Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 17 de octubre de 2021

viernes, 15 de octubre de 2021

jueves, 14 de octubre de 2021

martes, 12 de octubre de 2021

lunes, 20 de septiembre de 2021

sábado, 18 de septiembre de 2021

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Santander, para cerrar el animado verano


                        Tocaba poner punto final al verano, a través de un quinto viaje, después de dos periplos por Asturias, uno por Lombardía y otro por la Comunidad de Madrid. Y esta vez, nos decantamos por Cantabria. En un principio, pretendíamos conocer algunos lugares nunca antes visitados, pero al final, nos decidimos por quedarnos los tres días, apaciblemente, en Santander.

         Nuevamente, contamos con la inestimable ayuda de ALSA, que en otra de sus innumerables promociones estivales, nos ofreció los billetes de ida y vuelta con un descuento de un 50%. Pero, nuestro auténtico quebradero de cabeza, fue encontrar alojamiento. La litera más barata para nuestras fechas costaba 28 euros y la habitación doble más económica, 80.  
 
        No nos quedaba otra, que ir de camping y nos costó tomar la decisión, porque desde nuestra estancia en Iverness, en 2006, no habíamos utilizado está forma de alojamiento -salvo para asistir a un festival cercano, en 2015- y nos daba mucha pereza. Elegimos el más cercano, a la ciudad, el del Faro, junto a la playa de Mataleñas: 17,50 euros por una tienda pequeña y dos personas. Parcelas de hierba, algunas sombreadas; buenos baños, aunque algo ruidoso durante la segunda noche

      Partimos al mediodía del viernes 27 de agosto y después de instalarnos, aún tuvimos tiempo de disfrutar un buen rato de los alrededores del camping, con praderas y acantilados, que llegan hasta el Faro. También, nos bajamos a ver el ambiente nocturno de la ciudad y a sentarnos largo tiempo sobre la arena del Sardinero.

        El sábado exploramos la magnífica playa de Mataleñas -bastante concurrida y con marea baja- e hicimos una ruta, desde cabo Menor y a través de cabo Mayor -donde se encuentra el Faro-, hasta el Sepulcro del Inglés, dejando atrás una estación meteorológica, un pueblo, acantilados y bonitas formaciones rocosas en superficie, tipo las de La Pedriza. La senda llega hasta Liencres, a 10 kilómetros de la capital, pero no la completamos.

        Por la tarde, recorrimos varias veces el paseo peatonal y serpenteante, que conecta la playa de Mataleñas -ya con marea alta-, con la ciudad, quedando maravillados por los numerosos acantilados y la playa de los Molinucos, que es muy recogida.

          El domingo y ya con el equipaje a cuestas, fuimos retornando al centro, pero no por el paseo marítimo, sino por las playas. Nos dio tiempo a dar la vuelta entera a la península de la Magdalena, contemplando vistas excepcionales. ¡Demasiados domingueros!

        Buscando la sombra, paseamos por las calles estrechas del centro y comimos junto a la plaza de toros, donde corría el aire. La tarde la pasamos por el puerto chico y el barrio de los pescadores, una zona, que recordamos con encanto y que sin embargo, hoy en día, está bastante deteriorada.

lunes, 6 de septiembre de 2021

México, durante cinco semanas


         Todas son de nuestro viaje a México, en 2.008 

       Si no aparecen contratiempos, el próximo ocho de octubre comienzan nuestras vacaciones anuales, durante las que pretendemos visitar el país norteamericano, donde ya estuvimos, en 2008, aunque en aquella ocasión, no accedimos a territorios más al norte del Distrito Federal.


                Nos ha tocado elegir, entre los no demasiados países fuea de Europa, que nos permiten entrar en la actualidad sin exigir PCR negativa (estamos vacunados desde el 25 de junio). Entre Brasil, República Dominicana y México, descartamos los dos primeros. Brasil, por ser el vuelo caro y República Dominicana, por ser imposible completar el destino, con Haití.

       Volaremos con Iberia, a Cancún, haciendo escala en el DF. No hemos adquirido aún los vuelos, pero viene a salir por unos 310€ ida y vuelta, maletas a parte, por lo que iremos solo con equipaje de mano. Debemos rellenar un formulario on lunes, siendo la estancia máxima de un visado de 180 días. Nos toca renovarnos el pasaporte, que nos venció a finales de noviembre pasado.

