Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Bolivia esotérica, aunque en esmerado español

                                               Camino de la isla del Sol (Bolivia)
En casi cualquier autobús o microbús de Sudamérica –excluyendo Argentina, Brasil y Chile-, ya desde los primeros minutos, el viaje es una sucesión de vendedores y oradores, que suben al vehículo, a vender sus mercancías o servicios. Estos últimos, muestran una locuacidad impresionante, digna de cualquier locutor profesional. Es increíble, lo bien que se habla el español, en la mayoría de los países que llevamos visitados. Con mucha más riqueza lingüística y vocabulario, que en España y por supuesto, sin nuestra habitual y constante recurrencia a las palabras soeces y malsonantes.
           Copacabana (Bolivia)
            Así hoy, van desfilando un vendedor de caramelos, otro de medicina natural orientada al estómago, una vendedora de fruta, la siguiente es de bizcochuelos, otra de humita -un preparado de maíz en la hoja de la propia mazorca-, de charque -carne deshidratada-,  de salteñas -una especie de empanadillas muy típicas, a lo largo del país, que a mi no me gustan nada, porque suelen contener algo de líquido de la cocción del relleno y un cierto toque dulce- y una más, que comercializa sobrecitos de crema para el cuidado de la piel…

¿Por qué cada vendedor de los que suben cada día a los autobuses, ha llegado a vender lo que vende y no otra cosa?. ¿Por qué, por ejemplo, la de los bizcochuelos acabó vendiendo este género y no fruta?.
                                                           La Paz (Bolivia)
Otra característica muy marcada de Bolivia, viene dada por su relación con lo –para nosotros- esotérico. Buena prueba es, el Mercado de las Brujas, de La Paz, donde las mujeres aimaras siguen ofreciendo sus curas medicinales y hierbas para todo tipo de males, al margen de toda una sucesión de ofrendas a la Pacha Mama, que siempre suelen incluir fotocopias de billetes de dólares y coches en miniatura, de propietarios de medios de transporte, que buscan así, las bendiciones para una buena conducción. Otras, incluyen fachadas de casas, botellas pequeñas de vino, aviones…

            El caos circulatorio en la capital de Bolivia, resulta evidente. En él, son protagonistas absolutos los microbuses, que van abarrotados, con el ayudante por fuera, voceando los destinos y el precio, La Paz es una ciudad más parecida a las de Oriente Medio, África u otros lugares del tercer mundo, que a las de Sudamérica
                                                                   La Paz
La mayoría de las calles de esta ciudad, van en empinada cuesta. Nosotros ya estamos muy adaptados a la altitud y caminamos sin casi problemas, pero debe ser duro, enfrentarse a esta urbe –la tercera más alta del mundo-, recién aterrizado de Europa. Pero, a pesar de todo sigo sosteniendo, que no es necesario masticar hojas de coca y que los lugareños que lo hacen, es más por un problema de drogadicción –legal en el país-, que por los efectos de la altitud.
 La Paz
Llevamos a cabo, una excursión a Oruro, famosa por su carnaval. Almorzamos de forma espectacular, por tan solo 13 bolivianos, en la terraza de un restaurante, a base de Ensalada Bonita –y muy rica, diría yo-, sopa de verduras, exquisito guiso de res y arroz con leche. ¡Un auténtico lujo para cualquier trotamundos!. La verdad es, que en términos generales, estamos comiendo bastante bien, en Bolivia.
        Oruro (Bolivia)
Después y aprovechando el muy recomendable mercado de la ciudad, nos vamos de cacería de cholas, deporte de riesgo, que no es otra cosa, que tratar de hacer fotos a esas escurridizas mujeres, que tienen más aversión a los objetivos de las cámaras, que yo al repugnante olor que desprenden las capas y capas de ropajes, que llevan puestos encima. Me quedo tentada, de comprar el tónico de uña de gato, que venden en uno de los puestos. ¿Para qué servirá?. 

