miércoles, 4 de enero de 2023
martes, 3 de enero de 2023
lunes, 2 de enero de 2023
domingo, 1 de enero de 2023
viernes, 30 de diciembre de 2022
Grave incidente en el aeropuerto de Barajas
Cada día, que debido al elevado precio de los hoteles en toda la Comunidad de Madrid -fundamentalmente,los viernes y sobre todo , los sábados -, nos toca ir a dormir al aeropuerto de Barajas, seguimos el mismo procedimiento
Sobre las diez de la noche, tomamos en Príncipe Pío, Recoletos o Atocha, la línea 1 o 10 de cercanías, hasta la terminal 4. Como no dispone de mucho espacio para el paseo, ni en el interior, ni en el exterior, cogemos el bus interno del aeródromo, hasta la T1. Por ella, por la 2 y la 3, nos movemos, tomamos algo y cenamos, hasta que sobre las dos de la madrugada, volvemos a la 4, a dormir en el suelo. Sobre las siete de la mañana la policía nos hace levantar a todos, pero se puede seguir roncando en las sillas.
Hemos hecho esto mismo muchas veces y no solo por no tener hotel, sino porque en decenas de ocasiones y durante décadas nos ha tocado tomar vuelos de madrugada o de temprana mañana y no queda otro remedio, salvo que se sea rico y manirroto y se esté dispuesto a tirar media noche de hotel por la borda y pagar un taxi. Hasta ahora, nunca habíamos tenido ningún problema, pero intuíamos, que tarde o temprano, terminaría pasando algo.
El día 4 de diciembre, sobre las dos de la madrugada, íbamos a coger el autobús, desde la T1 a la T4. De repente y por el exterior de la primera terminal, nos empieza a perseguir un hombre de mediana edad, que de forma muy agresiva y a gritos nos dice, que él nos quiere ayudar. Que lleva siete años viviendo en el aeropuerto y que forma parte de una asociación, que ofrece orientación y prestaciones a personas, que se encuentran en esas mismas circunstancias. De nada sirve, por supuesto, que le expliquemos con educación, que nosotros tenemos nuestra casa en otra ciudad y que estamos aquí, de paso, durante esta noche.
Subimos al autobús y él viene detrás, sin pensárselo. Tenemos la mala suerte, de que salvo el conductor, no hay más viajeros a bordo. El hombre nos persigue por el interior del vehículo, porque nos cambiamos de sitio varias veces para esquivarlo y sigue con su misma monserga. Ahora, nos ponemos nosotros también agresivos y le pedimos que nos deje de acosar, pero no ceja, por lo que terminamos insultandolo y deseándole la muerte. Nos devuelve los improperios y añade : "ya vendréis, ya vendréis".
Entonces, nos vamos para la parte de adelante y pedimos ayuda al conductor, que se encoje de hombros. Sin embargo y a los dos minutos y en la T3 -como si el chófer le hubiera dado a un botón del pánico -, suben dos vigilantes de seguridad por la puerta delantera y un responsable del aeropuerto por la trasera. Los primeros nos observan, sin decir nada. El segundo, habla con el desagradable individuo, pidiéndole, que nos deje en paz, pero él sigue con su tono desafiante y agresivo, para acabar amenazando: "¡ya vendrán, ya vendrán, esos comemierdas!"
¿Es esa persona miembro de alguna inescrupulosa magia del aeropuerto? ¿Nos había seguido esa noche o algún sábado anterior? ¿Fue pura casualidad? ¿Cuáles eran los objetivos reales de este muy desagradable sinvergüenza? Aunque tenemos indicios, sobre todos estos aspectos, no tenemos constancia real de sus verdaderos propósitos, aunque imaginamos, que no eran nada buenos.
jueves, 29 de diciembre de 2022
Vuelta a los viajes recurrentes (II)
El día 3 de diciembre, llegamos por la tarde, dado que teníamos, que llevar a cabo gestiones por la mañana en nuestra ciudad. Fue jornada nocturna de magníficos mercados navideños y de masificación absoluta en las calles del centro. Visitamos el de la plaza España, el de la plaza Mayor, el larguísimo de Recoletos y el de Colón. Echamos de menos uno, que ponían antes , en Ópera (plaza de Isabel II). Nos fuimos a dormir a la T4 del aeropuerto.
