Decimos adiós a nuestro hotel de Marrakech -hoy completo, debido a la afluencia de familias marroquíes cargadas de niños y achiperres- y al colchón más duro de hace años, para dirigimos a la estación de autobuses.
Cuando ya has visitado una ciudad varias veces, se moderan las emociones y se descubren más sus defectos. Y es que la medina de Marrakech, está plagada de edificios históricos apuntalados con andamios de diversos materiales y/o en estado semi ruinoso. En la mayoría de los casos, las obras de rehabilitación parecen paradas
En cuatro horas y cuarto, asfixiados de calor -no ponen el aire acondicionado,ni a tiros-, nos ponemos en Tabourahte, localidad a 20 kilómetros de Ourzazate y de donde parten los poco frecuentes taxis compartidos -grand taxi-, que llevan hasta Ait Ben Hadoou.Tenemos suerte y completamos uno de ellos y en dos minutos salimos para el destino, a 9 kilómetros.
Constatamos, que los alojamientos son aquí carísimos. Nos piden entre 300 y 600 dirham, cuando en Marrakech hemos pagado 150. Cuando al fin, damos con uno de 200, ya habíamos decidido no pernoctar aquí porque los restaurantes tienen precios prohibitivos -un tajine, a 85- y poca cosa se puede hacer más, salvo pasear entre casas de adobe y paja y un sol aplastante.
Nos sorprende, la gran cantidad de grupos de guiris, que lo copan todo, molestan a tope y se van sin gastarse un dirham.
Para empezar, diremos que nos parece que esta kasbah está muy sobrevalorada. Además de ser un poco Disney world rural -las pelis del desierto de Hollywood le han dado gran fama -, tiene una gran cantidad de vecinos molestos -para enseñarte sus casas pagando entre 10 - 20 - y vendedores.
Se encuentra algo descuidada y con grandes necesidades de inversión, que nunca llegarán y los alrededores tampoco ofrecen nada especial. Pero, para una hora, si da para entretenerse, visitando la agitada calle principal, la parte de abajo y ascendiendo hacia las murallas. Se accede a ella, cruzando el río, bien por un puente o saltando por sacos terreros. Cada uno.., verá.
Como no encontramos más forma de retornar, que la elevada oferta de conductores lugareños, nos decidimos por volver andando, por un camino incómodo y con un paisaje aburridísimo (1 hora y media)
Y de nuevo, muy buena suerte, porque el grand taxi, a Ouarzazate, parte a nuestra llegada.
Toca buscar hotel, pues el del 2008 ha subido un 70%. Y regateando duro y por 180 dirham, logramos uno mucho mejor y con baño privado.
Es sorprendente, la cantidad de sitios aquí, donde venden cerveza, vino y alcohol, siendo una ciudad de veinte mil habitantes. Estamos en la región del Draa, de mayoría bereber. Profesan el islam, el cristianismo o el judaísmo, pero en cualquier caso, suelen ser algo más tolerantes con el alcohol y el sexo, que los musulmanes árabes.