Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 31 de octubre de 2024

El infernal Riad Dar Diwan (parte II)

           Amin y su familia -la real- son una auténtica secta mafiosa, aunque esta última se limita a obedecer sus constantes órdenes. Es difícil escapar de sus garras, porque que sepamos, habla árabe, español, inglés, francés e italiano. La mejor manera de evitarlo es huir del alojamiento o permanecer encerrado en tu alcoba, donde es verdad, nunca te molesta. Amin es machista hasta el extremo y cuando se trata de atender parejas heterosexuales, a la mujer le niega su existencia.

          La primera con él, la tuvimos antes de bajar, tras el "té de bienvenida"de la terraza. Le explicamos, que no teníamos dirhams y que le pagaríamos a la tarde, ante lo que me dió un envolvente y asqueroso abrazo y espetó: "no pasar nada, todos familia y si tú no tener dinero, dormir gratis". Le tuvimos, que parar y decirle, "que si poseer peculio".

          No pasaron ni cinco minutos, hasta confrontarle de nuevo. El wifi no funcionaba -no lo hizo hasta medianoche de ese día y bastante mal- y al hacerle la observación, nos dijo, que era cuestión de nuestros teléfonos. Al indicarle, que teníamos tres y ninguno estaba operativo, se llenó de ira y sentenció: "si no estar a gusto con familia bereber, podéis iros de aquí ahora mismo". Lo habríamos hecho de no ser, porque en la reserva tenía atrapado el número de una de nuestras tarjetas de crédito.

          A las ocho de la tarde llegó una zaragozana -al día siguiente, charlamos bastante con ella- y su hijo, que habían contratado una habitación con dos camas. Amin le dijo, que solo disponía de una de matrimonio y la señora aceptó, con la única condición, de que le mantuviera el precio. Y la frase volvió a saltar con contundencia: "si tú querer dormir gratis aquí, no hay ningún problema con familia bereber". Rezamos, para que ella aceptara la envenenada propuesta pero no lo hizo.

          Tras una noche tranquila, en la que el único jaleo provino de la terraza, donde algunos huéspedes y el propietario se atiborraban a shishas de hachís, llegó el  momento del desayuno. Después de casi una hora esperando y de aguantar constantes molestias, recibimos un recipiente de tajine con humus muy líquido, tan solo por la mitad y para los dos. Lo demás: zumo, té a la menta, café, un yogurt y toneladas de harinas fritas en forma de masas bolosas, aderezadas por una minúscula tacita de miel. Es verdad, que por 14 euros la noche es, hasta generoso. Ni una servilleta. Pensamos, que era una estrategia intencionada: con las manos empapadas del líquido de las abejas, nos pagaríamos a la barandilla de la escalera demoníaca al bajar y no caeríamos al vacío.

          A un huésped, que se iba ese día, le aseguró : "mañana, huevos y carne, para ofreceros una muestra de la cocina bereber". Lo cierto fue, que al día siguiente, ni humus siquiera. Solo fritanga.

          Como habíamos sido poco receptivos a su tabarra y algo díscolos, se pasó el segundo desayuno dándonos la brasa, con que le hiciéramos una buena crítica en Booking.

miércoles, 30 de octubre de 2024

El infernal Riad Dar Diwan (parte I)

           El acontecimiento principal de este decimotercer periplo marroquí no ha sido una visita, un encuentro, un momento, una comida, un paisaje... Ha resultado ser nuestro primer hotel en Fez: el Riad Dar Diwan. No sabía muy bien, como ordenar este post, así, que lo haré por orden cronológico.

          Reservamos en este establecimiento debido a la buena puntuación en Booking -8,5-, las opiniones y su situación céntrica, en Talaa Sghira. Entre los comentarios, mucha confusión, sobre su ubicación o sobre si son dos hoteles distintos: uno Riad Dar Diwan y otro, sin la palabra de en medio. Aclaramos este aspecto. Efectivamente y como señalan algunos huéspedes, el lugar aparece mal ubicado en Google Maps, pero está bien señalado en Talaa Sghira. Se debe ingresar a la derecha al final de la calle, por un callejón estrecho y parcialmente cubierto, después de la indicación. Se trata de un único alojamiento, tan lleno y rentable -sobre todo, plagado de españoles-, que su gestor deriva a algunos huéspedes a casa de su hermana.

