Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 25 de septiembre de 2017

La isla de Kho Kret, una joya cerca de Bangkok

                                                             Esta y las tres siguientes son, de Bangkok
          Por mucho que vengas a Bangkok, -y ya llevamos siete veces en nueve años-, la ciudad te sorprenderá.

          Nos ha hecho gracia, que algunos coloridos tuck-tuck -ya no son tan ruidosos, exóticos ni cutres, como hace una década-, dispongan incluso de wi-fi. La aldea global expande sus tentáculos hasta los sitios más insospechados, como un virus imparable o la lepra.

          Nos ha atemorizado, en un país tan pacífico como este -a pesar, de sus constantes golpes de estado-, encontrar montones de fundas para pistolas, en loas centros comerciales más transitados de la capital..


          Nos ha encantado, que determinado servicios de bus públicos -como el que va a la cercana isla, de Kho Kret-, sean de uso gratuito, aunque desconocemos las causas y si la iniciativa perdurará en el tiempo.

          Nos ha malhumorado y llenado de indignación, en un día de extremo calor, que haya algunos Seven Eleven de la periferia -en plan muslium-, que no dispensen, ni cerveza, ni bebidas alcohólicas.

          Nos ha compungido, que cada vez haya más obras empezadas y menos terminadas. Algunas, como la del templo del Amanecer o las que tienen a Chinatown patas arriba, ya las encontramos en nuestra última visita, hace ya tres años.
Nos ha confundido, que lleven tres años sin dar un golpe de estado. Raro, raro, raro, teniendo en cuenta la tradición local.

                                                    Estas tres son de la isla, de Kho Kret, en Bangkok
      Por lo demás y a pesar del húmedo bobhorno y de las persistentes lluvias vespertinas, nos dedicamos a los imprescindibles de siempre: el Pho, Chinatown, el templo de mármol...-, aunque siempre quedan nuevos lugares por descubrir, si varias tus recorridos habituales. Por ejemplo, ayer, nos topamos con un desértico y agradable complejo de templos, estupas, rocas y cuevas, que nos sumió en un estado inmenso de felicidad.

          Y, hoy, ¡el no va más!. A unos 16 kilómetros de Bangkok, -contad unas cuatro horas entre esperas y tránsito del bus, para la ida y la vuelta-, se encuentra la fantástica isla artificial, de Kho Kret -ubicada en el Chao Phraya-, que parecería sacada de un cuento del país maravilloso de Alicia, sino fuera por las persistentes y escandalosas motos, que campan a sus anchas en un mundo de paz y de gentes genuinas y auténticas.

          El lugar es idílico: casas de madera, riachuelos, puentes, estupas -la más famosa, torcida-, templos impolutos, fábricas de alfarería artesanal, plataneras y naturaleza virgen, que provocan una humedad tropical insoportable. Sólo y además de las motos y de los carritos de salchichas, hay dos cosas que recuerdan a la maldita civilización: un garito, en plan carretera del desierto americano de Nevada, con macarras y música a tope -aunque sin señoritas visibles, al menos, por la mañana- y la mundana realidad, de que para abastecerse de cualquier cosa en este lugar, se debe coger el bote y cruzar al supermercado Tesco, en tierra firme.


          Un maravilloso y bullicios mercado y un templo de bandera -cercanos a la isla-, completaron una jornada de leyenda, que solo estuvo parcialmente malograda por el ya mencionado asunto del transporte.

¡Volvimos a hacerlo!

                                            Todas las fotos de este post son, de Bangkok (Tailandia)
           Otra vez y con muchas ganas, toca escribir un post sobre Bangkok. Y alguien pensará: ¿tendrá fuerzas para hacerlo?, ¿aportará algo nuevo?... Recuerdo, que en 2014 y al inicio del sexto viaje largo, ya afirmé, que todo seguía igual, que en nuestras anteriores visitas, de 2008 y 2011. Y, en cierta medida, hoy pasa lo mismo, aunque con matices, que expondré más adelante.

          De lo primero, para muestra un botón: en el templo del Amanecer, en el mercado del otro lado del río o en pleno Chinatown, siguen más o menos igual, las eternas obras de restauración o construcción. Resulta triste y chocante comprobar, que determinadas cosas, pase el tiempo que pase, no avanzan. En una de estas mastodónticas reconversiones constructivas -o construyentes, aunque lo dudo-, lo que más nos llamó la atención fue, ver a los albañiles con su uniforme y su tartera, sin hacer absolutamente nada y tranquilos. Lo mismo, llevan en este trabajo, para su suerte, los últimos tres años y hasta cobran.

