Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 3 de octubre de 2017

¡Adiós, a Kuching, con mucha pena!

                                                                Todas las fotos de este post son, de Kuching
          Somos – o soy, más bien- personas tan exigentes, que para nosotros un día perdido en u viaje largo, resulta un pequeño drama. No porque nos diera pereza ir a algún sitio -a veces sí, si es algo caro y cuestionable-, sino porque no soportamos ni por asomo, estar relajados o contemplando las musarañas. Parece, que pretendiéramos, que los asuntos incómodos, se resolvieran solos -vuelos, visados, largas esperas...- y nosotros, dedicarnos solo a ver y caminar.


          Ayer, fue un día de esos tontos, pero benditas tonterías. No hicimos nada de nada y como frustración de este viaje -no creo, que dure más de veinticuatro horas-, fue no ir al Parque Nacional Semenggoh, donde cuidan a los orangutanes y se puede ir a las horas en que les dan de comer. Pero, a cambio, entre nervios, documentaciones y reposo, arreglamos nuestros siguientes pasos.


          Una vez, que nos han confirmado la visa on-line, de India, en menos de 24 horas, decidimos y tras buscar vuelos, que otra vez toca ir al sur, a Chennai, a pasar calor. Pero, las ventajas son dos: se trata del vuelo más barato con diferencia y podremos cumplir nuestro sueño de volver, a Hampi, sin prisa -que raro en nosotros- y de camino, visitar los pletóricos templos, de Belur y Halebib.


          También, resolvimos, a priori, otro tema importante, como es el de apurar nuestros días en Malasia, sin pasar demasiado tiempo en Kuala Lumpur. Las Higlands, fresquitas y llenas de plantaciones de té, granjas de mariposas, fresas, abejas... y numerosos senderos selváticos, serán nuestro destino, fuera de la masificada capital. Hemos leído, que hay que evitar el sendero 9 y el 9A, donde los perros te atacan sin más miramientos o donde te sale un señor con un enorme cuchillo y no muy buenas intenciones (no es coña).

          En un plis plas y superado el problema de las tarjetas SIM, reservamos en apenas quince minutos y con la inestimable colaboración de mi padre, el vuelo para Madrás. Antes y con nervios, nos habíamos reinventado, una vez más, haciendo un extraordinario circuito solitario, desde la colosal mezquita y por el serpenteante río, a través de atractivos kampongs y acompañados a lo lejos por pescadores -con sus barquitas desde las que lanzan varias cañas, a la vez-, de los cruceros de guiris, de magnificas vistas de los monumentos locales y al final, de la impenetrable y frondosa selva. ¡Esta ciudad nos vuelve locos!.


          Sino hay novedad, mañana al anochecer volaremos, de retorno, a Kuala Lumpur.  

Kuching, la joya de Malasia

                                        Todas las fotos de este post son, de Kuching (Borneo, Malasia)
          Kuching es, sin lugar a dudas, la ciudad más bonita de Malasia y hasta poco más de dos semanas atrás, no teníamos noticia de su existencia. Además de ofrecer enormes atractivos a ambos lados del río -en uno de ellos, el bien acondicionado paseo fluvial, presenta un vibrante mercado nocturno-, cuenta con unos cuantos parques nacionales, donde hacer trekking, ver comer a orangutanes o encontrar la flor más grande del mundo, a una distancia prudencial de la ciudad, normalmente, accesible en transporte público. ¡Para quedarse una semana entera, sin problemas!


          Chinatown, la calle de la India -donde salvo un infecto y caro restaurante, no hay nada que recuerde a este país-, los numerosos edificios coloniales, los mercados, el centro cívico, el enorme y cercano parque del lago, te hacen convencer, además del tranquilo tráfico y los semáforos, de que no estás en Malasia. Apenas hay basura por la calle, aunque los eternos fosos -que cada día, veo más anchos y profundos- y el olor a humedad dulce, sí que siguen omnipresentes.


          La oferta hotelera resulta cara, aunque muy amplia y la gastronómica muy repetitiva, al estilo de todo el país, pero más exagerado. Diríamos, que Kuching y para presupuestos ajustados -para los holgados, poco más, aunque en lugares más elegantes- es el paraíso de los noodles cocidos instantáneos. Mal asunto, sobre todo, cuando apenas existen salvadores puestos callejeros de fritanga, salchichas o espaguetis fritos con verduras.

          Como anécdota, en una multitudinaria celebración, que estuvieron preparando todo el día, junto al río, el menú resultó ser: noodles cocidos con verduras, arroz con pollo, sandía, plátanos y el apestoso dulce de colores típico de aquí, al que no hay quién le hinque el diente (y eso, que es blandito).


