Esta y las dos siguientes son, de Gyeongju (Corea del Sur)
Daegu es la tercera ciudad
del país en población y para nosotros es un punto de transición,
dado que no hay tren directo, entre Gyeongju y Seúl. Centros
comerciales y acogedores mercados tradicionales, se reparten el
protagonismo, además de los numerosos y variados restaurantes de
diferente índole -todos ellos vacíos-, que abren a partir de las
16:00 horas, pareciendo negocios tapadera. El precio de los platos es
lo que más nos indigna y después. que siempre te muestren burdas
imitaciones en plástico y no los reales.
Entretenemos el tiempo en
la estación de ferrocarril, con el wi-fi, buscando lo primero, que
se nos ocurre, dado que la otra alternativa es contemplar un Japón-
Korea de cricket , en una pantalla gigante. Es sensacional, que en
este país existan docenas de servidores abiertos -sin necesidad de
registro alguno- de internet, que te proporcionan wi-fi gratuito,
hasta en plena calle. Paradójicamente, donde menos operan es en
Seúl.
Me siguen repitiendo los
deliciosos pimientos rebozados, que hemos comido este mediodía. Al
fin, hemos encontrado comida barata en este país. Cada pieza, a 40
céntimos, igual que los huevos rellenos empanados, las salchichas o
las empanadillas de verduras.
En el baño contemplo,
una vez más, como en los servicios de señoras hay una trona, para
que sientes a tu bebé, mientras haces tus necesidades. ¡Todo tan
milimétricamente calculado en este país!. No te dejan en paz, ni
libre del crío, ni en tan íntimos momentos.
Selfie, en Daegu (Corea del Sur)
Subimos al tren y por
cuarta vez consecutiva constatamos, que los revisores pasan y no
piden los billetes. ¿Se fían de los viajeros, incluidos los
extranjeros?. Parece que sí, contribuyendo a la legendaria buena y
honrada fama de estas gentes. Pero no todos piensan lo mismo, dado
que en los supermercados, las cestas disponen de alarma. Y, una
anécdota personal, que también pone en tela de juicio esta
cuestión: subiendo a un empinado monte de Gyeongju, perdí un jersey
de Adidas y al bajar, de vuelta por el mismo camino, no lo encontré.
La chica del puesto de información -situado a la entrada del
sendero- no tenía noticia de tal hecho, con lo que alguien se lo
apropió de forma indebida. ¡No es oro todo lo que reluce!.
Esta y las tres siguientes son, de Seúl (Corea del Sur)
Hablando de ropa, las
chicas coreanas no sólo son las más feas de nuestro mundo conocido
-no tendrían remedio, ni yendo al “Cámbiame” de Tele 5-, sino
que también son las que peor visten de toda nuestra querida Asia y,
al parecer, sin complejos. Los playeros con leguins negros,
calcetines blancos y minifalda son un ejemplo, pero hay cientos de
ellos, en los que reparará hasta el visitante menos curioso y más
despistado.
La estación de Seúl es
un lugar hostil -que diferencia con la de Busan- para los viajeros,
que llegamos de madrugada. Bancos corridos incómodos y con
tachuelas, para que no te puedas tumbar. Para colmo, el invierno ha
llegado ya a la ciudad y esta terminal, con tantas puertas, esta a
merced de las corrientes de gélido aire.
A pesar del frío, el
panorama no ha cambiado desde nuestra marcha y decenas de lugareños
permanecen tirados en el suelo, roncando su borrachera de soju. Este
brebaje alcohólico es el más bebido en el país, con mucha
diferencia. La botella cuesta menos de un euro. Se trata de un vodka
de sabor aguado, de unos 21 grados -lo hay de menos-, destilado del
arroz, otros cereales, boniato y patatas. Es el yoga de los coreanos
más desfavorecidos -que no no pocos- y olvidados. También son
baratos otros licores de unos 14 grados -de sabor de naranja, limón,
piña, melocotón, uva...-, muy bien conseguidos. Leemos con asombro,
que según la OMS, Corea del Sur es el país, que más consume
alcohol en todo el mundo
Como ya dije, casi todo
sigue igual en estos días, que hemos estado fuera de la capital.
Como mucho, alguna obra nueva, que avanza deprisa. Por azar
descubrimos, que también -como en Busan- hay un mercado de pescado
en la capital. Llevamos dos semanas percibiendo, que cuando te
acercas a a las pescaderías de los supermercados, huele a mar.
¡Igualito, que al entrar en el Mercadona!.
Matamos la tarde en
Itaewon, la zona de tiendas y restaurantes internacionales,
frecuentada por los guiris residentes. En el “spanish club”
venden crema catalana, a 3,50 euros y jamón de jabugo, a 600 euros
el kilo. Parece, que lo andaluz prima sobre lo catalán. ¿Será
simple casualidad?. También encontramos una tienda de macarons,
especie de franquicia de dulces, que pronto veremos, seguro, en
España. Las del “bubble tea”, tan de moda aquí, ya están
aterrizando en Madrid.
Como los desinfectantes
de vasos o de manos, que eliminan las bacterias, exclusivamente, a
base de luz ultravioleta, que no tardaremos en utilizar en nuestro
país.
Esto se acaba, dado que
apenas quedan 36 horas para volver a casa, vía Estambul. Por nuestro
bien, espero que este sea nuestro último post del viaje. Puesto, que
no creo que mañana alguien nos regale 1.000 millones de wons y
tengamos que poneros los dientes largos, contándolo.