Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 4 de diciembre de 2025

¡Última llamada para mis obsesiones!

           Si todo sale conforme a lo planeado, este será el último post antes  de partir para China, con el invierno acorralándonos, aquí y allí. De momento, no estamos muy contentos con Air France, que nos manda más mensajes intimidatorios, que resolutivos. Qué si para volar a Paris -Unión Europea, pura y dura-, necesitamos no se que documento. Qué si ahora, "el ready to fly", un mensaje en inglés -ni siquiera en francés-, en el que te invitan  a rellenar muchos campos -algunos imposibles y en color gris- para supuestamente, agilizar unos trámites, que resuelves en un mostrador en dos minutos con una persona física, por incompetente que sea.

          Y luego , solo puedes llevar a cabo el check in online con treinta horas de antelación. Está muy bien, que Ryanair juegue esas bazas porque así viajas casi gratis, pero resulta indecente, qué una compañía de bandera -asi se llamaban antes-, utilice esas tretas, cuando por cada maleta -nosotros ninguna, evidentemente -, te cobran la friolera de 179 €.

          A nosotros, nos ha pasado de todo en los últimos años en Barajas y aunque somos robustos, creedme, que no vamos preparados para todo. ¡Chulitos, lo justo!

          En fin, os animo a viajar, a pesar de las diferentes penurias, que por ADN, tenemos todos.

          Veréis: hoy, que todo me da igual, menos que llegue mañana y nos larguemos de una vez, os quiero contar las cuatro limitaciones importantes y absurdas, que han condicionado mi vida y que he superado o estoy en camino.

          - Miedo a volar, que me entró en el 2000 y superé seis años después, por mi mismo y sin ayuda alguna. ¡Seis años perdidos, dependiendo de autobuses y trenes y ahora, me parece una gilipollez, pero entonces...

          - Pánico, a no poder seguir respirando, vamos que me fiaba de todo el mundo menos de mi funcional hipotálamo, que controla sin estrés esas cosas.

          - Miedo a atragantarme y morir ahogado/asfixiado. Ese pánico constante está por superar porque encima, mi dentadura me da razones constatables para ese temor.

         - Dificultades palpables para el enfoque visual, cuando me pongo nervioso. Es mi última pelea y mi pareja y yo tratamos de lidiar con ello, pero no es fácil en una personalidad absolutamente obsesiva, como la mía. ¿Oculista  o inteligencia artificial?. Esta última aclara, que lo que me pasa es normal y que cuanto más inseguro sea, mi vida será más borrosa.

          Llevo treinta años sin ir al médico, tengo 58 tacos -creo, que ahora se llaman palos-y nunca nunca -ni gripes, ni catarros- he estado enfermo. No quiero, ni imaginar, como habría sido mí vida con un poco de menos suerte.

          Y tengo, como asignatura pendiente, aprender a pedir ayuda y quitarme esa soberbia. ¡+Eso es imposible!.

          En fin, que no me rindo y mañana, si puede ser -con permiso de Air France y de los hijos de puta de Barajas-, nos vamos a China.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Ha empezado la cuenta atrás y se nota ansia

           Además de la versátil y útil trip.com para el transporte ferroviario debemos contar  con la app oficial de los trenes  chinos llamada 12306. La hemos descargado y lo hemos intentado todavía poco, pero detectamos ciertas dificultades para registrarnos. ¡Seguiremos intentándolo con esmero!.

          En China, existen trenes de alta -incluso altísima - velocidad, que tardan  poquísimo, en casi cualquier recorrido y otros mucho más lentos, como los de toda la vida. La diferencia es el precio, que puede ser cinco veces mayor e incluso superior, a llevar a cabo ese trayecto en avión. Las clases normales son asientos duro y blando y mismas categorías para las literas, que sepamos.

