Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 15 de octubre de 2017

El problema de las tarjetas no fue de las tarjetas

          El llamado problema de las tarjetas, que tanto nos preocupó, desde el día 18º de este viaje largo, no fue tal, como yo ya venía barruntando desde primeros de agosto. Parecía un imposible, que dos SIM se estropearan -llevó 23 años con teléfonos móviles y nunca me ocurrió nada igual- el mismo día y en un plazo de doce horas, sin haber sufrido ningún accidente.

          Tampoco resultaba fácil creer, desde luego, que en ese mismo periodo, se estropearan los dos teléfonos móviles, pero así ocurrió, como finalmente, hemos comprobado. El pasado día 6 de octubre y al adquirir un nuevo terminal, las dos tarjetas SIM, funcionaban, perfectamente.

          La fatalidad provocó, que aquel pasado 6 de julio, mi teléfono apareciera carbonizado por la mañana, probablemente, por una sobrecarga de la red eléctrica. Y esa misma tarde, el lector de tarjetas SIM del de mi pareja, dejó de estar operativo, por razones desconocidas y siguiendo totalmente en sevicio el resto de funciones del aparato.

          Todo un contratiempo y un cúmulo de mala suerte muy desagradable, pero hubiera sido peor, caer enfermos, sufrir un atropello o haber tenido, que renunciar al viaje, por cualquier otro motivo.

          Con esta entrada, se pone punto y final a este problema, que tantos quebraderos de cabeza nos trajo y también, a la serie de 61 posts, que han tratado de resumir -con más o menos acierto-, los 94 días de nuestro séptimo viaje largo.

          ¿Habrá un octavo?. Aunque, en un principio era, que no, cada día que pasa, estoy más convencido, de que sí, porque seguimos en plena forma y las ventajas, actualmente, siguen superando con creces, a los inconvenientes. Pero, habrá que hilar fino para llevar a cabo un recorrido competitivo y ya sin contar, con India, que tantas satisfacciones nos ha dado en nuestros dos últimos periplos de larga duración.

Las eternas preguntas

                                                                                   Arriba, Hampi y debajo, Halebid
          Viajamos a India con el corazón en la mano, con la ilusión de niños recién aterrizados al mundo, con ganas de vivir experiencias inolvidables y descubrir sitios mágicos. Pero la realidad, a veces, nos echa del paraíso y nos hace plantar los pies en el suelo. Después de pasar varios meses en este país, todavía me hago varias preguntas para las que no encuentro una solución fácil y creo, lo mismo debe de pasarle a las autoridades, ya que ellos tampoco ponen en marcha ninguna.
                                                                 Bangalore
          -¿Cómo es posible, que tengan las carreteras en el estado en que se encuentran?. Están llenas de surcos, socavones, que llegan hasta casi el centro de la tierra, escombros, barros y grandes charcos (en los que Nessi, el del lago escocés, nadaría feliz). Pero, estos caminos no son pistas de tercera o cuarta categoría por los que no pasa nadie, sino carreteras principales, como la que une Delhi, con Dehra Dun, que hacen que tu viaje se convierta en una pesadilla.
Hyderabad
          -¿Cómo es posible, que la basura se amontone en las calles?. Mires por donde mires, hay montoneras de desperdicios de todo tipo, llenando las vías públicas, sean las de un mísero barrio de chabolas o las principales del centro de cualquier ciudad, incluida la capital. Existen papeleras y contenedores -sólo, a veces-, pero es más fácil tirar todo al suelo. Incluso, los que parecen tener una mejor educación, tiran todo les conviene, a su paso por las calzadas y aceras o desde la ventanilla del bus o del tren.
                                                                    Delhi
        -¿Cómo es posible, que dejen a los niños sólos por las calles?. Ves a pequeños mocosos sucios, harapientos o desnudos, haciendo sus necesidades, a la vista de todo el mundo, en el primer sitio que pillan, sin por supuesto, ir a la escuela y jugando entre la basura. Las más mayores, porque suelen ser niñas, se ocupan de los ellos, llevándolos pegados a sus faldas, y pidiendo una limosna o de comer.
Manali
          -¿Cómo es posible, que las vacas circulen a sus anchas por todos los sitios?. Estos animales, considerados sagrados, por mucha de la población de India, malviven en las calles comiendo restos de alimentos y basura y siendo empujados y apaleados, cuando se acercan demasiado a los negocios. Si tanto quieres a estos animales, dales una vida más digna y menos estresante, que las de las ciudades.
Leh
          -¿Cómo es posible, que existan urinarios a pie de calle, sin tapar y sin limpiar, que huelen a varios metros de distancia?. Me parece bien, que haya servicios públicos, pues la gente pasa más horas en la calle, que en sus propias casas -y en estas es posible, que tampoco tengan baños-, pero no estaría nada mal, que fueran gratuitos y que demolieran esos rincones donde mean los hombres, que están amarillos de tantas generaciones, como han hecho uso de ellos.
Mabdi
          -¿Cómo es posible, que la gente aborde el metro, tren o autobús, a empujones o colándose por las ventanillas?. Vale, que en este país son muchos millones de personas, pero se podrían abordar los transportes con más calma y respetando a los demás. Una vez, al bajar de un tren en Allahabad, nos tiraron al andén, los que subían al vagón, pues tuvimos que pelear con ellos para poder bajar.
Carretera de Keilong, a Leh
          -¿Cómo es posible, que las mujeres vivan aplastadas por su condición, maltratadas por padres, hermanos, maridos y a casi todo el mundo, le de igual? Ya desde que nacen, las niñas lo tiene mucho más difícil, que los niños. Son vendidas en matrimonio y pasan de pertenecer a su familia, a estar presas de la familia del marido, sin vida propia y cumpliendo lo mejor que saben, para no ser repudiadas por su esposo y acabar en la ruina.

