Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Parque temático de la decadencia apocalíptica, hiper excitante y adictivo

           Todavía nos sentimos impresionados por los momentos vividos ayer, en Vrindavan. Fueron poco más de tres horas allí, pero el chorro de emociones e imágenes resultó tal, que nos pareció mucho más tiempo. En todo momento, nos sentimos partícipes de esta especie de parque temático de la decadencia apocalíptica, hiper excitante y adictivo. Cuanto más horror y caos veíamos, más queríamos seguir mirando.

          Hace unos años no entendíamos por qué determinada gente repetía viaje tras viaje, a India, hasta la saciedad. Pero es, que en el sitio, donde menos lo esperas, aparece petróleo, bien en forma de patrimonio monumental, bien en emociones -generalmente contradictorias -, bien en experiencias únicas.

          Nosotros, hace un mes y después de cinco viajes y pico al país, no teníamos ni idea de la existencia de Vrindavan. Hoy, los momentos imborrables vividos allí, permanecerán en nuestras mentes de por vida.

          Estamos en Delhi, donde vamos a pasar cuatro noches en total, antes de partir el lunes próximo al mediodía para el aeropuerto. Ayer, estuvimos en el mejor hotel de todas nuestras estancias en esta ciudad -en general aquí, son bastante deficientes-, pero hoy hemos cambiado a otro, que habíamos reservado por Booking, algo más barato y con aire acondicionado (segundo en India y quinto del viaje).

          Hoy, nos hemos reencontrado con el templo sij, que supuso el pistoletazo de salida del anterior viaje largo -el décimo- y la sensación ha sido extraña. También, con los monos de los templos Ganesh y Hanuman, que nos persiguen por toda la nación, allí donde vamos.

          Estamos felices porque hemos conseguido el 95% de los objetivos. Y aliviados, por olvidarnos para siempre de las oficinas de reservas de las estaciones de tren; de los vagones de segunda clase; de las apps de Indian Railways; de los autobuses de trayectos cortos; de los eternos check in de los hoteles; del omnipresente olor a chapati y patata; del zoológico animal universal que transita por todas las ciudades; por la falta de cambio de los comerciantes; de las situaciones absurdas que cada dia se generan en este país por ser tan pesados; estrictos en lo banal y cuadriculados en el resto; en de la tardanza en las pequeñas compras...

          Y digo forever, porque tenemos la sensación y la intención, desde la calma y el disfrute actual, de que ya nunca volveremos, a India. Y alguien nos dirá: "¿No os gustaría regresar dentro de veinte años, a ver, que ha cambiado?". La respuesta es clara y contundente: ¡NADA!

          Si a alguien le apetece, nosotros regalamos cuatro meses de visado vigente, a India.😉

¡Y volvimos al mismo templo, siete 🕖 meses después!


 

Parte trasera del templo Sij, en Delhi

 


Templo de Hanuman, en Delhi


 

Templo de Ganesh, en Delhi


 

jueves, 5 de septiembre de 2024

Monos robagafas, en la ciudad de las viudas

           Nos despertamos a las cinco de la madrugada y media hora después y sin haber amanecido, ya estábamos a la captura del primer cacharro, que nos llevará a la estación de tren. Se regatea bien a esas horas, a pesar de la escasa oferta.

          Perdimos un convoy, a Matura, por segundos, pero no tardo mucho en pasar el siguiente. Nos tocó ir de pie, durante la hora de trayecto.

          En la puerta de la estación de Matura, cogimos un segundo cacharro -esta vez compartido -, que sale mas barato. En media hora estamos en Vrindavan.

          El camino hasta el centro son dos kilómetros, con no demasiado tráfico, pero con multitud de monos descontrolados y canallas. Con el madrugón, mi pareja no se había puesto las lentillas y llevaba las gafas. En un instante y sin ni siquiera rozarla, uno de ellos se las quitó y se fue al galope. Desconcierto y shock. Entonces aparecen un grupo de unas diez mujeres de diferentes edades . Pensamos, que vienen a ayudarnos, pero no. Quieren dinero: concretamente, cien rupias, no sabemos si para todas o de forma individual . Mientras un señor, ha recuperado los anteojos y también quiere cobrar por ello. Una de las patillas está  severamente mordida. ¡Huimos de allí!

          Desconcierto sí, pero sorpresa ninguna, porque habíamos leído a unos chicos, que les quitaron las de sol. Yo le dije a mi pareja en el tren, que las guardara, pero es muy tozuda y no hizo ni caso.

          Hay, que decir, que hemos salido de la ciudad de las viudas, impresionados y algo temerosos y eso, que tenemos más de cuarenta mil kilómetros por este país.

          El 33% de la población de este lugar son mujeres, que han perdido al marido y que han acabado aquí. El resto: peregrinos devotos, sadus vividores, mendigos de todas las edades y secos, maestros de rituales... Tienen todos algo en común: piden dinero.

          Además, vacas malolientes, cabras, perros vagabundos, serpientes para tocarlas y hacerse fotos, millones de moscas, los monos... Y también basura y fluidos, para aburrir y mucha policía, viendo la vida pasar, sin hacer nada.

          En ningún lugar del mundo, hemos padecido tanta agresividad global, como aquí .

          Pero el sitio está bien y es muy auténtico -demasiado quizás - con su serpenteante casco histórico de calles estrechas y abarrotadas, sus templos mal mantenidos y sus deteriorados ghats, donde se puede tomar una embarcacion para el paseo. ¡Ni de coña! 

          Y una actividad comercial trepidante, que gira en torno a las ofrendas de los templos -se pegan por ser los primeros en entregarlas-, consistentes en flores, comidas, velas y unos carísimos dulces de aspecto asqueroso (forma de albondiguillas oscuras).

          Un nuevo cacharro compartido nos devolvió a Mhatura. Por el camino vimos una tienda de alcohol. Será, que está fuera del radio prohibido de diez kilómetros de los templos.

          Tuvimos suerte y al llegar a la estación, cogimos un tren inmediato para Delhi, donde estamos ahora, esperando los vuelos de regreso. Está vez pudimos sentarnos y el convoy llegó puntual.

          Los vídeos no hacen justicia con Vrindavan. Primero, porque es muy difícil grabar en sus calles atestadas y segundo, porque obramos con mucha cautela para que nuestro móvil no cayera en las garras de los rápidos e implacables monos.

          Vrindavan ha sido la guinda premium a este sexto viaje por India y undécimo largo.

Por las caóticas calles de Vrindavan


 

Templo antiguo en Vrindavan


 

Otro de los ghats de Vrindavan


 

Ghats de Vrindavan