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viernes, 10 de agosto de 2012

Surrealismo en Singapur


Hemos vuelto hace una hora de Singapur. Es un país que no parece del sudeste asiático, sino cualquiera de Europa. Allí son realmente estúpidos y tengo que ser así de tajante, sin más rodeos. Esta prohibido hasta comer chicle –con matices-. Y como esa, otro montón de leyes ridículas.

En la entrada al país, se encadenaron una serie de sucesos, que nos pusieron de los nervios. Como tenemos el pasaporte tan usado (y hasta pegado con pegamento), el escáner no lo leyó y por ese simple hecho, nos llevaron a una habitación aparte, donde tardaron un rato en atendernos y a mi chico, le estuvieron interrogando, sobre si teníamos dinero, los días que íbamos a estar en su territorio y si poseíamos boleto de vuelta. Y también algunas cosas más personales. ¡Vamos, casi como si fuéramos terroristas!.
                                                             Todas las fotos de este post, son de Singapur
Al final nos pusieron el puto sello, pero en el control de equipajes, el poli de turno me hace abrir la mochila, porque ha visto por el escáner, que llevamos tres latas de cervezas y media botella de vodka y nos dice, que no se puede meter ni un solo centilitro de alcohol en el país. Le explicamos y es verdad, que las cervezas son para nuestra colección y al final nos deja pasarlo todo, mientras nos perdona con un altanero gesto, la vida.

En ambos procesos, ha transcurrido media hora y el autobús se ha marchado sin nosotros y sin avisar, después de tener pagado el boleto hasta el final del trayecto. Nos han dejado tirados en medio de la nada y lo peor: sin ringgits de Malasia y sin dólares de Singapur. Y para colmo, tampoco hay cajero automático.

Una amable policía -la única en todo el santo día-, trata de que en otras compañías de autobuses nos traten de coger hasta la capital, pero todas nos quieren cobrar. Cruzamos a un centro comercial, donde hay un chiringuito de cambio, pero no cambian ni dólares norteamericanos ni euros. Surrealista, ¿no?. Pues no tanto, porque tras unas horas en Singapur, lo surrealista ya te parece lo más normal..

Encontramos otro y aquí si pudimos obtener la preciada divisa del micro estado. El autobús publico cuesta en total 3,40 dólares de Singapur. Pagamos con cinco y nos dice que allí no dan la vuelta, así que nos da tres boletos. Como le comentamos que uno no lo queremos, lo tira por la ventana y mete el billete en una caja fuerte, de donde ya no puede salir. Le mandamos a la mierda y le insultamos, pero le da igual. El dinero no lo devuelve. Surrealista, ¿no?. Pues lo dicho: No tanto

Llegamos a la ciudad. Los hoteles son carísimos, así que tras mucho buscar, encontramos uno por 25 euros, que es más del doble de lo que pagamos por noche en Malasia. Vemos a gente muy colorista -fundamentalmente hindú-, que se amontona en las escaleras o que baja por ellas. Los que esperan lo hacen con impaciencia, mientras que los que descienden traen cara de felicidad. ¡Que raro!. Cuando llegamos a nuestra planta, oímos a gente follando como locos. Deducimos, claro esta, que parte de las habitaciones son por horas y por eso unos esperan impacientes y otros bajan con cara de suma satisfacción
            Ayer domingo se paso todo el día lloviendo, como no vimos jamás. Tuvimos que mangar un paraguas en un templo hindú y aun así nos empapamos. Pero al final, conseguimos ver la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos, entre gemido y gemido.

Como veis, nuestra vida es realmente divertida y movida.

1 comentario:

Eva dijo...

Este texto fue escrito, originariamente, el 25 de agosto de 2.008.