Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 7 de mayo de 2025

El día del gran apagón: y nosotros, como siempre, en el foco de la noticia (Parte II)

           Empezamos a ser conscientes, de que hemos tenido suerte, de que no nos cuadrara bien el vuelo de vuelta, que debería haber salido a estas horas, desde Faro, porque seguramente, aún seguiríamos allí. O, ¿tal vez Ryanair nos hubiera puesto un autobús directo, , como cuando una nochevieja aterrizamos en Roma, en lugar de en Nápoles o en Bodrum, el pasado diciembre, en vez de en Dalamam?. Nunca lo sabremos. Al menos, estamos ya en Madrid, a 190 kilómetros de casa.

          La situación es la siguiente: tenemos los dos móviles cargados al 100%, pero ahí terminan las buenas noticias, porque resulta imposible llevar a cabo llamadas o usar la red de datos. Mi pareja lleva horas, tratando de contactar por WhatsApp con los compañeros del trabajo y aún no lo ha conseguido. Menos mal, que el artículo 37.3.g del Estatuto de los Trabajadores le ampara, para faltar mañana parcial o totalmente al curro.

      Decidimos, que con mucha calma iremos caminando hasta la estación de tren de Príncipe Pío, nuestro lugar de salida. Tomamos la larga calle, que comunica Méndez Álvaro con Atocha. No habría sido mala idea disponer de un perro guía o un bastón, porque la zona está totalmente oscura.

          A los veinte minutos y cuando ya casi estamos arribando a Atocha, aparecen  las primeras luces en la vía pública y en algunas casas y la gente estalla de alegría con gritos y grandes ovaciones. De camino, no hemos visto pillaje en los comercios o bares, ni cualquier otro tipo de incidente .

          Atocha aún está cerrada y hay mucho revuelo, pero ha vuelto la luz. Preguntamos a un empleado de ADIF por la situación y nos indica, que abrirán la estación dentro de una hora, para acoger a la gente, que lo desee. Nosotros seguimos nuestro camino, ascendiendo por la calle de Atocha.

          Paulatina, aunque muy lentamente, se va recuperando la iluminación. Casi todas las tiendas, que regentan chinos e indios permanecen abiertas -unas con luz, otras a oscuras-,por lo que logramos comprar unas cervezas, a pesar de estar fuera del horario de venta de alcohol. Vemos abierta una pizzería y la cola da tres vueltas a la manzana. Los extranjeros, que aguardan en ella, se muestran bastante desconcertados. Los coches de policía pasan a razon  de cuatro o cinco al minuto.

          Llegamos a Sol, por donde merodea bastante gente. Más tranquila está la calle Arenal, que nos lleva hasta el Palacio Real y desde ahí, avanzamos por la zona del Senado y desde esta, descendemos a Príncipe Pío. La estación se halla cerrada desde las 13:30, pero se ha habilitado un área del anexo centro comercial, muy básica e improvisada para acoger a la gente.

          Un muy amable segurata nos explica, que aquí no cabe nadie más y que acaban de abrir para toda la noche las terminales de Chamartín, Atocha y Méndez Álvaro. Retornar en autobús urbano no es posible, porque van abarrotados y en esta misma plaza, calculamos, que hay más de trescientas personas esperando el siguiente, que tarda en llegar.

          Empezamos el camino de vuelta con el fin de instalarnos en Atocha. Ahora mismo la iluminación pública y privada está a un 70%- 80% de rendimiento. Poco a poco van reabriendo las cadenas internacionales de hamburgueserías y las tiendas de 24 horas. 

          Cuando llegamos a Madrid, hacia muy buena temperatura, pero ahora, se ha levantado bastante aire fresco y nuestra manga corta con jersey encima resulta totalmente insuficiente. Pasadas las doce y media de la madrugada, sanos y salvos, llegamos a la antigua estación del Mediodía.