          Después de todo esto, sólo me queda una pregunta, quizás la más importante: ¿Cómo sabiendo todo esto, volvemos a la India, más de una vez y más de dos? ¿Que poder de seducción tiene para atraernos de esta manera?

"Tuck tuck, Sr; tuck tuck, Madan"

          Todos los que hayáis viajado a Asia en general y al sudeste asiático o a India, en particular, sabéis de que os hablo si digo: “¡vamos a coger un tuck, tuck!”.

          Este medio de transporte abunda en las ciudades más pobladas y congestionadas de este continente. Sus conductores son hábiles a la hora de sortear el denso tráfico, con el que que tienen. que convivir a diario, en las carreteras. La mayoría de ellos disponen de taxímetro pero se suele acordar de antemano el precio de la carrera, y, aquí depende de tu destreza a la hora de regatear, aunque a veces, consigues menos descuento, que si dejas que el contador cumpla su función.

        En las calles de India es casi imposible no verlos y no tener que quitarte de encima a los conductores, que machaconamente te insisten una y otra vez: “tuck tuck, sir, tuck tuck, madam”

          Pero este vehículo tiene varias funciones, además de la obvia:

          -Muchos, se convierten en pequeñas empresas de transporte de mercancías: llevan paquetes enormes, cajas de fruta y verduras, tubos de aluminio, sacos de cemento y otros materiales de construcción...

        -Al mismo tiempo, también hacen de mensajeros: cartas urgentes, paquetes postales, sobres con correspondencia oficial...

          -Transporte de todos los utensilios necesarios para montar un puesto de momos, por ejemplo. Esto lo vimos en las cercanías de la Puerta de la India, donde un joven llegó y con él toda los instrumentos, para instalar su tenderete, en espera de que todas las familias, que merodeaban por allí, de paseo acabaran con sus existencias de este delicioso plato tibetano.

          -Sí no hay una ambulancia a mano para llevar a un accidentado al hospital, no os preocupéis, que allí aparecerá el salvador tuck tuck para, a toda prisa, cumplir esa función, aunque sea de manera rústica. Y lo mismo, si necesitáis, que un enfermo dado de alta y con la bolsa de los orines colgando, sea llevado hasta su domicilio.

