Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Pocos cambios, en Mumbay

                                                   Todas las fotos de este post son, de Mumbai
          Querido blog:


        Dado, que ya no sé si tengo padre, madre o familia a la que acudir con mis penas y alegrías, te cuento a ti mis avatares -últimamente, tranquilos-, por este enorme país, que es la India.

          Estuvimos dos días en Mumbai, tal y como queríamos, en un alojamiento no muy caro -tras mucho buscar-, aunque la habitación resultó minúscula y muy calurosa. Así, pudimos desquitarnos de la primera vez, en que todo fue tan insípido y acelerado. Caminar durante dos jornadas por aceras, a pesar de tener más sudor en el pecho y espalda, que Camacho en el Mundial de Japón y Corea, 2002, es muy reconfortante.

          Nada ha cambiado, desde 2.011. La ciudad sigue llena de vendedores pelmas, que te agobian por el extenso bazar -hasta, que te conocen- y los alrededores de la Puerta de la India, continúan igual de trepidantes y animados. Se han puesto de moda -único lugar, de momento, en India- los sandwiches a la plancha -nada de carne, solo vegetales, huevos y queso-, proliferando decenas de negocios, que cubren la demanda.

          También, hasta nos acercamos a la playa, muy animada por decenas de puestos callejeros, aunque no vale nada.

          De las cinco grandes ciudades de India, Bombay es la segunda, que más nos gusta, después de Calcuta (y Chennai, la que menos).

          Ya ves, querido blog, que los mensajes buenos no abundan y, como este, son cortos, pero yo trato de alternarlos con los malos.


          Adiós.

Exprimiendo el limón

                                                                                   Exprimiendo el limóan
          Los viajeros, injustamente, solemos echar la culpa de lo que nos acontece en India, a la propia India, sin reconocer casi nunca, que la mayoría de las veces, lo que nos ocurre, nos lo buscamos nosotros sólitos. Dicho esto, no es menos cierto, que si tú exprimes tanto el limón de las emociones del país, en tu primer viaje, para el segundo, sólo te quedaran una gotitas.
Esta de arriba y las 3 siguientes son, de Varkala (India)
          Sin embargo, todo lo malo de India -tan compensado con lo increíble, inaudito o ilógico de hace tres años-, prevalece todas las veces, que vuelvas: caminar entre los diversos cacharros por la calzada de las ciudades; que no te acepten en los alojamientos o que no te den la clave del wifi -esto último, nos pasó hoy-; comer muy poca carne y todo muy picante; verlos alimentarse con las manazas, frente a ti, haciendo bolas, después de haberse estado hurgando los pies y sin lavarse; la omnipresente basura; el olor a orines; verles hacer de vientre en cualquier sitio; la mala educación; contemplarlos tirados en el suelo -en los lugares donde más basura y desperdicios hay-; tener que rellenar formularios para todo; los autobuses estatales; el calor y el monzón; los constantes escupitajos; que usen el pañuelo del sari, bien para secarse el sudor, quitarse el arroz de las manos o limpiar los mocos a los niños y que luego se lo vuelvan a poner, como si tal cosa.

          Hoy, en las magníficas playas de Goa, finaliza nuestro periplo por el sur de la India, sin volver a la deseada Hampi -por haber desaparecido el bus directo, que hacía el recorrido desde Margao- y retrasando la visita a Hyderabad. ¿Nos ha merecido la pena el esfuerzo, hasta ahora?. Pues, francamente , no.
Esta y la siguiente son, de Colva, en Goa (India)
          Ahora, vamos a por el medio limón del norte. Os iremos contando. Y, seguimos ansiosos por saber, que es lo que buscan y encuentran los que hacen, año tras año, siete o diez viajes a la India.
                                                                                                       Trivandrum (India)
        El país, que más nos dio, se nos deshace entre las manos. Me iría de aquí ahora mismo, pero soy demasiado cabezota y guerrillera para pensar, desde la serenidad de nuestro hogar, que no hicimos bien volviendo a India (aunque cada día me quedan menos argumentos). Las facturas de una vida intensa y privilegiada, también se pagan y son más costosas, que las de la luz.

¡Somos el club del alcohol!

