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sábado, 15 de enero de 2022

La bebida en el viaje a Cerdeña y México (parte I)


         Cerdeña  

        Si no nos desmiente alguien, sobre una zona en concreto, que no hayamos visitado, el agua es potable en la isla sarda. Los refrescos son similares a los de España, tanto en sabores, como en el precio, sobre todo, los de marca blanca. Es característico el de pomelo, que aquí no lo hay.

          Es fácil encontrar café preparado de diversas formas, tanto en bares, restaurantes, tiendas como máquinas ubicadas en locales de la calle. El más famoso es el capuchino, que también, ofrece diferentes formas, como por ejemplo, con jengibre. El té no es muy habitual en los territorios italianos.

        En el país transalpino, han surgido diversas marcas blancas de cerveza, elaboradas por los supermercados más importantes de la nación, que sorprendentemente, han venido a mejorar bastante la pésima calidad de las birras italianas de toda la vida (solo se salvaba la Nastro Azzurro). El precio es más elevado que en España. Por lo que allí, te tomas dos tercios -la medida de la botella más habitual en el mercado- en nuestro país, te compras un litro.

        El vino de tetra brik cuesta un euro en casi todas las partes de la isla. Los de botella, de diversas calidades, ya se suben bastante en sus importes y no resultan muy accesibles para el día a día de los viajeros de recursos limitados.

          Entre las bebidas alcohólicas, que más se consumen en la isla en restaurantes, bares y terrazas y además de los omnipresentes mojitos -con mucho éxito allí-, están el Campari, Aperol y Amareto.

          México

        Para lo que suele ser nuestra costumbre de litros y litros al día, en este periplo hemos bebido muy poquita agua. Salvo en Acapulco, donde nos axfisiamos, en el resto de destinos predominó el calor moderado por el día y el fresco por la noche, por lo que no tuvimos, que recurrir demasiado al líquido elemento. Íbamos a preguntar en la oficina de turismo, el primer día, si era potable, pero se nos olvidó y comenzamos a beberla, moderadamente y como no nos hacía daño ni mal, continuamos tomándola, como si nada y a lo largo de los días, no compramos ni una sola botella de agua mineral en veinticinco jornadas por el país. Eso sí : de sabor y textura deja bastante, que desear.

        Si te vas a buscar a Google, se indica, que el agua potable en el país es del 91,3℅ del total de la que emana de los grifos. No obstante, parece ser, que una gran mayoría de las tuberías son muy viejas y contienen filtraciones externas, roturas o residuos, que empeoran la calidad del líquido y por ello, muchos mexicanos desconfían y la ingieren embotellada. Lo que no hay, a lo largo de México, son demasiadas fuentes públicas en las ciudades, lo que supone toda una contrariedad para viajeros y paseantes.

        Por la misma razón y también contra lo habitual en nosotros -de viaje suele caer una botella grande, cada día, al menos-, tampoco bebimos demasiados refrescos. En el país se encuentran por todas partes, desde los supermercados, a las tiendas pequeñas o a las de 24 horas. El formato habitual más pequeño -al margen de la tradicional lata de toda la vida- es el de 600 centilitros y de ahí, se va haciendo más grande, hasta los tres litros, en algunos lugares. Al margen de las onmipresentes colas, los sabores son los tradicionales y a nosotros el que más nos gusta es el de pomelo, bien frío, casi helado.

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