martes, 4 de octubre de 2022
sábado, 1 de octubre de 2022
viernes, 30 de septiembre de 2022
Aranjuez y Cotos
Gracias a la gratuidad de los trenes de media distancia y de cercanías y a dormir tirados en la T4 del aeropuerto de Barajas, hemos conseguido llevar a cabo el primer viaje de nuestra vida, a coste cero. Porque la comida y la bebida, la habríamos comprado igual, estando en casa y no hemos tomado ningún otro tipo de transporte con coste. Aunque no pretendemos, que se convierta en costumbre, iremos a pernoctar a la terminal aérea, cuando los precios de los hoteles estén imposibles, como ha ocurrido el fin de semana del 24 y 25 de septiembre.
Se ha tratado de nuestro segundo periplo recurrente y ha sido en mucho tiempo, el único viaje en el que no hemos pasado calor axfisiante. ¡Que maravilla!
El sábado, tomamos un convoy algo más tardío, que en el viaje anterior, así que solo nos dió para dar un paseo de unas tres horas por el animado centro de la capital y desplazarnos por la tarde, a Aranjuez, a través de la C3.
Ya conocíamos este pueblo sureño de visitas anteriores, aunque la última databa de hace casi tres lustros. Fue mejor, lo que manteníamos en el recuerdo, que lo que nos deparó la visita un situ. El palacio Real, la iglesia de San Antón de Padua, la Mariblanca y la plaza principal son sus mejores atractivos, aunque cuenta con jardines y algunos templos más
El domingo, la temperatura bajo algunos grados y más, transitando por la sierra. Como estaba previsto, cogimos el tren de la Naturaleza -en realidad, la C9-, muy concurrido, pero no completo. Tarda unos cuarenta minutos y solo se detiene en, Navacerrada y en Cotos, a 1850 metros de altitud. El paisaje espectacular, a la derecha, hasta la primera de las paradas y por la izquierda hasta la segunda. Está formado por importantes desniveles abarrotados de esbeltos pinos.
Aunque hay unos cuantos más, los senderos más tradicionales y concurridos son tres: el de la laguna de Peñalara - una hora-, ascender al pico de Peñalara -90 minutos - y uno circular -dos horas- a través del refugio de Zabala. Nosotros hicimos parte de los tres, pero no completamos ninguno, porque llegado un momento se ponen difíciles y no llevábamos, ni bastones, ni calzado adecuado. Desde los miradores de abajo se ve poca cosa.
Sobre todo, el de la laguna, estuvo repleto de personas muy acostumbradas al trekking, que podríamos dividir en tres grupos: las familias con hijos pequeños, siempre preguntando cuánto falta; los grupos de hombres, generalmente callados -aunque saludan, como es habitual en la montaña- y que transitan a toda leche y los de mujeres de mediana edad, que circulan algo más despacio y van hablando de sus cosas ( los niños, el trabajo, el colegio...) ¡Las trekkirujas!. Todos ellos y como siempre, están más pendientes del objetivo, que del paisaje.
A nosotros nos encanta la montaña y la naturaleza, aunque nos movemos más por el contenido de los paisajes, que por la meta o el esfuerzo. Y el mar, los ríos sinuosos, los lagos e incluso, los embalses, suelen ayudar bastante. ¡Hasta el largo canal de Castilla nos sirve!
El único contratiempo del viaje fue la vuelta a Valladolid. El tren partió y llegó con más de dos horas de retraso, con lo que llegamos a casa a las tres de la madrugada.
jueves, 29 de septiembre de 2022
Por la sierra de Madrid
Comienza una serie de 16 viajes o más ida y vuelta, durante ocho fines de semana no consecutivos -, que llevaremos a cabo hasta el 31 de diciembre por la Comunidad de Madrid, a través de sus trenes de media distancia y de cercanías.
Y es, que como no podía ser de otra manera, nos hemos acogido a los bonos gratuitos del gobierno, en ambas modalidades.
Este fin de semana -17 y 18 de septiembre- hemos realizado el primero, a Cercedilla, Collado Mediano y Madrid capital. Para el siguiente, hemos reservado billetes en el tren de la Naturaleza, en Navacerrada o lo que es lo mismo, la línea 9 de cercanías ( reserva obligatoria, no posible en la estación de Cercedilla).
Cercedilla es un pueblo con muchas cuestas y escasas aceras, cuyos atractivos más interesantes son la temperatura - unos seis grados menos, que en Madrid- y los numerosos recorridos de senderismo,marcados por diferentes colores, que se pueden llevar a cabo. En mi opinión, están algo confusos, aunque quizás, con más tiempo, lograría aclararme más.
Nosotros recorrimos el azul, de algo más de cinco kilómetros y nos acercamos también a la zona recreativa, donde la gente viene en masa a pasar el día y sobre todo a comer, que llega hasta el puente del descalzo. No os esperéis paisajes como los de la Pedriza o el pantano de San Juan.
Coincidimos con la 100K -llegamos a ver, hasta el dorsal 3000-, una esforzada prueba de 103 kilómetros, entre Madrid y Segovia.
Visitamos el cercano pueblo de Collado Mediano, que parecía, que tenía algo y resultó ser, que no.
Dormimos en Cercedilla, por 32 euros, en un hotel muy correcto.
