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domingo, 29 de enero de 2023

La bendita generación del botellón, los bares y de la música (parte II)

           3.- Y todo ello ha ocurrido, además de por la mencionada falta de costumbre de la mayoría de los menores de treinta, por su pírrico poder adquisitivo, en términos generales. Los precios se han disparado sobremanera. Por ejemplo: un bocadillo de calamares en la plaza Mayor de Madrid, cuesta treinta veces más, que en 1980 (25 pesetas entonces, por 4,50 euros hoy) . ¡Ya podían hacer subido tanto los sueldos!

          Y otro dato, más personal y todavía más gráfico y clarificador. Cuando yo estudiaba bachillerato, allá por mediados de los ochenta, con una propina normal de unas 2000-2500 pesetas semanales, me llegaba para fumar tabaco rubio toda la semana, comer chuches en los recreos y salir de botellón, bares y pubs los findes. Hoy para eso mismo, te vas fácilmente, a los 80-100 euros.

          ¿Qué ocurrirá con los bares de toda la vida, cuando poco a poco, vayan cayendo los pensionistas?

          4.- Evidentemente y salta a la vista,la relación con la música de los jóvenes actuales no es la misma, que la nuestra. Para nosotros, fue elemento vehicular fundamental en nuestra madurez mental y desarrollo personal, mientras que en el presente es, simplemente, un estímulo más. Y no. No me voy a resistir, ni a morderme la lengua. La mayoría de la música, que se escucha hoy en día es una basura, en cuanto a ritmos y más, en cuanto a letras, dominada por la vulgaridad y el machismo.

          5.- El papel de la pandilla mixta fue fundamental en aquella época de apertura y con la igualdad de sexos asumida, cosa, que hoy no ocurre. Podíamos discutir de política, de religión o del aborto, pero ni ellas, ni nosotros nos planteamos una sola vez, el tema del machismo, del odio entre sexos, como se fomenta hoy. Nada mejor, que los bares, para llevar a la pandilla a la vida plena 

          En esta época, la gente joven se divierte de una forma mucha más individual, a veces a distancia. Confunden la comunicación interpersonal, con el WhatsApp y segun vemos en las fiestas patronales, los grupos de relación están más segmentados por sexos.

          Una anécdota del pasado sábado,cen la Gran Vía, pone los pelos de punta. Una persona, disfrazada de Mazinger Z, rodea a un par de chicas. Pasan un par de chicos, de unos 14 años y uno le dice al otro:

          ¡Mira, las ha tocado!

          ¡Lo que tenía que hacer es, violarlas! respondió el otro-.

          6.- La sociedad actual está totalmente polarizada, siendo el odio mucho más fuerte y visceral, que entonces. La tolerancia resulta nula y el umbral de soporte de la frustración por parte de la juventud, es muy escaso. Gracias al descontrol de profesores y padres, se ha generalizado el mal uso de la tecnología, que contribuye a generar más malos rollos, que buenas sintonías. Así, resulta difícil salir a divertirse.

          En nuestra generación no se hablaba de igualdad, de machismo, de violencia de género, de acoso sexual... aunque si se abrían con naturalidad debates sobre otros muchos temas. Por supuesto, estos comportamientos existían en la sociedad, pero no, con excepciones, claro, entre los jóvenes, que íbamos a institutos y universidades. Escaseaban los suicidios juveniles y ningún estudio evidenciaba como hoy, que el 11% de las jóvenes reconozcan haber sido violadas y un 67% no conteste siquiera a esa pregunta, lo resulta aún más inquietante.

          Voy a dejarlo claro: no fuimos una generación mejor, que los jóvenes actuales, ni me invade la nostalgia. Simplemente, remamos con los poderosos vientos a favor, mientras que hoy, todos están en contra.

          Por supuesto, los chicos acompañábamos a las chicas a su casa, pero eso, seguirá siendo necesario dentro de 200 años, lamentablemente. Entonces, casi el mayor peligro era, que de forma indiscreta o fortuita, tu madre te pillara comentando algo inadecuado por teléfono, con una amig@ y te cayera una buena bronca. Pero para evitarlo, el remedio era fácil: tirar del cable del teléfono y esconderte a hablar tras la puerta de la habitación más cercana.

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