Al fin, el pasado viernes y cuando estábamos desayunando en nuestro excepcional apartamento de Benidorm, recibimos una llamada con la lista definitiva de la oposición de mi pareja, confirmando todos los términos de la provisional. Por tanto y desde muy pronto, nuestra vida dará un giro radical, aunque con matices. Pero este tema no toca ahora y lo detallaremos en los posts de nuestro viaje a Alicante y provincia de la semana anterior.
El viernes del viaje a Portugal, lo dábamos casi por amortizado desde el principio. Había que cubrir en bus, las dos horas de retorno de Evora, a Lisboa. Y otras tantas de la caminata desde el aeropuerto al centro, más otra a mayores para hacer el check-in en el hotel de la primera noche en la ciudad. Pero es, que además, cayó una tremenda tromba de agua de más de ocho horas, que nos complicó mucho la vida y empapó nuestras ropas y cuerpos hasta no caber ya una sola gota más de agua en ellos. Tras comprar en el Lidl y el Pingo Doce, pasamos el resto de la tarde en nuestra abuhardillada habitación.
Para nuestra suerte, el sábado amaneció luminoso y pudimos llevar a cabo la excursión más larga del periplo y que ya habíamos hecho en 2011: cubrir caminando los 32 kilómetros, que separan el centro de Lisboa, de Cascais. Por la tarde, regresariamos en el tren de cercanías, barato, pero al precio hay que sumar 50 céntimos, pues es necesario comprar una tarjeta.
No dejamos que se nos pegaran las sábanas, porque como en Portugal es una hora menos, en esta época del año todavía oscurece pronto. Enfilamos por un buen paseo, discurriendo por la desembocadura del Tajo, hasta la Torre de Belém.
A groso modo, el recorrido se puede dividir en tres tramos. El más largo, transcurre por amplios paseos peatonales, que dejan a la derecha diversos y bellos arenales, hasta llegar a la playa de Carcavelos, la más abarrotada del lugar -con competiciones deportivas - y con los chiringuitos a precio de disparate.
A partir de ahí, se toma una estrecha acera, contemplando el rugir del mar desde lo alto, golpeando sobre los acantilados. Después el pavimento no se ensancha, pero el agua desaparece y el paisaje es de casas horribles, hasta llegar a las mansiones del anodino Estoril.
El tramo definitivo hasta Cascais, discurre por unos tres kilómetros de bien acondicionado paseo marítimo, que deja bellas playas a la derecha. Se puede continúa y de hecho lo hicimos, hasta la Boca del Infierno, abrupta y magnífica zona de acantilados y un triángulo hueco en las rocas por donde entra espectacularmente el virulento océano. Cascais es un agradable pueblo turístico típico, sin más pretensiones.
No fuimos a Sintra y a Cabo de Roca, porque ya habíamos ido dos veces, anteriormente. Nos quedamos con ganas de ir hasta Azenhas do Mar, pero es mas complicado en transporte público y los autobuses son escasos y caros.
Como al día siguiente, regresábamos temprano a Madrid, nos fuimos a dormir al aeropuerto, después de un largo paseo por la agradable Lisboa nocturna.
A continuación, se detalla una relación de las playas más importantes de esta excursión por orden cronológico: playa de Algés, playa Cruz Quebrada, playa Paço de Arcos, playa de Santo Amaro, playa de Carcavelos, playa San Pedro de Estoril, playa San Joao de Estoril, playa de Rainha, playa de Ribeira, y playa de Cascais.
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