                                                         Todas las fotos de este post son, de Kovalam (India)
          ¡Tenemos tantas cosas, que contar¡ Después de dos semanas en India, parecemos asentarnos, pero eso es mucho decir, así que “deleted”. Aún está pendiente el post de nuestro reencuentro con India y con una estación de Chennai, donde ratas como conejos, compartían espacio y andenes, con gente rejuntada en el suelo, durmiendo o tocándose los pies (eso, que les gusta tanto). Aún debemos de hablar -aunque, creo que ya lo hicimos la otra vez-, de lo guarros, insensibles y maleducados, que son los indios del sur (ellas menos).

          Y, de algo, que merece un espacio a fondo por baladí, que parezca: los abundantísimos perros en la India y su amor por los occidentales. Pero, por ir cerrando brechas, resumamos los últimos acontecimientos, especialmente uno: Kovalam dispone de una correcta playa, orientada al turismo cómodo, que quiere el hotel, el arroz frito con pescado y la cervecita, a escasos metros de la arena y el agua. Si uno se adentra más en sus entrañas, descubre mezquitas y la cotidianidad de la gente, que es igual en toda India, cuando uno sale del estrecho entorno turístico.

          Varkala, por el contrario y a nuestra llegada, nos resultó más hostil, como siempre entre cacharros y cacharros. Pero, el ambiente es más distendido, cuando se llega a la zona -supuestamente, porque está todo vacío-, turística. A un lado, la playa y los alojamientos de los “pobrecicos”. A otro y recorriendo el magnífico, relajado y largo paseo de los “cliff” (acantilados), los de los más acomodados o cómodos (que no es lo mismo). La playa es salvaje y maravillosa, aunque como en Kovalam, ondea la bandera -trapujo- roja -ya anaranjada por el sol-, que no sabemos, si han puesto esta mañana, hace 20 meses o diez años. La playa, aunque casi desierta, cuenta con vigilancia, así que no hay problema en tirar de bikini.

          Pero, el acontecimiento más excitante y alarmante -un día nos vamos a meter en un lío, de tanto ir a nuestra bola-, nos ocurrió en la tienda del alcohol. Describo, sin opinar. Se encuentra en una callejuela sin salida y abarrotada de lugareños, aunque menos sucia de lo habitual, en estos casos. La alargada fila -india, por supuesto, aunque tan poco frecuente en este país-, esta delimitada y conducida por barras, como las de cualquier ventanilla o aeropuerto. Antes de llegar al enrejado mostrador -uno cobra y otro despacha-, te tienes que introducir, -todos amontonados y ansiosos-, en una estrecha y larga estructura de chapa, que no se muy bien, si se parece más al corredor de la muerte, a los atestados pasillos hacia la cámara de gas, al túnel del tiempo o al del viento del coche de Fernando Alonso .

          Normalmente, en las tiendas de alcohol de la India, si eres chica y el propietario te ve, te puedes saltar una fila de 70 penitentes y ordenar tu pedido. Pero, con esta estructura no y sólo hay cuatro o cinco personas, que te ceden tu puesto en la cola. El que esta dentro comprando, sufre; el que esta fuera, también. Primero, porque no tiene la certeza de que su pareja saldrá de allí y segundo, porque le asedian algunos lugareños -con su falda de sube y baja, tan típica del sur del país, Sri Lanka y Myanmar-, para saltarse la cola y que les compres tú lo que desean. Algunos ya están bastante borrachos. Hasta 30 rupias nos ofrecieron por hacerles de alcohólicos recaderos. Por supuesto no aceptamos sus propuestas, a pesar de la presión.

          Los tickets de la caja -nunca nos los dieron en otra parte- delatan el lucrativo negocio del alcohol en India, cedido exclusivamente a los amigos. El precio de la cerveza es de 60 rupias, de las que 50 son impuestos. El ron -supuestamente, porque es un simple alcohol con azúcares y colorantes- vale 180. Impuestos, 110.


          Igual, que vimos a decenas de hombres en esta espirituosa cola, sin lavarse hace desde meses, aparentemente, también contemplamos a muchas mujeres con su sari impoluto, a niños sin zapatos y a feminas metidas hasta las rodillas en el agua, recogiendo arroz. Pero, no tenemos la suficiente información veraz, para conectar todos estos acontecimientos. Pero, ahí queda la pregunta: ¿no tendrán calzado muchos críos, porque su padre se gasta el dinero en mamarse, a diario?.

