Todas las fotos de este post son, de Tel Aviv (Israel)
“¿Venís de Egipto?”, dice entre extrañada y aterrada, la chica del hostel, de Tel Aviv, que formaliza nuestro ingreso en uno de los abarrotados dormitorios compartidos del establecimiento. “¿Y, habéis llegado volando o por tierra”, indaga, con mayor curiosidad. “Por tierra, cruzando la frontera entre Taba y Eilat”, respondemos, mientras engullimos vasos y vasos de agua fresca de la fuente/garrafa, que por su adecuada gentileza, proporcionan a los huéspedes.
“¿Venís de Egipto?”, dice entre extrañada y aterrada, la chica del hostel, de Tel Aviv, que formaliza nuestro ingreso en uno de los abarrotados dormitorios compartidos del establecimiento. “¿Y, habéis llegado volando o por tierra”, indaga, con mayor curiosidad. “Por tierra, cruzando la frontera entre Taba y Eilat”, respondemos, mientras engullimos vasos y vasos de agua fresca de la fuente/garrafa, que por su adecuada gentileza, proporcionan a los huéspedes.
“¿Y no habéis tenido ningún
problema, ha sido fácil?”, investiga la amable mujer. “Muy
sencillo, tan solo tardamos en cruzar la desierta frontera cincuenta
minutos, con las habituales molestias y comprobaciones. Pero, en
2007, la cosa se demoró por 3 horas y con peor pinta”, aseguramos.
“Really, only fifty minutes in the border?”, espeta toda
sorprendida.
Y es que Israel, es un país complejo.
Las experiencias, que uno tiene, pueden ser diversas y no valen como
norma general. Donde menos te lo esperas, puede surgir un
decepcionante y frustrante contratiempo y cuando vaticinas
dificultades, todo se resuelve sin demasiado esfuerzo.
Solo debes guiarte por un principio:
los israelíes son desagradables por naturaleza o por necesidad, que
también puede ser. Tal vez, las personas más hostiles del planeta,
pero si no te tomas las cosas en plan personal y te muestras
tranquilo, tienes mucho ganado (o menos perdido).
Y, sobre todo, cuando entiendes, que
están cagados de miedo, ante no se sabe muy bien qué amenaza, dado
que podrían aplastar a sus vecinos en poco tiempo, en caso de
conflicto y como ya ocurrió, durante la nefasta guerra de los seis
días. Pero, les encanta sentirse importantes y hacerte de menos.
Lo de entrar a Israel, puede
impresionar y agredir a los más novatos. Preguntas indecentes y
excesivamente personales, diseñadas por maquiavélicos protocolos de
mentes insanas, sacan de sus casillas a casi cualquiera. Valgan como
ejemplo estas dos: “¿así, que dices, que eres español y no te
gusta el fútbol? O El agua, que llevas en esa botella, ¿la has
cogido de forma integra en Israel?. Pero, con el tiempo, aprendes que
nada tienen contra ti y menos, si no llevas un visado de los países
malignos (los árabes de oriente medio, con la excepción de Egipto y
Jordania).
Son, simplemente, estúpidos y
aprovechan a reclutar a niñas, niños e inmigrantes -muchos de ellos
latinos -, para colocarles una metralleta al hombro, hacerles creerse
Rambo y llevar a cabo -supuestamente-, todas estas tareas de
“limpieza fronteriza”. Pero luego, cualquier israelí vaga por la
Unión Europea, sin que ni siquiera le hagan una sola pregunta. ¡No
es justo!.
Esta vez y con una estancia bastante
tranquila, el problema surgió en la explanada de las mezquitas, de
Jerusalé. A un obeso y malhumorado funcionario de policía y sin dar
razones -solo gritos en hebreo-, se le ocurrió, que éramos
inadecuados o peligrosos para visitar ese lugar y así nos dejó sin
poder hacerlo, después de persistentes intentos (menos mal, que ya
accedimos al recinto en 2.007).
Lo de la explanada de las mezquitas
merece mención aparte. A los guiris, solo nos dejan acceder por la
puerta de ingreso, que hay desde el Muro de las >Lamentaciones,
donde a las mujeres, les endosan un pañuelo para que cubran sus
hombros. Luego, los controladores palestinos, como el pañuelito
tiene letras en hebreo, te lo obligan a quitar y a ir como una
descocada, cuando nunca lo permitirían en cualquier otra mezquita. Y
finalmente,, el funcionario israelí, que cuan portero de discoteca,
desequilibrado mentalmente, decide o no tu acceso.
Pero, tres cosas nos encantaron de
nuestra segunda estancia en Israel: 1) lo educados, que son los
conductores, que paran en todos los pasos de cebra. 2) Fuentes de
agua fría por todas partes. 3) Wi-fi gratuito en la mayoría de los
lugares de concentración pública. Sorprende todo esto, en uno de
los países más caros del mundo (sobre todo, en materia de
alimentación, donde las cosas cuestan el triple, que en España).
Y una cuarta y una quinta, también.
Estuvimos toda nuestra estancia, sin padecer sus molestos y
encadenados días festivos (al contrario, que en nuestra
semanasantera estancia anterior).
Y la más importante: ya no hace
falta pedirles, que te pongan el sello de entrada en una hoja aparte,
como antaño. Ahora, te sacan una especie de pegatina/visa, que debes
conservar hasta la salida, donde te entregan un papelujo con tu foto,
que a modo de ticket de metro, debes validar en las máquinas del
aeropuerto. ¡Todo un fructifero regate a sus vecinos árabes!, que
se afanan en buscar sellos israelíes en los pasaportes,
compulsivamente, para no dejarte entrar.