          De momento y como ocurrió en 2009 no tenemos información sobre el universo autobuses, pero estamos en ello. Aparte de un nocturno con literas, la otra vez, solo los tomamos para recorridos cortos (menos de 200 kilómetros). No nos queremos agobiar, así, que poco a poco.

          El alojamiento es Booking y Booking, no existiendo otra maldita posibilidad conocida.  La buena -diria buenísima - noticia es, que los precios resultan  muy competitivos, la calidad general es buena y a diferencia de Europa, casi nada se paga por adelantado y se puede anular hasta el mismo día. ¡Esa si, que resulta una ventaja notable!

          Como ya hemos dicho y no es broma,  los españoles y hasta esta Nochevieja, estamos exentos de visado. Lo agradecemos mucho -esperamos-, los que otras veces nos hemos batido el cobre  con las autoridades -a veces, insensibles - chinas.

          ¡Vaya subidón, a falta de poco menos de cuarenta horas para arrancar!.

          En 2009, llevamos a cabo un exitoso circuito en forma de óvalo, de la manera siguiente: Shanghái, Hangzhou, Suzhou, Zhouzhuang, Shenzhen, Hong Kong, Macao, Suzhai, Guilin, crucero por el río Li, Yangshuo, canal Ling, Xi'am, soldados de terracota, Bampo, Beijing y Badaling (zona más turística de la muralla china).

          Nuestro recorrido de ahora es incierto, como no podía ser de otra manera, aunque en un principio, también en forma de óvalo. Ya se ha explicado en otros posts y se ha publicado un mapa-croquis, que volvermos a adjuntar aquí. ¡Haremos, lo que podamos e incluso, algo más!

          Andamos dilucidando, si contratamos  un seguro médico y de asistencia en viaje, que no solemos hacer, desde que nuestra visa oro de Bankinter y su póliza nos dejaron tirados hace años.

          Ultimamos las más importantes cosas del viaje, que va a estar gobernado de cabo a rabo por el impío y desagradable frío, para que este viernes, cinco de diciembre y a las 20:30 horas, podamos estar en la inhóspita estación de autobuses de Valladolid, tomando un ALSA a Madrid e iniciando está compleja y excitante aventura, de la que le pese , a quien le pese, esperamos volver sanos y salvos.


Última hora: China amplia la exención de visado para españoles hasta las. 00,00 horas del 31 de diciembre de 2.026  ¡Excelente noticia!.

A China, con Air France

          Quedan tan solo dos días, para que nos larguemos por segunda vez a China. La primera fue en 2009 y el viaje no podrá salir mejor, que aquel, porque sencillamente y añadiendo Hong Kong, Macao y Qatar, fue perfecto. 

          Finalmente y agotando el tiempo hasta el limite, ayer hemos comprado los vuelos largos. Iremos a Shanghái y no a Beijing como estaba previsto. No volaremos con Etihad y Sichuan, como parecía, sino con Air France, pagando 495€ por persona, por la ida y la vuelta.
 
          Hasta ultimísima hora hemos estado coqueteando con volver una vez más a Tailandia, donde hace buen tiempo y aún, nos quedan restos por ver -empezando por Chumphon y terminando por Ko Tao-, pero hemos dejado el romanticismo y nos ha poseido el practicismo. Y eso, que volar a Bangkok y volver salía casi por lo mismo. Pero, a la larga nos arrepentiríamos  de haber dejado sin pasar un mes en el gigante asiático, donde al menos  y hasta este 31 de diciembre, no se necesita visado.

          El recorrido está previsto, que sea en forma de óvalo, como la otra vez, repitiendo algunos lugares, como Shanghái, Pekín y Xi'am y visitando muchos nuevos, a través de trenes y vuelos internos, todavía por determinar, porque no queremos agobiarnos , planificando todo al milímetro. De momento, estamos tratando de familiarizarnos  con las herramientas,  que nos pueden ayudar y que son de complicación diversa, porque los chinos -para bien o para mal- cuando crean algo, no suelen pensar demasiado en los extranjeros.  