Y el domingo, lo pasamos en la capital, visitando el Jardín Vertical de La Caixa, el animado Rastro y los sitios de siempre. Mucho calor, mucha gente por todo el centro y por tanto, excesivo agobio. ¡Menos mal, que en Madrid, casi todo abre en festivo!
miércoles, 28 de septiembre de 2022
Consternados, pero resignados y optimistas
Llega el decimosexto y último post de ese itinerario de 13 días por los Balcanes, Corfu y Roma. Quedará uno más sobre las cifras del viaje, pero ese tardará. Como prueba recordar, que aún no he publicado las de nuestra aventura por Cerdeña y México, en octubre y noviembre pasado.
Aún estamos consternados e incrédulos, debido a las dos grandes contrariedades de este viaje, que han sido, la no visita , a Gyrocaster y sobre todo , la perdida de todas nuestras fotos. Ya no tenemos esperanza de recuperarlas, dado que son cinco días sin noticias de la oficina de objetos perdidos del aeropuerto de Fiumichino. Ni siquiera, un fin de semana en la sierra y en Madrid, han conseguido mitigar los efectos.
Pero, a la vez, corren por nuestras venas la paz y el sosiego de la resignación, que nos deben acompañar, durante los viajes, que aún quedan este año: varios fines de semana, en Madrid y los pueblos de la red de cercanías, con el bono recurrente y gratuito de RENFE; el puente de diciembre y 26 días por decidir, entre India, Vietnam, Japón o el norte de Argentina.
Llevamos casi treinta y cinco años viajando juntos y salvo unos pocos incidentes bien resueltos, todo nos ha salido a pedir de boca. Nunca hemos tenido en ese tiempo, un accidente - ni siquiera leve-, no hemos guardado cama o perdido ninguna jornada, por sentirnos mal de salud; no nos hemos intoxicado; hemos tenido muy pocos problemas con la policía o autoridades en el extranjero, no nos han robado, atracado - salvo una vez en Ámsterdam - o pegado -salvo otra, en India-; no hemos perdido de forma definitiva dinero, tarjetas de crédito o documentación esencial...
Vamos, que para lo malo, que nos podia haber pasado, durante tanto tiempo, nos ha ocurrido muy poquita cosa. Son ya 55 años de edad, pero ni con la cercanía de la vejez -dentro de un lustro, ya me valen la tarjeta dorada y el club se los sesenta,-, aún no consigo quitarme de encima ese perfeccionismo, que tantas alegrías me ha dado y a la vez, tantos disgustos innecesarios.
Al fin y al cabo, Gyrocaster va a seguir ahí, sino se lo carga la guerra, un volcán o el Estado Islámico. Y, sobre las fotos ¿Cuántas veces volvemos a mirarlas, una vez tratadas, archivadas en una tarjeta y transcurrida la candente emoción del viaje? La lástima mayor es, no poderlas agregar a esta serie de posts.
martes, 27 de septiembre de 2022
Noche a la romana
Es sábado por la noche y nos va a tocar pasarla en las calles de la ciudad, debido al elevado precio de los hoteles. No estamos dispuestos a pagar -a pesar de haber dormido ayer en el aeropuerto y también, hacerlo mañana -, a pagar los casi 90 euros, que nos piden por el alojamiento más barato, que encima, esta a más de diez kilómetros del centro.
Se había levantado cierta expectación desde los días previos, al recordar, que el año pasado en julio nos ocurrió lo mismo en Milán, también un sábado y la noche fue tremenda, con el ambiente muy crispado y aterrador, en Navigli -donde casi nos agredieron y la dura escena de consumo de cocaína en el exterior de Porta Génova, ya amaneciendo.
Afortunadamente, en esta ocasión, todo fue mucho más tranquilo y previsible.
Aún no había anochecido, cuando llegamos al Trastevere. Hacemos las compras para la noche en un supermercado Conad - en el centro de Roma son escasos y muy caros, a diferencia del norte de Italia - y nos disponemos a pasear por las abarrotadas calles.
El gentío, que circula por las estrechas arterias es impresionante. El ambiente es totalmente festivo, pero a la vez, tenso. Y es, que tan reducido espacio es utilizado a la vez, por las extendidas terrazas, los coches, motos y patinetes y todas las personas, que transitamos en las dos direcciones. Un accidente o un hurto no serían descartables.
La policía está por la zona, pero no interviene, como si fuera lo más normal del mundo. Pero, si aparece para molestar, a quienes nos queremos sentar en los escalones de la fuente de la plaza.principal a ver pasar el rato y a nuestros semejantes, prohibiendonoslo de malas maneras y sin dar ningún tipo de explicación.
Tras acabar hartos, buscamos calles más apartadas y sobre la medianoche, deshacemos el camino, siguiendo el curso del río Tiber y cruzando varios puentes primero y por una calle larguísima y solitaria -aunque con mucho tráfico,-, después, hasta la plaza Navona.
El ambiente es aquí mucho más relajado y te puedes sentar donde te de la gana y sin riesgos, a ver la vida pasar. Transitan todo tipo de personas: guiris despistados de manual, subgrupos de viajeros organizados, impenitentes ligones patrios, despedidas de soltera, jóvenes raperos, inofensivos ciudadan@s pasados de copas...
Son las dos de la madrugada y la cosa no decae, pero decidimos cambiar de escenario y acercarnos a una plaza con una columnata iluminada, casi colindante con la vía del Corso. El ambiente es aquí más juvenil y juerguista, con algunas vomitonas por el suelo.