          En la actualidad, y estando bastante avanzado, están construyendo un puente peatonal, que comunique ambas orillas del río y una mezquita, que van a dar aún más vistosidad, a este entretenido y tranquilo paseo fluvial.

          Nos cuesta entender -aunque barruntamos la respuesta- como el pan de molde, las sopas, las cuchillas de afeitar o el alcohol, pueden costar más del doble en un supermercado, que en una pequeña tienda de 24 horas.

          Y, eso, de que los chinos trabajan a destajo -como susodichos-, resulta un puro mito. Estamos comprobando, a lo largo del continente, que no madrugan mucho a la hora de abrir y que a las cinco, como muy tarde, ya están cerrando. Debe ser, que a Europa exportan a los más laboriosos, como campaña de imagen, como cuando nos mandaban a España a los rubios alemanes y ellos se quedaban con los morenos, que son la amplia mayoría.

          Estamos a punto de cumplir 50 días de viaje y seguimos tan felices.

lunes, 2 de octubre de 2017

Resuelto el problema de las tarjetas SIM

                                             Todas las fotos de este post son, de Kuching (Borneo, Malasia)
          Hoy, cuatro de agosto -nuestra tercera jornada, en la maravillosa Kuching-, lo hemos declarado día sin wi-fi y nos hemos negado a encender el teléfono. Pase lo que pase, nada podremos hacer desde aquí, así que mejor, pasar el día ajenos al mundo, como hacíamos en los viajes largos -y en los cortos- hasta no hace demasiado.

          Y, es que ayer, día 46 del viaje, fue internéticamente muy complicado, aunque altamente productivo, después de las gestiones desde un ciber local y desde la propia habitación. Parece ser, que nuestros problemas de verificación de compras de webs o visas en la red, iniciados el día 18 de viaje, han llegado a su fin.

           Recopilamos la historia, brevemente. El 6 de julio y al despertar en Bangkok, la batería de mi teléfono aparece hecha una pastilla deforme de plastilína. Al atardecer de ese mismo día, por motivos aún inexplicables y al introducir mi tarjeta en el móvil de mi pareja, dejan de funcionar las dos SIM.

          Aunque la solución, como luego veremos era la del huevo de Colón, costó una semana encontrarla. Primero, tratas de buscar explicación, algo sin sentido, dado que nuestros teléfonos son libres. Después, te empiezas a poner en contacto con tus posibles salvadores: operadoras, bancos, familia... Y, descubres, en los tres casos, que les cuesta entender el problema y creen que lo que pasa es, que no tienes dinero.

          Tanto los bancarios, como los telefónicos, te remiten al número dee de atención al cliente, alegando, que ellos no tienen responsabilidad ninguna. Desesperados, reiniciamos el único teléfono vivo, que nos quedaba, a sabiendas, de que sino funciona la maniobra, vamos a perder whatsapp -nos pasó hace tres años en el sur de la India- y el resto de apps de chats. Así ocurre. A partir de entonces, a funcionar solo con el correo electrónico, como en los viejos tiempos.

          Un par de días después, aparece un clavo ardiendo, al que agarrarse. Inesperadamente y donde menos esperábamos -Hat Yai-, aparece una agencia física de Air Asia -pago normal con tarjeta de crédito-, que nos permite tomar aliento y ganar un par de semanas, visitando Borneo y Brunei.

          Y, viendo el panorama, comienzas a relajarte y caes en la sencilla cuenta ¿Y si escribo a mi gestora de Bankia y le digo que cambie mi teléfono de verificación por el de mi padre y luego él, me manda los códigos por e-mail, aprovechando un buen wifi? Mano de santo.

          Tras un agónico y expectante intento fallido, ayer conseguimos verificar con este sistema, el pago de las dos visas de India y mañana, trataremos de hacer lo mismo con los vuelos, a Madras, donde pretendemos recalar en unos ocho odiez días.


          Han sido 28 días de diferentes estados de ánimo, pero, en cualquier caso, que el mayor problema del viaje sea este.  

Hartos, pero poco

                                     Todas las fotoss de este post son, de Bandar Seri Begawan
          Estamos convencidos de que los tres próximos días -escrito, el 31 de julio de 2017- van a ser determinantes y van a marcar el futuro del viaje: a India o a casa, al margen de planes a la desesperada, como Taiwan o Timor Oriental. Pero, estos últimos destinos, ni siquiera los hemos preparado en cuanto a la documentación necesaria para acceder a ellos.