          Parece claro, que la aplicación más útil es My Trip, para vuelos internos y algún otro transporte. Ya usamos este recurso en 2009, cuando se llamaba ctrip. Nos costó mucho reservar un vuelo interno con ellos, pero salía baratísimo. Hoy en día, tienen incluso atención al cliente en español, pero los precios son  mucho menos competitivos.

          En aquellos tiempos, también nos servimos de elong.net, pero está vez, no lo hemos siquiera encontrado.

          En cualquier caso y lo que nos funcionó bien en el anterior periplo, fueron las agencias locales físicas, con una atención estupenda y precios de chollo. No sabemos, si esto sigue igual, pero rezamos, para que así sea.

          Otros recursos aéreos , que no descartamos son Qunar -la app solo está en chino-, Spring Airlines y 9 Air, aunque no les tenemos, dicho sea de paso, demasiada fé.

          La oficina china  de Turismo en España ha desaparecido e incluso, venden su sitio web (los chinos nunca regalan nada). Tenemos planos de la otra vez, pero suponemos, que nos podremos abastecer de información actualizada en los aeropuertos y principales ciudades.

          Contamos con mucha más experiencia, que cuando fuimos a China por primera vez, hace dieciséis años, pero por lo que sea, no mantenemos la misma autoconfianza de entonces.

martes, 2 de diciembre de 2025

Demasiado tarde para acceder a la Gran Duna

          Nos despertamos antes, que el despertador. Nos hubiera apetecido otro rato de cama, pero ... Antes de irnos a dormir, ya habíamos decidido, como cabía esperar, que no iremos a Bojador. No merece la pena arriesgarse por un cabo y una playa , ubicados en un pueblo insulso (dicen).
   
          Tratamos de desayunar, donde comimos ayer, pero están fregando el garito y no han abierto todavía. El bus 18 pasa enseguida y conseguimos tomar asientos, antes de que se abarrote. De camino, el mismo paisaje desértico de ayer con varias dunas pequeñas y una treintena de jaimas, que parecen permanentes. Nos bajamos a la altura del Palacio de Congresos y nos encaminamos a la estación. 

          Queremos comprar los billetes para la vuelta en un nocturno, a Dakhla. Desde luego, no será con la compañía SATAS. Al final, los adquirimos con la estatal CTM para las 22:45 horas. Pagamos  20 dirhams más, que a la ida, pero nuestros cuerpos lo van a agradecer, seguro.

          Al salir ya con los boletos, nos zampamos el bocata de sardinas más rico del viaje acompañado de una docena de complementos. ¡Que delicia!. A la tarde nos meteremos para el cuerpo otro o dos más.

          Toca entretener el día con los bultos a cuestas y sin rumbo fijo. El Aaiun es una ciudad relativamente moderna con manzanas perfectas, anchas avenidas bien asfaltadas -a diferencia de Dakhla - y edificios clónicos construidos con materiales de baja calidad. A las cinco y como en los días anteriores, el cielo se ennegrece.

          Quedan dos horas para anochecer y decidimos sentarnos sobre la arena del desierto, contemplando varias cercanas y pequeñas dunas. Más lejos, la Grande, que vemos de lejos -consuelo-, aunque no la podremos escalar. De repente, un trio de jovenzuelos nos adelantan y se van hacia el río. Los vemos desaparecer entre la frondosa vegetación y no sabemos cómo, aparecen al otro lado. Pareciera un pasaje secreto, pero desde luego, ni se han ahogado, ni muestran rastros de agua.

          Quedan tres cuartos de hora de luz y ni siquiera lo intentamos. ¿Habrá una próxima vez? ... 

          Por cierto. Se nos olvidó contar una anécdota del día de nuestra llegada a este desierto. Buscábamos, como locos, como cruzar el río entre la vegetación, cuando de repente, nos encontramos a un hombre defecando en cuclillas, que nos miró raro. Debió pensar: "266000 kilómetros que mide este desierto del Sáhara Occidental y 9,2 millones que tiene de superficie el Sáhara completo y me van a tocar a mí estos dos guiris gilipollas".