El.domimgo 5, nos fuimos a localidad. de Pozuelo de Alarcón, donde han montado un animado y completo recinto ferial, que visitamos, además del centro de la ciudaf. Por la tarde y de vuelta a Madrid, ahondos en las luces de Navidad por otras avenidas y calles distintas.
Y llegó el puente de diciembre. No lo tomamos entero, sino del día 8, hasta el 11. El jueves visitamos el bonito belén del Palacio Real -largas colas aguardan, a todas horas - y otros dos más: el del Museo de Historia y el del monasterio de la Encarnación. También recorrimos el interior de la catedral de la Almudena, que no habíamos visto antes. Por la tarde, nos fuimos a Cercedilla, donde pasamos la noche.
El viernes nos fuimos a Cotos, donde no había, ni nieve, ni frío, ni casi gente. Los senderos estaban embarrados y resbaladizos debido a las constantes lluvias de los días anteriores, así que nos dedicamos a llevar a cabo rutas sencillas, aunque no cortas. Dormimos en el mismo alojamiento, que la noche anterior.
El sábado por la mañana nos acercamos a la localidad de Tres Cantos, donde disfrutamos de una colosal exposición de belenes internacionales, de una feria muy variada y concurrida y de un mercado navideño. Por la tarde, compartimos y disfrutamos en el centro de Madrid, la alegría de los aficcionafos de Marruecos, tras su victoria frente a Portugal y volvimos después, a los mismos mercados del fin de semana anterior, absolutamente colapsados. Dormimos en la T4 del aeropuerto de Barajas.
El domingo nos empapamos de la cultura persa en el mercado de Isfhadan, en Ríos Rosas; visitamos el belén de la plaza de Chamberí y el museo de la Fundación Telefónica, ubicado en Gran Vía. Buscamos un nuevo mercado en la calle Valverde, que no encontramos. Y por la tarde, nos fuimos andando hasta el antiguo Matadero, en Legazpi y volvimos desde allí, en una larga caminata, por Madrid Río, hasta el puente de Segovia.
El fin de semana de los días 17 y 18 de diciembre nos lo tomamos de descanso, para disfrutar de actividades navideñas de nuestra propia ciudad.
martes, 27 de diciembre de 2022
Vuelta a los viajes recurrentes (I)
El día 2 de noviembre pusimos punto final a 26 días de periplo, por India. Decidimos descansar el fin de semana siguiente y el de los días 12 y 13, volvimos a los viajes recurrentes por la Comunidad de Madrid, gracias a nuestros bonos gratuitos de media distancia, de RENFE.
La tarde del sábado la pasamos disfrutando del ajetreado centro de la ciudad y de los barrios de Lavapiés, La Latina y Malasaña. Como no había hoteles a precio razonable, nos fuimos a dormir a la T4 del aeropuerto de Barajas
El domingo, nos acercamos al mercado de Tirso de Molina, que no se encuentra en la plaza del mismo nombre, sino en la calle Urraca, sita en el barrio de Puerta del Ángel. Allí, se juntan los puestos tradicionales con los de comida elaborada, destacando la preparación de paellas diversas, siendo la más famosa la del Señoret. Se forman numerosas colas para degustarlas. Después, hicimos un circuito bastante largo, por Madrid Río, aprovechando los veinte grados de temperatura.
El día 19, madrugamos y tras llegar a la estación de Principe Pío, procedentes de Valladolid, nos acercamos a Torrejón de Ardoz, a disfrutar del Parque Europa, que es de entrada gratuita y suele estar bastante concurrido por familias. En el, se exponen reproducciones de diversos monumentos de nuestro continente, como la torre Eiffel, la fontana de Trevi, la puerta de Brandeburgo, el Atomium, la puerta de Sol...Y así, hasta casi una veintena. Por la tarde, nos fuimos a, Cercedilla, donde pasamos también la noche.