Dejamos atrás La Paz y tras dos horas, nos apeamos frente al lago Titicaca. Para llegar hasta Copacabana, es necesario cruzar el estrecho de Tiquina. Así, que montan el microbús en una especie de balsa –más que barco-, donde viaja ladeándose, hasta casi volcar. Nosotros, por nuestra parte, tenemos que subir a unas barcazas de pasajeros, para arribar al mismo sitio. La estampa que forman el lago, las casas de los pueblos de ambas riveras y las laderas de las cercanas montañas, es emocionante y reconfortante.
 Oruro
Ya en Copa, primero paseamos al lado del lago y su bahía, desde donde se ven los cerros, donde se asientan el Calvario y la Horca del Inca. Existen numerosos restaurantes, en los que se sirve la exquisita trucha del lago, cocinada de diversas formas –y cuando digo diversas, digo más de veinte-, aunque como casi siempre, hay demasiada oferta, para la poca demanda. Es difícil poder comer, un pescado más fresco que este.

Para gastar las calorías ingeridas, subimos al Calvario, que desde luego, hace honor a su nombre. Se trata, de ascender al empinado cerro, por un camino pedregoso y serpenteante, donde están representadas todas las estaciones, del Calvario que vivió Jesús, para finalizar arriba, con los Dolores. Y todo eso, claro, a cuatro mil metros de altitud.
                                                                     Copacabana
            El lugar es típico de peregrinaciones y cada día y a pesar de lo esforzado que es, suben familias enteras, desde los niños, hasta las abuelas. En determinadas zonas se realizan ofrendas, en las que se mezclan de forma magistral, la tradición cristiana, con las creencias indígenas. Incluso, leen el futuro en la espuma de la cerveza, que ya tiene mérito.
                                             Copacabana, arriba e isla del Sol, debajo
Cerca de Copacabana, se hallan las islas del Sol y de la Luna. La primera, donde se supone que nació el astro rey, es la más famosa de las que componen el lago y en ella se hayan restos precolombinos. En la segunda, se encuentra el templo de las Vírgenes del Sol o Casa de las Escogidas. Solo es posible patear la primera. La excursión de un día resulta muy barata y recomendable, llevando la suficiente comida y bebida.
                                                       

viernes, 31 de agosto de 2012

¡Cuidadín, en Potosí!


            Entre muchos españoles existe la idea –a veces, paranoia-, de que Sudamérica es un continente muy inseguro, pero lo cierto es, que el viajero no debería de tener problemas –de hecho, nosotros no tuvimos ninguno, en tres meses y medio por el continente-, si se mantienen de forma rigurosa, unas adecuadas líneas de actuación
Mina de Cerro Rico, en Potosí (Bolivia)
            Al margen, de las precauciones habituales y básicas, por todos conocidas, no se debe ascender solo o en pequeño grupo, a los numerosos cerros, caminar de noche por la calle en las grandes ciudades o traspasar las líneas rojas de las mismas, hacia barrios marginales. Normalmente, todo lo interesante para el turista, se halla en zonas seguras. Además -para no sufrir estrés-, conviene no leer las portadas de los diarios, llenas de titulares, tipo :”Asaltan con celulares, que emiten descargas eléctricas”.

            Dicho todo lo anterior, en Potosí (Bolivia), somos concientes de tres sucesos, que a continuación se relatan.
                                                     Potosí 
Nos acercamos a la terminal de autobuses. Flor y Flopa quieren, conocer los horarios para Tupiza, para última hora de la tarde de mañana y nosotros, a Sucre, para el martes. Al volver paseamos por el mercado y ocurre la tragedia. A Flopa, que es tan cariñosa como confiada, no se le ha ocurrido mejor cosa, que guardar la cartera en un bolsillo de la chaqueta, sin cremallera y en un momento dado, en que estamos arremolinados mirando unas películas en CD, se da cuenta de que le ha desaparecido, con parte de la documentación, la tarjeta del cajero y los sesenta dólares, que le quedaban. La rabia y la pena nos invaden por momentos, aunque ella muestra una entereza no habitual, en una chavala de 20 años
                Potosí
            Lo peor de todo va a ser, cuando se lo cuente a su madre, que le había comprado un bolsillo interior, precisamente, para que llevara el dinero y los documentos, a buen recaudo. El incidente da lugar, a que nos pasemos un buen rato hablando de robos en los viajes. A Flopa, ya le desapareció otra vez, una cámara nueva, de 300 euros y a Flor, le robaron no hace mucho, dinero del equipaje en la frontera, entre Argentina y Brasil. A nosotros, afortunadamente, no nos han desvalijado nunca, pero conocemos muchas historias muy tristes, en esta materia.