          La espera se hace larga. Si El Aaiun de día es aburridísimo pues imaginad de noche. El autobús sale diez minutos tarde. Hay unos cuantos asientos vacíos. Vamos a hacer por tercera vez en nuestras vidas este recorrido, pero siempre ha sido de noche, por lo que no sabemos, que hay de por medio.

          A las seis y media de la mañana estamos en la oficina de CTM en Dakhla. Queda algo más de hora y media para amanecer y esperamos sentados. Al final, ayer tarde pudimos hacer el check in de Ryanair, tirando del wifi del hotel del primer día, desde la propia calle.

          Hasta el aeropuerto hay hora y media caminando por las ruinosas calles de siempre. Ya en la terminal, buscamos con el wifi la tienda del alcohol. Queremos comprar vino para pasar la mañana.

          La encontramos, pero por la misma garrafa de litro y medio, que pagábamos en otras partes a 50 dirhams , nos piden aquí noventa. Le mandamos a freír espárragos a pesar de que nos va a sobrar ese dinero o más. ¡La dignidad está por encima del vicio!.

          La espera se hace larga, los controles breves y poco exigentes y el vuelo -no me duermo como a la ida- resulta bastante turbulento. Todavía nos quedan cuatro horas para embarcar en el ALSA, a Valladolid. En Madrid hace un frío, que corta la respiración.

La misteriosa escalera del calentón

           No tenemos nada claro, si tras la visita, nos alojaremos aquí, si regresaremos al hotel de El Aaiun de ayer o si tomaremos un bus nocturno a Bojador, donde llegaríamos a las dos de la madrugada (muy mala hora, porque por las noches hace bastante frío). Esta última opción queda descartada, porque todos los buses a este destino y desde aquí y hoy, ya han salido. Habría, que retornar a El Aaiun.

          Mientras nos decidimos, nos topamos con el Hotel Granada. Nos dejan una estupenda habitación con baño dentro por tan solo 150 dirhams, por lo que no le damos más vueltas. El check in nos lo hace una mujer mayor. Junto a ella, una jovencita de unos 20 años, que va a protagonizar la anécdota del viaje. Nuestra alcoba está en la segunda planta y debemos subir cuatro empinados tramos de escaleras, casi a oscuras. Delante va mi pareja. La joven, que se da cuenta de mi dificultad visual, ni corta ni perezosa y sin siquiera hablar, me agarra con las dos manos por el brazo derecho y pega sus voluminosos pechos a mi cuerpo. No tengo tiempo para valorar ninguna opción, porque empieza a tirar de mi con fuerza escaleras arriba a una velocidad de vértigo y sin dar la luz. Estamos a punto de caer tres o cuatro veces, pero nada la detiene. Yo, con un calentón tremendo y mi pareja flipando boquiabierta.

          Al sofocón, se une el calor de la calle, en la jornada más soleada y de más alta temperatura de este periplo. Es hora de zamparnos un rico bocadillo de sardinas con salsa -nos calientan hasta el pan- y unos calamares.

          Lo expongo sin rodeos: Marsa es un lugar horrible. Habíamos leído sobre su puerto antiguo y una bonita playa. Pues nada de nada. El primero es enorme y aglutina barcos de todo tipo, la mayoría de ellos muy viejos. Además es imposible acceder sin permiso al interior, porque lo rodea un muro y verjas. La playa está detrás y no se ve. Hay otra caminando hacia la derecha y enfrente de una mezquita, pero está plagada de escombros y el mar se vislumbra muy lejos.

          Nos cansamos de dar vueltas sin ton ni son y después de arrasar con una pastelería de dulces baratos y ricos.

