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viernes, 10 de diciembre de 2021

Zacatecas, con la lengua fuera

         Iglesias, iglesias y más iglesias. Habremos visto más de 300, pero seguimos en la tarea, como siempre, hasta el final, no nos vayamos a dejar alguna sin ver, aunque ello suponga aplazar la comida, ya nos alimentaremos a la hora de la cena.

       El viaje está siendo perfecto, pero el agotamiento por la velocidad en tránsito, por los distintos destinos, nos está pasando factura. Aún seguimos sobreviviendo con una dieta básica aderezada casi siempre con limón, en realidad, son limas y Chile (yo podía con todas sus variedades en 2008, pero ahora mi estómago es más selectivo y sobre todo, delicado).

          Hemos ido camino de Zacatecas en el peor autobús del viaje -economico, claro-, al que ni la difusa cumbre del clima, daría el visto bueno. Efecto invernadero salpicado de asientos incómodos, sin conexión a internet, con paradas constantes, música repetitiva y una carrera imposible, que dicen, están arreglando, pero el final de la obra va para largo.

        Llegamos a Zacatecas, penúltimo destino triangular del recorrido inicialmente trazado. Felices, pero con ganas de acabar, como si fuera un esfuerzo y nos hubieran obligado a hacer este viaje.

          Zacatecas está bien. Tiene los mismos tintes coloniales, que las ciudades anteriores, aunque en el tráfico es más tranquila. Como casi siempre, edificios civiles, bonitas iglesias, y en este caso, el cerro de la Bufa, al que accedimos pero sin hacer el recorrido entero, por problemas de seguridad básica. Cuestión que ya aprendimos en nuestro viaje americano de 2008.

        Aquí hay terribles siniestros cada día, de los que informan exhaustivamente en los informativos de la televisión y espeluznan. Pero la mayoría de la gente es amable. Es el caso de nuestra anfitriona del modesto, aunque cuidado hotel. Es una española que emigró a los nueve años con sus padres - no cuenta la historia por ser demasiado larga- y tiene una simpatía especial. Con sus otros seis hermanos se junta de vez en cuando - no necesariamente en Navidad- y tienen otros negocios prósperos, como una platería.

          San Luis de Potosí nos espera antes de volver al DF y darnos una breve pausa en la capital, aunque en eso nunca hemos estado muy especializados.

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