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martes, 3 de octubre de 2017

Kuching, la joya de Malasia

                                        Todas las fotos de este post son, de Kuching (Borneo, Malasia)
          Kuching es, sin lugar a dudas, la ciudad más bonita de Malasia y hasta poco más de dos semanas atrás, no teníamos noticia de su existencia. Además de ofrecer enormes atractivos a ambos lados del río -en uno de ellos, el bien acondicionado paseo fluvial, presenta un vibrante mercado nocturno-, cuenta con unos cuantos parques nacionales, donde hacer trekking, ver comer a orangutanes o encontrar la flor más grande del mundo, a una distancia prudencial de la ciudad, normalmente, accesible en transporte público. ¡Para quedarse una semana entera, sin problemas!


          Chinatown, la calle de la India -donde salvo un infecto y caro restaurante, no hay nada que recuerde a este país-, los numerosos edificios coloniales, los mercados, el centro cívico, el enorme y cercano parque del lago, te hacen convencer, además del tranquilo tráfico y los semáforos, de que no estás en Malasia. Apenas hay basura por la calle, aunque los eternos fosos -que cada día, veo más anchos y profundos- y el olor a humedad dulce, sí que siguen omnipresentes.


          La oferta hotelera resulta cara, aunque muy amplia y la gastronómica muy repetitiva, al estilo de todo el país, pero más exagerado. Diríamos, que Kuching y para presupuestos ajustados -para los holgados, poco más, aunque en lugares más elegantes- es el paraíso de los noodles cocidos instantáneos. Mal asunto, sobre todo, cuando apenas existen salvadores puestos callejeros de fritanga, salchichas o espaguetis fritos con verduras.

          Como anécdota, en una multitudinaria celebración, que estuvieron preparando todo el día, junto al río, el menú resultó ser: noodles cocidos con verduras, arroz con pollo, sandía, plátanos y el apestoso dulce de colores típico de aquí, al que no hay quién le hinque el diente (y eso, que es blandito).


          En la actualidad, y estando bastante avanzado, están construyendo un puente peatonal, que comunique ambas orillas del río y una mezquita, que van a dar aún más vistosidad, a este entretenido y tranquilo paseo fluvial.

          Nos cuesta entender -aunque barruntamos la respuesta- como el pan de molde, las sopas, las cuchillas de afeitar o el alcohol, pueden costar más del doble en un supermercado, que en una pequeña tienda de 24 horas.

          Y, eso, de que los chinos trabajan a destajo -como susodichos-, resulta un puro mito. Estamos comprobando, a lo largo del continente, que no madrugan mucho a la hora de abrir y que a las cinco, como muy tarde, ya están cerrando. Debe ser, que a Europa exportan a los más laboriosos, como campaña de imagen, como cuando nos mandaban a España a los rubios alemanes y ellos se quedaban con los morenos, que son la amplia mayoría.

          Estamos a punto de cumplir 50 días de viaje y seguimos tan felices.

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