          Cuando llegan las cinco de la tarde y como ayer, el cielo comienza a ennegrecerse, mezcla de nubes y polvo del desierto y ya no volverá a despejar. Tenemos el pelo lleno de arenisca, que nos ha traído el viento a pesar de que nos hemos duchado ayer.

          Cada vez tenemos más dudas, sobre si mañana iremos a Bojador. Teóricamente, sería factible coger un bus a primera hora, dos o tres de visita y continuar en un nocturno, a Dakhla. De todas formas y con la incertidumbre de los horarios, tal vez no merezca la pena arriesgarse y perder el vuelo ( no hay otro hasta el próximo sábado).

          Lo que si hemos descubierto es el bus urbano, que conecta con El Aaiun. Tiene el número 18 y pasa cada sesenta minutos (7 dirhams, por los 20, que hemos pagado está mañana).

          Compramos la cena, también a base de pescado y nos vamos a disfrutar de nuestra magnífica habitación. En la recepción ya no está la guapísima chica de este mediodía. ¡Una pena!.

          Hay jaleo hasta casi media noche en las calles adyacentes, aunque ni El Aaiun, ni Marsa, destacan por sus mercados. Tan solo, unos pocos puestos de olorosa fruta y en perfecto estado de maduración, lista para ser disfrutada ( y no, como en España).

          La ducha -a pesar de caer solo un hilillo de agua hirviendo - resulta reconfortante. Apagamos la televisión, que solo emite programas en árabe y nos damos al indie  de Spotify, mientras tomamos una buena dosis de vodka. Las reservas van justas y se acabarán mañana. Dormimos de un tirón, porque llevamos tres noches a medias.

lunes, 1 de diciembre de 2025

Cansino El Aaiun

           Al lado de la estación de autobuses de El Aaiun hay un buen alojamiento. La chica nos ha pedido 150 dirhams por la habitación, lo que nos parece razonable, aunque preferiríamos dormir en el centro y hacia allí nos dirigimos. En el camino, nos zampamos un suculento bocadillo de sardinas y otros complementos vegetales. En este país lo pican todo hasta lo minúsculo, porque la mayoría de la gente tiene la dentadura muy mal. Nosotros tampoco les vamos a la zaga y deberíamos ir más a menudo al dentista.

          En el centro existen tres hoteles juntos, de fachada fea y antigua, aunque con habitaciones razonables. La más barata cuesta 200 dirhams, por lo que decidimos deshacer el camino -aburridos estamos del paisaje, del incesante calor y  de la brutal falta de actividad - y regresamos a la zona de la estación de autobuses. Al final, acometemos la misma calle de enormes camiones aparcados, que nos saca al centro de la calzada y que a duras penas, ya habíamos recorrido esta mañana.

          Ahora resulta, que había habido un malentendido  y que los 150 dirhams, eran por una habitación individual y no doble, cuyo precio casi se duplica. ¡Pues, vaya día, que llevamos!

          Toca retornar al centro y llevar a cabo el sufrido camino por enésima vez. Ni unos dulces, ni el tercer refresco grande de la calurosa mañana nos alivian.

          Ahora sí y ya sin titubear, tomamos la alcoba de 200 con baño compartido, en el Hotel Jodesa y nos pegamos una buena siesta hasta las seis de la tarde, cuando aún faltan dos horas para anochecer.

          En el centro hay muy pocas posibilidades culinarias y son caras, por lo que nos va a tocar cenar a base de snacks y de galletas de poca monta. Aprovechamos para acercarnos a la Plaza Oum Saad. Se trata de una inmensa explanada -parcialmente, en obras-, que cuenta con mucho espacio para el esparcimiento, abundante vegetación y varias fuentes y estanques espectaculares. Un buen lugar para pasar un par de horas sin hacer nada.

          Nuestros planes pasaban por ir mañana a Smara, a unos 200 kilómetros de aquí. Pero hemos constatado, que solo existe un autobús al día, tiene mal horario y no tenemos garantizado el bus de vuelta. Nunca hemos cambiado tanto nuestra opinión sobre destinos, como en este viaje y las veces, que aún nos quedan de hacer lo mismo.