          El itinerario previsto y desde Cancún, sería el siguiente

        Campeche (484), Veracruz (850), San Luis de Potosí (655), Monterrey (624), Zacatecas (461), Aguas Calientes y Guanajuato (302), San Miguel y Querétaro (149), DF y Morelia (192), Guadalajara (289), Puerto Vallarta (333). En total, suman 4338 kilómetros, que pretendemos llevar a cabo en autobús. Desde Puerto Vallarta a Cancún, resultan 2468 kilómetros, que probablemente, hagamos volando.

        Salvo a la capital, no retornaremos q ninguno de los destinos visitados en nuestro primer viaje al país, de dos semanas y media de duración. Lo más seguro es, que tampoco vayamos a ninguno de los destinos del noroeste, como La Paz, Todos Santos o San Lucas, por encontrarse demasiado alejados. Si queremos ir a visitar parajes naturales, pero no hemos decidido todavía a cual.

lunes, 30 de agosto de 2021

Madrid, bajo temperaturas extremas

 

                       Madrid, Manzanares y La Pedriza            

        Nuevamente y como va siendo costumbre este verano, pillamos una muy buena oferta con ALSA para desplazarnos, a Madrid, durante el puente de la virgen de agosto. Como todo no podía ser perfecto, nos tocó la ola del calor, teniendo, que soportar temperaturas de hasta 44 grados. Habíamos pensado complementar la capital y alrededores con un retorno, a Toledo, donde no vamos al menos, desde hace veinticinco años, pero por motivos logísticos, la cosa no cuajó.

        Pasamos tres noches: una con aire acondicionado y lejos del centro y otras dos en un infierno aliviado por un ruidoso ventilador, al lado de Tirso de Molina. No pagamos ni sesenta euros, en total, porque la oferta hotelera, en Madrid, es muy amplia. Si te buscas un poco la vida, dormir sale tirado.

          La tarde del viernes, la dedicamos a especular por el barrio de Hortaleza y por el cey comercial, Palacio de Hielo.

        El sábado y no sin problemas de orientación, nos fuimos a Manzanares el Real y La Pedriza, tomando el autobús 724 en el intercambiador de plaza de Castilla. El pueblo tiene un bonito castillo (5 euros). Al parque natural, se puede ir andando -unos seis kilómetros-, aunque los fines de semana existen autobuses lanzadera gratuitos, que ese día no funcionaron, desconociendo las causas.

          El lugar cuenta con caminatas muy pedregosas y sinuosas y el paisaje rocoso resulta bastante atractivo. Nos vaciamos menos de lo esperado, debido al insoportable calor. Hicimos tres pequeñas rutas, a través del cañón de La Camorza, senda de Carboneras y camino de Canto Cochino. Está prohibido bañarse en el río, pero la gente no hace ni caso.

                                  Por la noche, disfrutamos de lo lindo, paseando por el inconmensurable, Lavapiés, crisol de culturas. En la zona de Mesón de Paredes abundan los subsaharianos con sus restaurantes, ritos y costumbres. El la de Ave María, los indios. Apenas queda rastro de los chinos y sus tiendas mayoristas o de las carnicerías musulmanas, que invadieron el barrio a finales de los noventa. En la plaza principal, aún sobreviven un bar castizo y el Carrefour 24 horas.

          La mañana del domingo, la dedicamos a ver la céntrica iglesia de San Antonio de los Alemanes y nos acercamos al cauce del río Manzanares y el parque Madrid Río, entrando por el puente de Segovia y saliendo por el de Toledo, dejando a un lado las poco vistosas ruinas del antiguo estadio Vicente Calderón. 

        Por la tarde y tras un receso, nos zambullimos en el barrio de Vallecas, donde visitamos el cerro del Tío Pío. Su hisy es muy larga y ofrece buenas vistas de Madrid, viéndose el Pirulí y las torres Kio. Fue un poblado chabolista y el parque enseña siete montículos -siete tetas, según los más salidos-, que no son naturales y que están formados por los escombros de las infraviviendas.

          Finalmente, el lunes y tras desestimar Toledo -los buses se toman en la plaza Elíptica-, nos fuimos a ver un templo sij, en Santa María de la Cabeza, que como habíamos previsto, consiste en un simple local en un edificio de viviendas. Paseamos por el Madrid tradicional, que tanto nos recuerda a nuestra juventud y a los tiempos de estudiante, aunque ya no se parezca mucho, a aquellos increíbles tiempos.