          -Que hay un choque de vehículos y no aparece la grúa, no pasa nada. El policía llamará a un tutckukero para que transporte partes del coche o la moto accidentados. Aunque tengan que subirla a pulso entre dos o tres personas.

          -Otra función, que cumplen estupendamente, es la de transporte escolar. Las mamás pueden respirar tranquilas: sus retoños están en buenas manos y llegarán puntuales al colegio, aunque de camino tengan, que sortear a autobuses, motos, otros tuck tucks, vacas... y meterse por calles de dirección prohibida o hacer giros en la dirección inversa...

        -En cuanto a los guiris se refiere -aunque sean un poco pelmas con los extranjeros-, pueden ser de gran ayuda para multitud de pequeñas cosas: hacer de guías turísticos de forma gratuita, según te llevan a tu destino o de forma remunerada, si los contratas para una jornada completa. Te pueden cruzar las calles, esas que tienen un río constante de tráfico y resultan imposibles de atravesar andando y lo mismo, si quieres ir hasta una boca del metro y te parece misión imposible, allí están ellos. Además, mientras estés en los brazos de tu particular tucktukero, por aquello de respetar a un compañero de gremio, no se te acercarán ningún otro.

          -Y, por supuesto, son taxis y transportan a personas. Sobre todo es fácil ver a varias señoras con las bolsas de las compras, a bordo de estos vehículos de tres ruedas o a los ejecutivos de corbata y maletín en ristre, hacer uso de sus servicios.

          Cuando hay un hueco en su ajetreado día o simplemente, han finalizado la jornada laboral, verás que los tuck tucks son muy útiles, como salones de lectura de prensa o como dormitorio.


          La verdad es, que a pesar de sus inconvenientes, a mi me encantan y el día, que desaparezcan, India perderá uno de sus encantos. Ver la marea del tráfico y no distinguir en ella los colores verde-amarillos de estos taxis será, como si nos hubiéramos quedado huérfanos.

sábado, 14 de octubre de 2017

Síntomas evidentes de haber regresado, de India

                                         Esta es de Bangalore y la de abajo, de la carretera de Manali, a Keilong
          184 días en total y cuatro estancias -dos de ellas, divididas por una semana invertida, en Bangladesh-, resultan ser nuestras cifras definitivas, en India, a lo largo de 2.011, 2.014 y 2.017. No son, ni muchos, ni pocos. Eso, queda a gusto del consumidor, que se puede sentir colmado con esta dilatada estancia o por el contrario, aún necesitar de más experiencias en este país. Para nosotros, resultan muy suficientes y de momento, no encontramos motivos para profundizar más (si es que se puede, porque ya lo hemos hecho bastante).
                                                               Hampi
          Explorado el país, casi de cabo a rabo, nuestras únicas cuentas pendientes consisten en las visitas a Darjeeling, Sikkim y los otros estados del noreste, que se pueden abordar, porque hay otros, que ni siquiera solicitando permisos especiales. A estos últimos, renunciamos recientemente por falta de tiempo, durante esta última aventura. A recorrer los primeros, nos hicieron desistir las interminables e insoportables cancelaciones de trenes acaecidas a lo largo del pasado mes de septiembre.
Keilong
          De momento, dejaremos el asunto, como esta y será el tiempo, quien decida, si volvemos a India, para acometer este reto, cosa, que a día de hoy, no creo, que suceda y si se hiciera, sería en unas condiciones muy excepcionales, que evitaran, por ejemplo, el paso por Delhi, de la que ya estamos hasta las narices o por otras ciudades cacharro y caóticas, con las que ya no podemos más, porque nos sobrepasan. Y esto lo escribo, 21 días después de haber regresado y no, en el fragor de la batalla.
                                                                        Manali
          De las cuatro veces, que abandonamos India, una lo hicimos por la frontera, de Sunauli, hacia Nepal. La segunda, a través del aeropuerto, de Calcuta, rumbo, a Dhaka. La penúltima y no con pocos problemas en la salida, dirección, a Egipto, donde disfrutamos un par de semanas. Y sólo esta vez, retornamos a Madrid, directamente y sin red. Os voy a narrar, brevemente, el shock, que supone para un viajero, un cambio tan brusco de ambientes, de un día para otro (algo similar me ocurrió, cuando en el primer trimestre de 2.011, retornamos de un viaje de casi cuatro meses por el este, de África).
Leh
          -Notas el inquietante vacío a tu alrededor, después de mucho tiempo rodeado de gente, de cacharros y de ruido. Las aceras de la calle resultan inmensas, por estrechas, que sean. Es una sensación extraña de satisfacción, pero a la vez, genera cierta angustia o nostalgia.

