Esta es de Bangalore y la de abajo, de la carretera de Manali, a Keilong
184 días en total y cuatro estancias
-dos de ellas, divididas por una semana invertida, en Bangladesh-,
resultan ser nuestras cifras definitivas, en India, a lo largo de
2.011, 2.014 y 2.017. No son, ni muchos, ni pocos. Eso, queda a gusto
del consumidor, que se puede sentir colmado con esta dilatada
estancia o por el contrario, aún necesitar de más experiencias en
este país. Para nosotros, resultan muy suficientes y de momento, no
encontramos motivos para profundizar más (si es que se puede, porque
ya lo hemos hecho bastante).
Hampi
Explorado el país, casi de cabo a
rabo, nuestras únicas cuentas pendientes consisten en las visitas a
Darjeeling, Sikkim y los otros estados del noreste, que se pueden
abordar, porque hay otros, que ni siquiera solicitando permisos
especiales. A estos últimos, renunciamos recientemente por falta de
tiempo, durante esta última aventura. A recorrer los primeros, nos
hicieron desistir las interminables e insoportables cancelaciones de
trenes acaecidas a lo largo del pasado mes de septiembre.
Keilong
De momento, dejaremos el asunto, como
esta y será el tiempo, quien decida, si volvemos a India, para
acometer este reto, cosa, que a día de hoy, no creo, que suceda y si
se hiciera, sería en unas condiciones muy excepcionales, que
evitaran, por ejemplo, el paso por Delhi, de la que ya estamos hasta
las narices o por otras ciudades cacharro y caóticas, con las que ya
no podemos más, porque nos sobrepasan. Y esto lo escribo, 21 días
después de haber regresado y no, en el fragor de la batalla.
Manali
De las cuatro veces, que abandonamos
India, una lo hicimos por la frontera, de Sunauli, hacia Nepal. La
segunda, a través del aeropuerto, de Calcuta, rumbo, a Dhaka. La
penúltima y no con pocos problemas en la salida, dirección, a
Egipto, donde disfrutamos un par de semanas. Y sólo esta vez,
retornamos a Madrid, directamente y sin red. Os voy a narrar,
brevemente, el shock, que supone para un viajero, un cambio tan
brusco de ambientes, de un día para otro (algo similar me ocurrió,
cuando en el primer trimestre de 2.011, retornamos de un viaje de
casi cuatro meses por el este, de África).
Leh
-Notas el inquietante vacío a tu
alrededor, después de mucho tiempo rodeado de gente, de cacharros y
de ruido. Las aceras de la calle resultan inmensas, por estrechas,
que sean. Es una sensación extraña de satisfacción, pero a la vez,
genera cierta angustia o nostalgia.
-Lo peor y durante los primeros días,
resulta convivir con el silencio, tantas veces idolatrado y echado de
menos, durante la estancia, en India. Casi, te llegan a reventar los
tímpanos de tanta quietud e inusitada e incómoda armonía sonora.
Carretera desde Leh, a Srinagar
-Pareciera, que a todas las carreteras
y calles, por las que te mueves a la vuelta, las hubieran alisado y
dado brea esta misma mañana. Todo luce resplandeciente en la ciudad,
incluso los edificios menos lustrosos y más abandonados.
-Ni que decir tiene, que el contraste
resulta brutal, cuando anochece y recuperas el recuerdo, de que las
ciudades a esas horas se iluminan y que los coches y otros vehículos
rodantes, también disponen de luces.
Hyderabad
Por lo demás, tampoco hemos
experimentado otras sensaciones mayores, dado que ni volvíamos
desesperados, ni echábamos de menos algo en concreto, ni siquiera,
retornábamos ansiosos, por comer los guisos favoritos, que preparan
nuestras madres.
Nuestras tres estancias, en India,
cuentan con muchos elementos comunes, pero también, con otros
muchos, diferenciadores. En la primera, alucinamos y disfrutamos,
como enanos de cada segundo, sin apenas reparar en contratiempos o
dificultades.
Carretera desde Keilong, a Leh
Durante la segunda, padecimos el
incesante y agresivo calor, que no nos dejó casi tomar aliento y
sufrimos problemas existenciales, por las dudas generadas, por si
merecía la pena, volver por otro largo periodo de tiempo a este
país. La mereció, pero nos costó verlo y entenderlo, a pesar de
que este fuera, el viaje más abundante en lugares visitados -muchos
de ellos, a los que no va nadie- y descubiertos.
Jammu
Y esta tercera vez -salvo haber
tenido, que enfrentar diferentes situaciones muy peligrosas con el
tráfico, en Hyderabad y Delhi, en las que se puso en riesgo nuestra
vida-, ha resultado ser la de la calma y sosiego. Primero, porque era
lo buscado, visitando mayormente, la relativamente tranquila zona del
noroeste o volviendo a sitios relajados, como Hampi. Y después,
porque nos lo hemos tomado todo con much más relajación. India
sigue siendo maravillosamente horrible, pero ya y venga casi lo que
venga, ni sentimos cosquilleos delirantes, ni emociones fuertes, ni
cabreos insuperables, ni desesperación profunda...
Srinagar
Siendo así las cosas, creo que ha
llegado el momento, de no volver por largo tiempo, a India. Y es, que
tenemos la buena o mala costumbre, de desgastar los países hasta el
límite.