lunes, 22 de enero de 2024
Agadir
domingo, 21 de enero de 2024
Essaouira
El segundo problema -también previsto- porque habíamos enredado en Booking, era el precio del alojamiento, bastante más caro que en otras zonas de Marruecos. Nos costó casi una hora y muchas vueltas, dar con uno, que estuviera bien y que se adaptará a nuestro precio (14 euros).
La medina de Essaouira no es exactamente como recordábamos de nuestra visita anterior, hace 18 años. Entonces era un lugar sucio y decadente, con necesidad de grandes reformas. Parece que en este tiempo las han hecho y además hoy en día, no hay un solo papel o plástico en el suelo.
Estamos a mediados de enero, pero incluso en esta época, hay bastante turismo en la ciudad, fundamentalmente, francés y español, que mantiene las tiendas del zoco y los numerosos y caros restaurantes o tenderetes de comida. Lo que menos nos gusta en materia culinaria en Marruecos -también ocurre en el norte -, es que se han puesto de moda los panini, el falafel, los shawarma, los tacos...cuando la rica cocina tradicional marroquí no necesitaba de nada de esto.
La mayoría de negocios se encuentran en tres amplias calles dentro de la medina que están a rebosar con negocios de todo tipo, entre ellos los del aceite de argán que son gestionados por cooperativas de mujeres y los que venden toda clase de remedios entre los que se encuentra la "viagra femenina". El resto de calles -algunas son muy arqueadas y coloridas-, y como ocurre siempre, están vacías. Su muralla no es muy espectacular, aunque sí sus puertas exteriores e interiores.
Tiene una amplísima plaza. En uno de sus extremos, se encuentran unos cuantos restaurantes seguidos con terraza donde degustar una variedad casi infinita de pescados y mariscos, a precios de vértigo (no se os ocurra meteros en ostras o bogavantes). En otro, han instalado una pantalla gigante, donde hoy, centenares de lugareños -mujeres incluidas y muchas muy jóvenes -, disfrutaban con pasión del partido de la copa de África, entre Marruecos y Congo. En este país vimos la final del mundial, que ganamos y entre los numerosos espectadores no había ni una sola fémina, así que algo es algo.
En el exterior de la medina, el protagonista es el mar, con el largo paseo marítimo y la playa, las vistas desde la muralla y la Scala del puerto, donde se encuentra el bastión y las famosas barcas de colores.
Existe otra Essaouira distinta, profunda y llena de basura y escombros: es la del extrarradio. Entre ella, está el camino de la estación de autobuses, desde donde mañana, partiremos para Agadir.
Primera aventura y primeros amigos del décimo viaje largo
Salimos de Valladolid con menos de cero grados y con una ventisca, que penetraba hasta las entrañas, a pesar de ir vestidos con mil capas, de las que nos deberemos ir desprendiendo, paulatinamente, porque vamos hacia el calor (ahora mismo en Essaouira, 21 grados). Camino de Madrid, a la altura de Arévalo, cayó una nevada descomunal.
Por precaución y aunque no salimos demasiado pronto, dormimos tirados en el suelo de Barajas y nadie nos levantó. Partimos en hora, en un vuelo medio lleno y que aterrizó, sin novedad en Essaouira. 21 grados, aunque con fuerte aire. Muchos controles de pasaporte -y uno de equipaje -, aunque todos rápidos.
Afrontamos el primer problema, ya previsto: llegar a la ciudad , en transporte público. Habíamos encontrado en internet los horarios de la línea 2, que va desde Sidi Kauki a Essaouira. La chica de información del aeropuerto nos confirmó su existencia, aunque con otra hora distinta de paso. Debíamos salir a la derecha desde el aeropuerto, pero el problema es, que no existe parada, como tal
Encontramos a una pareja de españoles, buscando lo mismo. Ella estaba muy nerviosa y terminaron pagando una barbaridad por un taxi. Nos quedamos solos, aunque por poco tiempo, porque de una aldea colindante, comenzaron a salir mujeres y niños -con balones incluidos-, que vieron en nosotros un entretenimiento y un espectáculo. También llegó un hombre muy agresivo, del que nos costó librarnos. Malamente logramos entender, que donde estábamos, al lado de un mojón, pasaba un vehículo para nuestro destino a las 6.
Estábamos de suerte, porque por la carretera apareció otra pareja de nuestro mismo vuelo: Foix y Miguel, de mediana edad. Ella tiene una tienda de flores, en Menorca. Están bastante viajados -aunque son más amantes del senderismo, que de las ciudades -, por lo que la conversación fluyó rápido, sobre las interminables aventuras de unos y de otros. En concreto, su último gran hito, había sido, ir desde Santiago de Cuba, a La Habana, en bicicleta.
Mientras charlábamos fueron parando diversos taxis y similares, que trataron de desplumarnos, sin éxito (nos pedían 10 euros por cabeza, no negociables). Pero nosotros, firmes, esperando el bus urbano. Eran ya más de las seis y no venía pero como estábamos tan entretenidos... De repente y casi sin percatarnos de ello, paró una furgoneta bastante nueva, que por 25 dirham cada uno -poco más de dos euros, costando el autobús de línea 1-, nos llevaba hasta la puerta de la medina. Se trataba de un hombre avispado, que venía vacío de vuelta y que prefirió llevarse un pellizco, que no sacar nada. Además y de camino, hizo algunos otros recados, que también le supusieron una retribución adicional.
Llegamos de día, con el zoco en plena actividad. Eso sí, nunca sabremos si el autobús terminó pasando. Nos despedimos de nuestros dos nuevos amigos. La tienda de Foxi se llama 2manyflowers y está en Mahón. Si pasáis por allí, dadle recuerdos de nuestra parte.