La punta de la India (the end of India)

                                                      Todas las fotos de este post son, de Kanyakumari
          Kanyakumari es uno de esos lugares, que no viene resaltado en los circuitos de ninguna guía, pero cuya visita merece mucho la pena, aunque la mayoría del turismo ,que atrae, es del resto de la India o de la cercana ciudad de Nagercoil. Extranjeros, en nuestra estancia de día y medio, sólo vimos una decena, incluidos nosotros.

          El lugar alberga uno de los mejores mercados diurnos y nocturnos, que recuerdo en India, tanto en cuanto a número de posibles compradores, como al de vendedores, aunque casi todos, en su gama de productos, vendan lo mismo: 77 puestos de guindillas, cebollas y plátanos rebozados y 0 de samosas o de biryani, por ejemplo.

          La escarpada costa -acosada por fortísimas olas- resulta agradable a la vista, aunque menos, al baño, a pesar de que los lugareños -ellas con el sari puesto-, se lancen en tromba, eso sí, sin pasar de la orillita. Dispone de dos memoriales -uno en una isla cercana-, dedicado a Vivekananda y otro en tierra, a Ghandi, desde donde se contemplan extraordinarias vistas, un apañado templo, varias iglesias cristianas y una estatua gigante, hacen del lugar un sitio con encanto, dado que además, está cerrado a los coches durante todo el día. Dispone de un parque, de parking gratuito disuasorio y -¡oh, maravilla!- de aceras en la calle principal. Definitivamente, no parece la India, aunque lamentablemente, lo termina siendo.

          Y es que los lugareños y visitantes, ajenos al magnífico entorno, lo tienen lleno todo de apestosa basura: los vasos de los tés, los envoltorios y platos de la comida, los papeles de los helados, restos de alimentos cocinados y crudos, bolsas de plástico -de color y tamaño diversos-, envoltorios de juguetes, paquetes de snacks desocupados, cordeles... Todo acaba en el suelo, mientras los contenedores, escasos, permanecen vacíos- Tanto desperdicio, es llevado y traído a su amtojo por el agradable aire.

          Por otro lado, están los pedigüeños y los pelmas. Los primeros son de todas las edades -desde 5 hasta 70 u 80- y resultan extraordinariamente incisivos. Hemos visto más aquí, que en el resto del viaje. Intuyo, que los van echando hacia abajo desde el resto del país y claro, aquí en la punta, o los tiran al mar o no hay más recorrido. Los segundos, vendedores de todo tipo -incluidos los de los restaurantes-, que te asedian a un ritmo de tres o cuatro por minuto. Esquivar a 75 vendedores de collares en un día, agota a cualquiera. Ni unos ni otros, confían en que les des o les compres, pero se entretienen molestando al foráneo.

          Y, por último, los precios, hinchados más del 50%: la samosa o el té de 5 rupias, de otras partes del sur, aquí cuestan 8 ó 10 y el biryani, 140 rupias (el triple). Negociamos con un sinvergüenza de un restaurante, pescado con arroz frito a 100 rupias y bajo la excusa de darnos un menú típico del sur de India – ahora, a estas alturas-, nos trae una montonera de arroz, con tres tristes y escasos salsuverios y una parata -masa con relleno ínfimo de patata-. Nos levantamos, nos mostramos indignados y le dejamos con sus malas artes y su maldita comida.

          Somos tan sabuesos para lo nuestro, que en este lugar encontramos antes la tienda del alcohol -y solo hay una-,que el hotel, el mercado o los sitios a visitar. Aunque, tenemos nuestro propio método, casi infalible: donde más basura veas y huelas más a meados, sigue esa pista y no tiene pérdida. En un metro cuadrado beben, tiran las botellas o latas y orinan, sin mayor preocupación.

          No sé, si por ser mayo, por coincidir la visita con el fin de semana o siempre es así. Pero, el caso es, que los turistas/peregrinos, que abarrotan esta localidad, pueden superar, fácilmente, los 5.000. Y en ascenso, porque hordas humanas, llegadas en autobuses, se dirigen al mercado y a la playa.