            Pasa la noche. El día ha empezado algo convulso, porque a lo que le ocurrió la anterior tarde, a Flopa, hay que añadir, que a otra argentina, de las que viajan en nuestro grupo, a la mina de Cerro Rico, ayer también la robaron, mediante la técnica del “escupitajo”, que es una variante de la de la “mancha”. Alguien, se acercó y la escupió en la cara y seguidamente, dos buenos y amables samaritanos, fueron a ayudarla y a limpiarle la saliva y lo que realmente le limpiaron, en ese momento de confusión, fue la cartera.

También, la dueña de nuestro hostal nos ha contado, que a una de sus huéspedes, la asaltaron, la jornada precedente, a punta de cuchillo.
                                                                                                                      Potosí
            En otro orden de cosas, nos estamos empezando a acostumbrar, a cierta hostilidad, de algunos radicales bolivianos, que ya no solo están molestos con nuestros antepasados lejanos, sino con nosotros. ¡Qué culpa tendremos!. Estas conversaciones suelen concluir siempre, con la famosa frase: “Con la plata, que os llevasteis, se podría construir un puente, entre España y Bolivia”.

El paisaje entre Uyuni y Potosí es fantástico, pero la carretera resulta peligrosa y vemos, hasta nevar. La terminal está lejos del centro y hay que subir para llegar, una empinada cuesta. Estamos a casi 4.300 metros de altitud y llevamos las mochilas a cuestas, pero subimos tan campantes. Parece, que ya estamos completamente adaptados a la vida en el altiplano. Podemos incluso, beber alcohol, sin deteriorar nuestro estado físico.

Potosí es preciosa. Las calles cuentan con casas de colores y hay un montón de iglesias. Esta ciudad tiene un cierto aire provinciano, que le da un gran encanto
                                                                  Potosí
            La visita a la cercana y mencionada mina de Cerro Rico, dura unas tres horas, aunque se podría hacer en algo menos de tiempo. Puede, resultar un poco agobiante y entraña su peligro, para personas que no estén muy en forma o que tengan alguna discapacidad, dado que hay que afrontar tareas tales, como subir en vertical por una angosta escalera, una distancia de 15 metros, a casi 4.300 de altitud. También, es fácil poder tropezar y caer por alguno de sus pasillos e incluso –y así mueren decenas de mineros cada año-, resbalar y precipitarse por agujeros, que van a llevar hasta la muerte.
 Potosí
Pero, merece la pena hacer esta pequeña expedición, para sentir lo que es el trabajo duro, al menos por un rato y ver las condiciones medievales en las que laboran los mineros. Y es, que en la mina, hay unos cincuenta muertos cada año, bien fruto de las duras condicione de trabajo o de descuidos e imprudencias, motivada porque los trabajadores están casi todo el día, en un estado de drogadicción y perpetua borrachera, provocadas por las hojas de coca y el alcohol de 98 grados.

Por supuesto, las viudas de estos hombres no tienen ningún derecho, ni pensión. Los mineros trabajan sin contrato, pueden ser despedidos en cualquier momento y sin indemnización alguna. No disponen de seguridad social, ni derecho a bajas laborales remuneradas, a invalidez permanente o transitoria. Y aún así, se sienten unos privilegiados, porque ganan unos cien bolivianos al día –unos 10 euros-, cuando el salario medio mensual en el país es de unos 500.  

                                             Mina de Cerro Rico, en Potosí
Todas estas cuestiones, nos dejan bastante impresionados. Realmente, mucho más que ver los procesos habituales de la mina y a los obreros picando el mineral, trasladándolo en carretillas o escuchar las explosiones, que provocan la apertura de las vetas y un gran estruendo, a través de las galerías.
                                                                                                         Sucre
Uno de los momentos estelares de la mañana, es el encuentro con el Tío, el amigo de los mineros y el dueño de la mina, representado en forma de pintura, en una de las paredes de una estrecha galería. También se nos explica el tipo de ofrendas que se realizan a la Pacha Mama (la tierra) La más básica siempre consiste, en derramar sobre el suelo algo del líquido, que a continuación, va a ser bebido.

