Obviamente y después de certificarse el resultado definitivo de la oposición, iniciamos las maniobras de descenso de adrenalina y libertad -incluida la financiera -, para convertirnos en personas normales, tras dieciocho meses de emociones constantes.
Queremos decir con esto, que como casi todo el mundo, tiramos de calendario y empezamos a mirar las fiestas, su posible encaje con los días de asuntos propios, para formar puentes -especialmente, locales y autonómicas, donde se reduce mucho la demanda aérea - y posibles vacaciones.
Asumimos, que hasta junio, cuando se acaban las ayudas al transporte, pasaremos la mayoría de findes, en Madrid.
Los cuatro días de la primera semana laboral se hicieron largos, pero las dos siguientes, ya no. ¡Pura adaptación, a la que estamos tan acostumbrados!
Los dos primeros sábados y domingos seguimos con actividades culturales y lúdicas en la capital: visitamos el centro comercial X Madrid -nada que ver, creo, con Elon Musk-, modelo bastante moderno, que combina muy bien el ocio, el deporte, las actividades infantiles, las tiendas y el omnipresente comer a todas horas. ¡Muy exitoso! En cercanías hay que bajarse en la estación de Las Retamas y no en Alcorcón (línea 5). Cerca se encuentra el Ikea danés, que no conocíamos y que es mas modesto, que el sueco. En todo el día no paro de llover.
Al día siguiente nos fuimos a visitar un bonito mural de la Rue del Percebe 13, en la calle General Ricardos y la composición floral y de mariposas de nuestra querida casa de México, en Alberto Aguilera. Tuvimos, que cruzar el Manzanares, lleno de curiosos. Aunque con buen caudal, ya no estaba desbordado.
Al siguiente fin de semana cayó la exposición Invictus, en el Museo de Historia municipal, dedicado a los logros deportivos madrileños en muchos deportes y no solo del Real o del Atletico. Caminamos también, por el modesto paseo de la fama capitalino, en la calle Martín de los Heros, junto a Plaza España.
Por último y para un deleite supremo, nos acercamos al Conde Duque, donde hacía al menos, año y medio, que no íbamos, a contemplar una abarrotada y emocionante exposición de juguetes , entre los años de 1880 y 1980. A los niños y a los jóvenes les pueden parecer raros -o tal vez no-, pero los que tenemos más de cincuenta, disfrutamos como enanos. Muy recomendable y hay que darse prisa, porque si no la amplian, termina el 20 de abril.
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