A las tres, llegamos a la Fontana de Trevi. La policía la está abriendo y contempla espectante, como unas cuantas adolescentes toman la fuente para bailar y grabar videos, que se supone, luego, colgarán en Tic Toc. La zona está muy bien iluminada y el sonido del agua se dispersa con armonía y calma entre el controlado griterío de las chicas. Nada, que ver, con el sol cayendo de plano y ni un solo sitio donde sentarse, de hace doce horas, aquí.
Nos da por discutir y el tiempo se pasa todavía más rápido. Aún sin haber amanecido y siguiendo las indicaciones del GPS - que se equivoca un par de veces y nos obliga a preguntar -, llegamos a la estación de Termini, donde tomar un tren, para Tívoli y dormir un rato, a la ida y a la vuelta.
Roma, once años después
Pues sí. Hacía más de una década, que no íbamos a Roma y como esperábamos,nada ha cambiado. En realidad, la ciudad sigue igual de caótica y de decadente, que cuando la conocimos por primera vez hace más de treinta años. Nada tiene, que ver, con la elegante Italia del norte. Es la ciudad eterna (mente) igual.
Bueno. En realidad, algo sí ha cambiado y es para mal. Obras, hordas y gordas. Las primeras tienen levantada media urbe -especialmente, en la zona del Coliseo y del Foro, que casi están inaccesibles, debido a la construcción de la línea 3 del metro - y las segundas -fundamentalmente españolas-, lo han tomado todo. Y cuando digo todo, es todo. Y eso, que era mediados de septiembre, ¡Que no me quiero ni imaginar en agosto! Me río yo, de la masificación de Dubrovnik o Praga. De las terceras que os voy a contar, que no sepáis.
Para recibir los primeros dos impactos letales no tuvimos, que salir de la estación de trenes de Termini, adónde habíamos llegado en autobús, desde el aeropuerto, de Fiumichino. El baño de la terminal -seas pasajero, o no- cuesta un euro y el plano de la ciudad en la oficina de turismo, 1,50. Por supuesto, no lo compramos y nos manejamos con nuestros recuerdos y con el móvil.
Calor, calor y calor extremo, lo que no era ninguna novedad en este viaje. Perdimos la humedad de Montenegro, Albania y Corfu, pero ganamos el impacto demoledor del sol del cielo despejado.
Cuando vamos a Roma solo uno o dos días, solemos llevar a cabo siempre el mismo itinerario y esta vez, no iba a ser menos, a pesar de haber dormido en el aeropuerto,al haber llegado a las dos de la madrugada, de Corfu.
Empezamos el recorrido por la calle Cavour, para llegar, a San Pietro Invincole, iglesia fea, que alberga el Moisés de Miguel Ángel. Seguimos hasta el Coliseo y el Foro, que como se ha dicho y en la actualidad, están hechos un desastre. Toca acercarse a la plaza Venecia y al Campidoglio.
Por las estrechas y abarrotadas aceras de vía del Corso, se llega al Panteón y la plaza Navona, a la izquierda y a la Fontana de Trevi y la plaza de España, a la derecha.
Toca volver a la plaza de la máquina de escribir, para enfilar una calle, que conduce al Castillo de San Angelo, el Vaticano y media hora después y siguiendo el río, al maravilloso, aunque agobiante, Trastevere.
Allí, se hizo de noche y comenzaba nuestra andadura nocturna sin hotel. ¿Sería tan enrevesada y peligrosa, como la de un año atrás, en Milán? ¡Lo veremos en el siguiente post!
Al día siguiente y durmiendo en los fugaces trenes de ida y vuelta, visitamos Tívoli. Una pena, no haberlo hecho antes en el pasado, porque es una localidad monumental bellísima, aunque algo decadente. Además, estaban en fiestas medievales y el ambiente era mágico.
Lo que pasó después, ya lo sabéis. Nos refugiamos toda la tarde en el aeropuerto y mi pareja perdió la cámara con todas las fotos del viaje.
lunes, 26 de septiembre de 2022
Corfu
Nuestro objetivo inicial siempre, fue retornar por esta isla y no deshacer el camino por Albania y/o Montenegro. Pero, como no llevábamos billete de vuelta, la intriga duró hasta casi el final. Corfu resulta bastante interesante, aunque no cumplió plenamente nuestras expectativas, que eran elevadísimas. Vinimos más contentos hace dos años, tras visitar Chania, en Creta. También, porque en aquella época en plena pandemia, no había casi visitantes.
En el aspecto logístico indicar, que existen dos líneas de ferries, que conectan Sarande, con Corfu:. Finikas Lines y Ionian Seaways . Ambas, disponen de barcos rápidos y lentos -una hora y cuarto y media respectivamente - y los precios oscilan entre los 20 y 25 euros, dependiendo la agencia, donde los compréis.
Desde el puerto, hasta el centro hay una media hora, caminando. Los hoteles en la ciudad son escasos y muy caros. En concreto, nosotros preguntamos en cuatro y todos estaban llenos. No habíamos preparado nada y al consultar en Booking -por fin, después de unos cuantos días, teníamos roaming - nos dimos cuenta, de que la mayoría de la oferta está entre 10 kilómetros y treinta.
Nos pusimos las pilas y constatamos, que las zonas más recurrentes para pasar la noche eran Gouvia y Kavos. A la primera, más cercana, llevan los autobuses azules, que parten del centro y a la segunda - a unos 35 kilómetros -, los verdes, que tienen su estación propia, camino del aeropuerto. Por cierto, que a este se puede ir andando en unos tres cuartos de hora.
