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lunes, 3 de enero de 2022

Cosas que aprendí de Ciudad de México, la primera mañana (parte III)

                                     Todas son de Ciudad de México

         - La obesidad mórbida. Al hilo del párrafo anterior, se trata de uno de los grandes problemas nacionales, al que parece, nadie pretende poner remedio. Desde la primera mañana en la capital, ya nos dimos cuenta, de que lo mismo al 80% de la población -sobre todo la femenina- le sobran 20, 30 o más kilos. La popular comida grasienta, el omnipresente maíz y los dulces, parecen tener la culpa. Nos da la sensación de que hay más mujeres obesas, incluso, que en Estados Unidos.

          - También, ya desde primera hora, aprendimos a distinguir, la diferencia entre el tequila, el mezcal, el agave y el pulque. Los tres primeros proceden de la planta del agave. El último es bastante barato y de color blanquecino, pero imbebible para un occidental sensato. Se dice, que te deja lúcido, pero no te puedes mover. Sin haberlo probado, a mi .me recuerda  al vino de palma, que tan mal rato nos hizo pasar, en Senegal. Ampliaremos en el correspondiente apartado.

          -Las pocas casas de cambio, que hay en el centro. Te das cuenta nada más llegar y las escasas, que encontramos, dan la peor tasa del país. Y para una, que ofrece un poquito mejor, se encuentra algo escondida. Paradójicamente, el mundo es aquí al revés, porque el cambio más favorable lo dan en el aeropuerto internacional y con diferencia.

        En la capital -en las otras ciudades es distinto,- y debido a la inmigración masiva, hay muchas formas de ganarse la vida y no todas son buenas. Existen muchos vendedores ofreciendo cosas - unas más inservibles , que otras-, las comisionistas de las ópticas -de la calle Madero,- hay al menos veinte, no habiendo visto nada igual- y por no extenderme, hasta niñas de cuatro años, vendiendo paquetes de tres churros. No sé, como lo hacen -supongo, que las alimentarán antes-, pero no sé los comen.

        -Educacion y amabilidad. En general, los mexicanos son bastante amables y educados. Te ayudan al preguntar. Al oírte hablar con acento español, muchas veces se entablan conversaciones amistosas llenas de curiosidades.

          -El problema aparece, cuando se transforman en tenderos o en los supermercados. La atención al cliente es pésima, como ya comprobamos en 2008, en todo el continente hispano. Es frecuente, que te den la vuelta de monedas, que les sobran. En una ocasión, nos dieron más de treinta y por la calle, me iba cayendo de un lado. ¡Tenía, que haber equilibrado! Y otra anécdota: en un supermercado, nos hicieron esperar más de cuarto de hora para devolvernos un peso mal cobrado -son cuatro céntimos, pero somos muy obstinados-, después de rellenar cuatro papeles y hacer tres llamadas telefónicas.

          - Baños públicos. No encontramos ninguno en toda la ciudad. Ese servicio -nunca mejor dicho- lo ofrecen por cinco pesos, casas bajas y tiendas, que así se sacan un sobresueldo. Es algo habitual en los países en vías de desarrollo.

          -Tabaco. Ahora, que se rumorea, que en España se va a prohibir fumar en la calle -tardaran, como siempre-, en la calle Madero -principal del centro y otras peatonales-, está estrictamente prohibido fumar.

        -El metro. Este tema da para mucho. En el suburbano del DF, he encontrado lo peor y lo mejor de los metros del mundo. ¡Y ya es coincidencia!. Lo bueno: vagones más o menos nuevos, descomunal vigilancia - no he visto tantos policías nunca- y el imbatible precio: cinco pesos, que incluye el tramo desde el aeropuerto, al centro. Lo malo: pasillos kilométricos e infinitos tramos  de escaleras -a veces las bajas y a los diez metros las subes- y sobre todo, las aglomeraciones en hora punta, más que en el famosísimo, de Tokio. No es broma, corre peligro tu integridad física.

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