            Antes de encaminarnos a La Paz, acometemos la visita de Sucre. ¡Es una ciudad colonial maravillosa, a la que debimos, dedicar algo más de tiempo
                                                                         Sucre

miércoles, 29 de agosto de 2012

En altura y con hambre

Todas las fotos de este post corresponden, al P.N. de Eduardo Avaroa y al salar de Uyuni (Bolivia)
A las ocho de la mañana, ya estamos en la puerta de la agencia, como otros cuantos viajeros, que han contratado la misma excursión. Nos van dividiendo en vehículos y nos toca en un viejo minibús, que no dispone ni siquiera, de cortinas en las ventanas. Pero, el conductor es bien simpático y en la hora que tardamos hasta la frontera con Bolivia, nos va poniendo al día, muy animadamente, sobre lo que vamos a contemplar en la jornada de hoy. Ya estamos a 4.000 metros de altitud. Me da un pequeño mareo, según bajo del bus, que apenas me dura cinco segundos.

            Llegamos al puesto de inmigración, donde hay que pagar una tasa de 15 bolivianos. El funcionario que atiende, es bien simpático, aunque se pasa de gracioso y según nos va poniendo los sellos, hace chistes o comentarios, sobre aspectos relacionados con nuestra nacionalidad. A nosotros, nos habla de la ETA y de la independencia de los vascos; a una holandesa, le hace la comparación de los países bajos con la altitud de Bolivia; a dos daneses, les pregunta por la Sirenita…

            Pagamos también, la entrada al Parque Nacional Eduardo Avaroa (30 bolivianos) y nos distribuimos en los vetustos y algo roñosos, 4X4. Hemos elegido a “supercachorro”, como nuestro conductor y guía y a dos chicas argentinas –las únicas junto a nosotros, que son de habla hispana-, como compañeras de viaje. Las dos plazas vacantes del vehículo, las han ocupado dos divertidos y timoratos daneses.

            El programa previsto para hoy, incluye la laguna Blanca, la Verde, las Termas, Los Géisers -Sol de la Mañana- y la laguna Colorada, donde se encuentra nuestro refugio básico y al que llegaremos a la hora de comer.

             Las dos argentinas –de 20 y 19 años- responden al nombre de Florencia, aunque coloquialmente, se llaman Flopa y Flor. Son increíblemente maduras para su edad, saben lo que quieren en la vida y resultan abiertas, cariñosas y divertidas. Desde luego, ni en nuestros mejores pensamientos, habíamos soñado con tener una compañía tan agradable. ¿Y el conductor/guía?. Pues, se muestra parco en palabras, pero cada vez que abre la boca, es para decir algo interesante. Conoce la zona al dedillo.

            Pasamos por el desierto de Salvador Dalí -que en nada nos recuerda al pintor- y ya en las Termas, nos pegamos un chapuzón, en una pequeña pileta, cuya agua tiene una temperatura por encima de los 30 grados. Da sensación de quemazón, al entrar, pero luego, uno se siente muy a gusto. Unos jóvenes allí al lado, juegan un partidillo de fútbol. ¡Dios mío, como podrán, si estamos a 4.800 metros de latitud y a mi me cuesta esfuerzo, hasta agacharme para atarme las zapatillas!.

            Llegamos a los geisers y nos deleitamos con el increíble espectáculo de la naturaleza. Hoy deben andar algo enojados, porque escupen fumarola y agua hirviendo, con estrépito. Estamos a 5.300 metros de altitud y ahora sí, empiezo a sentir algo de malestar –ligero mareo y dolor de cabeza-, por lo que decido separarme de los cráteres, no vaya a marearme y a caer dentro.

             Flor y Flopa, cuando regresaban del baño, se han encontrado una botella de cerveza de medio litro y la compartimos los cuatro, sorbo a sorbo, deleitándonos con tan asombroso momento y con tan gratísima compañía. ¡Nunca tomamos cerveza tan cerca del cielo!

            Sobre las cuatro y dentro de una nave herméticamente cerrada, con el techo de chapa y cayendo el sol de plano, nos juntan a 18 personas y nos dan macarrones y patatas guisadas con pollo, que no creo que componga entre los pequeños cachos de cada plato, más de un par de muslos para todos. Nos quedamos con bastante hambre. ¡Pobres daneses, con lo altos que son y el estómago tan grande, que deben tener!.

Una chica sufre un violento ataque y todos nos asustamos al ver las convulsiones. Al final, se le acaba pasando. No sabemos si ha sido de altura, de pánico o una insolación, dadas las lamentables condiciones, en que estamos almorzando.

Antes, nos hemos repartido las camas de un alojamiento, más cercano al chabolismo, que a un lugar habitable. Es sucio y frío, porque entra gélido aire por toas partes.   