En Kavos hay alojamientos más baratos, pero el precio casi se compensa, porque, a Gouvia, cuesta menos el autobús -4,40 euros, por 1,50- e incluso, se puede ir andando en unas dos horas. Nos quedamos con la segunda opción y por 53 euros conseguimos una extraordinaria y enorme habitación con baño, aire acondicionado, terraza, excelente piscina -el único baño del viaje- y copioso y variado desayuno buffet.
La playa de Gouvia es pedregosa y algo fea. Para mi, que son mucho mejores los arenales de Kavos, pero lo digo sólo por las fotos.
El centro de Corfu tiene agradables callejuelas, llenas de tiendas y restaurantes, aunque algunos edificios en las calles más aisladas están en ruinas o casi para caerse. Las hordas turísticas toman la ciudad, especialmente por la mañana, cuando desembarcan los cruceros. No son un buen negocio, porque los barcos contaminan donde atracan y los turistas gastan poco, porque tienen todo incluido a bordo.
Corfu tiene dos impresionantes fortalezas -una de pago y otra gratuita y de horario muy reducido- y decenas de iglesias, que decepcionan un poco, porque no tienen nada de especial y muchas de ellas, están incrustadas en los edificios colindantes, por lo que resaltan poco. También existen bellos edificios civiles.
Los precios de todo en Corfu -también de la comida y todas las bebidas alcohólicas sean de los grados que sean - son estratosféricos. El agua, mejor embotellada, porque sabe mal. La oficina de turismo funciona bien, aunque la chica, que nos tocó, eran tan guapa, como borde y desagradable.
¿Es Corfu una isla del tercer mundo? Si hubiéramos llegado desde España, diríamos que si. Pero, procediendo de Albania, la vamos a dejar en el segundo y medio.
Gyrocaster
Pues no. No visitamos Gyrocaster y todo fue, por una desastrosa acumulación de malentendidos. Y el caso es, que llegamos a estar físicamente en esta ciudad, para más desesperación.
Al llegar a la estación de Berat, solo vimos horarios por escrito, para Sarande: dos al día. No había casi nadie en la aceptable terminal y preguntamos, a quien pudimos, asegurándonos, que desde allí no había autobús directo, a Gyrocaster. Nos fuimos a visitar la ciudad, tan decepcionados como resignados (la resignación siempre está presente en Albania).
A la mañana siguiente, tomamos el bus de las ocho de la mañana, porque el otro, nos venía mal, al salir a las dos de la tarde. El vehículo era viejo, mugriento y llegamos a tener una avería, en la que hubo, que desmontar el motor. Unos cuantos guiris a bordo. Habíamos decidido la noche anterior viajar, a Sarande y al día siguiente, retroceder, a Gyrocaster. Según la guía, los servicios eran frecuentes.
Dormimos hasta las once y un cuarto de hora después, sorprendidos, llegamos, a Gyrocaster. Bajaron todos los extranjeros y nosotros dudamos si hacerlo, pero finalmente, mantuvimos la decisión, porque vimos un cartel con horarios frecuentes, a Sarande. La carretera entre estas dos localidades es la más bonita, que hemos visto en Albania. Pero, antes de llegar al destino, casi tenemos un grueso accidente. Si no llega a ser por la pericia y reflejos de nuestro conductor, se nos empotra por mi lateral del vehículo un loco, que había salido a toda velocidad sin respetar un stop.
Llegamos a la estación de Sarande -es un decir-, donde solo está anunciado el bus, a Tirana, de horarios intempestivos. Nadie informa, así, que preguntamos en la cafetería de al lado, donde nos confirmaron, que desde las ocho de la mañana había servicios cada hora. Nos despreocupamos del tema.
Tras visitar la ciudad y tomar alojamiento, compramos los billetes del ferry, a Corfu, para dos días después. A última hora, fuimos a reconfirmar los horarios de los autobuses, a Gyrocaster y la sorpresa fue mayúscula. Resulta, que solo hay dos al día y salen por la mañana, por lo que suponemos -nadie lo sabe alli-, que los de vuelta parten en esta misma franja. Y estos datos, los confirmamos hasta en tres agencias de viaje de la zona.
Con rabia, pena y nuevamente, resignación, decidimos no jugarnosla. Entre unos y otros, en dos días, habíamos recibido cuatro versiones diferentes sobre los autobuses, que conectan, con Gyrocaster. No podíamos arriesgarnos a no poder volver al día siguiente, perder la noche de hotel reservada, la cita con Martín y el ferry de la mañana siguiente, a Corfu. ¡Con lo que nos había costado en dinero y esfuerzo reservar el vuelo entre esta ciudad y Roma!
A la desesperada, tratamos de contratar una excursión organizada, que incluyera, además, el Ojo Azul. Nos pedían 30 euros a cada uno, que dábamos por bien empleados, pero era ya tan tarde, que no había plazas para la jornada venidera.
Si vais por Albania, os digan, lo que os digan, tenedlo claro: EXISTEN AUTOBUSES DIRECTOS ENTRE BERAT Y GYROCASTER.
domingo, 25 de septiembre de 2022
viernes, 23 de septiembre de 2022
El encuentro con Martín, en Sarande
La vida es extraordinariamente caprichosa. A veces para bien y otras, para mal. Nunca pensamos, que íbamos a conocer en persona, a Martín. La verdad es, que moviéndonos, como hacemos él y nosotros por el mundo, casi constantemente, era muy difícil, que pudiéramos llegar a coincidir en algún punto del planeta y menos en un lugar tan discreto a nivel de trotamundos, como es Albania. Habría sido algo más fácil en países más emblemáticos, como Brasil, Indonesia, Japón -nación, que tanto el admira-, en Egipto... Pero no. Ha sido en Sarande, el pasado 7 de septiembre.