          Pero, tres acontecimientos hacen que Bangkok no sea el mismo, que el 22 de mayo de 2014, fecha en que abandonamos por última vez el país de la eterna sonrisa:

          1º.- Esa misma histórica jornada y mientras despegábamos, hacia Madrás, se produjo un golpe de estado, que aún sigue en vigor. Aquella deliciosa y pacifica acampada, que abarrotaba medio centro de la ciudad, y que para nosotros, las únicas ventajas, que nos proporcionaba, eran cortes de tráfico y cenas gratis, ya nadie la recuerda. Y, para borrar sus evidencias, hasta el típico templo negro, lo han pintado de dorado.

          2º.- La muerte del anterior rey -el veterano, Bhumibol Adulyadej, también conocido, como Rama IX-, ocurrida el pasado octubre, aún colea y coleará por largo tiempo (aunque parece, que su hijo y actual monarca, no es tan tonto, como lo pintaban). Molestias para lugareños y turistas y beneficios para aspirantes a policías, que quisieran tener un sueldo, no haciendo más que intimidar a la gente, que pasea. Como duelo, casi eterno, han cortado la zona céntrica del Palacio Real y numerosos edificios administrativos. Aquí, se ubicaba un agradable mercado nocturno, al lado de un canal, de ropas, complementos, artículos vintage y sobre todo, comida. Desconocemos, si les han dado alguna solución a esta gente, para que monten sus tenderetes en otra parte o... ¡Qué ingenuidad, la mía!.

          3º.- Este aspecto, se presenta como mucho más personal y humano. No resulta lo mismo, venir a Bangkok desde España, que desde Japón. En el primer caso, a los thais los ves casi blancos, mientras en el segundo, bastante negruzcos. Si aterrizas desde Japón, Tailandia, te parece un caos. Si lo haces desde Madrid, un sitio totalmente normal


          Lo que no ha cambiado y no cambiará nunca -me temo-, es el conjunto de aromas que a uno le invaden, cada vez que caes por aquí: incienso, dulzor, humedad, especias, lima, alcantarilla, grasa vegetales, calduverios, pescado seco... Cada vez, que venimos por estos lares, mi nariz me recuerda, que ella también tiene derecho a divertirse y sentir emociones de montaña rusa.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Kyoto, la joya del viaje

Esta y las cinco siguientes son, de Kyoto y las demás, de Osaka (Japón)
        No sé, lo que durará este viaje. Si será largo o mediano, porque corto ya no puede ser. Pero, empiezo a tener claro -además de que encontrar hotel a precio moderado un sábado en Japón, resulta imposible-, que Kyoto, no solo será la mejor ciudad del país nipón, sino la más espectacular de esta aventura actual.


          Ni siquiera , llegar a las seis de la mañana, después de una noche de relajado autobús, desde Tokyo, nos frenó para ponernos a caminar, completamente extasiados, durante doce horas, de templo en templo y con las mochilas a cuestas, la mayor parte del tiempo. Tuvimos, además, la suerte de disfrutar de una habitación increíblemente grande -para lo que es normal, en Japón- y de aire acondicionado, a tope, por tan solo dieciséis euros. ¿Quién dijo, sin tener ni idea, que Japón es caro?.



          Las numerosas probaturas gratuitas de excelente y apetitosa cocina local y el divertido y original barrio de las geishas, animaron mucho nuestra estancia, en Kyoto. Este segundo lugar se halla muy bien ambientado. Un enorme cartel, ubicado a la entrada de la calle principal, advierte, de que no se las puede tocar, babosearlas, hacerse selfies con ellas y tampoco, comer y beber en este enrotno.

      Nos vamos de Japón, afortunadamente, sin haber pisado un solo hotel capsula -una de esas obsesiones, que me aterrorizaban desde hace años- y tan solo, un lacónico y abarrotado alojamiento de de literas, eso sí, en la maravillosa y vital zona, de Asakusa, de la capital nipona. En nuestro debe, y es triste decirlo, dos noches callejeando y de fiesta -ambas en sábado-, por no encontrar una habitación accesible.


          La segunda de ellas aconteció, en Osaka, poco antes de poner rumbo a nuestra querida Bangkok, con un boleto muy barato, que habíamos comprado dos días antes, con la compañía Scoot, filial de Singapur Airlines.