          Se nota, que estamos cogiendo velocidad de crucero, en India: ¡¡voy a post diario!!

miércoles, 17 de septiembre de 2014

¡No vayáis a la inhóspita Madurai!

                                           Esta es de Kanyakumari (India) y todas las demás, de Madurai (India) 
         Hemos llegado a la punta de la India -Kanyakumari-, cosa que no nos hacía especial ilusión hasta hace 24 horas, cuando decidimos venir, al no haber plazas en el tren nocturno. a Trivandrum (cercano a la playa de Kovalam). El lugar es encantador, pero probablemente. de eso hable el próximos post, si no hay novedades. Pero, os quería -y sin releer lo que escribí entonces-, hablar de Madurai, ya visitada en 2011.

          Nosotros la recordábamos como una ciudad caótica -calle de la estación de trenes y calle del templo-, pero no como uno de los peores infiernos en India (y el insufrible calor es sólo una parte de esta palabra). ¡Cómo no recordar este lugar!.

          El caso es, que aunque no queríamos y como si fuera inevitable, acabamos, de nuevo, en esta maldita ciudad, que recomiendo evitar a todo el mundo. Y eso, que cuenta con dos cosas muy buenas: se come de escándalo -arroz frito con pollo al tandori, impresionante- y no te rechazan en demasiados hoteles. Pero, por lo demás, te agobia todo el mundo, incluido el del arroz frito, que te hace él solito una rueda de prensa, mientras estás almorzando.

          Según sales de la estación, empiezan los indeseables tuktukeros a hacerte maniobras envolventes, como si ya no fuera difícil cruzar esa agobiante calle. Te siguen, te persiguen y hasta quieren casarse contigo, por un puñado de rupias. Después. llegan todos los de las tiendas, mientras tú tratas de evitar, que tu cuerpo acabe debajo de cualquier cacharro. Cuando crees, que has entrado en un remanso de paz -dado que el recinto del templo es peatonal-, te empiezan a asediar los de los negocios de la zona -con precios irreproducibles-, los vendedores de mapas de Tamil Nadu, las de las pulseras tobilleras, las de las flores, los dueños de terrazas para que subas a ellas...

          A la mañana siguiente, después de mal dormir, decidimos volver al lugar sagrado y revisitarlo por dentro. Algo en nuestro interior nos decía y por la experiencia anterior, que no debíamos hacerlo, que no merecía la pena, ¡que nos largásemos ya, a otra parte¡. Pero, Madurai, te atrapa, hasta estrangularte, hasta someterte, hasta humillarte...


        Como no hay guiris, eres la única presa -supuestamente fácil- de varias personas, al acecho de tu dinero: el descarado guía, que te identifica como español; el de la tienda de enfrente, que te deja el faldamento -sin lavar desde hace muchos meses-, para el acceso al interior o el/la de los registros, que te prohíben meter cámaras y móviles, cuando yo me fotografié este templo por dentro, de arriba a abajo, hace tres años (y eso, que tras un minucioso cacheo, conseguimos colar los dos celulares). En aquella época eran ingenuos. Por ejemplo, entramos en el palacio de Udaipur, sin pagar tasa de cámara y nos creyeron, al decir, que no teníamos. Ahora, han aprendido: ¿cómo va a venir un turista a la India, sin cámara?. Te registran el bolso a conciencia. Pero. no conciben, que puedas llevarla en un bolsillo del pantalón, como era el caso. Así, que también, para dentro.

          Y por último, tras descalzarte y ya con bastante hartazgo, llegas hasta el de la entrada, que te pide 100 rupias por ingresar dentro de un lugar, que no puedes ni inmortalizar y que en 2.011, no costaba absolutamente nada.

          Con un cabreo tremendo -y no disimulado-, retrocedemos y les explicamos los hechos. Se sorprenden. El de la taquilla lo ve inaudito; el guía se lleva las manos a la cabeza y dice: ¿“no temple?; el guardián de los zapatos nos pide dinero, persistentemente, a pesar del enorme cartelón donde se indica, que “is free” y para desquiciarnos, ya totalmente, nos acecha el del maldito faldamento, insistiendo, para que subamos la terraza de su vacía tienda.