Martín nació en Argentina y pronto va a cumplir los 36 años. No recuerdo muy bien, la fecha exacta en la que entramos por primera vez en contacto con el, aunque es bastante posible, que se remonte a unos quince años atrás. Desde entonces, hemos mantenido una relación epistolar digital sobre viajes, que ha resultado bastante fluida, aunque también con algún periodo más o menos largo sin contactos.
En aquella época, los tres frecuentabamos el convulso foro de Lonely Planet, hoy prácticamente, sin actividad. Nosotros acabábamos de montar una web de viajes el año anterior (el blog vino, en 2010- y Martin se empezó a interesar bastante por nuestros relatos de los viajes por el mundo. A los largo de este tiempo, él también nos ha aportado mucha información sobre algunos destinos, especialmente, sobre Japón, donde ha estado en dos ocasiones.
Martín es un viajero impenitente, al que le gustan los periplos de mediana y larga duración, aunque el recorre el mundo a una .velocidad algo más lenta, que la nuestra, porque cada trotamundos tenemos un ritmo distinto. En el pasado, intentó obtener la nacionalidad italiana a través de unos antepasados transalpinos, pero eran tan lejanos, que la cosa se puso demasiado burocrática y complicada.
Parece, que ahora sí, va a tener más éxito con la española. Entre otros requisitos, debe contar con una pareja de residencia en nuestro país y pasar algunos periodos fuera de la Unión Europea. Este es el motivo principal actual de su estancia en Albania.
Martín nos escribió a mediados de agosto y nos comentó, que ha leído en nuestro blog que los primeros días de septiembre, íbamos a estar, en Albania y nos proponía una cita, en Sarande, donde pretendía despedir a una amiga, que iba a coger el ferry, a Corfu, para el día 7 de septiembre.
No costó mucho cuadrar las agendas, porque la fecha casaba bastante bien con nuestros planes y no nos adelantaba o retrasaba nuestro periplo. Así, que ya por WhatsApp, fuimos concretando los detalles, durante los días anteriores.
Y el encuentro llegó en un parque, al calor de unas amargas -la birra albanesa no es de nuestras favoritas - y fresquisimas latas de cerveza de medio litro. Fueron dos horas, como en los encuentros de alto nivel. Allí supimos, entre otras muchas cosas, que Martín proviene de una familia del mundo de la judicatura -aunque él no ha heredado esos gustos-, que tiene una hermana viviendo en Barcelona, aunque de forma ilegal; que le encantan las criptomonedas y ha obtenido buenos beneficios con ellas o que anhela -como era de esperar -, grandes propósitos viajeros para el futuro.
¿Habrá un segundo encuentro en tiempos venideros? No lo sé, pero en cualquier caso, las probabilidades son bastante más altas, de que se produjera el primero.
Shkoder, Tirana, Berat, Sarande y Ksamil
Nuestra visita al país se circunscribió a estos cinco lugares, no incluyendo en el recorrido, Gyrocaster, por los motivos, que se expondrán en un próximo post. Hace quince años, habíamos visitado los dos primeros lugares citados, junto, a Durres.
Shkoder ha lavado mucho su cara, desde 2007,cuando era una ciudad polvorienta y deprimente. Solo estuvimos allí un par de horas, pero fueron suficientes para empaparnos de su zona peatonal, donde se ubican iglesias, mezquitas y algún otro edificio interesante. Estaba muy animada, al ser domingo por la mañana.
La principal estación de autobuses de Tirana se encuentra a unos cinco kilómetros del centro, pero no es difícil hacer esa distancia andando, dado que la acera es buena. En esta ciudad nos costó mucho encontrar alojamiento y al final lo hallamos en un barrio algo deprimente, aunque pintoresco. Los.principales y escasos atractivos turísticos están, fundamentalmente, en torno a la enorme plaza central.
Berat ha sido la auténtica joya del viaje. Resulta tan impresionante, como decadente, dado que parte de algunos barrios de la ciudad están en estado de semi ruina, incluido, a veces, hasta el asfaltado. En torno a su modesto río y a un bonito puente antiguo, se sitúan los tres cascos históricos . Todos ellos van en cuesta y resultan muy atractivos. Son el Mangalem, el Gorica y el de la fortaleza, a la que se accede por empinadas cuestas. Cabe destacar también, la emblemática iglesia de la Trinidad, a la que se llega con mucho esfuerzo.
Sarande es un lugar de paso, hacia tierras griegas, aunque tiene una aceptable playa pedregosa, un paseo marítimo bien cuidado y algunas callejuelas agradables, aunque algo descuidadas. También tiene bastantes cuestas.
Al no poder ir a Gyrocaster, pasamos una mañana en Ksamil, como otros tantos albaneses y extranjeros, que se amontonan allí. Las bonitas playas son semi privadas, como en cualquier país del tercer mundo (hay una pública, si se camina más de media hora). No te cobran entrada, pero te ponen las tumbonas y las sombrillas ocupando todo el espacio disponible, por lo que si quieres ubicarte, debes alquilar una de cada (los precios pueden llegar a 20 euros). La mayoría están construidas sobre plataformas de madera, aunque algunas lo están encima de pequeñas superficies de arena/piedras.
