Las seis primeras son, de Kuala Lumpur y el resto, de las Cameron Highlands (Malasia)
Y por fin y de forma absolutamente inesperada, llegó la reconciliación, con Kuala Lumpur. Nuestra relación de mal rollo con esta ciudad, duraba desde nuestra primera visita, en 2008, cuando acabamos en el alojamiento más cutre de todos los viajes de nuestra vida y creedme, que no me falla la memoria.
El año pasado, nos sentimos bastante enfadados por las omnipresentes e interminables obras, que bloquean el centro, ya caótico de por sí. La desesperanza, en el retorno tan próximo en el tiempo, nos invadió a la llegada al ver, que Chinatown, estaba tan desmantelada, como la última vez y que en su contorno, aún había más reparaciones urbanísticas (la gran lacra de este viaje, junto al clima).
Pero, a partir de ahí, todo mejoro. El alojamiento elegido -nada del otro mundo y sin ventana, pero muy barato porque la competencia es grande-, cubrió las necesidades básicas, que no habíamos tenido nunca en esta ciudad.
Unos pescaditos al peri peri y unos cuantos platos de noodles con marisco, nos revitalizaron, además de un mercado de puestos de comida, situados en el caótico cruce de Little India, con el acceso a Chinatown, todavía sin arreglar, porque está zona no es importante para el imperante musulmanismo.
Sí que han avanzado y de qué manera -como cabría esperar-, en lo que se refiere a la zona de la mezquita y el palacio, totalmente terminada y de forma espectacular. Han creado un canal artificial lleno de peces que brujulea a sus anchas. Han acondicionado un paseo al lado del río, donde han montado un mercadillo de fin de semana muy animado y acogedor, de deliciosas comidas y como premio gordo y por otras obras menores, tienen cortado parte del centro al tráfico, por lo que se obtienen unas fotos maravillosas y unos paseos idílicos.
Abandonamos, Kuala Lumpur, después de adquirir vuelos de ida y vuelta, para Bali. Estaremos en diferentes islas, de Indonesia, durante un par de semanas.
Ahora, nuestro objetivo es el fresco y el sosiego de las Cameron Highlands. Se tarda unas cuatro horas, por una carretera, en sus inicios, muy aburrida. Luego y sin necesidad de pasar por Ipoh, se aborda una senda montañosa no demasiado sinuosa, pero con muchas curvas y vegetación, que conduce a la localidad, de Iscander Rata. Esta, cuenta con una simpática cascada y un mercadillo de domingo muy concurrido.
Simplificando, el entramado de pueblos de las Cameron discurre entre tres localidades. Al principio y viniendo desde la capital, se encuentra Ringlet. A 12 kilómetros, el centro neurálgico llamado Tanah Rata, donde se encuentran la mayoría de infraestructuras: alojamiento, restaurantes, pequeños supermercados y bares para todos los gustos. Y, al final a unos 18 kilómetros, a localidad de Brinchang, cerca del monte Gunung.
De las incertidumbres no previstas, al llegar a Tanah Rata, la mayoría se resolvieron en tan sólo diez minutos. Alojamiento bueno y barato; comida rica, variada y económica; alcohol y cerveza a precios accesibles y facilidad para encontrar los senderos turísticos de esta zona, a pesar de que no están muy bien señalizados -carteles viejos y escondidos- y de qué no existe una oficina de turismo.
Nos ha gustado mucho este área silvestre y campera, a pesar de que el tráfico por la arteria principal -que debemos cruzar mil veces- invade, hasta nuestros sueños más sosegados. Pero, en próximos post tendré muchas cosas, que explicar sobre estas tierras altas, sin pretender dar demasiada información técnica de las rutas, porque para eso hay algunos -pocos- buenos blogs y muchas guías, más o menos, atinadas.
Y por fin y de forma absolutamente inesperada, llegó la reconciliación, con Kuala Lumpur. Nuestra relación de mal rollo con esta ciudad, duraba desde nuestra primera visita, en 2008, cuando acabamos en el alojamiento más cutre de todos los viajes de nuestra vida y creedme, que no me falla la memoria.
El año pasado, nos sentimos bastante enfadados por las omnipresentes e interminables obras, que bloquean el centro, ya caótico de por sí. La desesperanza, en el retorno tan próximo en el tiempo, nos invadió a la llegada al ver, que Chinatown, estaba tan desmantelada, como la última vez y que en su contorno, aún había más reparaciones urbanísticas (la gran lacra de este viaje, junto al clima).
Pero, a partir de ahí, todo mejoro. El alojamiento elegido -nada del otro mundo y sin ventana, pero muy barato porque la competencia es grande-, cubrió las necesidades básicas, que no habíamos tenido nunca en esta ciudad.
Unos pescaditos al peri peri y unos cuantos platos de noodles con marisco, nos revitalizaron, además de un mercado de puestos de comida, situados en el caótico cruce de Little India, con el acceso a Chinatown, todavía sin arreglar, porque está zona no es importante para el imperante musulmanismo.
Sí que han avanzado y de qué manera -como cabría esperar-, en lo que se refiere a la zona de la mezquita y el palacio, totalmente terminada y de forma espectacular. Han creado un canal artificial lleno de peces que brujulea a sus anchas. Han acondicionado un paseo al lado del río, donde han montado un mercadillo de fin de semana muy animado y acogedor, de deliciosas comidas y como premio gordo y por otras obras menores, tienen cortado parte del centro al tráfico, por lo que se obtienen unas fotos maravillosas y unos paseos idílicos.
Abandonamos, Kuala Lumpur, después de adquirir vuelos de ida y vuelta, para Bali. Estaremos en diferentes islas, de Indonesia, durante un par de semanas.
Ahora, nuestro objetivo es el fresco y el sosiego de las Cameron Highlands. Se tarda unas cuatro horas, por una carretera, en sus inicios, muy aburrida. Luego y sin necesidad de pasar por Ipoh, se aborda una senda montañosa no demasiado sinuosa, pero con muchas curvas y vegetación, que conduce a la localidad, de Iscander Rata. Esta, cuenta con una simpática cascada y un mercadillo de domingo muy concurrido.
Simplificando, el entramado de pueblos de las Cameron discurre entre tres localidades. Al principio y viniendo desde la capital, se encuentra Ringlet. A 12 kilómetros, el centro neurálgico llamado Tanah Rata, donde se encuentran la mayoría de infraestructuras: alojamiento, restaurantes, pequeños supermercados y bares para todos los gustos. Y, al final a unos 18 kilómetros, a localidad de Brinchang, cerca del monte Gunung.
De las incertidumbres no previstas, al llegar a Tanah Rata, la mayoría se resolvieron en tan sólo diez minutos. Alojamiento bueno y barato; comida rica, variada y económica; alcohol y cerveza a precios accesibles y facilidad para encontrar los senderos turísticos de esta zona, a pesar de que no están muy bien señalizados -carteles viejos y escondidos- y de qué no existe una oficina de turismo.
Nos ha gustado mucho este área silvestre y campera, a pesar de que el tráfico por la arteria principal -que debemos cruzar mil veces- invade, hasta nuestros sueños más sosegados. Pero, en próximos post tendré muchas cosas, que explicar sobre estas tierras altas, sin pretender dar demasiada información técnica de las rutas, porque para eso hay algunos -pocos- buenos blogs y muchas guías, más o menos, atinadas.