          Cuando conseguimos liberarnos y retornamos a la calle de la estación, el hombre que nos ha estado vendiendo agua toda la tarde de ayer, nos rechaza las cuatro medias rupias, que el mismo nos había dado. Algo nos dice, que no debemos tirárselas a la cara y se las plantamos, despechadamente, ante el mostrador.

          Finalmente, desayunamos en otro puesto y nos embarcamos, camino de Kanyakumari. Viaje muy pesado, entre las decenas de veces saliendo de la autovía, para hacer el servicio de los pueblos y ciudades, con olor -ahorraremos los detalles visuales- a samosas recién hechas, basura, ciénagas, humedad y pescado seco. ¡No vayáis a Madurai!. Está lejos, es un templo como cualquier otro del sur -prefiero Thanjavur-, no hay nada más, que ver y circulan un gran número de sinvergüenzas, que quieren exprimir a los seis o siete guiris, que hasta allí llegan. ¡Se creerán, que son Petra o Machu Pichu y que pueden arramplar con todo!.


          Seguimos en el autobús. Los campos de arroz se suceden, unos tras otro, llegando casi hasta la punta de la India, pero dentro del vehículo todo continua igual: una lugareña destroza con sus manos una especie de croqueta de cebolla, la hace apestosas bolas, en vez de comérsela a mordiscos, como cualquiera haría y bebe -para bajar las migas- de la botella de agua, como si de un porrón o bota se tratara.  

Estrés y paz, en Trichy, durante el mismo día.

             Todas las fotos son de Trichy (India), excepto la última, que es de Kumbakonam (India)
           Corren las 16:26 del 28 de marzo, de 2.014 y quizás, estamos viviendo nuestro momento más apacible en India -salvo los del hotel y no siempre-, después de un día durísimo, en Trichy, que merece un post aparte, más que por sus atractivos -muy recomendables-, por ser para mi, uno de los lugares más inhóspitos de la India, superando a Gaya, anterior ganador.

          En estos momentos, rodeamos el templo Sri Ranganathaswamy, casi solos, sin tráfico. Media hora antes, un amable indio -el único, durante la semana que llevamos por aquí-, nos ha cedido el asiento en el autobús, nos ha advertido de la dureza del país -no sabe, que es nuestro segundo viaje-, nos ha indicado en que parada bajar, por donde ir y donde se cogen los buses de vuelta hasta nuestro hotel.

          Estos hechos tan gratificantes, en India, es casi imposible, que se produzcan en tan corto espacio de tiempo. ¡Somos chicos con suerte!. Tal vez porque la buscamos e insistimos e insistimos.
El día había comenzado también, con otras tres buenas noticias: en Trichy hay transporte público; con una sola linea de autobús -la número 1-, se visita todo lo importante y existe una eficiente oficina de turismo, cerca de los hoteles. Lo chungo, chungo, estaba por llegar

          Animados -a pesar del carísimo precio del hotel-, nos vamos al templo de la Roca, que se ubica en una fortificación, en la que se desarrolla un enorme mercado (tal vez, sin miedo a equivocarme, el lugar más caótico de India, donde incluso, corre riesgo la integridad física). Para variar, todo se conjuga en nuestra contra:

          1º.- Es la una de la tarde y aunque llevamos más de dos litros de agua cada uno en el cuerpo, nos morimos de sed, sin poder solventar el problema.

          2º.- Hace 45 grados y el sol está cayendo de plano, desde varias horas atrás.

          3º.- El hambre es feroz. De hecho, llevamos cuatro días sin comer carne y lo único -y muy numerosos, por cierto-, que hay, son los recurrentes vegetarianos, donde sirven “veg biryani”, asqueroso arroz al limón y el mismo epíteto para el de tomate (que de esta hortaliza, más bien, tiene poco).

          4º.- Las calles dentro de esta fortaleza, son estrechísimas, más pobladas de cacharros que nunca y sobre todo, de personas: indios y unas cuantas musulmanas, que no están dispuestas a renunciar a su camino, aunque te lleven de por medio. Es tanto el estrés, que mi “indiómetro” está en su punto más álgido, a punto de explotar.   
          