          Mientras nos dirigimos a la frontera de salida de Brunei -entre el verdor de la selva, carreteras bien asfaltadas y la tranquilidad de una tarde cualquiera-, quedamos compungidos, al rescatar la inocente tarjeta turística de nuestro pasaporte, donde en letras rojas y en inglés pone: “Todos los traficantes de drogas serán ajusticiados, según la ley de Brunei”. No debemos tener mucha pinta de serlo, porque al sellar la salida, ni nos miran la cara.

          Antes de partir, esta mañana de Bandar, hemos visitado un moderno y coqueto mercado de frutas, verduras, carnes y viandas elaboradas y no nos ha extrañado -porque ya llevamos viéndolo desde hace tiempo en el primer mundo y desde este viaje en el tercero-, que la mayoría de los puestos se encuentren sin explotar, bien porque no se han adjudicado o porque han cerrado. Y es, que los poderosos y para llenar sus bolsillos, han acabado hasta con los mercados tradicionales, a base de pedir suculentas cantidades por su explotación.

        Licitan grandes obras, que al principio por su hermosura y funcionalidad, maravillan a miles de incautos, que luego se dan cuenta, que deben estar trabajando todo el día solo para cubrir sus gastos y los de quien “amablemente”, les ofreció semejante negocio. Hasta en los países pobres, se están cansando y estando hartos de trabajar, para el rendimiento de los listos.

          Pasado y asumido el lamentable -aunque ya lejano-, asunto de nuestras tarjetas SIM, hoy en día, nosotros solo estamos hartos de pequeñas cosas. La mayor es el calor, a pesar de que llevamos once noches consecutivas con aire acondicionado, en buses y hoteles. Son casi tres meses -entre España, Japón y el trópico-, sin bajar de los veinticinco grados por la noche.

          Otra cosa que nos desquicia bastante, es que en ciudades de tamaño medio de los países en vías de desarrollo, las estaciones de buses de larga distancia, se encuentran a diez o doce kilómetros del centro y con escaso o nulo transporte público, para el agosto de los taxistas.

          En una gran ciudad, me parece hasta recomendable, dado que no hay espacio para meterla dentro y el metro cuadrado es caro, además, de que casi todos los autobuses tardan menos en salir del casco urbano. Pero, no es el caso de “una ciudad no ciudad, como yo las he llamado siempre, a estas de los países desastre, que tienen la siguiente estructura: un downtown irregular y como telas de araña o panales alrededor, se ubican lugares vacíos, parques, zonas sin urbanizar, vertederos..., que unen otros núcleos poblacionales más aislados, feos e irregulares, a veces con rotondas, obras, barrizales, que ni google maps detecta.

          Y, yo me pregunto: ¿en alguno de esos numerosos espacios vacíos, no podrían haber puesto la puñetera terminal de buses? Y, esta forma de proceder, en vez de mejorar o racionalizarse, se extiende como la peste bubónica por Asia, África y sudacentroámerica.

          Igualmente, estamos cansados de tener, que pagar por ir al baño en todas partes, incluidos centros comerciales, aunque compres o terminales de transporte, aunque viajes. Y, como no, de las habitaciones sin ventana exterior, que ya llevamos unas cuantas

          También nos horroriza y dejo el post abierto, por si se nos ocurren más casos, que durante los últimos nueve días, solo haya llovido uno y poco. No se, si el cambio climático, Trump, o el padre de Neymar, han conseguido convertir al terrible monzón del verano en un salpicacalcetines chirimiri de fiesta estival de chistularis.

domingo, 1 de octubre de 2017

El absolutismo invisible

                                          Todas las fotos de este post son, de Bandar Seri Begawan (Brunei)
          La capital de Brunei es un lugar tranquilo. Diría, que hasta apacible. Los conductores -hay muchos coches de alta gama -se detienen en los pasos de cebra y el centro es peatonal, durante los fines de semana. En general, la gente es educada. Nada que ver, con los asilvestrados malasios.

          Muchas jóvenes no llevan velo y hasta algunas vemos en pantalones cortos. También la cortesía es extrema -nada de las estridencias de otros países musulmanes- cuando, por ejemplo, te invitan a abandonar la mezquita por ser horario de culto o por no llevar el correspondiente faldamento, que ellos, amablemente, te prestan.

          En la frontera nadie husmea tu equipaje, a la búsqueda del demoniaco alcohol -está permitida la entrada de determinadas cantidades-y por supuesto, no nos creemos esas patrañas que cuentan algunos blogs de que si un lugareño sale del país y bebe, a la vuelta lo castigan severamente.