El día del gran apagón: y nosotros, como siempre, en el foco de la noticia (Parte I)

           Es lunes, 28 de abril y llegamos con tiempo suficiente a la estación de Oriente, donde a las 10:15 de la mañana debemos tomar un ALSA -12€ por billete-, que nos va a depositar en Méndez Álvaro, a las 19:09, con tiempo suficiente para coger en Príncipe Pío, el tren con destino a Valladolid.

          El vehículo, que va casi lleno en sus dos pisos, parte con algo de retraso. Preveíamos un día tranquilo, pero nosotros somos como los miembros de la familia del "Cuéntame": cuando se produce un acontecimiento relevante, allí estamos. Siempre, en todas las salsas, en el foco de la noticia, en la pomada.

          En principio, tenemos mejores noticias, que anteayer: los asientos son muy cómodos, el baño y el wifi funcionan y hay toma en el techo sobre los asientos para enchufar el móvil. ¡Parece, que vamos todos con la bolsa del suero sobre la cabeza!.

          Como no hemos descansado bien, nos dormimos poco después de partir, una vez hemos cruzado el puente sobre el río Tajo. Sobre las doce menos cuarto -hora local-, me despierto, abro la web de El País y leo, que ha habido un gran apagón eléctrico en España. Le pego un toque a mi pareja para comentárselo, pero remolonea y decide seguir roncando. Aún estamos en territorio luso, que también ha sido afectado por el corte eléctrico, aunque algo menos. Seguimos circulando con normalidad, funcionando la carga del móvil, el wifi, los datos y las llamadas de voz.

          Cerca de las 14:00 -hora ya patria- entramos en España, a la altura de Badajoz. Próximamente, pararemos en las afueras de Mérida para almorzar. Me entretengo tomando cervezas.

          El primer impacto directo lo sentimos al detenernos en el complejo de restaurante y tienda extremeño. Todo está oscuro y cerrado. Las cámaras frigoríficas están apagadas. Ni siquiera abren a unos motoristas, que necesitan agua. Así, estamos todos tres cuartos de hora pululando y buscando unos arbustos tupidos para orinar.

          Cuando subimos al autobús, el wifi ya no funciona, pero aún disponemos de llamadas y datos. Nos dormimos, nuevamente,durante casi dos horas, mientras circulamos con paso firme hacia Madrid.

          Al despertar, sobre las 18:00 horas, ya nada está operativo, salvo la carga del teléfono. De vez en cuando, salta un WhatsApp o envía uno, que habías escrito o locutado media hora antes. Estamos aislados del mundo, aunque la gente se mantiene calmada.

          A la entrada de Madrid se produce el colapso. Los túneles de la M30 han sido cerrados y debemos tomar un recorrido alternativo por la M40. Pero el atasco es tal, que estamos más de dos horas para recorrer unos diez kilómetros.

          En este momento tenemos claro, que perderemos el tren, pero ya no importa, porque hemos leído, que han sido suspendidos todos los servicios ferroviarios. Llegamos, cuando anochece, con unos 140 minutos de retraso.

          La estación está con las luces 🚨 apagadas y cerrada a cal y canto y los alrededores son un auténtico caos de personas y bultos, caminando desorientados.

          No hay iluminación en los alrededores y tan solo funciona un semáforo, por lo que el colapso de tráfico se torna muy peligroso para peatones y conductores. Por supuesto, todo está cerrado: bares, restaurantes, supermercados, tiendas de 24 horas ... Afortunadamente y sin que sirva de precedente, tenemos comida, vino y agua suficientes.

          Tenemos, que trazar un plan sin demora. Circulan algunos autobuses interurbanos ,pero van llenos y con retrasos importantes. Además y en la locura y el alboroto de gentío, resultaría bastante difícil encontrar el nuestro, llegado el casó.