El domingo visitamos las tradicionales y agradables librerías de la Cuesta de Moyano, la calle Leganitos -una pequeña Chinatow, al lado de la Plaza España- y la zona del mirador de las Vistillas, entre otros lugares.
El sábado, 26 de noviembre, volvimos a Torrejón de Ardoz, pero está vez por la tarde y por la noche. Días atrás y en la correspondiente web, habíamos conseguido invitaciones para disfrutar de Mágicas Navidades . Se trata de un enorme parque temático sobre esta época del año, ubicado al lado de la estación de Cercanias. En él, se mezclan los motivos y escenificaciones navideñas de todo tipo y tamaño -destacando zonas, como el Camino de Belén o la Montaña de Hielo-, con las atracciones de feria, los caros chiringuitos de comida y bebida y diversas actividades lúdicas, generalmente, de pago. Lo pasamos estupendamente, a pesar de la molesta masificación. Dormimos, plácidamente, en la T4 del aeropuerto.
El domingo y entre otros lugares, nos movimos en la capital por los jardines de Sorolla, la Plaza de la Paja y los mercados Pop Arte y del Gato. Cuando anocheció, disfrutamos de la iluminación navideña del centro, encendida dos días atrás y que nos resultó un poco decepcionante.
El viaje del año nuevo
El día de Nochevieja comenzamos un nuevo viaje, de once días de duración. El billete de ida, a Nápoles nos ha costado 20 euros y para la vuelta hemos comprado un Bari Oporto por 22 y Oporto Madrid por 13.
Volamos a última hora del día 31, por lo que llegaremos a la ciudad italiana, a las 23 horas. Estamos estudiando, como gestionar dormir esa noche, pero creemos, que la cosa está difícil. Según hemos visto en Internet, el horario de ese aeropuerto es de cuatro de la madrugada a las diez y media de la noche, por lo que trataremos de quedarnos en la zona de tránsito, sin salir. Y es, que las temperaturas en esa época allí, también son bajas y encontrar taxi y hotel a esas horas en fin de año, lo vemos poco probable.
En un principio, nuestra intención era combinar la sureña región, de Puglia, con alguna isla griega, como Rodas o Santorini. Pero, poco tiempo después nos dimos cuenta, de que con el primer destino era más, que suficiente. Y además, en invierno,los vuelos a esos lugares insulares escasean o en otros casos, sencillamente, desaparecen.
En un principio y siempre abiertos a modificaciones sobre la marcha, queremos visitar una decena de destinos: Nápoles, Bari -ambos, ya conocidos en el pasado -, Alberobello, Taranto, Ostumi, Brindisi, Lecce, Otranto,Gallipoli y Leuca. Casi todos los lugares están conectados entre si por ferrocarril, aunque en la mayoría de los casos, no existen servicios directos y hay, que hacer ajustados cambios .
El itinerario provisional sería el siguiente:
Día 1. (31 de diciembre, de 2022). -Valladolid- Madrid - Nápoles
Día 2. Nápoles
Día 3. Bari.
Día 4. Alberobello y Taranto
Día 5. Ostumi y Brindisi
Día 6. Lecce
Día 7. Otranto y Gallipoli
Día 8. Leuca
Día 9. Leuca- Bari
Día 10. Bari Oporto
Día 11. Oporto -Madrid- Valladolid.
domingo, 25 de diciembre de 2022
jueves, 22 de diciembre de 2022
Adiós a Bombay y al viaje
Cada vez, que llegamos a India, salimos disparados, como un cohete. Como si nos persiguiera el mismísimo diablo, corremos despepitados en busca de emociones, no viendo siquiera los posibles inconvenientes o el inapelable desgaste, que este país genera, si lo visitas a lo bestia, cómo es nuestro caso. Y, como era de esperar, los días han ido pasando y paulatinamente, nos hemos ido apagando, también debido a la inevitable pereza, al machacante calor y a las seductoras comodidades de nuestra estancia, en Goa.
