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domingo, 28 de noviembre de 2021

Los perdedores siempre acaban en la capital


        Aún faltan más de diez días para Halloween y para la famosa fiesta del Día de Muertos. Pero Ciudad de México rezuma de motivos y emblemas de esta festividad, a cada paso que das. Y, todo al ritmo de los organilleros, que con una mano le dan a la manivela y con la otra piden. Son decenas de ellos, solo por el centro y te acaban sacando de quicio. Yo si les daría un donativo, pero por qué se fueran a su casa.

        Después de visitar otros lugares, concluyo que Ciudad de México es la capital de los perdedores. Muchos llegaron aquí buscando fortuna y ahora nadan en la turbulentas aguas de la miseria. Son miles de personas, las que se ven obligadas cada día a tomar las calles para ganarse la vida (eso que hayamos visto, solo ocurre aquí, afortunadamente). Gentes, que desde otros territorios arribaron aquí y ahora pagan sus frustraciones voceando, cualquier negocio en la calle a cambio de migajas. Vendiendo las cosas más diversas -a veces, inservibles-, improvisando conciertos o gestionando un puesto en el suelo -innumerables sobre todo en el entorno de la calle Moneda-, en interminables y caóticos mercadillos.

        De verdad, ¿Alguien puede creer, que todo lo que hay por la calle se puede vender en un período razonable de tiempo?. Y, además, hay que hacerlo llamando la atención. En el DF nunca se vende en silencio. Se pone música estridente, se gesticula, se grita, si es a través de un micrófono mucho mejor o se aborda al viandante sin miramientos.

          La conflictividad social en la ciudad es enorme, pues la plaza del Zócalo rebosa de protestas frente al palacio presidencial, menos en una ocasión y fue porque había un ruidoso concierto.

          Apenas existen supermercados en el centro aunque hay bastantes buenas opciones de llevarse algo a la boca, fundamentalmente en forma del omnipresente taco. Y todas las bonanzas o penurias se pueden compartir con quién quieras gratis, porque la ciudad dispone de 18000 puntos de wifi, que te dan conexión casi permanentemente.

          Creo que en 2008 pasamos muy deprisa por esta ciudad y nos perdimos cosas. El centro es maravilloso y muy animado -un sábado cualquiera, puede haber más de veinte conciertos a la vez-, y en sus límites, existen buenos itinerarios para encontrar algunas iglesias dispersas, mercados -nos encanta el de San Juan-, o bares y pulquerías como los de la calle Regina. 

        Los templos de Guadalupe son un remanso de paz y fervor, aunque haya que visitarlos con mascarilla.

          Los hoteles económicos son una lotería: malos, buenos o regulares.

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