          Sintiéndolo enormemente, tuvimos que renunciar, a Nara, por problemas de fechas, pero a cambio, Osaka nos ha encantado, mucho más de lo que esperábamos. Durante calles y calles del distrito financiero -cercanas a la estación de tren-, tiene el mismo poco alma, que Tokyo. Pero, sin embargo, nos encontramos con dos zonas excepcionales, donde comprobar, que los japoneses también saben divertirse, más allá de los pachinkos, de los mangas o de los restaurantes caros de buñuelos de cangrejo, con un ejemplar gigante encima del local, moviendo mecánicamente, sin gracia alguna y sin parar, sus pinzas.

          Los alrededores del canal resultan muy agradables y animados, sobre todo, los fines de semana. El área de la famosa torre, resulta algo más canalla y desmadrada y por eso, nos gusta mucho más todavía.

Yokohama y Kamakura, en los alrededores de Tokyo

                                                       Las cuatro primeras fotos son, de Yokohama (Japón)
       No sé, ni siquiera, porque fuimos a Yokohama, que, aunque no lo parezca, es la segunda ciudad más grande de Japón, si todo el mudo nos decía y repetía, que no merece la pena. A mi me ha parecido una maravilla de lugar y os lo recomiendo.

          Puedes pasear, sin la necesidad de estar decenas de minutos buscando o anhelando algo y tienes la recompensa de descubrir, el mejor barrio chino, que he visto en mi vida -incluyendo los de la propia China, aunque con el permiso de Kuala Terengganu, en Malasia, que disfrutamos en festivas fechas posteriores- y de transitar sin agobios por la zona del puerto, entretenido entre las tiendas de diseño, los restaurantes sofisticados o los muelles y el famoso, aunque no muy grande, parque de atracciones, cuya noria da fama mundial a esta simpática y acogedora ciudad.


          Al día siguiente, con lluvias y una humedad indescriptible, Kamakura nos decepcionó un poco. La mayoría de los templos son de pago y no baratos y no aportan nada nuevo, a lo que ya hemos visto en este país. Aunque entre montañas y con un soberbio barrio chino -más impersonal, que el de Yokohama-, supimos sobrevivir con holgura, gracias a las degustaciones de todo tipo y textura, de las animadas tiendas locales.

                                                            Esta y las dos de abajo son, de Kamakura (Japón)
          A la vuelta, nervios y más nervios, perdidos y desangelados, durante más de media hora, en las inmensas entrañas de la estación, de Yokohama y de retorno, a Tokyo


          Vivimos tranquilos y disfrutando de cada momento, dado que ya hace varios días hemos reservado unos baratos billetes de autobús a Kyoto, en versión nocturna. A los que optan por el Japan Rail Pass para descubrir el país, os digo :”¿Os timan y sois felices?. No problem”.

sábado, 23 de septiembre de 2017

¡¡Tokyeando!!

                                                                     Todas las fotos de este post son, de Tokyo 
         Los alojamientos en Tokyo y en el resto de Japón, parece, que cotizaran en bolsa, con diferencia en su precio de hasta un 300%, dependiendo del día y de la hora, siendo los sábados el día más difícil para encontrar uno.

          Si eres de aquellos, que cogen la línea Yamamoto o el metro para ir a todas partes, te pude servir un único alojamiento para toda tu estancia en la ciudad. Sin embargo, si te gusta caminar, tal vez prefieras reservar varios hoteles en diferentes zonas de la ciudad. Nosotros lo hemos hecho así: resulta ventajoso, pero requiere esfuerzo, capacidad de adaptación y sufrir un poco de estrés

          Desde mi punto de vista y a toda leche, Tokyo se puede visitar en tres días, aunque recomiendo un mínimo de cinco. En nuestro caso, tomamos el metro muy pocas veces y siempre sin trasbordo (nuestra favorita, la Mita line)

          El día primero, recién aterrizados, sin jet lag alguno y sin soltar nuestros pequeños bultos -el hotel estaba a las afueras-, visitamos la desangelada zona de la estación central y el cercano distrito, de Guinza.

          La trepidante y calurosa jornada siguiente, nos aventuramos con mucho ahínco y sol demoledor, para descubrir la zona de Ueno y los maravillosos templos del lago, terminando en la cosmopolita e inigualable, Asakusa, donde se hallan los milenarios templos de Sensoji. ¡Terminamos con la boca abierta!.


        Al tercer día, no resucitamos, porque el calor húmedo, era insoportable y habíamos dormido en un hostel infecto, pero pudimos descubrir las fantásticas zonas de Sinjuku y Sibuya, con el famoso y curioso cruce de decenas de pasos de cebra, que se dice, es el mas transitado y alocado del mundo entero.