El hotel de Bombay no es una maravilla, pero dado los precios del alojamiento aquí, siendo de largo la ciudad más cara, de India,no nos quejamos de la relación calidad precio. Y además, la ubicación es perfecta, en pleno corazón de Colaba. Nos va a servir, simplemente, para refugiarnos y protegernos, en estas últimas horas de viaje, en las que nada queremos saber ya, de India.
Apenas, lo abandonamos ya, para conseguir unos sándwiches vegetales -,sin chile, que nuestro estómago no aguanta más picante - y un refresco y para dirigirnos a la muy concurrida Puerta de la India, en la que la entrada se realiza separada por sexos, después de traspasar un vibrante y caótico mercado, donde se vende mucha fruta pelada y partida, en bandejas y fritanga de todo tipo. Y aún así, a mi pareja está a punto de atropellarla un vehículo.
Por la tarde, después de un largo reposo y convalecencia viajera, antes de anochecer, nos atrevemos a ir a comprar agua y unos snacks, en unos puestos cercanos y sin cruces peligrosos. Ni siquiera valoramos, llegar hasta la tienda de bebidas alcohólicas, porque las aglomeraciones nos generan un estrés insoportable. Aquello, que es anodino y ligero, a principio del viaje, pesa ahora, como una insoportable losa de granito. Tiraremos, como se pueda, con las existencias etílicas almacenadas, en Goa.
La noche pasa fugaz, protegidos del pegajoso calor por nuestro potente ventilador. Nos despertamos más pronto de lo necesario, porque no podemos contener el deseo de irnos, de poner tierra y continente de por medio. Arramplamos con unas samosas y unas bondas y tomamos el camino de la estación de trenes, de la que nos separa algo más de media hora, caminando. Es lunes y afortunadamente, las calles están más vacías y con menos tráfico, que ayer. Hay bastantes semáforos en el centro. Cuando los conductores les hacen caso, el tiempo es muy desfavorable para el peatón: solo 10 segundos para cruzar, por 280 para los vehículos y resto de cacharros rodantes.
A estas horas, las puertas de la terminal ferroviaria vomitan gente, como si de tratara de una insoportable resaca, después de una noche de borrachera. Dos son los temores, que nos separan del aeropuerto. Que el cercanías vaya lleno, hasta Andheri -unos tres cuartos de hora- y el posterior autorickshaw,cuya conducción infernal y descontrolados atascos, ya sufrimos a la ida.
Pero, inesperadamente, todo va bien. El tren tiene un aforo moderado y por 100 rupias más, de lo que vale un tuck tuk -apenas 1,25 euros más -, nos subimos a un nuevo y flamante taxi. Desde sus cómodos asientos tapizados y sus ventanillas, vivimos nuestros últimos instantes en las calles de la India, como si lo viéramos desde un lujoso y protegido palco.
¡Otra vez , salimos vivos de aquí!
De regreso a Bombay
El tren de vuelta desde Neral, fue peor todavía, que el de la ida. Convoy abarrotado, en el que se masca la asfixia. Y eso, que es domingo,a las ocho y media de la mañana . No sólo los viajeros se colocan en el pasillo, sino también entre los que vamos sentados, siendo el agobio indescriptible. Ellos y ellas, ya están acostumbrados y lo viven con total normalidad, como transitan por sus mierdas de vida. Ellas, con los elegantes Saris y los más modestos e infrecuentes en el sur, salwar kamis. Ellos, embutidos en sus asquerosos pantalones de tergal y sus camisas de cuadros o rayas.
En la estación de Bombay huele fuertemente a pescado,como ayer, pero desconocemos las causas. Hoy, nos resulta más fácil caminar por la ciudad, que cuando llegamos de noche, aunque las obras del metro siguen resultando molestas no existen indicios evidentes, de que hayan avanzado algo.