            Nos vamos a dar un paseo, bordeando la laguna. Al ir, el camino se hace fácil, pero al volver, hay casi un huracán, que nos viene de frente, lo que sumado a los 4.200 metros de altitud a los que estamos, nos agota casi hasta la extenuación. Hay que recurrir a una aspirina, que resulta muy efectiva

            A las siete –tan solo dos horas y media después de haber acabado de comer-, nos convocan a la cena, aún más insustancial que el almuerzo, a base de sopa aguada de quinua y espaguetis con salsa de tomate. Es la primera vez en mi vida, que como dos primeros platos para comer y otros dos, para cenar.

            Matamos la tarde con Flor y Flopa, primero en animada conversación y luego, jugando a nombre, ciudad, animal… Terminamos, viendo el espectáculo, que dan gratis la luna llena y las estrellas  Nunca antes, habíamos visto el cielo tan nítido

La noche se ha hecho larga y he pasado algo de frío, a pesar de dormir con tres mantas. Los baños a esas horas tienen tanta mierda, que ya son hasta peligrosos para la salud. Desde fuera, veo a uno de los conductores al lado de un urinario, orinando, directamente en el suelo. ¡¡Será cerdeo el tío!!. Al entrar al de las mujeres, observo con pavor, como una escobilla llena de restos de heces, está metida en un lavabo.

            El programa para hoy, empieza por el desierto de Silote –tras cruzar el cañón del Inca-, que nada tiene de espectacular y prosigue por el Árbol de Piedra, que es otro mucho más bonito y con formaciones rocosas, que nos traen enseguida a la mente, el Desierto Blanco de Egipto. Luego vamos viendo una a una, las lagunas Ramaditas, Hedionda –tiene muy adecuadamente elegido el nombre, por cierto- y Cañapa.

            Tras la sobremesa, volvemos al jeep y afrontamos un largo y tortuoso camino, que nos va llevando al borde de profundos desfiladeros y a través de los encantadores  pueblos altiplánicos, llenos de sonrientes niños a los lados de la carretera. Vamos descendiendo notablemente por debajo de los 4.000 metros y ya comienza, a aparecer alguna vegetación y la riquísima quinua, un cereal que es más nutritivo que el arroz y que se cultiva habitualmente en altura (a partir de los 2.500 metros).

            Llegamos a un pueblo, que en su día fue próspero, debido a que por allí pasaba el tren, que llevaba los minerales hasta Antofagasta. Ahora, aunque continúa habitado, parece un lugar fantasma, con las vías y los vagones abandonados.

             Aún, tardamos un buen rato en penetrar, en el impresionante Salar de Uyuni, frente al que está nuestro alojamiento, que hoy si es mucho más confortable. La habitaciones son para seis, pero están recién reformadas y en cuanto a la limpieza, impecables. Además, disponen de baño propio

             Nos convocan, a contemplar la puesta de sol y, realmente, resulta alucinante. Mejor, incluso, que la de tres días atrás, en Atacama. En época de lluvias –de diciembre a marzo-, la superficie blanca del Salar se llena de agua, provocando que con los reflejos del astro rey, se vean imágenes simétricas del cielo y del encharcado suelo.

Al día siguiente, se inicia la última jornada de nuestro tour. La sal parece nieve y nos sentimos en la Antártida. Llegamos a la isla Hincauasi -la del Pescado-. Escalamos hasta la cumbre y aunque todavía nos cansamos un poco más, que de costumbre, estamos ya casi adaptados a la altitud, sin necesidad de haber masticado una sola hoja de coca. La ínsula está llena de cactus y me pincho, bastante fuerte, con uno de ellos.

Una vez ya abajo, decidimos junto a nuestras amigas argentinas, que seguiremos los cuatro juntos, por Bolivia, hasta el lunes, días en que ellas tienen que iniciar el lento retorno hacia Salta, desde donde volarán el siguiente sábado, a Buenos Aires.