          Para más confusión, en Booking exponen, que solo se puede pagar con un sinfín de tarjetas de crédito, cuando la realidad es, que solo aceptan efectivo.

          Al llegar y encontrarlo sin problemas, casi me abro la cabeza, al golpearme con el borde superior de la puerta de entrada. Todo el establecimiento está lleno de marcos bajos y ni se han molestado en poner unos mullidos para evitar accidentes. La escalera que asciende a las plantas y a la terraza es cerrada e infernal. Nosotros estamos en forma, pero algunos llegan extenuados. No fue un problema constante, porque nos alojaron en la planta baja.

          La alcoba era grande, aunque muy básica y sin ventana -como la mayoría -, porque es un edificio con pocas salidas al exterior y el cercano baño resultaba aceptable y con agua caliente.

          El primer trámite, que ya conocíamos por las opiniones, es subir a tomar un té con pastas a la terraza. No se trata de un acto de hospitalidad o generosidad, sino de saber de que pie cojeas, para ver, que te pueden colocar. Al decirle, que era nuestro decimotercer viaje al país y detallar nuestro itinerario, nos dejaron bastante tranquilos, no sin insistirnos, que alli todos funcionaríamos, como hermanos, como una gran familia, desayunando -está incluido-, comiendo y cenando juntos. El problema es, que el mismo tajine, que en la calle cuesta entre 35 y 70 dirham, allí vale 140. No quiero ni imaginarme, que cobrarán por la cerveza, que ofrecen o por las shishas bien bendecidas y santiguadas.

          Quien nos había recibido desde el principio era Amin. Bajo su exagerada amabilidad, se esconde un despiadado chantajista emocional, que no duda en usar cualquier treta para conseguir sus objetivos. Todo va bien, hasta que le llevas la contraria o algo no le cuadra. Entonces, estalla con reacciones furibundas, que dependen del momento en el que se haya fumado el último porro (está todo el día a la labor, dado que no lo esconde y sus ojos lo demuestran). A los dos minutos, te abraza y te vuelve a llamar hermano o familia.

El gran reencuentro con Fez (parte II)

           Hace un par de décadas, uno sabía que se acercaba a la zona de los tintoreros por el nauseabundo e impactante olor. Nos llegaron a contar, que entre algunos desagradables componentes,los tintes llevaban hasta heces de paloma. Hoy en día -sea por lo que sea y que desconocemos-, el hedor es casi imperceptible. Igual, que ha desaparecido la basura en el pavimento y la medina está pulcra o que el parque automovilístico se ha remozado notablemente. Y todo ello, a pesar, de que la mayoría de la población sigue basando su alimentación en productos compuestos por harinas fritas. Como siempre dijimos, la dignidad y la limpieza no están reñidas con la pobreza.

          Pero, hablemos de los tintoreros, que no solo se encuentran en la zona descrita en la entrada anterior, sino en otras áreas colindantes menos conocidas, menos espectaculares, pero más accesibles, porque allí no te molesta nadie.

          En nuestra primera visita y llegando casi solos hasta el patio de los tintes, fue un niño el que nos terminó de guiar a cambio  de diez dirham. Afortunadamente, hoy en día ya no se les permite practicar esta actividad. Nos limitamos, a subir a una terraza y contemplar el panorama desde lo alto.

          En la segunda, en 2010, llegamos a la calle de acceso, donde estaban -y están - los escoltas del llamado "guardián". Tras una larga y desagradable discusión, conseguimos bajar hasta abajo -aunque sin poder hacer fotos -, una vez, que derribamos verbalmente sus intolerables argumentos. Según nos decían, los occidentales éramos unos seres caprichosos, que solo queríamos ver la pobreza y los trabajos indignos de Marruecos, de los que teníamos toda la culpa. Sin embargo, todo quedaba en nada, si les dábamos 10 euritos para acceder. Conseguimos convencerlos, de que ni éramos euros con patas, ni íbamos a sentir ninguna culpabilidad por la situación laboral en Marruecos y de que no hay trabajos indignos, sino muy mal pagados o con condiciones indeseables. Hasta que llegó otro mafioso mayor y nos echó de allí.

