Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 6 de marzo de 2019

La muralla china

                              Todas las fotos de este post son de nuestro viaje, a China, en 2.009

          Y llegó el día de dirigirnos, casi temblorosos, al aeropuerto, de Taipei .¿Nos darán las dos tarjetas de embarque? La respuesta es no. Mal empezamos. Nos cuesta incluso, que nos den las del primer vuelo. El joven chico del mostrador, duda y pasamos unos minutos de angustia, hasta que un superior más veterano, le indica que nos las entregue, que ya en Shanghái, no nos pondrán problemas. ¡Eso quiero yo verlo!

           Todas las líneas chinas, que hemos tomado -y no han sido pocas- nos han parecido baratas y buenas y ocurre lo mismo, con China Airlines: asientos amplios y para un vuelo de hora y medio, un enorme plato de pollo, verduras y arroz, además de una especie de ensaladilla y una ensalada de fruta. ¡Casi lo mismo, que nos darían al día siguiente, durante las casi quince horas, que duró el vuelo de Iberia! Pero de eso, ya hablaremos en la siguiente entrada.

          Encogemos  la respiración, según ascendemos, pero no nos da mucho tiempo a pensar, porque al salir, ya hay varios chinos mandándote a diferentes colas, según tu situación. Nos dirigen a unas máquinas, donde debemos escanear el pasaporte y después poner los cuatro dedos de cada mano y luego, los pulgares. Sale un papelito, donde pone OK. Caminamos y sobre una mesa, rellenamos el documento de inmigración, de color amarillo, que es corto y sencillo de rellenar. Nos ponemos a una cola.

          Ha habido un malentendido. Esa sola es  para los que llevan la visa ya hecha desde su país de origen, por lo que todo lo que hemos hecho no ha servido para nada. Debemos ir a otra, mucho más larga y rellenar una tarjeta azul, que es algo más compleja y que se compone de dos partes: una para la entrada y otro para la salida.

          En la fila, como cabía esperar, todo tipo de casos. El más dramático, el de una pareja francesa -solo hablan ese idioma-, que ha volado con Air France y como el avión se ha retrasado mucho, han perdido el vuelo de enlace, a Melbourne, donde van a visitar a familiares. No pregunta la mujer compungida, si tendrán problemas para entrar y les mentimos. Lo que pensamos, en realidad es, que los van a retener y mucho con lo cuadriculados, que son los chinos. Ahora mismo, no tienen un vuelo a un tercer país, que es la condición indispensable para que te den está visa de tránsito (máximo, 144 horas)

          Aún desconocemos -porque nosotros estábamos unos quince puestos por delante en la cola-, como resultó ser el desenlace de esta preocupante situación: ¿habrán llegado a Melbourne o por el contrario, estarán a pan y agua en una cárcel china?

          Tras hora y cuarto de lentos avances, llegamos al patíbulo. Al menos, la chica, que nos atiende, sonríe (con los ojos, porque en la boca lleva una máscara) Le entregamos los dos pasaportes y el móvil con el e-ticket en pantalla. Se lo empiezan a pasar de unos a otros, mientras tratamos de mantener el tipo. Quizás, no tardaron más de lo normal, pero a nosotros nos pareció el infinito.
          Nos ponen una pegatina en el pasaporte y hay que colocarse delante de otra máquina, que te saca una foto y en la que debes poner todos los dedos de las dos manos -una a una-, menos los pulgares. Si los dos círculos de la pantalla salen en verde, vas para adentro.

          Hay, que decir, que el adhesivo, que te colocan, tiene como fecha fin el día de tu vuelo y no las 144 horas. En nuestro caso, embarcamos a la mañana siguiente, unas 16 horas después de este momento.

          Conseguimos dormir algo, a pesar de que los chinos se pasan el día -y la noche- gritando y circulando a toda velocidad, como bólidos, con los carritos de aeropuerto llenos de bultos. Casi más peligroso, que transitar por una calle de India.

Ubud, la ciudad de los mil templos


Una cascada más (Milford Sound)


¡Que si, que me baño!


