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viernes, 20 de enero de 2023

Los alojamientos del viaje (parte I)

           Si en este viaje ha habido unos protagonistas claros - con el permiso de los bellos lugares visitados -, han sido los alojamientos. Y eso, que nos ha ido bastante mejor, que en Cerdeña, hace poco más de un año donde sufrimos mucho la incertidumbre del día a día y donde nos gastamos mucho más dinero, que por aquí.

      Ya he repetido hasta la saciedad, que en materia de hospedaje, las cosas han cambiado mucho en los últimos tiempos. Antes, podías viajar sin reserva previa y en todos los sitios te atendía alguien. Hoy, con fecha confirmada y - muchas veces - pagada de antemano y sin derecho de reembolso, tienes que rezar para que en el lugar elegido haya alguien para atenderte - o un sistema de autochek - in automatizado - y no tengas, que molestarte mandando correos electrónicos y whatsapps, para que te expliquen , cuando tienen a bien, ofrecerte el ingreso a tu ansiada habitación, después de un duro día de viaje.  Suerte tienes, si además, no tienes que llamar por teléfono y pagarla en tu factura telefónica.Y eso, que previamente, te han molestado varias veces y por diversos canales comunicacionales, solicitándote la hora de llegada, cosa impensable hace tan solo una década.

          Yo, no me acostumbro y me cabreo, casi diariamente y eso que se y asumo, que esto ha venido para quedarse. De todas formas no todo es malo. Si algunos hoteles no hubieran reducido personal y no hubieran surgido los alojamientos turísticos proporcionados por particulares -mucho más baratos y bastantes veces, mejores- nosotros hoy en día, probablemente no podríamos estar viajando tan alegremente por España y por Europa.

          En los próximos dos post os vamos a contar nuestras experiencias alojeras, entre las que se mezclan unos sinvergüenzas amables y serviciales, un check in a lo cutre del sur de Italia, otro automático con ratón en la habitación incluido, un apartamento grasiento y gélido con el mejor desayuno del viaje y uno más de cien metros cuadrados para los dos solos en el centro de Lecce. Pero y en esta misma ciudad -donde no repetimos alojamiento en tres noches-, pernoctamos en otro, donde eran aún más descarados con los intentos de estafarte, que los inmisericordes de la primera alcoba reseñada, en la que moramos, en Bari.

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