          -Lo peor y durante los primeros días, resulta convivir con el silencio, tantas veces idolatrado y echado de menos, durante la estancia, en India. Casi, te llegan a reventar los tímpanos de tanta quietud e inusitada e incómoda armonía sonora.
                                                                                                       Carretera desde Leh, a Srinagar
          -Pareciera, que a todas las carreteras y calles, por las que te mueves a la vuelta, las hubieran alisado y dado brea esta misma mañana. Todo luce resplandeciente en la ciudad, incluso los edificios menos lustrosos y más abandonados.

          -Ni que decir tiene, que el contraste resulta brutal, cuando anochece y recuperas el recuerdo, de que las ciudades a esas horas se iluminan y que los coches y otros vehículos rodantes, también disponen de luces.
Hyderabad
          Por lo demás, tampoco hemos experimentado otras sensaciones mayores, dado que ni volvíamos desesperados, ni echábamos de menos algo en concreto, ni siquiera, retornábamos ansiosos, por comer los guisos favoritos, que preparan nuestras madres.

          Nuestras tres estancias, en India, cuentan con muchos elementos comunes, pero también, con otros muchos, diferenciadores. En la primera, alucinamos y disfrutamos, como enanos de cada segundo, sin apenas reparar en contratiempos o dificultades.
                                                                                                        Carretera desde Keilong, a Leh 
          Durante la segunda, padecimos el incesante y agresivo calor, que no nos dejó casi tomar aliento y sufrimos problemas existenciales, por las dudas generadas, por si merecía la pena, volver por otro largo periodo de tiempo a este país. La mereció, pero nos costó verlo y entenderlo, a pesar de que este fuera, el viaje más abundante en lugares visitados -muchos de ellos, a los que no va nadie- y descubiertos.
Jammu
        Y esta tercera vez -salvo haber tenido, que enfrentar diferentes situaciones muy peligrosas con el tráfico, en Hyderabad y Delhi, en las que se puso en riesgo nuestra vida-, ha resultado ser la de la calma y sosiego. Primero, porque era lo buscado, visitando mayormente, la relativamente tranquila zona del noroeste o volviendo a sitios relajados, como Hampi. Y después, porque nos lo hemos tomado todo con much más relajación. India sigue siendo maravillosamente horrible, pero ya y venga casi lo que venga, ni sentimos cosquilleos delirantes, ni emociones fuertes, ni cabreos insuperables, ni desesperación profunda...
                                                                                                           Srinagar
          Siendo así las cosas, creo que ha llegado el momento, de no volver por largo tiempo, a India. Y es, que tenemos la buena o mala costumbre, de desgastar los países hasta el límite.


Circular por India

                                               Esta es de Mandi y la de abajo, de Hampi 
          Tratar de establecer un manual de conducción de vehículos, en India, daría para un libro de mil páginas, si se detallan situaciones concretas y se ilustran con anécdotas o simplemente, para una línea, si se quiere simplificar: “¡haz lo que quieras, puedas o te dejen!”. Tirando por un camino intermedio, voy a tratar de exponer algunos conceptos básicos sobre el funcionamiento del tráfico y lo difícil, que lo tenemos los peatones.
Velur
          -En India se conduce por la izquierda, pero esta es una instrucción meramente orientativa, dado que se circula en todas las direcciones y sin más criterio, que “por aquí quepo y puedo avanzar”.

