Esta es de la portada, de Marcando Paquete y la siguiente del artículo aludido
Buceando en viejas carpetas olvidadas,
me envolvió de lleno la nostalgia, durante esta mañana de domingo,
al encontrar el único recuerdo de mi época de instituto -a esa edad
no se es consciente de lo importantes, que son, porque no se tiene
aún memoria-, consistente en una de las revistas -llamada “Marcando
Paquete”, del IB Antonio Tovar-, donde escribía activamente y ya se insinuaba mi gusto y
facilidad para el mundo del periodismo.
“Sexo, moral y libertad de
enseñanza”, se titula el polémico artículo, que ocasionó gran
debate, sobre todo entre los profesores. En él, defendí a mi
profesora de filosofía -que no supo donde meterse la pobre-, ante
las amenazas y malas artes de un padre, motivadas por haber hablado
con naturalidad de sexo en clase. Lo curioso es, que releyéndolo 32
años después, estoy de acuerdo punto por punto con aquella visión
juvenil de mis 17 años de existencia. Y es, que yo ya era de
PODEMOS, treinta años antes de que nacieran.
La Compostela
Pasaron siete años y una cerrera
universitaria de por medio, para mi siguiente contacto con el mundo
del periodismo, durante unas fiestas patronales, como guionista de
éxito en Televisión Valladolid, antes de entrar en 1.993, en Onda
Cero de esta misma ciudad.
Y lo cuento para hilar con el segundo
recuerdo, que me ocupó gran parte de esta mañana: la compostela,
que me entregaron en mayo de 1.993, después de hacer en bicicleta el
Camino de Santiago. Bueno, debería matizar: en bici no hice más de
ochenta kilómetros (30, desde Foncebadon, hasta Ponferrada, por una
escalofriante bajada, a 90 kilómetros por hora, en la que estuve a punto de
empotrarme contra un tractor y, unos 50 por tierras gallegas).
Las siguientes son de Santiago de Compostela, pero no corresponden al viaje descrito
Mi verdadero papel ere de enviado especial de la cadena -habíamos conseguido, que nos lo patrocinará Gas Natural-, para cubrir el evento, que desde Calzada del Coto (León) -donde los vecinos nos alejaron gratis-, llevó a 25 participantes y a dos equipos de organización, atención e intendencia, a la capital compostelana. Incluso, publiqué un artículo en “El Mundo -que aún conservo-, titulado “La otra Vuelta”, que comienza así: “Mouchos, coruxas, sapos e bruxas, demos, trasgos e diaños, espritos das nevoadas veigas...”
Mi verdadero papel ere de enviado especial de la cadena -habíamos conseguido, que nos lo patrocinará Gas Natural-, para cubrir el evento, que desde Calzada del Coto (León) -donde los vecinos nos alejaron gratis-, llevó a 25 participantes y a dos equipos de organización, atención e intendencia, a la capital compostelana. Incluso, publiqué un artículo en “El Mundo -que aún conservo-, titulado “La otra Vuelta”, que comienza así: “Mouchos, coruxas, sapos e bruxas, demos, trasgos e diaños, espritos das nevoadas veigas...”
Seguro, que mis idolatrados y denostados jóvenes, a los que estamos dejando un panorama de mierda, desconocen la
importancia, que tuvo ese año para el Camino, que no pasaba por sus
mejores momentos de visitantes o peregrinos. La Xunta de Galicia puso
toda la carne en el asador, patrocino la Vuelta Ciclista a España, bajo el
lema “Xacobeo 93” e insertó cuñas y spots en radio y
televisión, que los que ya tenemos cierta edad, recordamos
perfectamente: “¿Francés?. No, gallego. ¿Italiano?. No,
gallego...”. El éxito fue contundente y nosotros coparticipamos de
él, para ganar el jubileo (el mío, como ya se ha dicho, un poco
tramposo).
La organización resultó perfecta. Con las etapas ya diseñadas desde casa -y recorridas meses antes en coche- y los albergues reservados, cada mañana temprano partía por delante la furgoneta de intendencia, que se encargaba de la comida y el alojamiento, además de advertir de las incidencias puntuales del recorrido. Y, ¿cómo se hacía, si no había móviles?. ¡Pues ni idea!, pero yo mandaba las crónicas por teléfono público, pegando la grabadora al micrófono, desde cualquier bar
Como anécdota, un día cocinando unas lentejas, se les volcó una enorme cazuela de ellas sobre un suelo no demasiado limpio. Las devolvieron al recipiente, como pudieron y no nos enteramos del suceso hasta años después. ¡Nadie murió, que tengamos constancia!.
Por detrás de ellos, se esforzaban los esmerados participantes y cerrando el pelotón, la furgo escoba, donde viajaba
un intrépido mecánico -llamado Chabosky-, un médico, los
lesionados y yo. Desde luego, fuimos los que mejor lo pasamos, dado
que no era infrecuente, que paráramos brevemente en los pueblos para
tomar unos vinos o meternos unas raciones de cecina, botillo o pulpo
(este último, lo pedíamos en bocadillo, para operar más
rápidamente y comerlo ya en el vehículo).
El ambiente fue extraordinario por las
noches -al calor de la cena, los vinos locales o de las frecuentes queimadas- y más
parecido al de Gran Hermano VIP, durante el día, con altercados
y piques de cualquier tipo. Y todo envuelto en un Camino, que me
temo, hoy en día debe haber cambiado para mucho peor.
Por lo que he leído, desde 2.008, los
albergues municipales ya no son gratuitos y cobran unos seis euros
por noche y persona, lo que hace perder esa esencia de senda para los
humildes. Los baratísimos bares y restaurantes de la Galicia
interior, en aquella época, son hoy en día máquinas de hacer
dinero y de hospitalidad no siempre adecuada, El hormigón ha
invadido varios tramos naturales, en lo que supone el imparable ritmo
del progreso (la carretera a O Cebreiro, estaba entonces en plena
construcción).
Para comprobar, si esto es o no así y
dado que mi pareja sólo conoce tramos parciales del Camino, tenemos
previsto realizarlo andando, desde León, durante el próximo otoño.
Esto no varía nuestros planes de partir para Canadá en un par de
semanas.
Información de la ruta existe mucha
en internet y también hay buenas guías, como la de Anaya Touring,
de 2.015, que hemos encontrado en la biblioteca. Documentación muy
detallada y además, se mojan y opinan de casi todo, lo que es de
agradecer.
En cuanto, a las diferentes etapas,
que nosotros hicimos en aquel ya lejano año, se me pierden en el
abismo del tiempo. Sí recuerdo, que hasta Astorga, el camino es
tranquilo. Desde allí, comienza la ascensión a Foncebadon, a través
de Rabanal del Camino, que desemboca en una abrupta y curvilínea
bajada, hasta Ponferrada. Después, toca una fuerte ascensión, a
O Cebreiro y a lo largo de Galicia, el recorrido se convierte en
tramos rompepiernas, como dicen en el mundo del ciclismo.