses interurbanos ,pero van llenos y con retrasos importantes. Además y en la locura y el alboroto de gentío, resultaría bastante difícil encontrar el nuestro, llegado el casó.

          Descartado volver hoy por carretera, asumimos, que toca pasar la noche en Madrid. ¡Ya veremos, cómo!.

martes, 6 de mayo de 2025

Adiós al Algarve

           Llegó el sábado, día que será nuestro último en el Algarve, dado que a las siete y media de la tarde y con Flixbus -5€ cada uno-, pondremos rumbo a Lisboa, donde ya estuvimos hace un par de meses. Nos hubiera gustado volver en avión desde Faro, pero el vuelo del lunes parte demasiado tarde a Madrid y nos haría imposible la conexión en tren con Valladolid.

          La mañana la dedicamos a recorrer, el otro lado de Punta A Piedade, por donde también transcurren otras pasarelas, por las que transita mucha menos gente. Desde los miradores se observan vistas algo lejanas, aunque algunas si son potentes. Las playas principales son playa de Canavial y playa de Porto Mós. Tras un buen rato, se acaba el paseo de madera, se llega a un aparcamiento y ya no se puede seguir. 

          Toca regresar hasta el centro, cruzar un puente peatonal, que lleva hasta la estación de trenes y tomar otras pasarelas, que discurren a lo largo de unos cinco kilómetros, dejando a la derecha la extensísima Meia Praia, de fantástica y fina arena y casi desierta. Llegado un momento, comienza un amplio terreno protegido de dunas. No están mal, aunque distan mucho de ser, como las de Salinas, en Asturias.

          Matamos la tarde con el último paseo por el centro, donde el ambiente es más relajado, que los días anteriores. Hace daño a los ojos ver, como te cobran 5€ por una ensalada, 8 por un mojito o 16 por una francesiña. ¡Y se quedan tan anchos!.

          Partimos cuarto de hora tarde, aunque llegamos puntuales. La duración prevista del anodino viaje son tres horas y cincuenta minutos. El autobús es casi nuevo y relativamente cómodo, aunque el baño no funciona -o no lo quieren abrir -, el wifi va fatal -desistimos de él - y los asientos no cuentan con puntos de carga -enchufes o usb- para cargar los cacharros diversos.

          La calidad en Europa de los vehículos de Flixbus resulta muy variable, habiendo de todo. Depende mucho de si es un servicio propio o subcontratado, siendo peores los segundos. Al final, el único entretenimiento a bordo es seguir la final de copa entre el Madrid y el Barça.

          A las 11:20 estamos ya en la cutre estación de Oriente de Lisboa. Cierra a la una de la madrugada y vuelve a abrir a las cinco. Pero nosotros tenemos otros planes, que consisten en ir a pernoctar al no muy lejano aeropuerto, donde si no tienes billete, no puedes ingresar hasta las tres de la madrugada. Por supuesto, no nos hemos planteado buscar hotel, dadas las horas, que son y el elevado precio de los alojamientos los sábados por la noche.

          El domingo en la capital lusa transcurre bastante tranquilo. Nos limitamos a pasear largo rato por el centro y a disfrutar de una larga sentada en la maravillosa plaza del Carmen, donde se fraguó la Revolución de los Claveles. Preveíamos un regreso tranquilo, a Madrid, pero...

Lagos: playas espectaculares, cerca de un bonito casco histórico

           Nos hemos enterado viendo los horarios de los supermercados en internet, al llegar a Faro: hoy, 25 de abril, es fiesta nacional en Portugal. Y no se trata de un festivo cualquiera, dado que es el día de la República, que conmemora el 51 aniversario de la Revolución de los Claveles, acaecida en 1974 en la plaza del Carmen de Lisboa.

          Sin embargo y a efectos prácticos, el festivo no se nota demasiado, porque todo está abierto -menos el mercado - y los actos oficiales son escasos y con muy baja participación.

          Hay cambio de planes, porque los buses a Sagres, son escasos y combinan mal. Y además, hace un aire huracanado, que en aquella zona será aún más fuerte. Nos quedaremos los dos días aquí, que material suficiente tenemos. Así, que renovamos la habitación por otra noche. 

          Estuve aquí con mis padres y hermanas en 1981, con catorce años. Volví con mi pareja en 1992. Aún sigue  existiendo el camping donde estuvimos ambas veces. Y 33 años después, regresamos a este destino para comprobar, que esto está muchísimo mejor, que entonces, a pesar de los prohibitivos precios de restaurantes y bares.

          Lagos tiene un casco histórico bastante bonito con su fortaleza, su muralla, varias iglesias y un sinfín de calles y callejuelas con mucho encanto.

          Pero, por lo que es famoso este lugar, no es por esta joya, sino por sus magníficas playas. ¡ Y la fama es bien merecida!.

          Empezamos por la playa de la Batata, que está partida en dos por las serpenteantes rocas y conectados ambos arenales por un túnel. Continuamos por la de Pinhao, que en la actualidad está cerrada temporalmente (ponen multa, si accedes).

          Seguimos por la de los Estudiantes, que es magnífica y también está separada por rocas y unida por un túnel. Después, y accediendo por un camino, que sale de la calle principal, enfrente de  los bomberos, llegamos a la de Dona Ana, que para algunos es la playa más bonita del Algarve.

          Para nosotros no, porque nos gusta más la siguiente: la de Don Camilo. Hasta allí se accede tras descender 229 escalones. Con la marea alta el arenal es casi inexistente, pero su belleza te extasía. A ella se llega siguiendo desde la de Dona Ana y tomando una serie de pasarelas ecológicas de madera, que también te van dejando en diversos miradores donde las vistas son extraordinarias.

           Otros puntos de interés son: el Elefante, playa dos Pinheiros, el Mirador del Abismo y la playa de Balança, hasta abordar la Punta de A Piedade, con un paisaje rocoso y marino verdoso y azulado, casi increíble.

          Hay más camino para el otro lado de este cabo, pero lo dejamos para mañana y matamos la tarde paseando por el agradable centro histórico.

          Decir, que en esta época, Lagos, no está masificado, pero si hay bastante turismo inglés y alemán, que hacen que la visita sea un poco incómoda. Pero es, que ya no hay ni un mes -aunque sea febrero - o un día de la semana -aunque sea martes-, en qué el turismo no te agobie, como ya comprobamos en Lisboa y Evora hace un par de meses.