          Es de lo poco, que no ha cambiado en Fez, dado que esta vez, intentamos entrar y nos ocurrió lo mismo. Con la diferencia, de que no quisimos discutir y nos fuimos.

          En otro orden de cosas, os recomendamos, que si podéis, evitéis visitar Fez, en viernes. A diferencia del resto de Marruecos, la actividad en la medina se reduce muy notablemente, estando casi todo cerrado. Sin embargo, el número de pelmas y buscavidas se duplica ese día.

          Hasta chapan el zoco principal, por lo que volver desde el interior del casco viejo se hace mucho más difícil, debiendo dar muchas vueltas para retornar a la puerta azul y verde. Esto puso en juego nuestra pericia con éxito. Nunca jamás nos hemos perdido en esta medina y está vez, tampoco.

          Como norma general, la mejor manera de ubicarse es sabiendo, si estás paralelo o perpendicular a las dos calles principales. Después, conocer, que debes tomar la dirección contraria al sol, si es por la mañana o ir hacia él, por la tarde. Y por último, siempre cuesta arriba. En cierta ocasión, jugamos a perdernos por este enjambre de 9400 calles y no lo conseguimos.

          Una última información de servicio: para comprar licor, cerveza o vino, id hasta "La Cueva" del Carrefour en el centro comercial Borj Fez. Encontraréis más guiris -lugareños también-, que en la propia medina.

domingo, 27 de octubre de 2024

El gran reencuentro con Fez (parte I)

          Finalmente, no nos afectaron las incidencias ferroviarias patrias y llegamos a Madrid con tiempo y sin angustia. El repleto vuelo a Fez, llegó puntual. Nos recibieron con veinte grados, pero con un potente viento. Menos mal, que el aeropuerto no cierra por la noche y pudimos dormir de forma incómoda sobre sillas con reposabrazos en el medio.

          El autobús 16 te lleva hasta el centro en cuarenta minutos, por cuatro dirham, pero el primero, que vino olía a motor quemado y no prestó servicio. Mal inicio. Desde la estación de trenes fuimos andando hasta la Medina -unos cinco kilómetros - con el severo sol de las diez de la mañana cayendo de plano.

          Como hasta la una no podíamos acceder al alojamiento, nos dedicamos a recorrerla, constatando grandes diferencias con nuestra última visita, en 2012. Y todo son buenas noticias. Por un lado y en las dos calles principales -Talaa Kebira y Talaa Sghira-, se han llevado a cabo labores de reconstrucción importantes. No sabemos de dónde ha salido el dinero, pero lo que era decadencia y anclajes de edificios, se ha convertido en armonía suprema.

          Por otro, han desaparecido las mulas, que cargadas hasta las cejas, con todo tipo de cosas, trotaban por la parte vieja, convirtiendo en un caos está zona, que es el centro peatonal mas grande del mundo. ¡Se acabó con su sufrimiento y con el de los viandantes!

          Y, por último, la mayoría de los vendedores se han civilizado algo y resultan menos agresivos, aunque no han cambiado su repertorio de chistes malos. Solo nos hizo algo de gracia uno, que nos espetó: "os vendo una alfombra voladora".

          Para llegar caminando desde la medina nueva de Fez a la parte vieja se bordea la amplia extensión del Palacio Real, para acceder a la puerta de la animada calle de Moulay Ismail. Se cruzan un par de zocos, una explanada de venta callejera, las gruesas murallas y se deja a un lado la bonita Kasbah, para otro rato. Se continúa por una larga calle y tras una diáfana plaza enorme se llega a la puerta azul y verde (un lado de cada color).

          Talaa Kebira y Talaa Sghira son dos arterias casi paralelas, que se entrelazan entre si con otras mas cortas, estrechas y perpendiculares. La primera lleva más recto al zoco principal -toda la medina es un sinfín de tiendas-, a la Medersa y a la Mezquita Kairouan. Rodeándola se termina en la plaza Sefarine.

          Desde aquí, por una calle se llega a una gran extensión -actualmente en prometedoras obras-, que alberga la Mezquita Andaluza. Por otra y girando dos veces a la izquierda, se accede a los tintoreros. Este lugar, merece capítulo aparte, como veremos en el siguiente post.