          Descartado volver hoy por carretera, asumimos, que toca pasar la noche en Madrid. ¡Ya veremos, cómo!.

martes, 6 de mayo de 2025

Adiós al Algarve

           Llegó el sábado, día que será nuestro último en el Algarve, dado que a las siete y media de la tarde y con Flixbus -5€ cada uno-, pondremos rumbo a Lisboa, donde ya estuvimos hace un par de meses. Nos hubiera gustado volver en avión desde Faro, pero el vuelo del lunes parte demasiado tarde a Madrid y nos haría imposible la conexión en tren con Valladolid.

          La mañana la dedicamos a recorrer, el otro lado de Punta A Piedade, por donde también transcurren otras pasarelas, por las que transita mucha menos gente. Desde los miradores se observan vistas algo lejanas, aunque algunas si son potentes. Las playas principales son playa de Canavial y playa de Porto Mós. Tras un buen rato, se acaba el paseo de madera, se llega a un aparcamiento y ya no se puede seguir. 

          Toca regresar hasta el centro, cruzar un puente peatonal, que lleva hasta la estación de trenes y tomar otras pasarelas, que discurren a lo largo de unos cinco kilómetros, dejando a la derecha la extensísima Meia Praia, de fantástica y fina arena y casi desierta. Llegado un momento, comienza un amplio terreno protegido de dunas. No están mal, aunque distan mucho de ser, como las de Salinas, en Asturias.

          Matamos la tarde con el último paseo por el centro, donde el ambiente es más relajado, que los días anteriores. Hace daño a los ojos ver, como te cobran 5€ por una ensalada, 8 por un mojito o 16 por una francesiña. ¡Y se quedan tan anchos!.

          Partimos cuarto de hora tarde, aunque llegamos puntuales. La duración prevista del anodino viaje son tres horas y cincuenta minutos. El autobús es casi nuevo y relativamente cómodo, aunque el baño no funciona -o no lo quieren abrir -, el wifi va fatal -desistimos de él - y los asientos no cuentan con puntos de carga -enchufes o usb- para cargar los cacharros diversos.

          La calidad en Europa de los vehículos de Flixbus resulta muy variable, habiendo de todo. Depende mucho de si es un servicio propio o subcontratado, siendo peores los segundos. Al final, el único entretenimiento a bordo es seguir la final de copa entre el Madrid y el Barça.

          A las 11:20 estamos ya en la cutre estación de Oriente de Lisboa. Cierra a la una de la madrugada y vuelve a abrir a las cinco. Pero nosotros tenemos otros planes, que consisten en ir a pernoctar al no muy lejano aeropuerto, donde si no tienes billete, no puedes ingresar hasta las tres de la madrugada. Por supuesto, no nos hemos planteado buscar hotel, dadas las horas, que son y el elevado precio de los alojamientos los sábados por la noche.

          El domingo en la capital lusa transcurre bastante tranquilo. Nos limitamos a pasear largo rato por el centro y a disfrutar de una larga sentada en la maravillosa plaza del Carmen, donde se fraguó la Revolución de los Claveles. Preveíamos un regreso tranquilo, a Madrid, pero...

Lagos: playas espectaculares, cerca de un bonito casco histórico

           Nos hemos enterado viendo los horarios de los supermercados en internet, al llegar a Faro: hoy, 25 de abril, es fiesta nacional en Portugal. Y no se trata de un festivo cualquiera, dado que es el día de la República, que conmemora el 51 aniversario de la Revolución de los Claveles, acaecida en 1974 en la plaza del Carmen de Lisboa.

          Sin embargo y a efectos prácticos, el festivo no se nota demasiado, porque todo está abierto -menos el mercado - y los actos oficiales son escasos y con muy baja participación.

          Hay cambio de planes, porque los buses a Sagres, son escasos y combinan mal. Y además, hace un aire huracanado, que en aquella zona será aún más fuerte. Nos quedaremos los dos días aquí, que material suficiente tenemos. Así, que renovamos la habitación por otra noche. 