          Menos, lo último, todo se fue solucionando, paulatinamente y con menos paciencia, que impaciencia. Encontramos frescas bolsas de agua y -tal vez-, el único sitio de biryani, de escaso pollo – y caro-, aunque al menos, presente, de este área de la ciudad. El calor, por primera vez en India y a media tarde, fue remitiendo y llegó una leve brisa. ¡Hasta nos comimos un helado y unas ricas bondas de patata y “verdurajos”!.

          A las dificultades reseñadas, debemos añadir la de encontrar hotel adecuado, que llevó su tiempo. Aquí, en Trichy, también nos rechazaron en algunos o nos pedían precios imposibles. Pero, una de las peores experiencias de pernoctación en nuestros viajes, la vivimos en Kumbakonam. Al menos, siete especies de bichos distintos en la habitación: mosquitos, mariquitas, cucarachas, lagartijas, insectos varios de colchón, hormigas, seres vivos alados de dudosa reputación... Una tormenta premonzónica bestial, nos dejó casi toda la noche sin iluminación. ni ventilador. Además, y para completar, padecí unos molestos dolores de barriga y estómago, más inquietantes, que molestos.

          ¿A que no sabéis, que los propios tuck-tuck, ya tienen wi-fi en la India? Así, que además del tedioso proceso de negociar el precio, hay que pelear para obtener el pasword. ¡No os lo creáis!. Si no vas a sitios muy turísticos o a hoteles de postín, te puedes pasar un mes sin wi-fi, en el país.  

martes, 16 de septiembre de 2014

Buenas noticias llegan a India: ¡¡¡LA DÉCIMA!!!

                                                      Las tres primeras son de Chidambaram (India)
          Chidambaram y su famoso templo nos han decepcionado. La ciudad es una caótica y apestosa ciénaga y el lugar sagrado no es para tanto, ni para la mitad.

          Kumbakonam, en cambio, nos ha parecido bastante interesante y agradable. En principio, era un lugar no previsto en el itinerario, pero al tener que cambiar de cacharro para ir a Thanjavur y leer sobre sus encantos en la guía, nos entro curiosidad. Cuenta con tres bonitos y bien conservados templos -uno de ellos con estanque, que es precisamente el más vistoso por dentro- y unas ajetreadas callejuelas cubiertas y descubiertas, donde se desarrolla un animado mercado de fruta, ropa, complementos varios y objetos sagrados.

          Thanjavur, para nosotros es, el gran y más espectacular templo del sur de India. Será, porque es casi el único en esta región, que no tiene colorines. También dispone de un palacio, donde hay algún buscavidas -escasos en esta zona meridional-, intentándote vender drogas diversas. Salvo en Chennai o -intermitentemente- en Puducherry, los tuktukeros ni te miran. ¡Que diferencia con el norte del país!.

          En estos cuatro destinos reseñados, si incluimos el próximo a visitar -Trichy-, nos hemos cruzado, exactamente, con dos turistas extranjeros.

          Por lo demás, nuestro ritmo sigue frenético, viajando en viejos autobuses estatales, bebiendo unos cinco litros de líquido por cabeza al día -y no incluyo la cerveza, que es muy cara para nuestro presupuesto- y soportando el ritmo de las ciudades cacharro, tantas veces mencionadas en este blog, con calles -estrechas o anchas- en las que da el abrasador sol todo el día, porque no hay edificios de altura. Ruido y más ruido, con el constante e interminable, pi, pi, pi, pi, del insoportable tráfico. Y los malditos indios, que son lo peor de India y ya es decir.

                                                            Esta y las dos siguientes, son de Kumbakonam (India)
          Para ser más gráficos, os detallo paso a paso, la estructura de una típica ciudad de India del sur, de entre treinta mil a -más o menos- trescientos mil habitantes. A saber, partiendo desde el interior hacia el exterior de cada calle:
    1º.- Tienda o establecimiento de cualquier tipo, con carros de carga y descarga colocados cerca del escaparate o de la puerta.

    2º.- Puestos de estructura y mercancías diversas, ubicados sobre la acera (si es que la hay, claro, dado que no es muy frecuente).

    3º.- Canalizaciones varias de la ciudad. tapadas por losetas, destapadas o mitad y mitad (lo más habitual).

    4º.- Motos aparcadas en batería o en fila india -que es la menos india de las filas-, saliendo y entrando, como si fueran las piezas del ya vetusto Tetrix.

