Renovamos la fantástica habitación de hotel por una noche y nos fuimos a la cercana estación de tren, a por un nuevo intento de reservar billetes, desde Guwahati, a Patna o New Japalguri. Teníamos pocas esperanzas y las previsiones se cumplieron. Habrá que esperar, al día de antes y a la cuota Takal. Y si no, la infernal clase general o los autobuses. En cualquier caso, la vuelta va a ser complicada y lenta.
Iniciamos el camino hacia la tienda del alcohol, situada a unos tres kilómetros andando. La habíamos localizado en el Maps y está de camino al palacio, el atractivo más importante, de Agartala. Había caído un tormentón dos horas antes y las calles estaban impracticables y anegadas, chapoteando en los charcos y resbalando con los omnipresentes barros
Llegamos en unos treinta y cinco minutos, siendo las 10:10 y estaba cerrada. Preguntamos y nos dijeron, que abría a las 11:00. Así, que a esperar, porque las reservas de güisqui de Shillong están casi agotadas. Nos quedamos de pie, porque en India hay pocos sitios para sentarse y menos, durante la época de lluvias. Al lado una gasolinera para tuck tuck -los coches van por otro lado -con una hilera de cacharros verdes y amarillos, esperando para repostar. Bastantes conductores venían empujando su vehículo, sin una gota de gasolina en el depósito.
Al final, la wine Shop abrió a las 11:30. El alcohol, al doble de precio, que en Shillong. El vendedor se hizo unas cuantas selfies con mi pareja. Aprovechamos para preguntarle, cuanto valía el autoricksaw, desde allí, al palacio. Nos dijo, que cien rupias, que fue lo que pagamos, porque coincidió, con lo que nos pidió el driver. Por ese trayecto, los indios pagan menos de la mitad, pero para que discutir por cincuenta céntimos, si no hay otra forma de abordar el objetivo (ni buses públicos, ni privados, ni trastos compartidos).
El palacio es hoy un museo, que podríamos habernos saltado, pero es, que el edificio no se ve desde fuera, por lo que pagamos a regañadientes -primera y última, en este viaje-, las 250 rupias, que piden. Ya sabemos, que son 2,50 euros por persona, pero eso supone las 2/3 partes, de lo que cuesta la habitación cada noche o tres veces, lo que nos vale comer y cenar.
El palacio es muy bonito por fuera y del interior del museo no se pueden hacer fotos ni vídeos. Resulta interesante, porque en un rato, te empapas -y nunca mejor dicho, en esta época- de la historia, cultura, tradiciones y demás, de este estado donde conviven tanta diversidad de tribus.
La verdad es, que en un radio de cincuenta kilómetros de aquí hay unas cuantas cosas interesantes, pero esa distancia, aquí en India, te lleva dos horas y no todo se encuentra en la misma dirección. Tampoco hay una infraestructura de tours de un día organizados, que te puedan facilitar las cosas.
Entre los atractivos, unos grabados de dioses en una pared de roca con su río y sus canoas locales, varios sitios arqueológicos, una catedral, un palacio enclavado en un lago ...
A la vuelta y como no llovía, ni hacía sol, nos hicimos en dos horas los siete kilómetros de regreso, caminando, sin excesivas tensiones, pasando la tarde paseando por el entorno absolutamente rural de los alrededores del hotel. Un perro sarnoso, nos quiso disputar la comida.
Mañana esperamos un día tranquilo -mucho decir - y el jueves por la tarde regresaremos a Guwahati.