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sábado, 28 de noviembre de 2015

Seúl: la ciudad de las mil caras

                                                           Todas las fotos de este post son, de Seúl (Corea del Sur)

          Seúl nos recibió con olor a castañas asadas -más puestos, que en cualquier ciudad de España-, lluvia suave, fresco soportable, el suelo lleno de hojas y un precioso paisaje otoñal provocado por el ocre de los árboles. Aunque es 8 de noviembre, los numerosos grandes centros comerciales ya exhiben -en forma de poderosos, creativos y caros montajes de luces-, toda su artillería de Navidad. Son budistas, pero no tontos y aquí el negocio no esta reñido con la religión.

          A pesar de un marco -aparentemente- tan poco agresivo, nuestras primeras sensaciones fueron de rabia incontenible, materializada en alargadas uñas y afilados y virulentos dientes. Parecía que, incluso, viajeros avezados como nosotros, nos íbamos a rendir y a tirar la toalla.


          Por resumir, nos hundimos y levantamos varias veces, a lo largo de la mañana, el mediodía y parte de la tarde. Al principio, la ira -no sé de donde sacamos la fuerza necesaria para sentirla, después de dos noches de avión y una de aeropuerto-, nos hizo pensar: “para quien venga virgen a Asia, este puede ser un país exótico, pero para nosotros es más de lo mismo”. Todo nos salía mal (ver este post, ya publicado: http://destinodesconocido.blogspot.com.es/2015/11/kaos-y-konfusion-la-koreana-un-mal.html)

          Que si puertas chinas por aquí, que si mercadillos diurnos y nocturnos por allá. Quizás, todo un poco más civilizado, que en el sudoeste asiático, pero más de lo mismo. Tengo la virtud o defecto, de que no me muerdo la lengua, pero también sé rectificar a tiempo. Para mi, ambas características son buenas. El problema es el tormento, que puedes crear, a quien te acompaña.

          Tras cuatro días, hoy abandonamos Seúl -volveremos al final del viaje otro par de días-, esta ciudad, que sin demasiado derroche emocional, hoy colocamos entre las tres más agradables, de Asia.

          Ha llegado el momento de dejar de contaros nuestras opiniones, venturas y desventuras y de describiros Seúl, por si os da por venir por estos lares.

          La mejor zona para hospedarse, si vuestro presupuesto es económico, es la de la estación de ferrocarril -alojamientos correctos, desde unos 24 €- y a tiro de todo andando, como máximo a una hora: puertas de las murallas, palacios varios, barrio tradicional, tumbas, parques, zona de la torre de Seúl y varios y acogedores mercados nocturnos y diurnos, además de los centros comerciales y el extenso sky line. Un poco más lejos y cruzando el río, se hallan varios barrios residenciales -confortables, pero anodinos- y otro área más animada, que acoge el recomendable mercado de pescado.

          La cualidad de Seúl, en relación con otras emblemáticcas ciudades asiáticas es, su eclecticismo. En el paseo del recinto Cheonggyecheon, padres, niños y turistas, disfrutamos de un arroyo reconvertido en parque temático infantil, especialmente disfrutable al caer la tarde. En Namdaemun, junto a la estación, recetas asiáticas tradicionales conviven, junto a un mercadillo de ropa de poco fuste, calzado y cachivaches varios (muchos de ellos inservibles). Pero el ambiente es tranquilo -aquí no te dan la brasa- y entrañable.

          Los europeos residentes y algunos viajeros, se decantan por la zona de Itaewon, una especie de barrio internacional, donde hay boutiques de todos los países del mundo y restaurantes de cocina de cualquier parte del globo terráqueo. Hay más guiris aquí, que en todo el resto de Corea del Sur.


        Las niñas guapas -pocas- y gente de clase media, se mueven por la zona de Myeongdong, em torno a la catedral cristiana, donde todo cuesta el doble, pero es más cool. La oferta culinaria es realmente interesante y cuidada. La clientela es numerosa, pero la eficiencia coreana puede con todo.

          Queda la zona de Insadong, cercana a un famoso y bellísimo templo budista, donde se exhiben decenas de flores diferentes, utilizadas para las ofrendas. Se muestra muy bien habilitada, pero en decadencia de público. Antes era feudo de libreros , anticuarios y artesanos, pero hoy está muy diversificada.


          A nosotros -no tenemos ya remedio-, la que más nos gusta, es la de nuestro hotel, al otro lado de la estación de trenes. Engloba un reducido núcleo de bares de comidas y pubs, donde oficinistas frustrados buscan encontrar sentido a sus vidas y ahogar el estrés en unas botellas de soju. La gran lástima es, qie nosotros no podemos permitirnos desconectar, como ellos: un platillo de comida cuesta siete euros y una cerveza de medio litro, la aterradora cifra de seis. ¡Porca miseria!.

2 comentarios:

Eva dijo...

Buenas, de nuevo:

Se me olvidó citar la zona de la torre de Seúl, no muy alejada de la estación, muy bien acondicionada y adecuada para pasear, relajarse, hacer deporte -mucha cuesta o escalera- o pasear al perro (sin peligro de que nadie le hinque los dientes, je, je).

Saludos.

Eva dijo...

Hola,

Se me olvidó comentar, que visitamos Suwon, a una hora de Seúl en metro. No está mal del todo, aunque nos decepcionó un poco. La persistente lluvia y el viento, pudieron tener parte de la culpa.

Saludos.