Ksamil es un sitio idóneo para darse un chapuzón y después, salir corriendo. Y es, que el lugar se divide a casi partes iguales, entre espacios para tumbonas y sombrillas, horribles e invasivos aparcamientos y chiringuitos de precios inasumibles. Si comparamos con Benidorm, este último resulta el paraíso.
jueves, 22 de septiembre de 2022
Cosas de Albania
Cuando de manera muy fugaz visitamos el país, en Julio de 2007, nos pareció un absoluto desastre, dominado por escombros, calles sin asfaltar, descampados eternos y mucha basura ( sobre todo en las playas). Este último aspecto sigue vigente en muchos lugares de Albania, pero en el resto de las cosas, la mejoría es notable, aunque no equiparable a la media europea. Al menos, en lo estético, en lo que se ve a simple vista, se les puede dar un aprobado raspado.
Porque en cuanto al carácter y forma de ser de los ciudadanos y a la organización de la vida cotidiana, las cosas siguen, casi igual. Los albaneses continúan tan indomables, como entonces y hacen del caos diario su forma de existencia. Esto se ve de forma muy evidente en el poco respeto, que le tienen a las normas de circulación y a los peatones.
El transporte público resulta muy escaso, sobre todo, desde Tirana, hacia el sur. Por ejemplo, solo hay dos autobuses de Sarande, a la capital y parten a horas intempestivas (cinco y media de la madrugada y nueve de la noche). Es muy difícil, fuera de Tirana, encontrar los horarios completos en las estaciones y cuando preguntas, te pueden dar diversas versiones, lo que lleva a la confusión. Al menos, podemos asegurar, aunque estando siempre muy atentos a los acontecimientos, que el eje Skhoder - Tirana - Berat - Gyrocaster - Sarande, funciona con cierta regularidad. Las terminales pueden estar en el centro o a las afueras, no hay una norma general.
Los vehículos suelen ser viejos y no es raro, que no dispongan de aire acondicionado, lo que hace insufribles los viajes en verano. El precio de los billetes resulta razonable, aunque no disminuye proporcionalmente, a medida, que aumentan las distancias, como ocurre en casi todas partes.
Mejores noticias podemos dar en el apartado de los alojamientos, que resultaron estar mejor que los de Montenegro y salieron bastante más baratos. No es difícil encontrarlos por unos 2000 leks diarios - unos 17 euros - y en los tres que estuvimos, todos tuvieron el baño dentro de la habitación. Eso sí: las alcobas económicas no abundan y a veces, cuesta dar con ellas, aunque no tanto, como en su vecino del norte.
El número de restaurantes en los lugares turísticos es menor, que en Montenegro, donde salen a casi uno por cada guiri, aunque resultan más económicos. La comida en ambos países es muy similar, pero los precios aquí son más ajustados para el bolsillo.
Existen muchos menos supermercados, que en Montenegro, especialmente, en el centro de Tirana. Muchos productos son caros, principalmente, la cerveza, el vino y las bebidas alcohólicas, aunque si se selecciona y no se opta por una cesta de la compra caprichosa, se puede vivir por no demasiado dinero. El agua en el país no es potable, por lo que deberemos añadir este gasto a nuestro presupuesto. Como en Montenegro, las frutas saben mucho mejor, que en occidente.
Por todo lo expuesto anteriormente, se puede decir, que Albania es uno de los países más baratos del viejo continente.
Aunque las debió de haber en algún momento del pasado, no encontramos una sola oficina de turismo, a lo largo del país. Para colmo, la última edición de la Lonely Planet de Albania, confunde más, que ayuda.
Todas las playas, que vimos, fueron pedregosas, salvo las de Ksamil, de aguas cristalinas azules y verdes, estando la mayoría montadas sobre plataformas de madera.
¿Es Albania un país del tercer mundo? Definitivamente, sí
Bar y Ulcinj
Con la visita a estas dos ciudades, de Montenegro, diametralmente diferentes, pusimos fin a nuestro periplo por el país balcánico.
Bar es una localidad afincada junto al mar Adriático, que cuenta con decenas de playas consecutivas, donde abundan las tumbonas y las sombrillas para alquilar, a precio de oro, para los ingresos medios de la ciudadanía de este país. Contemplar la bahía, caminando por el paseo marítimo resulta bastante gratificante.
El resto de la ciudad es bulliciosa y algo caótica, aunque no muy sucia. Cuenta, como atractivos para el viajero, con un mercado, que ahora ha sido reconvertido en un centro comercial de negocios exteriores -fundamentalmente, de comida- y las dos catedrales: la católica de la Inmaculada Concepción y la ortodoxa de San Juan Vladimir. Esta segunda es bastante espectacular, tanto por fuera como por dentro.
La estación de autobuses, de Bar, se halla alejada del centro y como anécdota decir, que junto a ella se encuentra el supermercado más barato de todo Montenegro, provisto de bastantes marcas blancas baratas (dos litros de cerveza por 1,29 euros).
Ulcinj se encuentra en la frontera con Albania y en la mayoría de los casos tiene más rasgos de este país, que la propia Albania. Ulcinj es una especie de mezcla entre su vecino del sur y la Benidorm de los años 70.
La gente peregrina por sus cuestas con sus sombrillas y antiguas y envejecidas neveras abarrotadas de viandas, camino de la playa más céntrica de la ciudad (existe otra, a unos cinco kilómetros, mucho mejor, en la que nosotros estuvimos hace quince años).