          -Conducir a golpe de claxon (el pi, pi, pi constante de las ciudades resulta insoportable, aunque te acostumbras): cada conductor solo se responsabiliza de lo que ocurre delante de él. Para lo demás, ya está la bocina para avisar, a los que se encuentran a los lados o detrás -sean peatones u otros vehículos-, de que estamos realizando una maniobra, por descabellada, que esta pueda ser. La pega mayor, entre otras muchas es, que los caminantes no disponemos de claxon.
                          Bangalore
          -Buscar el hueco libre: no hay más norma, como si se tratara de una partida de tetrix, que encajarte donde puedas, en el tráfico rodante. Puedes aparcar donde quieras, poner un tenderete o un carrito de comida y serán los demás, quienes tengan que ir esquivando los obstáculos, sin más reproches, ni burocracia. Las desventajas son obvias, pero la ventaja principal no es baladí: casi todas las situaciones complejas del tráfico, a lo largo del día -que no son pocas-, se solucionan de forma amistosa, sin aspavientos o discusiones y sin que tenga, que intervenir la autoridad (lo llevas claro, si esperas ayuda policial).
Hampi
        Eso sí, cuidado con los numerosos animales, porque ellos ni siquiera entienden esta forma de actuar, tan básica.

          -Los semáforos son casi inexistentes y cuando los hay, no siempre son respetados (especialmente, por las motos, tuck tucks y rickshaws). Apenas se encuentran señales y las que hay, no se respetan. El brazo es un buen arma para indicar la maniobra, que se va a hacer, si se trata, por ejemplo de un giro.

          -No existen normas, ni en cuanto al número de pasajeros, que debe albergar un vehículo o en cuanto a la carga, que pueden llevar. Así, no resulta infrecuente, ver a un matrimonio con sus tres hijos subidos en una moto, a 15 personas en un tuck tuck o a una pequeña furgoneta, transportando en su techo, gruesos tubos metálicos de cinco metros de largo.
                                                                                              Hyderabad
          -Afortunadamente y debido a los atascos, a la superpoblación, al estado del firme y al caos imperante, en India no se circula, normalmente, a mucha velocidad, lo que impide desastres mayores, a los ya habituales y cotidianos.

          -Si tienes un accidente o atropello, vete contando con que nadie te va a ayudar, ni para auxiliarte, ni para llevarte a un hospital. Si lo hicieran, por un lado, la policía podría acusarlos de culpables del hecho y meterse en problemas. Por otro lado, es posible que el centro hospitalario requiera el pago del tratamiento por adelantado y alguien debe hacerse responsable.
        Delhi
          -Aunque para todos es complicado moverse en el asfalto, la palma se la llevan los peatones, que muchas veces, tenemos, que circular, casi por el centro de la calzada, al no haber acera, estar ocupada y tener dos filas de cacharros aparcados y una de puestos. Debe hacerse notar, que a pesar del caos y el peligro, la mayoría de indias e indios caminan despreocupados, sin casi mirar a su alrededor.
Kullu
          Tratar de cruzar las calles más concurridas resulta un deporte de altísimo riesgo, que se debe evitar por la noche, dado que muchos vehículos para ahorrar o por falta de mantenimiento, no disponen de luces.

          -El peatón debe ser consciente, de que no se trata de un juego de niños y de que muchas veces, te juegas la vida. Nosotros, en este último viaje, hemos sufrido situaciones en Hyderabad -acrecentadas por las interminables obras del metro- o Delhi, de salvar el pellejo por milímetros, ante un carromato y un autobús. ¡Y no es ninguna broma!.
Esta es de Nahan y la de más abajo, de Shimla
          También circulan muchos conductores sinvergüenzas, por no decir, el 99%. Resulta comprensible, en una situación de supervivencia extrema. Pero no lo es, que vayas a cruzar una calle de cuatro filas de vehículos, quieras parar entre dos de ellos y el de detrás se pegue al de delante, para impedírtelo y hacerte la puñeta. Lamentablemente, eso está a la orden del día, sin que nadie ponga coto.