          Estuve aquí con mis padres y hermanas en 1981, con catorce años. Volví con mi pareja en 1992. Aún sigue  existiendo el camping donde estuvimos ambas veces. Y 33 años después, regresamos a este destino para comprobar, que esto está muchísimo mejor, que entonces, a pesar de los prohibitivos precios de restaurantes y bares.

          Lagos tiene un casco histórico bastante bonito con su fortaleza, su muralla, varias iglesias y un sinfín de calles y callejuelas con mucho encanto.

          Pero, por lo que es famoso este lugar, no es por esta joya, sino por sus magníficas playas. ¡ Y la fama es bien merecida!.

          Empezamos por la playa de la Batata, que está partida en dos por las serpenteantes rocas y conectados ambos arenales por un túnel. Continuamos por la de Pinhao, que en la actualidad está cerrada temporalmente (ponen multa, si accedes).

          Seguimos por la de los Estudiantes, que es magnífica y también está separada por rocas y unida por un túnel. Después, y accediendo por un camino, que sale de la calle principal, enfrente de  los bomberos, llegamos a la de Dona Ana, que para algunos es la playa más bonita del Algarve.

          Para nosotros no, porque nos gusta más la siguiente: la de Don Camilo. Hasta allí se accede tras descender 229 escalones. Con la marea alta el arenal es casi inexistente, pero su belleza te extasía. A ella se llega siguiendo desde la de Dona Ana y tomando una serie de pasarelas ecológicas de madera, que también te van dejando en diversos miradores donde las vistas son extraordinarias.

           Otros puntos de interés son: el Elefante, playa dos Pinheiros, el Mirador del Abismo y la playa de Balança, hasta abordar la Punta de A Piedade, con un paisaje rocoso y marino verdoso y azulado, casi increíble.

          Hay más camino para el otro lado de este cabo, pero lo dejamos para mañana y matamos la tarde paseando por el agradable centro histórico.

          Decir, que en esta época, Lagos, no está masificado, pero si hay bastante turismo inglés y alemán, que hacen que la visita sea un poco incómoda. Pero es, que ya no hay ni un mes -aunque sea febrero - o un día de la semana -aunque sea martes-, en qué el turismo no te agobie, como ya comprobamos en Lisboa y Evora hace un par de meses.

lunes, 5 de mayo de 2025

De Faro, a Lagos (Parte II)

           El camino entre Loulé y Silves no resulta demasiado atractivo, sin acceso al mar y salpicado de pequeños y desordenados núcleos urbanos.

          Así, que entretengo el tiempo recordando el duro golpe, que me di ayer en la rodilla, con un bolardo, cuando íbamos hacia la Nunciatura y que ya casi no me duele. También, me vienen a la mente dos situaciones vividas en la jornada precedente: la del chulesco tipo, que engullía a la vez dos helados de cucurucho -uno en cada mano- en el McDonald's de Barajas y la del parking del aeropuerto de Faro, donde a los coches mal aparcados, les habían colocado enormes cepos en las ruedas. ¡Ojalá hicieron eso en España!

          Llegamos al destino y ya no hay lugar para más pensamientos, porque la realidad va a ser dura y estresante. Pretendemos tomar el tren de las 19:33, que nos deposite en Lagos, antes de anochecer, por lo que tenemos apenas dos horas y cuarto para llevar a cabo los dos kilómetros y medio, que hay hasta el centro, ver la ciudad, comprar en un cercano Lidl y volver a la estación. ¡Con la lengua fuera!

          El trayecto es mucho más sencillo, que el de esta mañana, hacia Loulé, aunque resulta bastante rompe piernas por las numerosas cuestas. Desde la carretera se contemplan las vistas más globales del impresionante castillo, que junto a la soberbia catedral, forman los principales elementos del pequeño, coqueto y empinado casco histórico. Un lugar bastante agradable, ¡si no fuera por estas prisas y la sudada, que llevamos encima!