Y mientras tanto, la ciudad se sume en un caos incontrolado, en el que como ocurre en todo el tercer mundo, las aceras son una excusa para colocar encima de ellas, todo lo que no sean peatones: bicicletas, motos, coches, enormes carteles de publicidad o de información, puestos de todo tipo, motores de vehículos, perchas con ropajes... El Montenegro, que habíamos conocido hasta ahora, es muy diferente a esto.¡Pero como sabéis, a nosotros nos va la marcha, por lo que este lugar nos encanta!
En el lado monumental, Ulcinj tiene un barrio - fortaleza espléndido, donde pasear por sus calles se convierte en algo muy satisfactorio, que se transforma en sublime, durante la puesta de sol. Se ubica en el lado derecho de la bonita bahía, mientras el izquierdo está tomado por unos bellos acantilados.
Ulcinj dispone de casi infinitas posibilidades de alojamiento, en relación con el resto del país y los buses, que conectan con Albania, a diferencia de 2007, son relativamente frecuentes (y caros).
miércoles, 21 de septiembre de 2022
Kotor, Budva y Sveti Stefan
Tres días fueron suficientes para recorrer cinco ciudades de Montenegro, después de que, como en 2007, solo pasáramos un par de horas en Pogdorica, en las que nos dió tiempo a familiarizarnos con un vibrante mercado matutino, mientras pinteaba. En este post, os hablamos de tres de ellas . Finalmente por falta de tiempo y por la lentitud de los transportes, no acometimos la prevista visita a Cetinje.
En Kotor, ya estuvimos hace quince años y salvo la multiplicación disparatada de los precios, no ha cambiado nada. Pero, las circunstancias de la visita han sido distintas. En aquella ocasión, eran fiestas y no encontramos alojamiento. Dormimos en la playa y la visitamos en soledad, durante más de dos horas, desde las cinco de la mañana . ¡Una maravilla!. Esta vez y siendo el mediodía, la ciudad estaba siendo devorada por las hordas procedentes de los cruceros, que se acercan desde países limítrofes y la cosa, se tiñó de tintes desagradables en nuestra estancia. Se trata de un turismo auténticamente patógeno, porque contamina las bahías de los centros turísticos y apenas dejan dinero en ellos, porque comen y duermen en el barco.
Kotor es una ciudad medieval impresionante, rodeada de murallas y con atractivos visuales a casa cada paso. Además, de haya ubicada en un marco natural inigualable, por lo que conviene también relajarse en sus bellas localidades, casi colindantes y en su extraordinaria bahía, bien por tierra o por el mar.
Budva, se encuentra a unos 30 kilómetros al sur de la anterior. Su estación de autobuses se halla en el núcleo urbano, aunque algo lejos del centro. Junto a ella, existen algunos alojamientos de precio razonable y en uno de ellos, pasamos la noche.
En cuanto al casco histórico, sin lugar a dudas, Budva, también amurallada, no desmerece, a Kotor y caminar de forma pausada por sus callejuelas, animadas plazas y por el paseo marítimo -el de Kotor, se halla actualmente, en obras-, resulta toda una delicia y más de noche. También, es un lugar turístico y como siempre, mucho más por la mañana, que por la tarde, aunque los viajeros aquí, son menos invasivos y fundamentalmente, de origen nacional.
Budva tiene playas junto al centro. Una al lado de la muralla con vistas espectaculares. Pero, como en el resto del país, todos los arenales, que vimos, son pedregosos y de color oscuro. No vimos, en Montenegro, una sola playa, que mereciera la pena, lo cual no significa, que no las haya.
Sveti Stefan se encuentra siguiendo la línea de la costa, antes de llegar a Bar. Nosotros nos conformamos con contemplar la isla desde arriba, porque para entrar en ella es necesario estar alojado en el resort -800 euros la noche - o tener una reserva en el restaurante.
Las cosas de Montenegro
Llegar a Pogdorica, desde el aeropuerto, si no se quiere gastar dinero en un taxi y dado, que no existe transporte público de conexión, requiere arriesgar tu integridad física, caminando por una peligrosa y muy concurrida carretera sin arcén, para acabar en una vieja y pequeña estación, donde tomar, casi de furtivo, un destartalado tren.
El transporte público en el país balcánico funciona bastante bien en cuanto a la frecuencia, el tipo de vehículos -todos los que tomamos, con aire acondicionado - y las indicaciones de horarios y rutas en las estaciones, que no suelen estar muy alejadas del centro. Desde luego, mucho mejor, que cuando estuvimos allí, en 2007. Pero, cuenta con dos problemas: la lentitud y el precio. La primera es debido, a la difícil orografía del país, dado que las carreteras no están especialmente mal. Se puede tardar una hora y cuarto en llevar a cabo, 30 kilómetros. Buenas comunicaciones a través de Ulcinj, con Albania.
En cuanto al precio de los autobuses - el tren resulta mucho más barato, pero solo cubre la línea Pogdorica -Bar- son desorbitados y desde luego, más caros, que en España. Hemos llegado a pagar 4€ por 27 kilómetros y ocho , por sesenta. Además, se produce la curiosa circunstancia, de que los importes siempre son redondos, a la unidad o al medio euro. No hay decimales, por lo que lo que hoy cuesta tres euros, en la próxima subida, se te pone en 3,50 o lo que es lo mismo, un incremento de más del 15%.