          En este ambiente tan reposado de paisajes verdes en pleno desierto y entregados de lleno a los maravillosos y dos excelentes mercados nocturnos de la capital y sus deliciosos manjares, nadie podría imaginar -sino lo has leído en alguna parte-, que en este estado, desde hace dos años, aplican la sharia, por lo que un desliz, en forma de hurto, puede suponer que te corten las manos. Y, ofender a Mahoma, te puede costar la vida.

        Bajo un “benigno” régimen, que garantiza la educación y la sanidad gratuitas, el no pagar impuestos y hasta la subvención del arroz, se esconde un gobierno absolutista, de una dinastía, que lleva ejerciendo el poder más de seiscientos años. El actual sultán, lleva cincuenta, residiendo en su palacio de más de 1.800 habitaciones, sus más de 500 coches, su boeing 747 privado...

          Bandar Seri Begawan -el nombrecito se las trae- y a pesar de los contrastes, se muestra como una ciudad, que bien merece un par de días de atención: con su mezquita del lago artificial, la replica del barco del sultán o el museo egocéntrico de sus regalos, donde casi merece la pena ir, solo, por el potente aire acondicionado con que cuenta. Además, el atractivo de las casas flotantes -cuidado con los taxistas acuáticos, que son un poco cabroncetes- hace ya memorable la visita.

          También aquí, andan de obras en el largo paseo fluvial, aunque van más avanzadas, que en Kuala Teerengganu. Desde él, se pueden contemplar a lo pobre -cual es nuestro caso-, las ya mencionadas casas flotantes

          Aunque parezca en mitad de la nada, la logística para llegar hasta aquí, es sencilla: bus directo desde Miri, con mucha rapidez en ambas fronteras. Hoteles económicos no vimos ninguno, aunque si uno de precio moderado, muy cercano a la estación de autobuses y de habitaciones muy modestas (peores, que las de Malasia).

          A pesar de lo que cabría pensar, hemos sentido muchos más agobios islámicos en el noroeste de la Malasia insular, que en Brunei.

Aterrizando en Borneo

                                  Esta y las cuatro de abajo son, de Miri (Borneo, Malasia)
          Dejamos con mucha pena y con una inolvidable tormenta, nuestra querida Terengganu. Hasta nos dio rabia comprobar, al ir a recoger el equipaje, que nuestra antigua habitación ya estaba ocupada: ¡Nada de guardar el luto!

          El viaje a Kuala Lumpur fue relajado, debido sobre todo, a que ya nos habíamos informado de que los buses ya no llegan a la estación de Puduraya -en Chinatown-, como antes, sino a una que está en el culo del mundo -la TBS-, pero muy bien comunicada por transporte público.

        Nuestro reencuentro con la ciudad fue más frío del previsto. El calor insoportable, las numerosas obras en el centro y ser la cuarta vez, que la visitamos, hicieron mella en nuestro ánimo. Este estado, ni siquiera fue suavizado por la visión de las ya obsoletas -arquitectónicamente, hablando- Petronas, que nos recordaron a Japón, por el hecho de haber un supermercado Isetan en su interior, del mismo nombre, que donde comprábamos hace ya más de un mes, en Tokio.

          Tras disfrutar de nuestro particular Little India, mucho más animado y genuino, que el original y cercano a la estación central de ferrocarril, partimos en bus para KLIA 2, una terminal, que no nos gusta nada. No obstante, dormimos apaciblemente, tumbados en el suelo

          Muchas veces hemos volado con Air Asia, pero nunca desde esta terminal, que es más grande y moderna, que la principal. Se trata de un concepto distinto a lo que estamos acostumbrados en Europa. No es otra cosa, que un gigantesco centro comercial de cuatro plantas, donde encuentras de todo lo imaginable -predominando la comida, la bebida y las tiendas de 24 horas- y después de hacer el cheking y entrar a las puertas de embarque, ya no hay nada que te distraiga de coger tu vuelo. Se sube por incómodas pasarelas ascendentes y se baja por otras descendentes, donde siempre hay un empleado o segurata, que te echa una mano con el carrito del equipaje.