        Antes de regresar, durante la madrugada del martes, matamos el viaje en el abarrotado parque del Retiro -que el descerebrado Almeida había cerrado el día anterior, domingo, por turbios motivos-, en el barrio de Las Letras y su animada zona de Huertas .

¡Acantilados!


De Cabo Mayor, a Cabo Menor: bahía de Mataleñas

 


Ruta marinera, a Liencres



miércoles, 25 de agosto de 2021

¡Hoy va a ser la noche de que te hablé! Masterclass de la vida nocturna de Milán (parte II)

 
         Tras reposar en la plaza e indiñarnos el suficiente combustible alcohólico, nos dirigimos a la cercana puerta Ticinese y cruzando una amplia avenida, accedes a la zona de Navigli, donde también habíamos estado de día, ¡pero vaya usted a comparar!

          Existen varios canales, que se entrelazan, pero para explicarlo de una forma básica diríamos, que la estructura principal tiene forma de "L". En la parte larga de halla una calle extensa partida por un canal. En el segmento de la izquierda se celebran numerosos botellones, entremezclados con algunos bares. El ambiente es bastante crispado, fruto del alcohol. 

        Sin comerlo, ni beberlo, vivimos varios momentos de tensión. El más importante ocurre, cuando una mujer insulta a otra, llamándola "gorda, cornuta y putana"

 Quien ofende, pesa bastantes kilos más, que la mencionada víctima. Un vigilante de seguridad de un garito cercano, trata de poner paz, mientras nosotros tratamos de continuar. Entre el remolino, un imbécil con un patinete y ajeno a todo, trata de pasar entre gritos y entre medias, sin importarle nada.

          El otro lado del canal, ya de vuelta, resulta más reconfortante. Menos gente, menos borrachera y más nivel intelectual, a tenor de las pausadas conversaciones.

        La parte estrecha de la "L" es otro mundo y los acontecimientos se suceden. Cuando vamos por la parte derecha nos sobrecogemos: decenas de personas persiguen a un joven con intenciones de linchamiento y van en serio. El corre y termina lanzándose al agua. ¡Confusión!

          Lo siguiente, que observamos es, a numerosa gente partiendo botellas de vidrio contra el suelo, para supuestamente, atacar o defenderse de algo, que no llegamos a ver. Por la forma, que lo hacen, tienen más posibilidades de herirse en las manos, que de conseguir su objetivo.

          La escena gira unos 45 grados. Un chico está tumbado en el suelo y sangrando por la cabeza con virulencia. No podemos asegurar, si es el que han rescatado del agua u otro. Una multitud se arremolina alrededor, mientras nosotros mantenemos la distancia.

          El primer coche de policía tarda mas de veinte minutos en llegar, aunque i pareja de agentes no se implica demasiado y ni se acerca al lugar de los hechos. Una chica, algo alterada, les cuenta lo sucedido o al menos su versión. En otros diez minutos más, llegan otras cinco patrullas y no es hasta pasados casi tres cuartos de hora, cuando aparece una ambulancia para atender al herido.

        Nosotros seguimos nuestro camino por el otro lado de la dársena, dónde conviven parejas inofensivas, con jóvenes algo alborotados y númerosos árabes con sus musicas típicas y rebosantes de sonoridad a todo volumen. El islam prohíbe el alcohol, pero la mayoría van mamados.

          Uno de ellos y en lamentable estado, muy corpulento, se me acerca, supuestamente, a saludarme. Lo esquivo, pero estoy a punto de caerme al canal. Se produce un rifirrafe, que no pasa a mayores.

          A todo esto, solo son las tres y media de la madrugada. Compungidos, retornamos a la plaza de San Lorenzo Maggiore, donde como si nada, sigue el tranquilo botellón multitudinario. Reponemos fuerzas etílicas, durante hora y media y planificamos la jornada siguiente. ¡Iremos a Vigevano, que dicen, cuenta con la plaza más bella de Italia!

        Para llegar hasta allí, deberemos tomar el tren rn la estación de Porta Génova, cercana a los canales, por lo que debemos volver por ls dársena. De repente y sin verlo, aparece el mismo hijo de puta anterior, que trata de apresarme y agredirme, aunque me zafo sin demasiada dificultad, pero no consigo esquivar su escupitajo, que cae sobre mi cara. El amago de enfrentamiento, tras mucha tensión e incertidumbre y sin que nadie de los alrededores haga ni caso, termina en nada, afortunadamente.