            De camino al hotel de sal, vamos planificando nuestros próximos destinos y decidimos, que el primero será Potosí. El establecimiento –construido solo con esa sustancia- es precioso por dentro, aunque creo, que es más para verlo, que para alojarse en él.

domingo, 26 de agosto de 2012

Los valles de la Luna y de la Muerte


El autobús de dos pisos, con destino hacia San Pedro de Atacama, sale puntual. Vemos ponerse el sol, cuando solo llevamos una hora de viaje. Nos enfrentamos a un viaje de 24 horas, el más largo que hayamos hecho hasta ahora en el continente.
Todas las fotos son del desierto de Atacama, menos la última, que es de San Pedro de Atacama
            El panorama en el colectivo es el mismo, que el de otras noches: Siempre, hay un roncador compulsivo y uno o varios niños, llorando. Como no me duermo, me pongo música en el MP4 y mientras escucho, al argentino Fito Páez, observo el bonito paisaje que rodea la franja de La Serena. Los pueblos, las montañas y las playas se van sucediendo, mientras la luna llena se refleja en el majestuoso océano Pacífico.

            Es una pena, que el paisaje fuera tan bonito por la noche y ahora no tenga interés alguno. No disponemos de demasiada comida y agua, porque nos habían dicho que nos darían el desayuno y dos comidas, pero el primero ha consistido en un minúsculo zumo y las segundas, no sabemos cuando llegarán, porque ya son las dos y no hay noticias de ellas

A las tres, llegamos a Antofagasta. Llevamos casi hora y media de retraso. Paramos diez minutos. Bajamos corriendo a comprar algo, que llevarnos a la boca y al cruzar la calle, faltan menos de cinco centímetros, para que me atropelle un coche. Menos mal, que tanto el conductor como yo, hemos tenido reflejos.

            Arribamos a Calama, donde se baja la mayoría del pasaje. Llevamos dos horas de demora y al conductor y a su ayudante, no se les ocurre otra cosa, que ponerse a limpiar el servicio, con toda parsimonia. ¡¡Era la gota, que faltaba para colmar el vaso!!. Le hacemos saber de neutro descontento, pero para variar, no nos hacen ni caso. Escribiremos una reclamación, a Turbus, por las numerosas molestias, que nos están ocasionando: Mientras llegamos, contemplamos la segunda puesta de sol, desde este mismo autobús.

             Los principales atractivos de San Pedro de Atacama son, la iglesia del mismo nombre -rodeada por un muro de adobe, tiene tres puertas coronadas por un arco y es la más grande y bella de la zona-, la casa Incaica y el Museo Arqueológico.

            A la mañana siguiente y una vez, que abre la oficina de turismo y que nos dan los suficientes elementos de juicio, empezamos a tomar decisiones. El Valle de la Luna está a 12 kilómetros del pueblo y se puede hacer, perfectamente, alquilando una bicicleta o andando. Comeremos pronto e iremos poco a poco hasta allí, con tranquilidad. Preferimos hacerlo así que organizado, porque en el programa que ofrecen las agencias, se ve todo muy deprisa y se hacen solo dos o tres paradas, de poco tiempo,

            El Valle de la Muerte está más cerca todavía, a unos cuatro kilómetros, por la carretera por la que vinimos ayer. Lo dejaremos para mañana por la tarde. Por diversas causan, no contrataremos la excursión de los geisers del Tatio.

            Primero, andamos durante 15 minutos hasta un cruce. Luego 40, por una carretera y una hora, por una segunda, por la que nos hemos metido, a mano derecha (es bien empinada, como nos habían dicho). Llegamos a la boletería, donde nos dan un folleto/plano y pagamos los 2.000 CH$ de la entrada. El calor es intensísimo y no nos habría sobrado, si incluso, hubiéramos traído más, que cinco litros de agua.
            El Valle de la Luna es una depresión, rodeada de dunas desérticas y cerros con impresionantes crestas filosas, que se encuentra sobre la Cordillera de la Sal. Forma parte de la Reserva Nacional de Los Flamencos.

            Por el interior del valle –y descontando las paradas- caminamos otra hora y cuarto, hasta llegar a las Tres Marías (tres pequeñas, esbeltas y bonitas formaciones rocosas, que se encuentran casi al final).

            Comenzamos recorriendo el sik -del estilo al de Petra, aunque mucho más modesto-, hasta llegar a la cueva. Menos mal, que traemos la linterna, porque si no es imposible visitar el interior. Hay que agacharse bastante y tener cuidado, porque las rocas son bastante cortantes y a veces, es necesario, moverse a gatas.