Mercado de pescados y mariscos (Sydney)


La sentida ceremonia (Taipei)


martes, 5 de marzo de 2019

¿Qué es un viaje largo? (parte I y la segunda para más adelante)

                                      Todas las fotos de este post son, de Krabi (Tailandia)

          Es la primera vez, que me hago esta pregunta -en un principio algo estúpida- y que incluyó este epígrafe en un relato de estas características. Y lo he hecho, porque a lo largo de estas pasadas fiestas navideñas, muchas gente, me ha hecho unas preguntas -tan básicas de responder para nosotros-, que hemos quedado sorprendidos. Como, si fuera un FAQ -tutorial de preguntas frecuentes-, vamos a tratar de resolver alguna de ellas.

           -"¿Que es un viaje largo?: Poner este límite es algo muy personal. Depende mucho, de lo que haya viajado casa uno y de las circunstancias. Nosotros ponemos la frontera mínima en los dos meses. Por eso, llevamos solo ocho realizados y no diez, al no incluir los dos interrailes de 1990 y 1991, que rondaron los 45 días cada uno.

           -"¿Lleváis todos los vuelos comprados?": Modestia aparte, estamos bastante bien preparados, gozamos de buenas capacidades y somos, lo suficientemente previsores, pero es imposible, en un viaje largo, llevar preparado algo más -como mucho-, que el primer país. Por tanto, nunca compramos más, que los vuelos para el primer destino. La ventaja de un viaje largo es, que ofrece mucha flexibilidad y no hay que llevar las fechas cerradas, como en unas vacaciones al estilo tradicional.

           -"¿Como os entendéis por ahí fuera?": La gente normal y por lo visto en estos días, desconoce, que para viajar por cualquier parte del mundo, tampoco es necesario tener un buen nivel de inglés, entre otras cosas, porque en muchos países, la mayor parte de la gente no habla este idioma. Un buen nivel de la lengua, de Shakespeare, resulta un buen e indispensable recurso, pero si no quieres limitarte y llegar a pasarlo mal, debes desarrollar otros, como aprender algunas palabras de la lengua local, usar gestos muy expresivos, dibujos... Todo lo que no agobie y facilite las cosas, a quien te tiene, que ayudar.

         -"¿ Y una vez allí, lo hacéis todo organizado?: No tendría mucho sentido, volar por libre para luego, tener que caer en las garras de las agencias. El 99% de los recorridos los hacemos nosotros solos -a veces, compartimos tramos de viaje con otras personas- y solo en casos muy excepcionales, recurrimos a tours organizados. Normalmente, lugares, cuyo acceso en transporte público es complicado o requiere de varias conexiones, son muy lentos o demasiado espaciados en el tiempo.

          -"¿Y, como reservais el alojamiento?": Esta es una de las preguntas, que más nos ha sorprendido, porque nos la han hecho varias personas, cuando nosotros dábamos su respuesta por obvia. Una de las personas, incluso, me llegó a interrogar, sobre si alquilabamos un piso en casa país, que visitábamos. Veamos:
           En el tercer mundo -generalmente, hay muchos alojamientos económicos, que suelen estar agrupados, en el caso de zonas turísticas-, nunca solemos reservar nada, porque entre otras cosas, casi nunca se puede, es difícil hacerlo o no lo aceptan, siquiera. Además, así ves la habitación antes de comprometerte, a contratarla.

            En los casos de los países caros, si solemos reservar, previamente, aunque no siempre. Booking -mejor la app, que la página web-, resulta la mejor opción para esta labor. La mayor parte de las veces, resulta la mejor opción, para esta labor. La mayor parte de las veces, resulta mejor opción, que ir al propio hotel y eso, que el portal, casi monopolístico, de alojamientos, cobra una comisión innegociable, de un quince por ciento. ¡Hay cosas, que de verdad, no se entienden, se pongan, como se pongan!

¿Y, que habría pasado, si todo hubiera salido mal?

                         Las cuatro primeras son, de Taipei (Taiwán) y el resto, de Krabi (Tailandia)

          Mucho miedo me da, siquiera, tener que pensar, en lo que habría pasado si, finalmente, no hubiéramos podido comprar un extremis, esos billetes de vuelta, a España, para el día 20 de diciembre.