          Como nos tocó dormir por ahí -o sea, en la calle, por ser sábado-, en una noche de picos pardos, durante la cuarta etapa consolidamos posiciones y nos cascamos una buena siesta, retornados al alojamiento del primer día.

          El lunes, disfrutamos del magnífico y popular mercado de pescado y del otro más general -conocidos, como Tsukiji-, situado en los alrededores, probando generosas degustaciones de todo tipo, fundamentalmente de kinchi, algas, caldos y peces crudos macerados en ricas salsas. No asistimos a la -supuestamente y según nuestras fuentes- subasta del atún, que se celebra de madrugada.

          Aún tuvimos tiempo, para acercarnos a un esplendoroso templo antiguo y a la reproducción de la torre Eiffel, ubicada en la zona de Shiodome.


          ¿Nos ha gustado Tokyo?. Rotundamente, sí, aunque algo menos, que Seúl. Ha cumplido nuestras expectativas, pero con mucho cansancio y sin enamorarnos de la ciudad, sin encontrarle el alma y el aliento. Tendréis, que seguir leyendo, para daros cuenta, de que la urbe, que nos pone en Japón y de largo, es Kyoto

Cosas, que aprendí en Tokyo, durante la primera tarde (parte III, de III)

                                                         Todas las fotos de este post son, de Tokyo 
         No logramos entender -ni en la primera tarde, ni en todas las siguientes-, dos cosas bien evidentes, que parecen muy típicas e inevitables en el tercer mundo, pero, que chocan en el supuesto primer mundo.

          1ª.- Montoneras de bolsas de basura en los árboles, como en la España de los setenta, sin posibilidad de depositarlas en contenedores apropiados

          2ª.- Enormes monoraíles -que dan soporte a todo tipo de transporte-, elevados entre las principales arterias de la ciudad, provocando ruido y escasa visibilidad. ¡Que los haya en Bangkok, Delhi o Manila, es comprensible, pero en Tokio!

          El tiempo que se pasa en los semáforos es eterno -hasta tres minutos en una callejuela del tres al cuarto-, pero como el denso tráfico, parece que no funciona mal, los damos por bien empleados (ya nos acostumbramos a esto, hace un par de años, en Seúl).

          No nos engañemos, ni asumamos falsas esperanzas: conquistar un corazón japonés, resulta altamente costoso. Son fríos, como témpanos. Un ejemplo: tres chicas, que no se veían hacía tiempo, se emocionaron al reencontrarse, hicieron miles de reverencias con muchas sonrisas en los labios, pero nada de contacto físico

          Algo que nos encanta de Japón y que resulta novedoso en nuestros días es, que existen mapas de los interiores de las estaciones de ferrocarril, para que te puedas manejar en ellas. Son muy útiles, pero míralos parado, porque sino, la marabunta te arrastrará sin piedad.

          Un legendario mito tumbado, casi nada más llegar a Tokyo: nuestro primer tren en el país y era de cercanías, nos recogió con quince minutos de retraso

          Hablemos de los pachinkos, que son unos lugares insoportables, donde hay mucho ruido, muchos jóvenes mecanizados y con escaso cerebro, jugando a cosas, aunque no logramos entender, en ningún caso, ni la mecánica de los juegos, ni el objetivo a conseguir.

          Japón es el país de los pasos de cebra: en vertical, en horizontal o en oblicuo, da igual y todos entremezclados. Así, se solucionan los cruces, todos a lo bestia y sin rotondas (resulta especialmente mítico y sobrecogedor, el de Sibuya)

          Acabamos acostumbrándonos a la maldita manía de poner los precios de los supermercados sin IVA y luego, al pasar por caja, cobrártelo, con el suculento incremento. A mi, ¿que me importan los impuestos de Japón, si encima, no me los devuelven?

          En este ámbito, resultan curiosas las cajas, que te cobran solas -digamos, automáticamente- y que te entregan las monedas muy calientes. Cuando existe persona física, las charlas, que te dan las cajeras son contundentes, aunque saben, que no las entiendes (todo muy mecánico). Los supermercados -más bien, tiendas chinas gigantes y de varias plantas- Don Quijote -abren las 24 horas-, se muestran tan llamativos, útiles e inútiles, que no voy a dar más datos, para que los descubráis, personalmente.

