Las fotos de esta entrada son de Estambul, con la excepción de esta, que corresponde al recorrido de nuestro viaje y la última, que es de Pamukale.(Turquía)
Algunos
de los destinatarios de este correo, ya conocéis las dificultades,
que tuvimos en Túnez, con el tema de internet: pocos cíbers, muy
caros y lentos y con el teclado francés, con todas las teclas en
revoltijo (gabachos tenías, que ser). Los que no lo sabíais, daros
por enterados. Hoy y hasta el día 10 de noviembre, retomamos las
crónicas, que enviábamos desde el sudeste asiático, unos meses
atrás. Ahora son desde Turquía.
Hemos
vuelto a Estambul, esa ciudad, que tanto nos cautivó y embrujó en
nuestras anteriores visitas, de 1994 y 1997. Pero, 11 años no pasan
nunca en balde y aunque para sus habitantes habrá cambiado para
bien, para el visitante, que llega buscando sensaciones y
autenticidad, esta ciudad ha perdido bastante. ¡Es lo que trae
consigo, la modernidad y el ser una nación emergente!.
Estambul
sigue sıendo un centro monumental incomparable y goza del privilegio
de luir, los encantos naturales. que le da el estrecho del Bosforo.
Pero, ha perdido su magia. Al menos, para los que lo conocemos en
etapas anteriores.
Los
caprichos de la geopolítica hicieron, que una parte de esta ciudad
sea Asia, mientras que la otra es, Europa. Paradógicamente, hasta la
década pasada, la porción asiática era -en estilo de vida,
infraestructuras y comercio-, lo mas parecido a Europa y la zona
europea, lo mas similar a Asıa, con sus carencias y miserias, pero
también, con sus casi inigualables encantos. Hoy en día, ambas
partes parecen Europa y a veces, incluso, mas modernas que la propia
Europa, porque los turcos en lo de europeizarse se han pasado de
frenada. Parece, que nada de lo de antes valiera.
Las
calles coloridas y con encanto, dejaron ya paso a insulsas vías de
empedrado pequeño y moderno, donde se posan anodinos mercados o
bazares, con sosos vendedores y no demasiados clientes. Ya no queda
ni rastro de los mercadillos con olor a especias y a té caliente,
servido en vasos pequeños, que yacían apoyados sobre bandejas
gigantes y eran transportados por hábiles camareros, que
serpenteaban entre las multitudes (además de los turistas, mucha
gente trabajando en lo que fuera o buscándose la vida)
Ya
no hay gangas -mas bien todo lo contrario-, ni aguadores vestidos de
época, sirviendo el líquido elemento, desde bonitas jarras
metálicas; nı ancianos con basculas en la calles para que te peses,
a cambio de unas pocas monedas; nı niños vendiendo SU (agua en
turco), con agudos gritos; ni jovenzuelos persiguiéndote, para
colocarte calcetines (empezaban pidiendo veinte duros por un par y a
los tres pasos, ya te daban cuatro pares).
También
desaparecieron los limpiaplayeros y limpiabotas, los adolescentes que
se ponían contigo en las fotos, por una propinilla o los vendedores
del bazar, que te daban conversación y buen rollo, a cambio de
lograr una venta. Ahora, no dicen ni mu, porque los peces deben ir,
directamente, a la caña.
El
bazar de las Especias, legendario mercado cubierto y pequeño, de
venta de casi todo lo autóctono, se ha convertido en una impersonal
nave, demasiado iluminada y de anchas calles, donde solo se venden
pastelitos -llamados delıcıas turcas, aunque de delicia tienen
poco- y te de flores o de cascara de frutas, a casi 30 € el kilo.
No hay turcos paseándose por los puestos, como ant4es. Solo guiris
fáciles de desplumar, con cuatro o cinco estupideces, que les digan
en su idioma materno, tipo: aquí más barato que en Andorra, en el
Corte Inglés o en Mercadona.
Porque,
más español que se habla aquí, en ninguna otra parte del mundo, no
hispana. En casi todos los puestos del Gran Bazar, pone que se domina
nuestro idioma (también el catalán y el vasco) y la calle comercial
y de los restaurantes -Divan Yolu-, que va a las mezquitas, parece la
Gran Vía, de Madrid. En esta época del año, son gente de edad y la
mayoría mujeres. No sé, si han dejado al resto de la familia en
casa o se trata de solteronas con posıbles (o sea, funcionarias en
días de moscosos). Me decanto por lo segundo. En cualquier caso,
mucha maruja patria, que seguro se sienten como en casa, puesto que
los supermercados mas numerosos en esta ciudad, ahora, son los Dıa.
Aunque,
sı bien es cierto, que Estambul cambió -para mal-, no lo es menos,
que probablemente y en este tiempo, nosotros también mps hayamos
transformado lo suyo (no se si para bien o para todo lo contrarioi).
Las
fotos, que obtenemos con nuestra nueva cámara, son bonitas, pero
nada que ver con todas las que perdimos y volviimos a recuperar
-fundamentalmente, de personas- en el sudeste asiático, donde nos
pasaban cosas cada diez minutos. Tanto en nuestro pasado viaje a
Túnez, como aquí, apenas pasa nada. Cada vez, echamos más de menos
esta maravillosa zona del planeta. Y eso, que provocamos que pasen
cosas. Hoy, nos hemos colado en las bonitas piscinas naturales, de
Pamukale (Denizli), adonde viajamos durante la noche y en las ruinas
romanas, casi como los inmigrantes por debajo de la valla, de
Melilla. Pero eso, ya os lo contamos en el próximo correo.