            Pasamos de largo los miradores –a los que subiremos a la vuelta, para ver la puesta de sol- y nos desplazamos por delante del bello Anfiteatro, hasta llegar al final. De camino y al margen de las señaladas, hay centenares de bellas formaciones rocosas recubiertas de sal, que convierten a este lugar, en un verdadero santuario de la naturaleza.

Estamos solos, durante toda la tarde, pero a las siete menos cuarto, se empieza a llenar de autobuses y de grupos de guiris, en tropel. Menos mal, que no hemos venido por agencia, porque a parte de tirar 10.000 CH$ (los dos), nos habríamos enfadado bastante y encima, no hubiéramos disfrutado de esta maravilla, como lo estamos haciendo.        

            Todos, nos aprestamos a escalar por el lateral de la duna, para contemplar la puesta de sol, que en este punto, tampoco tiene nada de espectacular, pero al bajar e ir retrocediendo, es cuando vemos el más bello atardecer, que hayamos observado en nuestras vidas.

Y es, que el cielo se va convirtiendo poco a poco, en una amalgama de colores y tonalidades, que van variando, cada escasos minutos, haciendo una tras otra, decenas de impresionantes acuarelas. A la vez y siguiendo el ritmo acompasadamente, van cambiando las tonalidades de las rocas y de la sal, dando lugar a estampas, sencillamente, espectaculares.
Volvemos. Algunos conductores nos quieren, llevar. Declinamos, amablemente, la invitación, porque hay luna llena y queremos volver viendo el valle, guiados por su luz. Pasan dos chicas en bicicleta, que nos saludan efusivamente. A estas horas, ni ellas ni nosotros sabíamos, que íbamos a compartir, tanto tiempo, juntos, en el futuro

Por la carretera pasan decenas de camiones, de los de transporte de coches, pero vacíos y nos da la sensación, de encontrarnos en una “road movie”, en medio del desierto y que, de un momento a otro, nos van a meter en el interior de uno de eso trastos y nos van a secuestrar. ¡Las malas pasadas de la mente
           
En la jornada venidera, cuando iniciamos el camino para el Valle de la muerte, varias chicas recorren el pueblo voceando “pan amasado”. Si la visita de ayer nos había impresionado, ahora nos quedamos con la boca abierta y es tal el impacto, que no sabemos, si podremos cerrarla algún día. Sus formaciones son espectaculares y caprichosas, aunque a diferencia del de ayer, son de arena y de adobe -o algo similar- y no tanto de piedra. También hay algunas estructuras salinas.

Sorprendentemente, el Valle de la muerte, que es el desierto más inhóspito del mundo, en el que no se alberga, absolutamente, ningún tipo de vida, es gratis. Estando en Chile, ¡no nos lo podemos, creer!. 

sábado, 25 de agosto de 2012

"Bienvenidos y prepárense para ser desplumados"

“Bienvenidos y prepárense para ser desplumados”, es un cartel de advertencia, que deberían colocar en todas las fronteras de Chile. Y es, que en esta nación no se sonrojan, al tratar de desplumar al máximo viajero, en la visita a las diferentes atracciones turísticas.

Para un español medio, Santiago suena a dictadura, a derramamientos de sangre, a Pinochet y a inseguridad ciudadana. Pero, ninguna de estos cuatro elementos, se hallan hoy presentes, en el entramado social de la ciudad. Veníamos con unas no muy altas expectativas y esta urbe nos ha encantado. Mucho más, que Buenos Aires.
 Las primeras seis fotos de este post son, de Santiago (Chile)
En nuestra opinión, el mayor encanto de Santiago reside en su amplia zona peatonal, que emerge desde la plaza de Armas, donde resulta una delicia pasear sin prisa, tomar o comer algo y ver a los chilenos en sus actividades cotidianas. Este barrio cuenta también con otras plazas con encanto, que lo hacen mucho más acogedor e íntimo, que los de las grandes ciudades, que hemos visto hasta ahora en el continente.

Llevan a cabo su trabajo, bastantes vendedores callejeros, lo que nos hace pensar, o bien que aquí la legislación es algo más relajada en esta materia o que la situación económica es menos boyante, que en la vecina, Argentina. Más adelante, nos iríamos dando cuenta, de que no siempre ambas cosas están relacionadas: Por ejemplo, Ecuador es un país de los más pobres de Sudamérica y apenas hay venta ambulante.