          Lo más normal, es que hubiéramos pasado un angustioso fin de semana lleno de incertidumbres. Con la desventaja , de llevar siete horas de adelanto con España, habríamos contactado el lunes con nuestra gestora de cuentas, en Bankia. No lo podríamos haber hecho, hasta las cuatro de la tarde, de Taiwán (nueve de la mañana, en nuestro país). Le habríamos solicitado, que con la urgencia, que fuera posible, cambiará el número de recepción de mensajes de mi teléfono, por el de mi padre.

          Es decir y resumiendo: como pronto y si aún seguía en vigor la tarifa elegida -cosa improbable, pero no imposible-, no habríamos podido sacar los billetes hasta primera hora de la noche del lunes, cuando pretendíamos volar, menos de veinticuatro horas después, la tarde del martes, a Shanghái, para enlazar el miércoles a las diez y media rumbo a la capital, de España. ¡De vértigo!

          Si hubiéramos fracasado con este arriesgado y desesperado último recurso, pasar las Navidades, en Taiwán, no nos lo había quitado nadie. Habría resultado extraño -realmente, para echarse a llorar y no dejar gota-, haber tenido, que pasar la noche, de Nochebuena, en una de esas lúgubres y tristes habitaciones dobles compartidas, que tanto se estiman allí.

          Y la cena del día 24, como mejor opción, un plato recalentado de pasta a la carbonara, del Seven Eleven o de arroz al curry con pedacitos de pollo, del Family Mart. Para brindar, como mucho, una cerveza. ¿ Y la comida de Navidad? Mejor no pensarlo, para no terminar con una depresión aguda. Ya pasamos -esa vez, voluntariamente- unas Navidades, en la sosa y anodina, Botswana y no resultó ser una experiencia para recomendar, ni siquiera a tus peores enemigos.

          Antes de eso y con el número de teléfono cambiado para la recepción de SMS, habríamos tratado de reservar para otro día. La única ventana, que se nos abría en aquellos tensos momentos, en condiciones de precio similares, era el día 28 de diciembre, con la compañía aérea de Taiwán, EVA Airlines.

          Si está opción hubiera fallado y la tarifa del vuelo hubiera subido, el infierno se habría cernido sobre nosotros. Moralmente destrozados, lo que habíamos previsto, en este caso, era comprar unos billetes en una compañía de bajo coste, a Bangkok, donde la estancia nos saldría mucho más barata, que en Taiwán, esperando la hora de conseguir los ansiados boletos para volver a casa.

          En el mejor de los casos, la Nochevieja la pasaríamos en la capital, de Tailandia, cenando sopas picantes o de carne de cerdo, del Seven Eleven, brindando después, con siamsato y comiendo en la media noche doce cacahuetes con anchoas, doce alubias secas con sabor a wasabi o doce caramelos rellenos de chocolate y menta, todos ellos adquiridos en ese mismo establecimiento de 24 horas.

          Ahora, ya pasadas las Navidades y ya entrados, en el 2019, cuando esto escribo, se me ha ocurrido hacer simulaciones de vuelo, desde Bangkok, a Madrid para los próximos diez días. Y resulta, que todavía están más caros, que en el propio periodo de Navidades. ¡Más de 550 euros cada uno!

          Vistas las cosas, ¿ habríamos vuelto alguna vez a casa?. Afortunadamente, no hay ninguna obligación de proponer una respuesta.

lunes, 4 de marzo de 2019

La Great Ocean Road


De crucero por Milford Sound


15 de diciembre: muerte y resurrección en un mismo día

                               Todas las fotos de este post son, de  Jiufren (Taiwán)

          Es por la mañana y hacemos el primer intento de compra de los billetes de vuelta a casa. Ahora, si funciona el wifi de la estación de trenes. Entro en la aplicación de Bankia y cambio mi número de teléfono por el de mi pareja. Es sencillo, dado que pide unos códigos de seguridad, que tenemos y el sistema nos dice, que todo correcto.

