Todas las fotos de este post son de Fez (Marruecos)
Sin lugar a dudas y en nuestra opinión
-y en contra de la general, que opta por Marrakech-, Fez es la ciudad
más interesante de Marruecos. Y podemos hablar con conocimiento de
causa, dado que después de siete viajes, conocemos casi todo el país
alauita.
Nuestra última y quinta visita a Fez,
fue hace más o menos un año. Íbamos camino de Rabat, para obtener
la visa de Mauritania. Era un día, en que se jugaba un Zambia-Costa
De Marfil, final de la penúltima Copa de África. Se notaba, que
estábamos en febrero y al haber muy pocos turistas, tocábamos a
muchos más comisionistas y pelmas, que de costumbre, aunque ya hace
tiempo, que aprendimos a desactivarlos por completo. Además, muchos
de los comerciantes de Talaa Kebira y de Talaa Seguira, ya nos
conocen de otras veces y saben, que somos de pocas compras y de mucho
regateo.
La anterior comparecencia resultó aún
más emocionante. Fue en julio de 2.010, el día después de ganar la
final del Mundial de Sudáfrica. Ataviados con la camiseta de España,
vivimos un baño de masas y recibimos centenares de felicitaciones.
No había un solo marroquí, que fuera con nuestro rival, Holanda.
Pero, nuestros recuerdos más
emotivos, sin duda, proceden de nuestra primera irrupción en la
ciudad, ya hace casi ocho años. Asistimos a emociones extremas: por
un lado y muy agradables, las que proceden de un lugar, que respira
mediavalidad -permitidme el palabro- por todas partes. En cada calle,
te empapas de Edad Media por todas partes, debido a los numerosos
negocios y talleres artesanos, que aún se sirven de técnicas de esa
época, para elaborar o comerciar sus productos. Desde el escultor,
que esculpe lápidas a mano, con cincel, al hombre que teje con un
rústico, pero bello telar. ¡Que decir del colorido y el ambiente de
los zocos, que recuerda a otros tiempos!. Y toda la actividad se
desarrolla, mientras las mulas suben y bajan por la estrecha calle
principal, transportando cosas diversas -incluso, cajas de Coca Cola-
y al grito de “bale”, por parte del mulero, que significa, que si
no te quitas de en medio, será peor para ti.
Pero, por otro, también sufrimos
bastante. Y es, que aunque ya no era tan fuerte como en los años
noventa, el acoso de los buscavidas resultaba bastante intenso. Y
más, si se dan cuenta -que se la dan-, de que es la primera vez, que
viajas a Marruecos. Niños, queriéndote
llevar a un hotel o restaurante,
comisionistas o propietarios de las tiendas -de muy mal carácter y
tretas muy astutas-, guías y falsos guías, radicales religiosos
-era Ramadán-, ociosos buscavidas de oscuras intenciones...
Mas, tranquilos. Hoy la cosa ha
mejorado mucho y los incidentes son más escasos. Las autoridades
tomaron conciencia a tiempo y se dieron cuenta, de que tenían un
gran problema. Hoy en día, un niño que sea pillado haciendo de
guía, puede acabar en la cárcel.
Los conflictos más habituales surgen,
si osas acercarte por libre por la zona de los tintoreros, quizás,
el área más emblemática de la ciudad. Ya, cuando te acercas por
las calles adyacentes y empiezas a oler ese nauseabundo hedor de las
pieles tratadas, intuyes, que el momento va a ser bastante especial.
Si consigues deshacerte de los pelmas,
que pretenden subirte a las terrazas de los negocios de alfombras o
ropa diversa, desde donde se ven perfectamente los enormes cuencos de
tintes de colores y a los trabajadores, dentro de ellos, aún te
espera otro enemigo mayor: los vigilantes, que custodian el callejón,
que baja hasta ellos.
Se trata de un espacio público, pero
no te dejan pasar y lo hacen, conmoviendo tu conciencia: “no
queremos que veáis las penosas e indignas condiciones de trabajo de
estos hombres” y te lo dicen en perfecto español. Por supuesto y
como cabía suponer, si aflojas el bolsillo, se acaban la ética y
las prohibiciones. Pero, a nosotros no nos dio la gana pagar y
estuvimos más de media hora discutiendo, sobre moral, libertad y
otros conceptos, con los que te quieren hacer comulgar, como si
fueran ruedas de molino. Por supuesto, amenazarles con la policía no
sirve de nada. ¡Te animan a que lo hagas!.
La medina de Fez -para nosotros, la
mejor del mundo- consta de más de 9.000 calles. La mayoría de la
gente no se atreve a entrar en ella, sin guía, pero es más
emocionante adentrarse al tun-tún, por libre. Y además, no es tan
difícil. Nosotros no nos hemos perdido nunca. Basta con dos
sencillas técnicas: saber si estas paralelo o perpendicular, en
relación con la calle principal y conocer hacia donde se orienta el
sol, por donde quieras salir (por la tarde se pone hacia la puerta
Boujloud -la azul por un lado y verde por el otro-, por lo que si se
quiere abandonarla por ahí -que es lo más habitual-, hay que ir
hacia el astro rey).
El mayor y más preocupante problema
de Fez es, que se está cayendo a cachos y nadie pone remedio. Por
eso, cuanto antes vayáis, mejor.