          Por tercera noche consecutiva dormimos regular y abandonamos la habitación pronto, a pesar de que a estas horas ya golpea con fuerza el calor, que ha ido un crescendo a lo largo de los días, hasta límites insoportables (llegamos a 34 grados,mientras en Madrid no pasan de los 10).

          Hemos decidido, que nos iremos hasta Marsa, a unos 25 kilómetros, donde se encuentran la playa y el Puerto de El Aaiun. Ayer y en una mensajería nos han hablado, de que existe un bus urbano, que parte de otra estación de autobuses,que lleva hasta allí. Pero nadie -incluida la chica del hotel-, nos sabe dar indicaciones de donde cogerlo.

          Volvemos con calma y con abatimiento a la terminal de ayer y cogemos un caro vehículo de Supratours. Deberíamos tardar tres cuartos de hora, pero como de camino para treinta minutos para cargar y descargar mercancías en uno de sus almacenes, pues nos vamos a más de una hora. Menos mal, que el aire acondicionado es bastante potente.

          El conductor no se entera de nada y tenemos, que gritarle, para que pare, porque intuimos, que nos hemos pasado de nuestro destino. Efectivamente, nos toca retornar andando -por una acera, eso si-, casi tres cuartos de hora soportando un intenso, constante y desagradable olor a pescado salado y seco.

          Nos damos cuenta, de que de nuestra primera visita a El aaiun en 2012, no recordábamos apenas nada.

Sin duna no hay paraíso

           Atardece, aunque al sol le cuesta irse. Compramos los billetes del bus nocturno, a El Aaiun con SATAS, porque sale más barato y tiene mejor horario. Nunca debimos hacerlo.

          Tratamos de llegar a las playas salvajes de la otra vez, ubicadas en el otro lado de la península de Dakhla, pero la noche nos confunde y acabamos atrapados en un polígono industrial, abarrotado de pesados camiones en constante movimiento y con vomitivo olor a pescado podrido (que no secado).

          El bus, que parte desde la puerta de la agencia, sale veinte minutos tarde. El vehículo lleva más mercancías, que pasajeros. Los asientos -por llamarlos de alguna manera -, son los más incómodos, que hayamos ocupados en décadas. El viaje resulta una pesadilla de constantes paradas y acelerones, que ponen a prueba nuestra paciencia y la capacidad para dormir. Pero, en esta vida, todo termina fluyendo y a las seis y media de la mañana y huesirrotos arribamos a nuestro destino.

          La estación de El Aaiun es bastante nueva y funcional, aunque a estas horas -lo poco, que hay-, está cerrado. Nos tumbamos en un banco, pero nos levantan. ¡Ganas de molestar a lo tonto!.

          Esperamos, a que amanezca, sobre las ocho. La bolita azul del Maps nos indica, que nos encontramos bastante cerca de la Gran Duna, que es nuestro primer objetivo del día. Estamos algo desconcertados y con sueño.

          No hay casi nadie por la calle, porque ni en Marruecos, ni en Sáhara Occidental, madruga nadie. A los pocos transeúntes existentes -de sesenta años pa arriba -, les preguntamos por la duna en francés, español e inglés, pero nadie nos entiende. Finalmente y junto a unas casas de típica y pobretona construcción desértica, damos con el camino.

          Habíamos leído, en el excelente blog "Salimos de Bilbao", que hay, que cruzar un arroyo y que se puede hacer montando un puente de piedras. Debieron venir en época de sequía, porque hoy el agua, nos llegaría, fácilmente, al cuello y no estamos por la labor. Buscamos alternativas, mientras el calor empieza a apretar, pero no las hay. El agua o la abrupta vegetación nos impiden el paso, así que debemos asumir el fracaso, cuanto antes. Nos vamos al alejado centro.