          Primer intento de reserva con Budgetair -nuestra web de confianza-, pero el maldito SMS no llega a nuestro único móvil (el mío, había muerto hace dos meses, cuando viajábamos, a Sydney). Pensamos: "será la maldita tarjeta SIM, que como ayer, esta fallando, a pesar de dar cobertura".

          Entro en la app de Bankia, de nuevo y cambio el número de teléfono de mi esposa por el de mi padre. De nuevo, todo Ok. ¡Que maravilla! Pero, en España son las cuatro de la mañana y a pesar de nuestra ansiedad, no me parece oportuno molestar a esas horas a un mozalbete de 78 años, para resolver nuestros asuntos. Así, que nos dedicamos a seguir visitando la ciudad -con tensa normalidad calmada-, hasta, que nos atrape el crepúsculo.

          Y va y llega. ¿Estaremos ante nuestro particular black friday -a pesar de ser sábado- y podremos comprar, como churros? Pues, no. El wifi de la estación de trenes está caído y nosotros de los nervios. Hay un ente superior, que nos ha cogido  manía, nos ha agarrado por el cuello y no nos suelta. Como diría aquel célebre personaje de GH: ¡Quien nos pone la pierna encima!

          Tras una hora de desanimada incertidumbre, recuperamos la señal, aunque de forma discontinua. Le mando un WhatsAp a mi padre, para que esté listo. Hacemos la reserva, nuevamente, pero no hay manera: no llega el maldito y angustioso SMS.

          Empezamos a pensar, que nos vamos a tener que quedar aquí, todas las Navidades o, que tendremos que buscar una agencia física -en el aeropuerto, porque en la ciudad no las hay-, para volar a Bangkok, donde la vida es mucho más barata. La única esperanza, que nos queda es, mandar un correo a la chica del banco el lunes, para que nos modifique el teléfono manualmente, pero jugamos con la desventaja de los husos horarios, que podrían hacer, que perdiéramos la tarifa obtenida.

          ¡Yo nunca me rindo! Otra vez, a la app de Bankia, a cambiar el teléfono por el de mi esposa. Nueva reserva y nuevo fracaso. Comerse el turrón en una de esas minúsculas habitaciones compartidas de cama doble, va a ser más triste, que pasar la Nochevieja de 2010, en la puerta de una peluquería de Kasane (Botswana)

          Nuestro WhatsApp a mi padre, ahora que parece que el wifi, se mantiene con las constantes vitales. Le pedimos, que nos mande un SMS, a ver si la línea funciona. Pero, mi progenitor, que se maneja bastante bien con internet, no domina las antiguas- aunque las quieran recuperar a toda costa- tecnología de las telefónicas.

          Media hora de espera y de desesperación y nada. ¡Navidades en manga corta!, porque la temperatura aquí, ronda los 19 grados. Afortunadamente, entra en escena una de mis hermanas -la que me precede-, que si se entera algo más. Y de repente, empiezan a llegarnos SMS en cascada. ¡No es la línea!

          Bueno. ¿Y de qué nos sirve, si Bankia no nos deja cambiar el número de teléfono? La repentina alegría, se torna en frustración. Queda menos de una hora para que cierren la estación y entonces, también, perderemos el wifi, que ahora empieza, a flojear.

          Se me enciende una luz y comienzo a avistar numerosas posibilidades de volver en Navidad, a casa. Es, como el huevo de Colón. Estaba ahí, pero no lo habíamos visto. Mi esposa, que es un desastre para el tema de los bancos, también tiene usuario on-line, aunque no recuerda su clave. Pero eso y en un principio, debería dar igual, porque si su número de teléfono figura en su usuario, nos debería dejar hacer la compra con su tarjeta de débito.

          Al filo de las doce de la noche, enganchados a una clavija de un panal de cargadores de móviles, lleno de chinas y chinos jóvenes, que también recargan sus baterías, conseguimos que el maldito SMS llegue. Nos tiemblan los dedos y apenas, acertamos a introducir los números. Pasa medio minuto de ataque cardíaco contenido y al fin, Budgetair nos dice: "enhorabuena, estáis listos para viajar"

          Ahora ya, solo nos resta pegarnos con la burocracia china. ¡Casi nada!

