Todas las fotos son, de Almaty (Kazajistán)
Agradecidos estamos a Booking -a pesar de la lata, que nos dan por correo electrónico todo el año-, porque sin ellos, habríamos tenido muchas dificultades para encontrar alojamiento, en Uzbekistán y Kazajistán. El caso es, que tú los ves en el mapa de la web y existen muchísimos. Pero luego, cuesta mucho encontrarlos en la práctica, por diversos motivos: porque están escondidos, porque no ponen el nombre del hotel visible en la calle, porque está en cirilico, porque el taxista no identifica la dirección o por todos estos factores juntos.
Ya os conté, que ha sido el viaje más hostelero, que hemos tenido en nuestras ya largas vidas y por eso os vamos a contar nuestras experiencias, como si fuéramos casi novatos.
Para empezar y para nuestra desesperación, los cinco establecimientos -cuatro, en realidad, porque uno es repetido, aunque en circunstancias distintas-, nos obligaron a descalzarnos a la entrada y solo uno de ellos nos dio calzado de sustitución. Resulta bastante molesto -sobre todo, a los que llevamos dinero en los pies- y no me acabo de acostumbrar. Solo dos de ellos, tienen armarios con llave, por lo que normalmente y sino quieres contratiempos, debes dormir con todo encima y sin quitarte los pantalones. ¡Porca miseria!.
Alojarte en un hostel -sobre todo si es por más de una noche- es una mezcla de aventura y una especie de juego de rol. Debes ir descubriendo los espacios donde te sientes más cómodo -no siempre son los mismos-, tratar de ver venir a tus compañeros de cuarto, lidiar con todos los servicios compartidos y también, si vas a tomar alcohol, intuir, que a nadie le moleste. Os anticipo, que en este viaje hemos tenido relativa suerte.
-Taskent: hostel modélico (el primero, que viene en las guías). Personal muy amable y servicial, baños impolutos y suficientes, zona común de alfombras y cojines. Desayuno correcto, donde solo te limitan el plato de embutido. En la primera estancia -de una noche- nos dieron una cuádruple y estuvimos solos. En la segunda, nos mandaron al dormitorio compartido gigante, con camas y no literas. La clientela es internacional y abundante. Los viajeros solitarios, peculiares, pero no problemáticos.
-Samarcanda: llegamos de noche y gracias a un taxista heroico y a nuestra insistencia, conseguimos dar con el. Personal frío y dormitorio mixto de 10 literas, casi lleno todos los días, aunque con rotación. Desayuno penoso y baños lamentables. Como en todos los de Uzbekistán, ningún problema para que te den el registro, pero no fuimos capaces de ducharnos allí y se nos formó un tapón en el culo.
-Bujara: llegamos también de noche y gracias a encontrarnos con un chico portugués, compartimos un taxi y sus gastos. Aquí si, los conductores se las saben todas, pero nosotros también. Sorprendentemente, tomamos una habitación aislada del dormitorio común por una cortina y una litera, lo que nos permitió tener intimidad las dos noches y así poder cargar todos los cacharros -algo no siempre factible- con comodidad. Desayuno primoroso, variadísima y sin límites. Clientela muy internacional, también de grupos. Y muy buen acceso a los lugares interesantes de la ciudad, incluso de noche, cosa que es uno de los mayores handicaps, del de Taskent
-Almaty: peculiar este sitio, sin lugar a dudas, pero acabamos quedándonos tres noches. El primer día nos resultó imposible distinguir -y no exagero-, quienes eran clientes, propietarios o empleados. El que nos recibió -que chapurreaba algo de inglés-, nos mandó a otro, que supuestamente lo hablaba mejor -aunque no fue así- y que hizo fotos a nuestros pasaportes, pero que luego resultó ser un cliente de nuestro propio dormitorio de seis literas. Al día siguiente, apareció una señora -keli-, que parecía la jefa y el último día, una amiga suya muy mandona. Sin desayuno y con baños correctos.
La primera noche dormimos solos, porque el gordo de los pasaportes se cambió de pantalón, se perfumo, salió a la media noche y ya no apareció. La segunda vino un chico sobre las 21:00 horas y el pasado de kilos arribo sobre las doce, para roncar durante todos sus sueños. La última, otra vez volvió a desaparecer y el otro chico nos dejó disfrutar en soledad, hasta la una de la madrugada. El mejor wifi del viaje. La clientela un poco extraña, gente local que no parecían turistas.