          El Aaiun es una ciudad anodina, cuadriculada, aburrida y muy fea. ¡Hala, ya está dicho y de golpe!.

          Lo más auténtico y divertido se encuentra en este barrio de la duna, donde al menos hay vida y negocios, incluida la insulsa catedral cristiana, como única muestra de arte. Caminando un poco , se llega a una inmensa explanada, donde se encuentran el Palacio de Congresos y la Mezquita  Moulay Abdel Aziz ,con torre mamotrética, como casi todas en Marruecos. Más adelante, se llega al centro, donde hoy domingo, no discurre casi nadie.

          Tenemos suerte de encontrar una casa de cambio abierta, aunque con no muy buena tasa.

          Toca buscar algo para comer y una habitación adecuada, pero ambas cosas no parecen nada fáciles.

Próximamente...








 

domingo, 30 de noviembre de 2025

Dakhla destruction

           Estoy tocado -pero no hundido-, después del lío de los botecitos de alcohol y de ese segurata hijo de puta, que con su arrogancia e ineptitud, ni siquiera era capaz de encontrar la fecha en la tarjeta de embarque. Debimos pedirle, que se identificará y darle un buen escarmiento. Yo soy así. Me gusta dar clases a la gente y que se lleven su merecido, faltaría más. Afortunadamente, mi pareja es más reposada y menos vendetista.

          A pesar del intenso e indisimulado cabreo, logro dormirme íntegramente, durante las tres horas y media de vuelo. Vamos separados por dos filas, pero el agotamiento es tal, que ni siquiera tratamos de juntarnos.

          Llegamos y son las nueve y media de la mañana, cuando afrontamos la escalerilla del avión  y nos golpea un sopapo de ventolera y de calor húmedo. Por aquello de no cargar con los abrigos, durante cinco días seguidos, venimos vestidos con mil capas de ropajes diversos. Nos ha salido bien, a pesar del intensísimo frío de Madrid, de ayer tarde.

          La cola de entrada es larga y algo farragosa. Para todo, los marroquíes siempre se toman su tiempo "porque prisa mata", argumentan. Nos ponen el sello en la hoja, que queremos y dejamos atrás el céntrico aeropuerto. El mismo, donde ya habíamos aterrizado hace diez meses, cuando mi pareja, aún esperaba el resultado de su exitosa oposición.

      Han arreglado la antes lamentable acera al centro, pero en realidad es un espejismo, porque todo el pavimento en general, está mucho peor, que en enero. Dakhla nos recuerda a ese absurdo anuncio de Temu, en el que mazo en mano, destruyen todas las tablets, porque nadie las quiere. Aquí han hecho lo mismo con las aceras. Es, que hasta las que estaban bien, ahora están derruidas.

          No hay, quien lo entienda. Hasta han destrozado el amistoso y agradable paseo marítimo, donde se encontraba la tetera gigante. Menudo vicio tienen. Es más fácil, que yo vuelva a tener veinte años, a qué esta ciudad se convierta en un centro turístico de referencia y de gente de dinero, como aseguran pretender las ansias del poder alauita.

          A ver, si soy capaz de explicarme y resumir. La acera, que estaba bien -pocas-, ahora está mal. La que estaba mal, ahora está peor. Pero al parecer y sine die y casi sin maquinaria presente, todas a la vez, las están reconstruyendo. El panorama habitual es el siguiente: bordes de piedra sobrepuestos haciendo labores de bordillo exterior y el espacio de la acera cubierto de escombros diversos. Y nosotros y todo el mundo, a caminar por la calzada, entre los poco respetuosos y ancianos coches, dignos de cualquier museo de lo cutre.

          Al menos, comemos bien. Cada plato de pescado tiene nueve buenos trozos -muchas espinas, eso sí- y nos dan para comer, cenar y desayunar, al día siguiente.