          Ya amaneciendo, llegamos a la estación en cuestión. En la plaza colindante y sentados en un banco, ajenos a todo, varios subsaharianos esnifan cocaína de unos billetes de veinte y cincuenta euros.

          ¡Comienza un nuevo día!

¡Hoy va a ser la noche de que te hablé! Masterclass de la vida nocturna de Milán (parte I)


       Con los años, que uno va teniendo y con las múltiples experiencias vividas parece, que ya estuvieras de vuelta de todo. Hemos vivido dos golpes de estado en directo -en Mali y en Tailandia-, me han pegado con resultado de borbotones de sangre en India; hemos dormido más de cien veces en la calle y hemos estado a punto de perder la vida despeñados por varias carreteras del tercer mundo. Pero, aún así,digo impresionado y no consigo olvidar los acontecimientos vividos, durante la noche del 25 de julio -mi santo, por cierto- de este año.

        Entre, que los hoteles el sábado estaban caros y que habíamos leído de los irresistibles atractivos de la noche de Milán, decidimos sumergirnos en ella. Mi pareja, que muchas veces, cuando habla sube el pan sentenció: "pues va a ser una noche muy aburrida". ¡Lo clavó!

          Habíamos pasado la tarde en los alrededores del lago Maggiore. Concretamente, en las localidades de Stressa y Arona. Llovió algo y la temperatura fue más generosa que en los días anteriores. Quisimos tomar un determinado tren de vuelta, a Milán, pero lo cancelaron. ¡Nada sorprendente, en Italia! Así, que tuvimos, que tomar otro y llegar a la ciudad ya de noche. Y no a la estación Central, sino a Porta Garibaldi. 

        De ahí al centro, hay un trecho de más de una hora, caminando. Hay, que atravesar la inmensa e insoportable plaza de la República, que no fue diseñada para ser abordada por seres humanos viandantes. Y de camino y sobre la acera, estuvimos a punto de ser atropellados por un imprudente ciclista, que encima nos puso cara de ofendido.

          Con algo de estrés, llegamos al barrio de Brera, muy próximo a la Scala. Habíamos estado la jornada anterior por la tarde. Está más animado a horas vespertinas, que por la noche, aunque sus numerosas terrazas y los bonitos nombres de la calles -Fiori Chiari, Fiori Oscuri...- no son una mala opción para apalancarse en cualquier momento.

        Acometemos la plaza del Duomo, escasamente poblada por cuatro guiris despistados. Antes y en las galerías Vittorio Emanuel, estamos a punto de caer al suelo, debido a unos chicos, que iban haciendo el gilipollas, empujándose entre ellos.

          Mi pareja, rebosante de hambre, se come un bocata detrás de la Logia y poco después, ponemos rumbo, hacia el castillo Sforcesco. Es una zona semipeatonal, que cruza calles de numeroso tráfico, incluso a estas horas. Estamos, a punto de ser atropellados, primero por un patinete y después y en el último paso de cebra, que te acerca a la fortaleza, por un sinvergüenza sobre cuatro ruedas, con menos sensibilidad, que una ameba y probablemente, pasado de drogas y/o alcohol.

          Deshacemos el camino, no siendo aún la una de la madrugada, sin ser conscientes, de que lo mejor estaba todavía por llegar. Nos dirigimos al barrio de Ticinese, no demasiado lejos del centro. También, abundan las terrazas -mas frecuentadas de dia- sobre las aceras de  una agradable calle, que va a dar a la plaza de San Lorenzo Maggiore, muy coqueta y escoltada por unas esbeltas columnas antiguas y por la iglesia del mismo nombre. A estas horas esta muy animada y se celebran sobre el asfalto númerosos botellones pacíficos, en concordia y sin estridencia o violencia.

          ¡Esta estaba por llegar y a raudales¡

domingo, 22 de agosto de 2021

Desarrollo cronológico del trepidante viaje

 
       Nuevamente, los billetes de autobús para Madrid, los obtuvimos con un importante descuento. En la capital, pasamos la tarde del 21 de julio y por la noche nos fuimos a dormir al aeropuerto, pero lo hicimos en el exterior, por dos razones: para evitar la puta mascarilla y por otra más realista: en la actualidad, las terminales cierran sus puertas entre las once y las cuatro de la mañana, (aunque puedes estar dentro, si entras antes).

          Con puntualidad, llegamos a Bérgamo. Hemos estado allí muchas veces, pero hacía demasiado tiempo, que no la visitábamos, con lo que utilizamos gran parte del segundo día para redescubrir su parte alta y explora otras zonas nuevas. A media tarde, nos trasladamos a Milán, tratando de organizar la logística de los restantes días.

