Las tres primeras fotos son, de Phuket (Tailandia)
Resorts abandonados con pasado más
glorioso; timos varios, a la que te descuidas; tuktukeros
pesadísimos; restaurantes caros y pésimos; baños callejeros, que
te cuestan un euro... No me extraña, que estén tan turbias las
aguas de Patong, donde tras el baño, yo he pillado, por cierto,
manchas en la piel.
Pero, vayamos por partes, que si no,
me pierdo. Patong no es ni de lejos -varia mucho, si la marea está
alta o baja-, una de las 50 playas más chulas del mundo. Pasa lo
mismo, que en otras zonas del subdesarrollo sostenido: demasiado
arroz para tan poco pollo. Vamos, que las infraestructuras sobrepasan
y devoran con creces a la escasa oferta de playeros y babosetes Los
macrocentros de diversión se presentan, entre esperpénticos y
espectaculares. Parece, que fueran idea de un jeque millonario y
excéntrico, al que el proyecto se le ocurrió un día y se le olvido
a la jornada siguiente.
Esta y las tres siguientes son, de Patong (Tailandia)
La playa no deja de ser muy mediocre,
aunque el panorama mejora, cuando sube la marea o se nubla el sol, lo
que ocurre casi todas las tardes en esta época de monzón. Aunque,
no os engañéis: en esta zona del planeta existen muchas
playas-charco, durante todo el año.
La organización del espacio arenoso
resulta diversa, aunque comprensible a la mente humana, después de
dar un largo y no agobiante paseo. En el centro, encontramos un poco
de distorsión, donde todo se mezcla (las corrientes ayudan). Unas
pocas guiris blanquitas, unos pocos lugareños tapados hasta las
cejas, pescadores por necesidad o aficción, vende burros, vende
taxis, practicantes de actividades como el parasailling, -desde una
lancha te suben hacia el cielo, colgado de un paracaídas y
acompañado por un bigardo local, no sea que te caigas al mar- y así,
por tan solo 2500 baths, durante unos dos minutos, te crees un súper
héroe.
Quien viene aquí, desde luego, no
piensa en el dinero, ni en si esta playa es mejor -ni de coña-, que
una de Formentera o de Fuerteventura. Unos cuantos Mai Tai -ron,
curaçao de narranja y lima- te terminan de nublar la visión y, ya
en ese estado, ni te enteras de los precios, que son de escándalo.
Yo, llevo todo el día tratando de
resolver como funciona esto y no lo entiendo. Creo, aunque me pilla
lejano, hace algunos años escribí un post sobre las playas del
tercer mundo, al que habría, que remitirse. Para resumir, y aquí,
así ocurre, una hamburguesa cuesta el doble, que un cuidado masaje
de una hora -no sexy, según indica el cartel- y dos cervezas, lo
mismo que nuestra noche de hotel, algo básico, pero limpio y ubicado
en el bonito centro, de Phuket.