          Matamos la tarde en la plaza principal, con su iglesia cristiana y sus jardines bien cuidados. Compartimos nuestro espacio tumbados en un banco a la sombra, con los jardineros, que llevan a cabo un trabajo minucioso, rama a rama, hoja a hoja y hierba a hierba y con un mendigo, que cae muy bien, porque todo el mundo -incluidos los numerosos militares de por aquí-, lo agasaja con viandas diversas.

¿Barajas o Guantanamo?

           Hemos hablado de un viaje anodino, pero lleno de experiencias y en este sentido, la peor de todas y con diferencia, ha sido la del aeropuerto de Barajas. Fue tranquilo hogar de mendigos y luego, diana de los insaciables grupos de la fachosfera. Hoy -sin que el Tribunal Supremo lo sepa-, es un nido de seguratas hijos de puta, que campan a sus anchas y de ansiosos y sinvergüenzas controladores de equipajes y bienes personales. ¿Hasta cuándo?. Tiene pinta, que va para largo y no queda otra, que joderse.

          En teoría, el control de acceso a Barajas es de nueve de la noche, a cinco de la madrugada, pero hacen, lo que les da la gana, como a semejantes bestias, les gusta.

          Llegamos sobre las ocho y media de la tarde y en la única puerta abierta, nos recibe un segurata despistado, que apenas mira nuestras tarjetas de embarque. Para adentro, porque hace un frío tremendo.

          Sobre las once y sentados en unas de las pocas sillas, que se ofertan en la T1 -no más de cincuenta-, para todos los sufridos viajeros, llega otra chica con uniforme, tan tímida, como educada, a pedirnos la documentación. Todo correcto, por ahora, pero nos vamos cansado un poco, porque solo somos pasajeros con una ilusión de viaje. Sobre la media noche nos abordan tres matones, uno confeso y dos silenciosos. Esto se ha convertido en normal en las vidas de la gente y es muy grave. La conversación transcurre de la siguiente manera, como en la canción de León Benavente:

          -Buenas. ¿Van a viajar ustedes?

          -Si, pero es que es la tercera vez, que nos piden la tarjeta de embarque y no nos parece normal.

          -Mire, se las pediremos todas las veces, que nos entre en gana y ya está (amenaza, con odio latente en su cara)

          -Usted debe respetar nuestros derechos, como ciudadanos y como pasajeros y además, no tratarnos mal.

          El ejemplar de ser humano, se vuelve aún más rabioso y continúa cos sus macarras e injustificables intimidaciones.

          Nos callamos y aún hoy me da rabia. Deberíamos haber llamado a la policía, pero como estábamos bebiendo algo de alcohol, evitamos el pulso.

          Seguimos merodeando por la terminal, a la espera de que abran las puertas de embarque. Otro segurata de mal carácter, avisa por walkie a su jefe: "acaba de entrar un indigente, con un gorro, una manta y una lata de cerveza, ¿qué hago?". Evidentemente, la solución es complicada, porque estamos hablando de enfrentarse a tres poderosas armas de destrucción masiva e irremediable.

          Entramos dentro y llega la sonora e insoportable traca final. Siempre lo he dicho: no accedas a los controles de acceso de un aeropuerto, cuando no hay casi nadie, porque te tocan todos los huevos posibles. Si, es sí y más sí.

          Ahora el problema es, que llevamos demasiado alcohol en los bultos de mano. La máster class consiste en explicarnos, que es solo un litro por persona, en bolsas de 20 por 20 centímetros. Y nos quieren  -y consiguen- tirar cinco botes. Además y en una pantalla, nos enseñan la legislación vigente desde hace veinte años.

         La cosa es, que en esas dos décadas, hemos llevado a cabo unos doscientos vuelos por el mundo y nunca nos había ocurrido algo parecido.

         Al fin y con el cuerpo roto, tenemos más suerte en la sentencia, que el fiscal general y nos permiten viajar al Sáhara Occidental.