Adiós al séptimo viaje largo. ¿Habrá un octavo?

                    Todas las fotos de este post son, de Delhi, menos la última, que es del aeropuerto, de Abu Dhabi (Emiratos)
          Que el final de un viaje largo, a India, está llegando, se detecta por unos cuantos síntomas, que cualquier indiólogo sabe reconocer. Si empiezas a pensar, que hay basura o meados, que huelen mejor, que determinados inciensos, mal asunto. Si los efluvios de los chapatis recién hechos, te dan arcadas, vete tomando nota. Y, sobre todo -síntoma principal-, si llevas varios días tirando cosas, que durante meses atrás fueron un tesoro, estás más cerca del aeropuerto, que de cualquier experiencia regeneradora o reconfortante en eeste país amado-odiado.

          Al fin, tenemos nuestros deseados boletos de vuelta, a España, vía Abu Dhabi y con solo una escala de tres horas. Llevamos ocho días en Delhi y es una experiencia, que no la recomiendo. No, porque esta ciudad no merezca este tiempo -que lo merece-, sino porque la barata vida diaria de dos guiris entusiastas, acaba siendo agotadora, psicológicamente.

          Por partes: no nos quejamos del hotel, más bien, todo lo contrario, por cuatro euros, habitación razonable -aunque oscura-, baño algo destartalado, pero sin embargo y como ya dije, un wi-fi y un ventilador vertiginosos y tremendos, que nos alivian nuestras necesidades, quitándonos el sudor y poniéndonos en comunicación con el mundo. Bueno, aunque este último, más bien y con su ruido, nos trepana nuestro cerebro, como si fuera una máquina de exprimir cocos o caña de azúcar. Siete noches aquí son demasiadas y más, con algún bichito en el colchón.

          Pero esto no es nada, comparado con las molestias que se sufren en esta ciudad para ir a visitar los distintos atractivos turísticos alejados del centro. Las clases medias van en sus coches y hacen vida familiar en torno a los distintos jardines públicos, bien cuidados y, a veces, de pago. El guiri rico, se apaña con un tuck tuck y ni siquiera cae en la cuenta de este problema.

          Pero los guiris de escaso presupuesto -como nosotros-, los indios de baja alcurnia o muchos devotos religiosos, que no van a pasearse, debemos pasar por las penalidades de los controles, bien en la estación de trenes, New Delhi, bien en el metro o donde se les ocurra, que para tales menesteres, tienen mucha creatividad. Filas separadas para hombres y mujeres y policías altaneros y descerebrados, que no dudan ni un momento en obligarte a cualquier cosa, tan sólo por poder demostrar su autoridad.

          A esto, se añaden las colas para comprar el billete, para acceder o salir, por los torniquetes o para montarte en el vagón -con mucho menos aire acondicionado, que hace tres años- y rezar, a todo el panteón hindú, para poder salir vivo de allí (mal lo llevas, sino sabes el lado de puertas, que abre en cada estación).

          Todo un despliegue patético y complejo, para hacer las cosas a lo indio: burocracia inservible, porque apenas tardan dos segundos en registrarte o en fisgar los bultos de los lugareños -así, que van a pillar-, que transportan su vida, día a día., con paquetones, que sobrepasan los 25 kilos y que portan sobre la cabeza, como si de su uso en este menester, fuera a nacer la idea brillante, que diera luz a su existencia.

