Todas las fotos de este post, son de Lviv
Los organizadores de la Eurocopa quieren, convencernos
mediante pomposos folletos publicitarios, de que el tránsito entre Polonia y
Ucrania va a ser rápido, durante la competición. Esto es una verdad a medias.
Aunque, si resulta ser así para los pasaportes, no lo es para la aduana y si no,
que se lo pregunten a los centenares de vehículos, que en dirección a Polonia,
llevan esperando, pacientemente, a lo largo de varias horas.
Tras los
pertinentes trámites y un viaje no demasiado tedioso, llegamos a Lviv. Nos
cuesta dar con alguien, que nos quiera hacer caso, cuando les preguntamos como
llegar al centro de la ciudad, desde la terminal. Un señor muy amable, para
indicarnos, que estamos lejos, nos dice, “a little” y así nos pretende poner,
sobre aviso. La estación de autobuses de este lugar –que nos ha recibido con
fresco y amenaza de lluvia-, me recuerda al aeropuerto de Trípoli (Libia), pero
más pequeña, oscura y siniestra.
Las afueras de Lviv, nos traen
recuerdos de cualquier ciudad del este de Europa, de principios de los 90, con
aceras descuidadas y levantadas, edificios de alubión, inmuebles abandonados,
coches viejos, vetustos tranvías y trolebuses y hasta un museo militar al aire
libre, con exuberantes tanques y misiles de tiempos más gloriosos. Eso sí, todo
muy rodeado de parques interminables y zonas verdes. En realidad, Lviv es un
bosque eterno, salpicado de casas y barrios.
Como no
tenemos grivnas –moneda ucraniana-, ni encontramos lugar para canjearlas por
euros, hacemos el camino andando, comiendo un menú de emergencia, en un parque.
Tenemos problemas con unos perros callejeros hambrientos, que pretenden que
compartamos los alimentos. Nos cuesta encontrar un garito de cambio y aún más,
un alojamiento. No hay poco, como cabía esperar, pero si de extremos: o hostels
infectos -nada baratos- o hoteles muy caros. No existe termino medio. Sólo uno,
moderadamente moderado, donde nos alojamos, después de haber pateado con la
mochila, la magnifica ciudad vieja, llena de calles peatonales –las más
principales, bastante animadas-, iglesias y bellos edificios civiles.
Francamente, este lugar es tan tranquilo, como recomendable
Nuestra
alcoba es de lo más básico, a 22 € la noche. El hotel, que tiene pinta de
decadente por fuera, a lo soviético, por dentro se halla, muy bien
acondicionado, sobre todo, donde se encuentran las habitaciones más nobles.
Ya, sin las
pesadas cargas del equipaje, salimos de nuevo a las calles, donde nos sorprende
la masiva presencia policial. No sabemos si es por la Euro –aunque esta sede,
ya está liberada de su función, al haber concluido los partidos-, por costumbre
o por alguna circunstancia puntual. La “fan zone” futbolística es enorme y
dispone de pantallas de video gigantes. Gendarmes, que no hablan ni siquiera el
inglés más básico, controlan los accesos. No dejan introducir pistolas,
cuchillos o explosivos. Bastante lógico, desde luego.
Lo que no lo es tanto, es que
impidan el paso de cualquier comida o bebida. Incluso, de una botella de agua o
unas pipas, como es nuestro caso. La explicación se obtiene, rápidamente, al
contemplar las enormes barras de Carlsberg y Coca Cola, que se ubican en el
interior del recinto. En la vibrante plaza principal, varias estatuas han sido
vestidas con la indumentaria de Ucrania –pantalón o falda, dependiendo del
sexo-, que portan banderas amarillas y azules, de la ya eliminada, nación
organizadora.
En nuestra habitación no hay tele, por lo que decidimos, ir a esa gran zona de fans, a ver el Alemania-Italia, buscando un rival para la final. Y así, además, experimentamos con los botes de líquidos de los aviones -100 centilitros-, a ver si podremos meter bebidas alcohólicas, en Kiev, el domingo, durante la gran cita futbolística del año. ¡Operación exitosa!.