Agradecidos estamos a Booking -a pesar de la lata, que nos dan por correo electrónico todo el año-, porque sin ellos, habríamos tenido muchas dificultades para encontrar alojamiento, en Uzbekistán y Kazajistán. El caso es, que tú los ves en el mapa de la web y existen muchísimos. Pero luego, cuesta mucho encontrarlos en la práctica, por diversos motivos: porque están escondidos, porque no ponen el nombre del hotel visible en la calle, porque está en cirilico, porque el taxista no identifica la dirección o por todos estos factores juntos.
Ya os conté, que ha sido el viaje más hostelero, que hemos tenido en nuestras ya largas vidas y por eso os vamos a contar nuestras experiencias, como si fuéramos casi novatos.
Para empezar y para nuestra desesperación, los cinco establecimientos -cuatro, en realidad, porque uno es repetido, aunque en circunstancias distintas-, nos obligaron a descalzarnos a la entrada y solo uno de ellos nos dio calzado de sustitución. Resulta bastante molesto -sobre todo, a los que llevamos dinero en los pies- y no me acabo de acostumbrar. Solo dos de ellos, tienen armarios con llave, por lo que normalmente y sino quieres contratiempos, debes dormir con todo encima y sin quitarte los pantalones. ¡Porca miseria!.
Alojarte en un hostel -sobre todo si es por más de una noche- es una mezcla de aventura y una especie de juego de rol. Debes ir descubriendo los espacios donde te sientes más cómodo -no siempre son los mismos-, tratar de ver venir a tus compañeros de cuarto, lidiar con todos los servicios compartidos y también, si vas a tomar alcohol, intuir, que a nadie le moleste. Os anticipo, que en este viaje hemos tenido relativa suerte.
-Taskent: hostel modélico (el primero, que viene en las guías). Personal muy amable y servicial, baños impolutos y suficientes, zona común de alfombras y cojines. Desayuno correcto, donde solo te limitan el plato de embutido. En la primera estancia -de una noche- nos dieron una cuádruple y estuvimos solos. En la segunda, nos mandaron al dormitorio compartido gigante, con camas y no literas. La clientela es internacional y abundante. Los viajeros solitarios, peculiares, pero no problemáticos.
-Samarcanda: llegamos de noche y gracias a un taxista heroico y a nuestra insistencia, conseguimos dar con el. Personal frío y dormitorio mixto de 10 literas, casi lleno todos los días, aunque con rotación. Desayuno penoso y baños lamentables. Como en todos los de Uzbekistán, ningún problema para que te den el registro, pero no fuimos capaces de ducharnos allí y se nos formó un tapón en el culo.
-Bujara: llegamos también de noche y gracias a encontrarnos con un chico portugués, compartimos un taxi y sus gastos. Aquí si, los conductores se las saben todas, pero nosotros también. Sorprendentemente, tomamos una habitación aislada del dormitorio común por una cortina y una litera, lo que nos permitió tener intimidad las dos noches y así poder cargar todos los cacharros -algo no siempre factible- con comodidad. Desayuno primoroso, variadísima y sin límites. Clientela muy internacional, también de grupos. Y muy buen acceso a los lugares interesantes de la ciudad, incluso de noche, cosa que es uno de los mayores handicaps, del de Taskent
-Almaty: peculiar este sitio, sin lugar a dudas, pero acabamos quedándonos tres noches. El primer día nos resultó imposible distinguir -y no exagero-, quienes eran clientes, propietarios o empleados. El que nos recibió -que chapurreaba algo de inglés-, nos mandó a otro, que supuestamente lo hablaba mejor -aunque no fue así- y que hizo fotos a nuestros pasaportes, pero que luego resultó ser un cliente de nuestro propio dormitorio de seis literas. Al día siguiente, apareció una señora -keli-, que parecía la jefa y el último día, una amiga suya muy mandona. Sin desayuno y con baños correctos.
La primera noche dormimos solos, porque el gordo de los pasaportes se cambió de pantalón, se perfumo, salió a la media noche y ya no apareció. La segunda vino un chico sobre las 21:00 horas y el pasado de kilos arribo sobre las doce, para roncar durante todos sus sueños. La última, otra vez volvió a desaparecer y el otro chico nos dejó disfrutar en soledad, hasta la una de la madrugada. El mejor wifi del viaje. La clientela un poco extraña, gente local que no parecían turistas.