Sumidos en el caos de las tarjetas SIM de Simyo, de Bankia y las compañías aereas

                                          Todas las fotos de este post son, de Taipei (Taiwán)

          Llevamos buscando vuelo de vuelta a casa, desde hace un par de semanas, cuando aún vagabamos, alegremente por Indonesia. Ya hace de un mes, que habíamos decidido volver antes de Navidades, porque el viaje, tal como estaba planteado, no da más de sí. Pero es, que además, nuestra querida sobrina de 9 años, no para de mandar mensajes al móvil, tocándonos por favor, que no faltemos a la cena de Nochebuena y los niños de esas edades, como sabéis, son realmente persuasivos.

          Decidimos venir, a Taiwan, porque ya habíamos comprobado, que volar a casa, nos salía -incluso-, por unos pocos euros menos, que desde Bangkok, algo que nos resulta extraño. Desde primeros de diciembre, la situación era la que sigue: a partir del 19 de este mes y hasta el 28, los vuelos Taipei-Madrid -ya habíamos intentado hacerlo vía París o Amsterdam, con vuelo directos de la compañía EVA, que no eran caros, pero si el enlace europeo- no bajaban de los 600 euros por persona.

          Decidimos, que no abonaríamos esos importes, así que la opción más ventajosa, que nos quedaba, pasaba por volar el día 18, en cualquier caso, con muy dilatadas escalas. Acabamos optando por la combinación, de China Airlines e Iberia, con un tránsito de dieciséis horas en el aeropuerto, de Shanghái. Los 410 euros por cabeza no nos parecen baratos y más, teniendo en cuenta, que pasar más días aquí, incrementaría notablemente los gastos y ya nada tenemos, que hacer, en Taiwán.

          Hasta ahí, todo bien, pero la pesadilla y el calvario, estaban a punto de empezar. Solo un milagro, de esos, que siempre nos ocurren a nosotros por esos mundos de Dios, podía salvarnos.

          Problema 1 y principal: las malditas tarjetas de los teléfonos. Si, otra vez. Simyo promete tener cobertura en muchos países, que no la tiene (que sepamos, en Australia, Singapur y China y en Taiwán, no hay redes 2G, que es a lo que quedó reducida mi tarjeta -no la de mi pareja- en este viaje y por razones desconocidas.

          Con mi tarjeta SIM fuera de juego, perdemos las posibilidades de reservar vuelo, como lo habíamos hecho a lo largo de todo el viaje, puesto que claves de Bankinter, solo tengo yo -dado que su tarjeta es asociada- y solo está puesto mi móvil para confirmar pagos por SMS.

          La SIM de mi esposa, si que sigue soportando 3G, pero anuncia otra dificultad gorda: al entrar al país, funcionaba, pero ahora parece, que no esta operativa.

          Problema 2: Bankia. Nuestra gestora de cuentas, nos había dicho, que a través de la aplicación del banco, se podía cambiar el número de teléfono, al que se envían los mensajes para confirmar las compras, pero no es verdad, porque el sistema no te reconoce la modificación, si el banco no tiene constancia de ese nuevo número. La maldita y cacareada seguridad, nos está haciendo la vida imposible por el mundo. Aunque, ya hemos aprendido y para la próxima, añadiremos a nuestro equipaje una tarjeta telefónica de una compañía de las grandes, que tenga cobertura en todas partes.

          Problema 3: El wifi. El del alojamiento va de pena y el de la estación -que no es el oficial, ya que no nos da conexión, a pesar de haber obtenido la clave en turismo- que nos lleva dando soporte, durante estos días, hoy, que lo necesitamos con angustia, ni siquiera aparece en las redes disponibles.