    5º.- Tuck tucks estacionados o moviéndose y cacharros de diferente naturaleza ygénero, normalmente, con ruedas.

    6º.- Los peatones, esquivándolo absolutamente todo, incluidos vehículos y a las voluminosas gordas de los saris.

    7º.- Cuando atardece. los del punto número 6, pasamos a este otro, dado, que en ese lugar, se forman tertulias de lugareños, supongo, que comentando los sucesos del día (que por otra parte intuyo, son tan similares, como tan escasamente alentadores, en relación con el día anterior).
                                                     Esta y la siguiente, son de Thanjavour (India) 
         La India es maravillosa, fantástica, no tengo palabras..., pero vista desde el hotel o desde el recuerdo. Empezamos a estar cansados de templos. ¡A ver si ya llega la hora de irnos a las acogedoras playas de Kerala!.

          Como cualquier paranoia pasajera -muy típicas de los viajes largos-, comenzamos a evaluar, si nos está mereciendo la pena este segundo viaje a la India, donde ya no disfrutamos tanto de sus encantos -como la primera vez-. pero sí sufrimos, igual, sus duras condiciones de vida. A día siete de periplo, pensamos que no, pero queda mucho partido por jugar y muchos nuevos lugares por conocer. Y hablando de partidos: ¿qué le pasó al atlético en el minutos 93?. ¡¡¡¡LA DÉCIMA!!!!, vivida desde India -concretamente, desde Puducherry- con insaciable alegría.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Y todo sigue igual (o peor).

          Con perdón para la deliciosa cocina de Ferrán Adriá, la India cada vez se parece más a uno de sus platos: deconstrucción, para tratar de volver luego a construirse. Pero, el caso es,que este segundo momento, no llega nunca. Me podría ahorrar este post, porque lo que voy a contar, a continuación, ya está escrito mil veces en los correspondientes al primer viaje a este país.
Todas las fotos del post son de Puducherry
          En los pocos días que llevamos por el sur, nada nuevo, nada ha cambiado, nada-absolutamente- nos ha sorprendido. A India, le debe pasar como a España: que avanza en las grandes cifras y datos macro-económicos, pero en la calle. “ná de ná”. Buscábamos la actualización India 3.0 y nos hemos quedado con el mismo arcade, de 2011. Con el agravante de que estamos en la época de calor -no baja de 30 grados y se superan ampliamente los 40 ó 45- y pronto vendrán los monzones.

          Como conté en su día, Madrás -Chennai- es la gran ciudad desastre del subcontinente indio. Bueno, pues ahora más, porque han comenzado una monumental obra para construir el metro, sin fecha de finalización (posiblemente, décadas). Por supuesto, en los alojamientos económicos, siguen sin aceptar extranjeros, así que como ya conocemos la ciudad y no nos gusta estar donde no nos quieren, nos piramos para Puducherry, ipso facto.

          Bueno, no tan deprisa, dado que debimos esperar varias horas en la estación de trenes, contemplando a centenares de durmientes -que no siempre dormidos- sin techo, amontonados en el hall y ratas mas grandes, que gatos, vagando a sus anchas por los andenes. Mientras, una señora entrada en años, se lava agitádamente sus partes, a la vista de todas las demás, en el baño.

          Los cambios en Puducherry se reducen. a que hay más aceras levantadas -grava y arena en la zona más noble- por todas partes, los precios de la cerveza han subido, considerablemente, en las tiendas de alcohol y hay muchos carteles incitando, a cosas, que no se cumplen, ni hoy ni tampoco se llevarán a cabo en el siglo 37:

          ”No conduzcas en moto hablando por el móvil o transportando objetos voluminosos”, "no abuses o intimides a las mujeres -con amenaza de un año de cárcel-”. “no circules en coche bebido o muy deprisa”...


         Mañana nos vamos a Chidambaram, Tanjavour y Trichy: ya os iremos contando, lo que supondrá una buena ración de templos, que esperemos, no se nos indigeste. Mi pareja y yo seguimos debatiendo: si la próxima vez, que ya en España, uno de los dos sugiera volver a India, darle calambrazos y atarlo a la pata de la cama, hasta que deponga su actitud o por el contrario, establecernos aquí de por vida.

          Creedme: ¡no hay caminos intermedios!.