En cuanto a las tarifas de los alojamientos económicos resulta razonable. Hemos pagado unos 25 euros por noche por habitaciones con el baño compartido y con aire acondicionado (absolutamente imprescindible, en verano). Hay suficientes, aunque no abundan. El problema viene, en que ya casi no hay carteles en las fachadas o puertas anunciando sobes, rooms o zimers -salvo, en Ulcinj-, sino que aparecen detalladas en Booking. Pero luego, resulta muy difícil encontrarlas y más aún, ponerse en contacto con sus gestores, en un país, que está fuera del roaming de la Unión Europea. Por tanto, conviene no reservar, hasta que no se localicé la alcoba y asegurarse, de que su propietario anda por allí.
En Montenegro se come bien, especialmente a base de pescado y marisco muy frescos y de cevapi, pero los precios se han triplicado en quince años y se igualan con los de España. Existen numerosos supermercados -Idea, Aroma y Voli...son los más importantes -, que están muy bien abastecidos, aunque al no haber casi marcas blancas, casi todo sale caro (incluso, el pan). El precio de la cerveza es elevado y el del vino y las bebidas espirituosas, prohibitivos.
De todo lo anterior se puede deducir, que viajar a Montenegro no conlleva ningún chollo económico.
Las oficinas de turismo son numerosas y tienen un horario tan amplio, que a veces, cierran a media noche, incluso los domingos. Pero, los planos son más decorativos, que útiles, por lo que moverse por las ciudades buscando cosas concretas conlleva una dificultad y más, cuando muchas calles no tienen placa con el nombre.
El agua es potable, aunque a veces, no tenga el sabor más apetecible.
¿Es Montenegro un país del tercer mundo? Si lo comparamos con Albania o incluso, con Grecia, no. ,¿Esta preparado para ingresar en la UE?. No dispongo de los datos suficientes, pero mi opinión es, que no.
martes, 20 de septiembre de 2022
Un mal inicio
Sí, como hemos visto, el viaje estuvo dominado por las contrariedades, las del primer día, estuvieron encadenadas.
Es la una de la tarde del 31 de agosto y mi pareja, que en verano dispone de jornada reducida, acaba de salir de trabajar. Yo, mientras, preparo las últimas cosas, me doy cuenta, de que he escondido tanto en la casa el dinero del viaje, que ahora no lo encuentro. Los momentos de pánico se acentúan con el paso de los minutos y media casa queda revuelta y con discos, libros y otros objetos esparcidos por el suelo. Tras veinte minutos y al borde de la histeria, aparece.
Por aquello de apurar sobras, he comido unas albóndigas de hace dos días, cuya salsa tenía un sabor algo dudoso.
El bus sale tarde y acumula aún más retraso, a la entrada de Madrid, debido a que hay un par de carriles cortados por un aparatoso accidente, de ninguna consecuencia humana, pero con lo dos vehículos destrozados. Menos mal, que contamos con cuatro horas de margen para tomar el vuelo, a Barcelona.
Ya en el aeropuerto de Barajas, las puñeteras albóndigas empiezan a generar consecuencias y tengo, que ir al baño, durante tres horas, más de diez veces
Mal día para atravesar los controles de seguridad en la terminal 4, porque nos ha caído en suerte la tía más desocupada, estúpida y tocahuevos del aeropuerto capitalino. Nos toca abrir y revolver hasta la extenuación los tres bultos, que llevamos y a mi pareja, además, control de explosivos, para no perder la tradición.
A cada rato, nos van retrasando el horario de partida del avión de Vueling y nos empezamos a temer una cancelación, que echaría a perder el viaje al completo, dado, que no tenemos margen para llegar, a Barcelona y tomar mañana por la tarde el vuelo, a Pogdorica. Finalmente, partimos con más de dos horas de retraso.
¡¿Hasta cuando las mascarillas en el transporte público?!
Yo decidí, nunca más votar al PSOE, durante las pasadas navidades, cuando volvieron a imponer el uso obligatorio de la mascarilla en exteriores, en un gesto cobarde y ruin, porque para no admitir sus responsabilidades sobre la evolución de la pandemia, las descargaron sobre el común de los ciudadanos. Se trataba de una medida innecesaria y alarmista, que no tenía ningún sentido con el 90% del personal vacunado.
Aunque con gobierno supuestamente progresista, España siempre ha estado a la cabeza en materia de restricciones y limitación de libertades, durante la gestión del coronavirus. Y ahora, por supuesto, seguimos siendo la reserva espiritual de occidente y más papistas que el Papa, porque eso va mucho con el temperamento patrio. Cada día me resulta más desagradable e insoportable, las broncas, que te caen o las malas caras, si subes a un autobús sin la maldita mascarilla o con ella medio bajada.
Así empezó nuestro viaje, con la mascarilla a medias en el ALSA hasta Madrid, en el vuelo de Vueling, a Barcelona y en el bus urbano a esta misma ciudad. Sin embargo, en el trayecto con Ryanair, a Pogdorica, ya casi nadie la llevaba, ni la exigía. Y así fue, durante casi dos semanas, hasta tomar el bus del aeropuerto de Santander.
En los cuatro países europeos visitados en este viaje, apenas unos pocos ciudadanos llevan mascarilla en el transporte público. Diría, que ni siquiera el 10% de los pasajeros. Ocurre así en todos los autobuses y ferrocarriles de Montenegro; en los de Albania; en el ferry, de Sarande, a Corfu; en los buses verdes y azules, que circulan por esta isla y en los vuelos y autobuses de Roma.
Por supuesto, tampoco nos la tuvimos que poner, en los vuelos desde Corfu, a la ciudad eterna y desde esta, a Santander.
¿Para cuando en este país, dejaremos ya de hacer el gilipollas?