          A las 19:25 horas estamos de regreso en la estación. Las ventanillas han cerrado a las 19:00 y no hay nadie de la compañía para atender dudas o vender billetes. Ni en Faro, ni en Loulé, ni aquí - ni más tarde, en Lagos -, hemos visto una sola máquina automática de expedición de tickets.

          Pero lo peor de todo no es eso, porque el tren requerido no llega a aparecer nunca y el de las 20:26, que es el siguiente, llega con tres cuartos de hora de retraso. Por supuesto, el convoy circula sin revisor, por lo que los billetes nos salen gratis. Salvo los maquinistas, parece, que en los trenes portugueses no trabaja nadie a partir de las siete de la tarde.

          Por el camino, reservamos alcoba en el Hotel Caravela, por 30€. Habitación pequeña, aunque adecuada, con baños y cocina compartidos. Bastante céntrico y rodeado de innumerables e interminables terrazas, a estas horas, abarrotadas de turistas extranjeros. Pero, a nosotros no nos queda un solo gramo de fuerza, ni siquiera, para tomar una refrescante cerveza 

          Mañana iremos a Sagres y Cabo de San Vicente y el sábado, nos quedaremos aquí, dado, que al atardecer, tomaremos un bus para Lisboa.     

jueves, 1 de mayo de 2025

De Faro, a Lagos (Parte I)

           Preveíamos, que el jueves iba a ser el día más complicado del viaje, aunque no contábamos con la zozobra y la angustia del día del apagón y de la noche siguiente.

          Y es, que pretendíamos visitar cuatro destinos distintos, antes de llegar a dormir a Lagos, único lugar del Algarve con precios accesibles en cuanto al alojamiento.. Pero terminamos descartando Olhao, por razones logísticas.

          Salimos caminando desde el aeropuerto a las siete de la mañana y poco después, ya hacia para ir en manga corta. Como esperábamos, el camino hasta el centro es sencillo y carente de peligros.

          Ya habíamos estado en Faro dos veces antes, aunque no nos acordábamos mucho. No tardamos en recordar, al ver la muralla, las plazas y las iglesias del casco histórico, que en Portugal, en todas sus ciudades, te persiguen a cada paso las calles empedradas de aceras super estrechas.

          La tarde anterior en la oficina de turismo de la terminal aérea, habíamos preguntado sobre si coger buses o tren y nos habían dicho, que los primeros son más baratos y el segundo más rápido.

       Entramos en la estación de buses y pedimos dos billetes para cubrir los dieciséis kilómetros, que nos separan de Loulé. Flipamos, cuando nos cobran 5,40€ por cada uno. Como tenemos tiempo nos acercamos a la de trenes, donde el mismo recorrido cuesta 2,20€. Nos cabreamos, aunque sin tener, que insistir, nos devuelven el importe de los boletos del transporte por carretera.

          En definitiva, en el Algarve, si no tomas intercitys y te mueves con los trenes regionales, resulta mucho más barato este medio de transporte, que el desorbitado bus, con compañías, como Vamos y Eva.

          El problema es -salvo en Lagos-, que las estaciones de ferrocarril suelen estar bastante alejadas del centro y mal comunicadas por transporte público y ahí nos llevamos la segunda sorpresa del día, por traer las cosas tan poco preparadas, como siempre.

          La estación de Loulé está a siete kilómetros del centro y la carretera, que comunica ambos lugares es mala, concurrida y bastante peligrosa en sus primeros dos mil quinientos metros. Nos dicen, que solo Uber o taxi, por lo que, jugándonos la vida y la cabezonería, nos vamos caminando.

          Francamente, Loulé es de un interés limitado, destacando el mercado, el ayuntamiento y un par de iglesias. El casco histórico es pequeño y lo peor: muchas calles están sin asfaltar, polvorientas y llenas de obras y socavones. ¡Un desastre, que nos suena más a África, que a Europa!.