          En los hoteles -no sé, en los de cuatro o cinco estrellas-, hay que descalzarse, sí o sí y no cabe ninguna negociación sobre el asunto.
Las bebidas alcohólicas de sabores, a precios imbatibles -unos sesenta céntimos la lata-, resultaron para nosotros uno de los grandes atractivos del país. Son cubatas de sabores, con unos 9 grados de graduación, que se adquieren bien fríos en supermercados, farmacias, tiendas de productos de limpieza e higiene.... Recomiendo, especialmente, el de mezcla de naranja y limón, aunque casi todos están buenos


          ¿Geishas, en Japón y por la calle?. Pues sí,que las hay y más, que en Tokyo, en Kyoto, sobre todo en la zona de Gion (la suya propia, que resulta deliciosa para pasear). Aunque, no llegamos a descubrir, si son verdaderas, maikos -aprendices de ese arte- o simples chicas con un disfraz, disfrutando del día.

Cosas, que aprendí de Tokio, durante la primera tarde (parte II, de III)

                                                                    Todas las fotos de este post son, de Tokyo

        Los esforzados nipones son expertos en le manejo del equilibrio en el transporte público a pesar de los frenazos y de las curvas. De hecho, en el metro, no hay casi sitio donde agarrarse. Mientras el vehículo circula a toda marcha, ellos juegan, de pie, a los Pokemon o hacen sudokus digitales. Mientras, otros duermen sentados, relajadamente, sin torcer la cabeza, en ningún momento o agachar la barbilla y ¡no se pasan de estación!.

          Apenas se ven bebes o niños de corta edad por las calles, en parques públicos o zonas de esparcimiento.

          Son frecuentes, los centros comerciales subterráneos eternos y no muy bien señalizados. Entre unas cosas y otras, no terminas de calcular, si pasas más tiempo bajo tierra que en la superficie. Aunque, esa impresión mejora con los días

          Las japonesas y los japoneses, nos parecieron menos feas y feos, que cuando los vemos en España u otras partes del mundo. ¡Deben mandar al extranjero a los menos favorecidos! Eso ya nos pasó hace más de veinticinco años, cuando fuimos a Alemania y descubrimos que no todos eran rubios.

          Abundan las chicas, ellos no tanto, con mascarilla en la cara por todas partes. ¡Hasta las cajeras de los supermercados!.

          Lo que comes -y esto es de lo más fascinante de todos estos esbozos-, sabe a lo que esperas y no, como en España, donde muchas cosas tienen un aspecto estupendo, pero no saben a nada. Muy parecido a lo que ocurre en Corea del Sur.

          Nos ha dado la sensación, de que pronuncian como escriben, porque siempre entendieron, donde queríamos dirigirnos, sin pestañear (igualito, que en India o en los países árabes).

          Los peatones son muy acelerados. Cuando vienen de frente, parece que te van a arrollar, pero en el último momento, se abren y cambian de trayectoria. Menos, claro está, en el famoso cruce de Sibuya

          Pocas cosas son caras en Japón, si exceptuamos los productos del supermercado. El transporte sale igual o más barato que en España y resulta más eficiente. Hoteles hay para todos los gustos, pero lo que si resulta prohibitivo son los bares y restaurantes.


        No es anormal, encontrarse centros comerciales excéntricos, que venden cosas -aparentemente irrelevantes o, al menos, no urgentes y que abren las 24 horas-, y seguro que les funciona, como negocio.

          Lo mismo te topas con tres supermercados en media hora, que con ninguno en un día entero. No hay normas, para un recién llegado acostumbrado a que en España haya dos o tres en cada barrio.

          Minimalismo: todo es pequeño en Japón. Los platos, las casas, las habitaciones de hotel, las toallas del baño (hemos tenido, que secarnos con una, de un tamaño inferior a una servilleta).

          En una tarde, no es fácil encontrar degustaciones gratis y deliciosas, pero con un poco más de tiempo y paciencia, das con los sitios donde probar las exquisiteces propias del país.

          Los frikis del manga, del anime, de los pachinkos, de las máquinas recoge-todo con el gancho -sean peluches, kinchi o hamburguesas- son pocos y no tan sobrevalorados como en occidente

          El rock japonés es muy bueno. Lo pudimos constatar, en directo, en el mismo hostel, donde nos trataron de engañar

          Nunca te cogen, ni te dan el dinero en la mano. Siempre tienes una bandejita para ese trámite.

          No hay gatos. No hay cibers -o están muy escondidos-, pero sí salas de relax para ambos sexos, aunque nunca revueltos.


          No encontramos borrachos durmiendo sus excesos, tirados por la calle. ¡Ni siquiera, nosotros!.