La histeria y la obsesión compulsiva de millones de personas -aun sin desaparecer-, van dejando paso al hartazgo y a la resignación, ante la ineficiencia de nuestros políticos. Ellos son -todos-, los que se deberían confinar de por vida y no aparecer nunca más. La ciudadanía estaríamos bastante agradecidos. Y eso, que nosotros tuvimos la tregua del verano, que lo pasamos fuera de casa, casi por completo y sin apenas el uso de la mascarilla. No quiero pensar, como estarán, los que hayan llevado una vida más comedida desde marzo pasado.
A casi la nada, han quedado relegados los guantes de plástico en los supermercados, que a todo el mundo le costaba ponerse y que a veces, andaban más tirados por el suelo, que en las manos. También ha decaído, notablemente, el uso de geles hidroalcoholicos. Antes, era una locura, porque si ibas a cuatro o cinco tiendas, te obligaban a dártelo en todas -cada una de textura y olor distintos- por lo que llevabas las manos -como minimo- hechas un asco. Las cajeras ya se han cansado de recomendarlo.
Con cuentagotas se localizan ya, esas histericas -, porque la mayoría eran mujeres-, que a grito pelado te recriminan ponerte bien la mascarilla o te indicaban, que ibas por mal lado en la calle, solo porque a un concejal gilipollas, se le había ocurrido dividir la vía pública en un carril de ida y otro de vuelta (caso de Candás, por ejemplo, en Asturias).
Ahora, ya tenemos bastante con enterarnos cada día, de que es lo que podemos y lo que no hacer, porque las normas cambian a más velocidad, de lo que sube o baja la bolsa. Todo, fruto de unos políticos ineptos, que no contentos con haber errado casi en todas sus decisiones y habernos hecho sufrir con un arresto domiciliario o secuestro de varios meses, ahora nos culpabilizan a los ciudadanos de sus fracasos, bajo el argumento, de que hemos sido unos irresponsables.
Pero, al margen de estas reflexiones, dos son los motivos, que me animan a escribir este post:
Cada vez, oigo más por la calle la frase: "uy, si ya somos, como los asiáticos, todo el día con la mascarilla puesta". La ignorancia y la estupidez son atrevidas en personas, que probablemente, no han pisado nunca ese fantástico continente. Hemos hecho una docena de viajes -de duración larga y media-, conozco casi todos los países y puedo asegurar, que nada más lejos de la realidad.
Hasta la llegada de la pandemia, el uso de la mascarilla, en Asia, era residual, viendo a muy poca gente usándola por la calle o en lugares cerrados. Caben las excepciones de Japón y Corea del Sur, donde sus usuarios podrían rondar el 5% o menos. Se trataba, fundamentalmente, de chicas jóvenes, por lo que intuyo -aunque esto no lo puedo asegurar-, que se consideraba un complemento estético y no un producto de higiene. No hace mucho, vi un reportaje de un par de años atrás sobre Japón y pude confirmar, lo que vi con mis ojos, durante nuestra visita, en 2017.
Algo, que me resulta indignante, por otro lado, es que los virologos, estén metiendo sus hocicos, a todas horas, en los medios, llenándonos de teorías catastrofistas y peticiones de confinamiento eterno. Existe un dicho muy ilustrativo, que dice, que quien tiene un martillo, solo ve clavos. Algo así les debe pasar a estos expertos en lo suyo, pero inexpertos en globalizar y ver todas las aristas de un problema.
Mi asombro y estupor se hicieron más palpables, al leer una entrevista de una virologa del CSIF diciendo, sin encomendarse a nada ni a nadie, que en el sudeste asiático hay pocos casos, porque la gente es obediente y disciplinada. Esta señora, desde luego, no ha estado en el caos sin normas del tráfico de Bangkok, en sus restaurantes callejeros - donde se come más que en casa- ,en las indisciplinados calles, de Pom Penh, Ho Chi Minh, Jakarta, Dempasar, Manila, Yangón...donde cada uno busca su hueco vital entre la anarquía...Son más tranquilos, en Laos, pero porque es una sociedad, eminentemente rural, pero eso tampoco significa obediencia