Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 3 de octubre de 2014

Tras casi cinco meses, ¡este viaje se acaba!

                                                             Todas las fotos de este post son, de Jerusalén (Israel)
          Desde la nada transitada -que no, intransitable- frontera de Israel, hasta Eilat, hay unos 10 kilómetros, de acceso peatonal fácil, sino fuera porque hace 47 grados y no tenemos ningún tipo de líquidos, para variar (este último inconveniente, lo resolvemos, pidiendo llenar una botella de litro y medio en una fuente de agua fresca de un club de buceo). Y es, que el camino debemos hacerlo andando, dado que no tenemos shekels y no hay un solo cajero, hasta abordar el centro.

          Eilat es una ciudad tranquila, agradable -si no fuera por el desértico calor-, algo dispersa eso sí, pero cuenta con un transitable paseo marítimo, lleno de tiendas de todo tipo y de paseantes (esa figura tan extraña, durante nuestros últimos meses). Aunque, han sido solo unos pocos kilómetros, se nota que hemos cambiado de país: los pantalones minimalistas de las chicas; los coches de gama media-alta; los centros comerciales; los cochecitos y demás inservibles e infinitos trastos de niño, que acompañan cada tarde a cualquier peque occidental; las innumerables tienda 24 horas (qué no sé de que vivirán, dado que son caras y no tienen clientes)...

          Aunque en lo que más se advierte el cambio, es en la diferencia de precio, sobre todo en los productos de alimentación y consumo diario. No es, que cuesten bastante más, que en Egipto, sino que muchos, se venden al doble o al triple, que en Europa. Qué te pidan por un shawarma 10 ó 12 euros, no es infrecuente o por una Coca Cola de dos litros, casi 3. Y esto, no es particularidad de Eilat, sino de todo Israel (durante nuestra anterior estancia en el país, no lo detectamos, dado que entre la Semana Santa, la Pascua Judía, que traíamos alcohol y que nuestro hotel ofrecía un copioso y variado desayuno, apenas consumimos nada en la calle).

          Lo que es más económico -aunque, en todos los casos, muy incómodo- es el transporte público. Y además, en este sentido, tenemos suerte: tal como habíamos leído en internet -al igual, que en Egipto, no tenemos guía del país-, hay un bus nocturno a Tel Aviv, que circula a gran velocidad y por mucho mejores carreteras, de las que estamos acostumbrados en los últimos meses. Al menos, nos ahorramos una noche de hotel. Aunque, más bien y en las próximas jornadas, lo que tenemos previsto es pernoctar en dormitorios compartidos de hostels, porque la cosa pecuniaria, no da para más.




          Y, para nuestra sorpresa, la experiencia en este sentido, no ha sido mala. En Tel Aviv, nuestra habitación compartida de ocho camas estaba completa y el escaso desayuno nos sentó fatal a los dos (ya es difícil agarrar diarrea con té y/o café, mermelada, nocilla y tostas de pan integral, pero así ocurrió). Pero, el lugar está muy acondicionado y pensado para una estancia muy satisfactoria: wi-fi, agua caliente, cocina de uso común, parrilladas nocturnas de pago -no caras-, agradable terraza con bar y tranquilo jardín en la planta baja, con minúscula piscina portátil y sugerentes sofás.

          Por cierto y hablando de desayunos, tengo una inquietud existencial. ¿Por qué unos tipos tan canijos y flacuchos, como son los japoneses, desayunan en los hostel/hoteles, dos o tres veces más, que cualquier fornido europeo?. Lo llevamos constatando, durante 25 años y esta vez, no fue menos: siete tostadas del ala, se metió para dentro un discreto nipón. Y además, ¡siempre suelen tener tendencia a quemarlas!.

          El hostel de Jerusalén resultó algo más básico, aunque como contrapartida, estuvimos solos en un dormitorio de 12 camas y disfrutamos de baño interior. El dueño resultó, muy agradable y de cierto espíritu libre: no hace falta registro de entrada, wi-fi sin contraseña, puedes irte y dejar el equipaje, hasta la hora que te de la gana del día siguiente... ¡Se agradece, enormemente!.

          Sobre Tel Aviv, ninguna queja: una sugerente y accesible ciudad, con su interminable corniche y una casco antiguo espectacular (llamada Jaffa, aunque a los efectos de pronunciación sea, “Yafo”).

          En cuanto a nuestro retorno a Jerusalén, ya ampliamos un poco más en el próximo post, más genérico, dedicado a los retornos a sitios anteriormente, ya visitados.

          Estaba previsto, acercarnos a la no muy alejada Haifa, pero el tiempo se nos vino encima y el transporte -como al aeropuerto- es muy caro. Además y una vez investigado el asunto, los atractivos no son tantos, como algunos indican.


1 comentario:

Eva dijo...

Este post pone punto y final a nuestro sexto viaje largo, si bien, vendrán unos pocos más, con algunas reflexiones -o pajas mentales, más bien-, derivadas del mismo.

Espero, que esta cincuentena de entradas -texto y fotos- os hayan entretenido y sido útiles.

Gracias, igualmente, por vuestras valiosas aportaciones en los comentarios.

¡Felices viajes! y saludos.