          Descubrimos, que hay una linea amarilla de autobuses, que de forma gratuita, te lleva desde la estación de buses, a un polígono cercano a la de trenes, pero el último tramo peligroso hay, que hacerlo, caminando. ¡Nos arrepentimos de haber llevado a cabo la visita, porque además, los trenes a mediodía son escasos y nos toca esperar dos horas, al que va a Sives, que al menos, parte puntual.

          ¡Quedaba por delante una larga, desesperada, incierta y convulsa tarde!.

El hotel cápsula, el libro de condolencias del Papá, el vino gran reserva y el queso.

           Son las cuatro de la tarde del martes 22, cuando cogemos un Media Distancia, a Madrid. El miércoles es la fiesta de Castilla y León y mi pareja ha tomado jueves, viernes y lunes de asuntos propios, con lo que íbamos a disfrutar de un viaje de una semana, que terminaron siendo ocho días, por culpa del apagón. ¡Siempre terminamos estando en todas las salsas y en el foco de la noticia!.

          Por 28€, toca pasar la noche en un hotel cápsula -mejor, en el que dormimos en Bilbao, durante la pandemia -, situado en Usera. Debido al racismo de hoy en día, se trata de un barrio con mala fama, pero a nosotros nos parece de los más coloridos e interesantes de la capital, al estar lleno de inmigrantes. Sobre todo, chinos y bolivianos. Fruterías exóticas, asadores de pollo, peluquerías, masajes, arreglo de uñas, tiendas de alimentación..., todo abierto, se respira un ambiente genial y no como en los barrios nobles. Lástima, que en unos doscientos metros de la calle Marcelo Usera haya más de cinco casas de apuestas.

          No volaríamos hasta las siete de la tarde del miércoles, a Faro, por lo que disponíamos de toda la mañana para hacer algo. Teníamos pendientes desde Semana Santa, las exposiciones del Palacio de Cibeles, pero decidimos coger un Cercanías a Chamartín e ir a firmar en el libro de condolencias del Papa Francisco, situado en la Nunciatura, en la calle Pío XII. No somos nada religiosos, pero este gran hombre y sus actos nos han llegado al corazón. Mientras nos despedimos del pontífice ya fallecido, despejan una de las mesas y aparece de repente una nube de periodistas y fotógrafos. Detrás de ellos, llega el ministro Albares.

          Desde allí, un tentempié y al aeropuerto. Pasamos los controles con celeridad y sin pegas y partimos para Faro, en hora, con Ryanair. Aunque tenemos asientos de punta a punta del avión, conseguimos sentarnos juntos, porque hay bastante espacio libre.

          Aterrizamos después de sesenta minutos. No hay nubes y el descenso resulta delicioso, contemplando la laguna del Parque Nacional de Ría Formosa.

          No nos gusta tener, que cambiar la hora, porque anochece bastante antes, que en España. En los alrededores de la terminal se encuentran numerosos bares, restaurantes e incluso, un Aldi, pero, cuando llegamos ya ha cerrado. Al menos, determinamos el camino de unos siete kilómetros para ir mañana hasta el centro, que no parece muy complicado.

          El aeropuerto de Faro es un lugar bastante amistoso para dormir, mucho más, que el de Lisboa. Abre toda la noche, nadie te molesta a ninguna hora y existen sillas corridas para tumbarte y dormir a pierna suelta. Para nuestra suerte, además, encontramos dos desayunos de hoteles intactos, que llevarnos a la boca.

          Y la cosa no terminó ahí. Más tarde, nos hicimos con tres botellas de vino gran reserva en su cartoncillo original, que alguien  había abandonado al no poder embarcarlas. Al vernoslas coger, una chica nos debió ver necesitados y nos regaló más de un kilo de queso envuelto en paquetes individuales de plástico. Por supuesto, lo aceptamos.