          Si todo va bien, ya no tenemos, que tomar más el metro y sí el confortable transporte al aeropuerto. Y, eso, que a pesar de los insufribles agobios, hoy, volvimos al Fuerte Rojo y a la zona de la Mezquita, -la hemos visto por dentro, por primera vez y ha sido una pasada, a pesar de que nos hayan confiscado la cámara-, a disfrutar de los bazares, de los templos cercanos, de un buen biryani con pollo, de ricos lassis y sobre todo, de la gente y de su vida cotidiana.

viernes, 13 de octubre de 2017

Últimas paranoias sobre Delhi y un intento de robo

                                                          Todas las fotos de este post son, de Delhi 
         Delhi, al margen de resultar espantosa y esquizofrénica para la mayoría de los viajeros -que normalmente, afrontan como pueden, sus primeros o últimos días en India o ambos-, es la única ciudad del mundo capaz de arruinar, al mismísimo Mcdonalds. El que funcionaba, hace tres años, cerca de Connaught Place, ha cerrado y el que hemos encontrado esta tarde, cerca del Cuadrado Mágico -más bien, de la Muerte, como ya se ha expuesto-, ya hace tiempo, que chapó sus puertas. Difícil competir, con los puestos apestosos de hamburguesas de pequeña patata, que hasta los guiris nos comemos, aunque sea a regañadientes (que diferencia con la misma oferta gastronómica de otras partes del país)

          Delhi te lo da todo y con mucha generosidad. Si te alejas varios kilómetros del centro en el metro, encuentras jardines excelentes, tumbas espectaculares, fuertes, edificios oficiales... y, sobre todo, aceras.

          Sin embargo, y en las calles -por llamarlas de alguna manera-, de New Delhi, te puedes encontrar a un tipo recién salido del hospital, negociando un tuck tuck , con la bolsa de los meados colgando en bandolera; a un poli persiguiendo a un minusválido, que no tiene dedos y que presume de emprendedor, con su silla de ruedas de invención propia; una calle derrumbada, en la que unos van echando desperdicios -incluidas lavadoras- y al día siguiente, otros los reciclan; así, como hijos de puta, que aprovechando la multitud, te rasgan con un cuchillo el bolso, intentándote robar, lo que caiga.

          En Delhi y al hilo de lo anterior, fue donde nos ocurrió este suceso: -nos topamos con el lugar más desagradable de India -y ya es decir, después de más de 30000 kilómetros por el país-, que no es otro que los bajos del paso elevado, que hace de conexión, entre New Delhi y Old Delhi, donde se aglutina lo peor de cada casa, tanto del género humano, como del animal. Para el viajero, que se hospede cerca o en Main Bazar, la vida cotidiana resulta una pesadilla, agravada por el incesante calor, que fatiga a la ciudad la mayor parte del año.

           Ir a por una botella de cerveza, a la tienda del alcohol, a un restaurante local, a comer un arroz con garbanzos o a consultar precios a una agencia o a la oficina de reserva de trenes, te supone un peaje de maltrato emocional o mental de precio incalculable, que aún te dura, cuando abandonas el país.
          Aparte de la basura, los pelmas -divididos en dos, los que quieren venderte algo y los que pretenden molestarte-, los cruces de calles imposibles, los puestos móviles de fruta, verduras o ropa, voy a tratar de enumerar todas las cosas, que se desplazan por las calles y que generan una inquietud constante, dejando a los indios al margen , por ser el elemento más peligroso.

          En tan solo, diez minutos o en un cuarto de hora, te topas con: bueyes, vacas, tuck tucks, motos, rickshaws, coches, bicis, camionetas de la muerte, autobuses, perros, monos, personas con bulto enorme en la cabeza y los tirados -que no caídos- en el suelo, mendigos, policías que quieren hacer de su abuso de autoridad un arte, señoras vejestorias, que te quieren clavar en el pecho, la banderita de India para que les des una limosna...

          El viaje se apaga, muy a nuestro pesar, aunque la temperatura nos derrite. Las cancelaciones de trenes hacia el noreste son cada vez mayores y terminan con nuestro pequeño sueño de llegar a Darjeeling y Sikkim.

          Si nada se tuerce, en breve, volaremos a casa y adiós, a India, para siempre.