        La siguiente calurosa jornada, la dedicamos, a Milán, en exclusiva. Habíamos estado varias veces allí, pero más como campo base para otros destinos, de Lombardía, que de exploración profunda. A pesar, de que apenas existen zonas peatonales y además de llevar a cabo las rutinarias visitas por los alrededores de la catedral, el castillo Sforcesco y la iglesia de "La Última Cena", descubrimos lugares más inéditos y agradables, como el área de los canales -seria clave al siguiente día- y el barrio de Ticinese, con la magnífica plaza de columnas, ubicada en la plaza de San Lorenzo, donde también bse encuentra la basílica de San Lorenzo Maggiore.

          El sábado afortunadamente, algo nublado, nos fuimos en tren al bonito lago Maggiore, done visitamos dos de sus más conocidas localidades: Stressa -nada estresante, por cierto- y Arona, siendo está última muy turística.

        Como pasamos esa noche en blanco, de fiesta bien fiesta y a la vieja usanza, las primeras horas del domingo las dedicamos a una visita fugaz, a Vigevano, que dicen, cuenta con la plaza más bella de Italia. Muy bonita es, desde luego. El resto de la jornada, descansando y haciendo planes.

          Como nos cancelaron el vuelo, de Ryanair, debimos cambiar los billetes para el día siguiente y el lunes nos topamos, con  lo que ya preveíamos, iba a ser la jornada más interesante del viaje. En ferrocarril, nos desplazamos al lago Iseo -agradabke temperatura-, tras hacer escala en la ya conocida Brescia. Descubrimos la fantástica Pisogne y caminamos siete kilómetros por una ruta "nsturalustics" -es un decir, que ellos venden así, porque es más un desastre, que otra cosa-, hasta la increíble, Lovere, el mejor destino de todo el periplo. De vuelta, recalamos en la relajada y agradable, Iseo, que bien merece unas horitas.

Breves datos prácticos de un viaje a Italia, en pandemia


           -Volamos, a Bérgamo, por un precio de cinco euros cada tramo y cada viajero. Máxima puntualidad de Ryanair, ocupación no muy elevada del vuelo y escasos trámites en el aeropuerto (alguno más a la vuelta, donde incluso nos pasaron una inofensiva lata de alubias por el control de explosivos, quedando requisada).

        -Hemos estado tantas veces en Italia y, concretamente, en Lombardía, que nuestro quebradero de cabeza era hallar un recorrido inédito. Volvimos a Bérgamo, donde ya habíamos estado más de diez veces. Nos dimos cuenta, de que aunque habíamos visitado Milán dos o tres veces, lo habíamos hecho de una forma muy sucinta. E incorporamos a nuestro itinerario dos excelentes zonas, como son las del lago Maggiore y el Iseo (el de Guarda y el de Como, ya los conocíamos).

          -Basicamente, nos servimos de los trenes para viajar por la región. Los retrasos o las cancelaciones están a la orden del día, aunque se trate de convoyes regionales, que son los más baratos (más asequibles, que los de sus mismas características, en España). Los billetes, para mayor comodidad y aunque existen ventanillas, se obtienen en máquinas automáticas. Deben ser convalidados antes de subir y permiten la ventaja de ir haciendo paradas hasta el destino, a lo largo de seis horas, sin penalización. Raramente, pasa el revisor y si quieres, te la puedes jugar a montarte sin título de transporte, pero yo no lo recomendaría.

          -Si quieres ajustar tu presupuesto, es complicado pernoctar todas las noches en el mismo hotel, dado que los precios fluctúan, como si de tratara de la bolsa. Es necesario, estar trajinando varias veces al día, con Booking, para encontrar las mejores ofertas en las ubicaciones más adecuadas. A veces, es conveniente esperar a última hora, puesto que salen gangas, aunque normalmente, esto no ocurre los sábados, como en tantas otras partes del mundo.

        -En Italia, podrías ir circulando de gelateria -colas interminables, casi siempre-, a pizzería, sin apenas pisar el suelo, con el fin de alimentarte con solvencia. Sin embargo, la oferta de comida preparada de los supermercados resulta bastante buena y en ocasiones, se consiguen favorables descuentos. En este sentido y dónde lo haya, la propuesta más recomendable es, Lidl, aunque Penny Market no es mala opción.