La normalidad se ha instalado en nuestras vidas, porque así lo hemos elegido, se acabó, de momento, ese peregrinar loco y libre y ahora toca planificar los distintos viajes de este año cautivo.
Empezamos mal, porque aún no sabemos, lo que vamos a hacer en Semana Santa y está al caer. Pretender volar a Europa o norte de África en las fechas señaladas, salvo que quieras dilapidar tus ahorros y/o tú patrimonio resulta imposible y buscar alojamiento en España es casi igual de complicado, porque los precios superan, ampliamente, la usura. Tarifas razonables, yendo de camping, nos darían para ir a Santander o al lago de Sanabria, donde las rutas para caminar son casi infinitas. La cuestión es, que las previsiones meteorológicas dan temperaturas mínimas muy bajas y algo de lluvia y esto nos echa para atrás
Por lo que lo más probable es, que nos quedemos en Madrid con extensiones a Toledo y Cuenca, ciudades que ya conocemos, pero a las que no vamos hace décadas.
Después, uniremos la fiesta autonómica del 23 de abril con dos días de asuntos propios y un fin de semana y nos largaremos al Algarve, a la zona de Oporto o a Marruecos.
En julio juntaremos dos fines de semana, idénticas fiestas locales y cinco días de vacaciones para sumar once jornadas, que dedicaremos a Azores, Madeira o un interair por ciudades de Francia y Alemania, países, donde nos queda mucho por descubrir..
Aún, nos restarían otros tres días de asuntos particulares para distribuir entre agosto y octubre.
Y en diciembre, aglutinando todas las fiestas y tres semanas de vacaciones, barajamos varias opciones: norte de Argentina, Brasil, Venezuela -sin Caracas-, Pakistán -dependiendo de la seguridad en ese momento -, o volver a Japón.
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