          Problema 4: Aunque este es de futuro: China y su maquinaria de papeleo inagotable. Evidentemente, no disponemos de visado para el ingreso en el gigante asiático, aunque es posible -segun hemos leído-, llevando un billete para un tercer país -nuestro caso-, entrar durante 144 horas en algunas ciudades, como Shanghái. La cosa parece sencilla, pero la burocracia china -al igual, que la rusa-, nos aturden. Y efectivamente y viendo el resultado, no íbamos desencaminados.

domingo, 3 de marzo de 2019

Los sorprendentes alojamientos, de Taiwán

                                              Todas las fotos de este post son, de Taipei (Taiwán)

          En los viajes largos, nosotros vamos preparando el próximo país, apenas unas pocas jornadas antes de llegar, porque el día a día nos consume bastante tiempo. En el caso de Taiwán, ni siquiera teníamos guía del país -algo, que cada vez es más frecuente- y nos tuvimos, que surtir de la poca y confusa información de los blogs y unas pocas webs. Aunque no estabamos preocupados, dado que imaginabamos, que nos encontraríamos con algo parecido, como China.

          En el tema del alojamiento, no esperábamos hallar mucha diferencia con otros países desarrollados de la zona, porque ya hemos pernoctado en Japón, Corea del Sur o China. Pero si las hay y resultan desfavorables para el viajero, mucho más, para el de presupuesto ajustado, que a veces, no les queda otra, que ir a dormir a la estación de autobuses, de Taipei -donde, al menos, no te molestan, si no te tumbas-, dado que la de trenes la cierran a media noche.

          Veamoslas:

          -No es un problema -como en otras partes del mundo- de carencia o escasez de establecimientos hoteleros. Hay muchísimos, sobre todo en la capital. Pero, sin embargo, los precios se disparan, sobre todo los fines de semana, durante los que resulta casi imposible hacerse con una alcoba. Las más económicas rondan los 100 euros, si pretendes reservar las noches de los viernes y los sábados ( en esto coinciden con la tendencia actual, en Japón)

          Durante los días de diario, las habitaciones dobles compartidas -luego explicaremos este concepto, que no habíamos conocido en ninguna otra parte del mundo-, que son la opción más barata para una pareja, empiezan con un precio en torno a los veinte euros, aunque no es infrecuente, que rinden los 30. En la mayoría de los casos -y hemos recorrido muchos de ellos- la relación calidad-precio resulta nefasta.

          Fuera de Taipei, sin embargo -por ejemplo, en Kaoshiung-, se pueden conseguir habitaciones dobles -todo un lujo- Pou un importe razonable.

          -Casi todos los hoteles modestos y de tipo medio, no cuentan con puertas de acceso desde la calle. Hay que entrar y tomar un ascensor y subir al pido, que se te indica -a veces existen varios en el mismo edificio- y según sales, te topas con la recepción. Los check-in son bastante tardíos -no es infrecuente, que sean a las tres o las cuatro de la tarde, cuando anochece a poco más de las cinco- y muchas habitaciones no disponen de ventana.

          -Conseguir una habitación doble sin arruinarse, es una práctica casi imposible. ¿Que fórmula han inventado entonces, para poder dar este servicio a dos personas, que viajan juntas? La cama doble en habitación compartida. Cuando por primera vez, vi este concepto en los alojamientos, de Booking, pensé: "Que moderna es esta gente -que lo son en algunas cosas, como en que muchos baños son mixtos-, que meten varias camas dobles en la misma habitación" Nada más lejos de la realidad.

          Se trata de literas dobles corridas y en dos alturas y colocadas en un pasillo. Tienen la deferencia de ofrecer una cortina -con el fin de que tengas intimidad- y un armario exterior con llave para que coloques tus cosas. Sin embargo, resulta imposible moverse dentro para hacer algo, por pequeño que sea -no tienen tele, como las cápsulas- y las zonas comunes, no suelen disponer de demasiado espacio y suelen estar bastante abarrotadas. Eso sí: la gente -la mayoría población local o china-, suele ser bastante educada uno hacen mucho ruido por la noche.

          Las habituales literas de los hostels también existen, aunque no son tan numerosas, como en la mayoría de los países turísticos del mundo. Dos de ellas, son bastante más caras, que una cama doble en habitación compartida.