          Casi sin enterarnos, llegamos a Miri. Ciudad sosa y tranquila, que alberga la casi inaccesible torre de petroleo, Grand Old Lady; un templo chino interesante -aunque en obras-; un mercado central agradable y otro de fresquísimo pescado, con peces parecidos a pequeños tiburones asesinos. Un apacible y pequeño parque, bien cuidado en el medio del caos urbano y varios muy animados y bien decorados garitos de cerveza, le dan alicientes a esta ciudad, que es la puerta de Brunei, adonde pretendemos llegar mañana, de forma cara, al no haber competencia alguna en el transporte.
                      Esta es de KLIA 2 y la de abajo, de Kuala Lumpur (Malasia)
          En Miri, casi todo cierra a las cinco de la tarde. Para que luego digan, que los chinos -mayoría aquí- son tan abnegados y sufridos trabajadores. Aunque ya hace algún tiempo, que nos estamos cansando de Malasia, ha habido dos factores, que han dulcificado nuestro periplo por estas tierras, de Borneo: el ambiente religioso es mucho más relajado -ni siquiera se nota, que hoy es viernes y el muecin no te despierta de madrugada- y el alcohol corre a raudales (también la cerveza, a precios astronómicos, que los guiris pagan sin importarles si hay un mañana).

          Eso sí y para no desencantar a nadie, especialmente a los jóvenes soñadores: no niego que Borneo sea el paraíso, no, pero hay que currárselo para encontrarlo. ¡Avisados estáis!.Nosotros, seguimos en ello. Empieza la aventura, de Brunei.

Últimas horas, en Kuala Terengganu

                                                       Todas las fotos de este post sson, de Kuala Terengganu
           En los viajes largos y a pesar de la experiencia, resulta muy difícil -aunque se preste atención-, dominar el control del tiempo, como ocurre en los más cortos. A veces, parece que llevas una semana en un lugar y solo han pasado cuarenta y ocho horas desde que llegaste, aunque lo estés pasando bien y la espera para el siguiente destino no te consuma la paciencia. En general, los primeros días de un viaje de duración dilatada suelen ser lentos, aunque no ha sido el caso de este periplo, dado que comenzó de forma trepidante, por Japón, destino del que ya casi ni nos acordamos, a estas alturas.

        Lo normal es, que a partir de las dos semanas, los días vayan cayendo inexorablemente sin darte cuenta. Llega un momento, que si no lo piensas, no sabes si partiste hace un mes o tres. Existen, sin embargo varias referencias, que sin lugar a dudas ayudan a cerciorarse del paso inexorable del tiempo: “coño, otra vez me tengo que afeitar, cortar las uñas, el pelo... ¡Si parece, que fue ayer, la última vez, que lo hice”.

          Hoy concluimos nuestro día 36 de viaje. Mañana, nos marcharemos a Kuala Lumpur en un bus nocturno y en la madrugada siguiente tomaremos un vuelo a Miri, para visitar el Borneo malasio y Brunei.

          Apuramos las últimas horas y nuestro aire acondicionado, en Kuala Terengganu , contentos de haber dedicado cuatro jornadas a la visita de esta ciudad y su entorno. Lástima, por torpeza nuestra, claro, aunque es más achacable a la nefasta información local, que no hayamos podido visitar la cercana isla de Pulau Duyung Besar. La de turismo, que si los ferries salen para este lugar desde el mercado; el de los ferries, que lo han quitado y solo circulan autobuses y el de los buses, que no existe tal servicio y debemos tomar el ferry. Y en este estúpido bucle, llevamos inmersos más de cien horas. ¡No estamos acostumbrados a estos contratiempos!. Y para al final, ninguno tener razón.

          Pero para comppensar, los últimos días los hemos aprovechado bien. Visitamos la maravillosa mezquita de Cristal, que aunque de reciente construcción, resulta espectacular. Se haya junto a un parque lleno de miniaturas de otras mezquitas del mundo -incluida la Alhambra de Granada-, que es de caro pago. Eso sí, el adoctrinamiento es gratis y sobre todo -con folletos en perfecto español- tratan de convencer a los extranjeros, de que tienen muy mala suerte por no vivir en la fe del islam (y más, ls mujeres).

          En otra dirección y usando el otro bus de servicio circular, se encuentra la blanquecina mezquita Terapung, más discreta, pero con el encanto que le da estar en un tranquilo y arbolado lago. La no muy lejana playa urbana es mucho más bonita de lo que podríamos esperar, con sus aguas verdes, a pesar de que hoy está muy nublado.

          De vuelta al hotel, hemos encontrado alcohol, a cinco ringgtis, que es la tercera parte de lo que venimos pagando. ¿veneno chino?. Probablemente. Por cierto, ya hemos averiguado el nombre de la fiesta de Chinatown, que tan entretenidos nos ha tenido los últimos tres días: Pesta Kebudayaan. Más fácil que preguntar -como hicimos ayer-, ha sido leer los carteles de las calles de este barrio declarado patrimonio mundial por la UNESCO.