Nos llaman, extraordinariamente la atención, los vendedores de mote con huesillos -especialidad local, que nunca llegamos a probar-. Mientras y en las horas del mediodía, que ya estamos, los lugareños abarrotan las cocinerías y fuentes de soda, con la intención de poder llevarse algo a la boca.

            Uno de los emblemas nacionales es, la plaza de la Libertad, donde se halla el famoso Palacio de la Moneda, que permanece constantemente rodeado de policías, que impiden el paso desde una distancia considerable. Creo, que la señora Kichner gana a la señora Bachelet ,en cuanto a la belleza de su palacio de gobierno. En la parte de atrás, se encuentra la plaza de la Constitución.

            Sin lugar a dudas, nos enamoramos de sus cerros. Nos encanta el de Santa Lucía, a cuya cima no es demasiado esforzado, subir: También, la fuente de la Terraza de Neptuno, que está casi a la entrada y las alegres cascadas. Igualmente, las construcciones repartidas por toda la montaña y las vistas, tanto de la ciudad, del otro cerro -el de San Cristóbal-, como de los imponentes Andes, que nos circundan e impresionan. Hay un poco de neblina perpetua en las montañas, según dicen, provocada por la contaminación.

            Otra opción interesante, es dar un paseo por el barrio de la Bellavista y Lastarría. Es precioso, bohemio y hedonista, con sus casitas de colores. Aquí tuvo una casa Pablo Neruda. Se nota, que vive gente con plata. Salimos a la calle Pío Nono, muy animada y llena de terrazas, donde sirven litros de cerveza a partir de mil pesos.

Como ya de está al lado, hay que decidirse, a subir al cerro de San Cristóbal, donde están el zoológico y el Parque Metropolitano. Este sí, que es más esforzado, dado que en una distancia que no es muy larga, hay que ascender, casi desde los 300 metros a los 800. En la cumbre se encuentra la estatua de la virgen de la Inmaculada Concepción, de 14 metros de altura. También existe una capilla, donde se da misa al aire libre y un Memorial. Se nota, que es un centro de peregrinación, con multitud de mensajes pidiendo o agradeciendo cosas.

La avenida Providencia –que nomina al barrio del mismo nombre-  está siempre muy animada, con gente que sube y baja o que compra en los establecimientos de la zona. Cerca hay una oficina, que vende los boletos de Turbus, compañía que a cambio de 27.700 CH$, nos debe llevar en la tarde de pasado mañana, a San Pedro de Atacama (un día completo de viaje).

Lo único que no nos ha gustado, es que por la noche, Santiago es una ciudad bastante mal iluminada, aunque en ningún momento, hemos llegado a temer por nuestra seguridad. Nos ha decepcionado, el barrio de Brasil, que esperábamos, fuera menos residencial

El camino, a Valparaíso, ha sido un Vía Crucis. No sólo, hemos tenido que aguantar, a Tatiana, una pasajera, que sabe de todo y no suelta el móvil de la oreja, sino un concierto entero, de los Iracundos –un grupo uruguayo casposo-, enel monitor de televisión.
               Las últimas cuatro fotos de este post son, de Valparaiso (Chile)
Al poco de estar en esta ciudad, uno ya se puede dar cuenta de que hay tres zonas bien diferenciadas:

            1ª.- El espacio comprendido entre la estación de autobuses y el centro, que es eminentemente comercial y tiene bonitas casas, aunque algunas bastante decadentes.

            2ª.- El centro. Está al lado del puerto. También tiene plazas y calles bonitas, pero está algo descuidado.

            3ª.- Los cerros. Al contrario de lo que pudiera pensar y según mi opinión, claro, es más bonito lo que se ve en los propios cerros, que lo que se observa desde ellos. En los cerros, hay cuidadas zonas residenciales de casas de chapa y de vivos y variados colores. El más importante es el Cerro Concepción, al que por 250 CH$, se puede subir en un ascensor que fue inaugurado en 1.883 y que durantes bastantes años, funcionó con vapor.

            Retornamos, a Santiago, de noche. Habíamos pensado coger el metro, para franquear las seis estaciones, que nos separan de nuestro hotel, pero los alrededores de las estaciones Alameda y Borja están tan animados –con decenas de puestos de todo tipo y muchas gente en sus alrededores-, que decidimos, retornar andando. Como es viernes, las pandillas de chicos y chicas han tomado las aceras, para disfrutar de unas horas de diversión.