De las cinco grandes ciudades de India, Bombay es la que nos resulta menos amistosa. Son sentimientos puros y duros, después de cuatro veces en este país, aunque luego, intentamos sustentarlos con la lógica, como no podría ser de otra manera. Sus habitantes en general, resultan engreídos y toscos, los alojamientos son los más caros de India y resultan demasiado básicos. De los dieciséis de este viaje, el de la capital de Maharastra es el único con baño compartido. Nunca comimos demasiado bien aquí, aunque casualmente, hoy sí.
En esta ciudad y a todas horas del día pululan miserables buscavidas -no es frecuente en la mayor parte del país,- y mendigos agresivos de todas las edades y sexos. Y, para colmo, en el centro -Colaba-, no hay apenas tiendas de alcohol o cerveza, aunque da igual porque ambos tienen precios estratosféricos (casi tres euros para 65 centilitros de birra).
Pero no seríamos justos, sino mencionamos las ventajas o bondades de esta ciudad. Dispone de más aceras en el centro, que ninguna otra. Tiene semáforos frecuentes y el tráfico es más ordenado, que en otras partes, porque hay menos motos, o rickshaws y más coches. Aunque a la vez, el panorama es más peligroso, porque se circula más rápido. Bombay cuenta además con muy buenos mercados.
Lo que ya parece increíble es, que en una ciudad de 17 millones de habitantes, sino te decides por el taxi tienes, que tomar un impredecible y alocado autorickswah, desde una estación de cercanías situada a siete kilómetros, para poder llegar al aeropuerto. Ni metro, ni autobús, ni lanzadera.
miércoles, 21 de diciembre de 2022
Al final, no fuimos a Matheran
La última mañana en Margao fue al estilo calcuteño. Es decir, tomando cervezas en la habitación y agotando el tiempo hasta el límite del checkout . Los 600 kilómetros hasta Bombay fueron una maravilla. Acostumbrados a todo tipo de autobuses infernales, la litera del tren nos pareció una limusina. Nos sorprendió, que no fueran muchos pasajeros y por tanto, la tranquilidad nos indujo un reparador sueño.
A las 6:15 y con 35 minutos de retraso, llegamos a la antigua estación Víctoria (ahora se llama de una manera más complicada). Como siempre en India, no puedes hacer una predicción de tu futuro inmediato. Sábado, a estas tempranas horas y la estación abarrotada y más todavía, el tren de cercanías, que nos debe llevar a Neral, desde donde se accede, a Matheran.
Como otras veces, la decisión cayó por su propio peso. Había, que elegir entre este destino y Nasik, al norte de Bombay. Pero a este último, los trenes tardan cuatro horas y media. Por eso, fuimos a Neral
"¿A donde va tanta gente hoy?" le pregunto a mi pareja, mientras nos agobiamos en el vagón. "A trabajar, seguro", me contesta ella. Cuando llegamos al destino, colapso total. No iban al curro, sino aque nosotros y todos indios (ni un solo guiri). El tren, que va a Matheran -casi tres horas para 11 kilómetros -, se ha restablecido, aunque su frecuencia es escasa, con cuatro al día. Tenemos la mala suerte, de que según llegamos, está partiendo uno, no habiendo otro hasta dentro de tres horas. Decidimos, no esperar.
Este convoy fue suspendido en 2016, debido a varios descarrilamientos y nadie tenía la esperanza de recuperarlo, pero en India lo imposible es posible. Como bien dice la Lonely Planet -muy mala, en general -, afuera de la estación, se toman taxis compartidos al mismo destino, que cuestan 160 rupias. Pero, las colas son infinitas. Definitivamente, desistimos y abortamos la deseada excursión.
La calle principal de Neral es un verdadero caos, propiciado en un 50% por los cacharros de todo tipo y a partes iguales, por los interminables puestos de fritanga y los alborotados peatones. Menos mal, que no hace mucho calor.
No tardamos mucho en encontrar hotel. De 1200 rupias, lo bajamos a 800 y el dueño orgulloso, nos dice, que somos tan buenos negociando, como los propios indios. ¡Vaya piropazo!
La misma cerveza, que compramos en Goa por 85 rupias, cuesta aquí, 220. Dejamos transcurrir el día, solo saliendo para comer y comprar algo para la cena.