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sábado, 9 de febrero de 2013

Una semana santa muy agitada y emotiva

                   Todas las fotos de este post son de Jerusalén, salvo que se indique lo contrario
             Debíamos haber llegado a Jerusalén, unos días después de Semana Santa. Teníamos hotel reservado, pero debimos anularlo con prisa. El habernos encontrado en Siria con Longi y Ana, nos hizo cambiar de planes y para visitar juntos la ciudad, nos plantamos en ella, en plena tarde del Viernes Santo, sin reserva de alojamiento alguna. ¡Y cansados, muy cansados!, porque el día había sido muy duro.

            Más de tres horas, habíamos pasado en la frontera de ingreso a Israel, entre registros de equipaje, interrogatorios ridículos y alguna otra vejación. Sobre todo, hacia Ana, a la que trataron de obligar a leer su diario de viaje íntimo, bajo pretextos de seguridad.

            A decir verdad, nuestros problemas no habían hecho, más que empezar. Después del mediodía del viernes, comienza el maldito Sabat. El país se paraliza, hasta el sábado después del almuerzo. En ese periodo, ni siquiera se retira de las calles de la zona histórica de Jerusalén, la molesta y pestilente basura.

            Tampoco hay transporte público, lo que nos lleva a negociar con otros desafortunados, un vehículo colectivo privado, que nos sale por un ojo de la cara. Eran las ocho de la tarde, cuando al fin, nos encontramos en la magnífica ciudad amurallada y con sus ocho puertas. El comentario de Ana, destensa el ambiente: “parece, que estuviéramos en Ávila”, le indica a su novio, afincado en esa ciudad.

            Pero, la alegría fue breve. Después de pasear un rato por el centro y con peregrinaciones y campanadas de fondo, constatamos, que no hay una sola plaza de hotel libre. ¡Sólo se nos ocurre a nosotros, haber llegado este día!.

            Decidimos alejarnos del centro y caemos en garras de un despiadado taxista sin escrúpulos –todos en Jerusalén lo son, como en ninguna otra parte del mundo- y tenemos, incluso, que amenazarle con llamar a la policía, ante lo que aún se muestra más chulesco. El menos, el hotel donde nos han dejado, dispone de plazas libres (aunque escasas). Son caras, pero nos podrían haber pedido mucho más, viendo nuestras desesperadas circunstancias.

            Estar en Jerusalén un Sábado Santo, supone un gran privilegio, porque se lleva a cabo la Pesaa, una impresionante celebración tradicional cristiana, que se desarrolla una sola vez al año. Pero también, supone muchas molestias. No solo por las multitudes, que la siguen y las habituales peregrinaciones.
Belén (Cisjordania)
También, por el tratamiento, que te da la policía o el ejército, como hagas algo –supuestamente- inadecuado. Aunque, eso en Jerusalén, ocurre a todas horas y todos los días del año. No solo se convierten en sospechosos árabes o palestinos, sino cualquiera –por muy turista, que sea-. Se trata de chicos y chicas de muy corta edad, que con ametralladora en ristre e inmaculado uniforme de camuflaje, te enfocan con mirada despectiva, te increpan, chulescamente o te perdonan la vida.

                                                                           la de arriba es de Nablus (Cisjordania)
            Respiramos a fondo y tratamos de ingresar a la explanada de las mezquitas, pero también de forma muy maleducada nos indican, que nos hemos pasado de la hora y debemos volver mañana (para guiris solo se puede visitar hasta las once y media). Este lugar es disputado por tres religiones, aunque se encuentra en le barrio árabe, el más animado de la ciudad (aunque sus comerciantes, no son solo de esta etnia).

            Vistas las dificultades en las zonas cristiana y musulmana, nos adentramos en el barrio judío –el más pequeño y carente de interés- y el armenio, coqueto y tranquilo. Ni por asomo y a estas horas, resulta posible llegar a la iglesia del Santo Sepulcro.

            Los tres deleites de Jerusalén, nos llegaron a continuación. Primero, el Muro de las Lamentaciones –lo que queda del antiguo templo de Salomón-, donde los judíos –separados por sexos- se emplean a fondo, en sus forzados gestos, repetitivos rezos o cabezazos contra la piedra de la pared.

            Segundo, la maravillosa vía Dolorosa, por la que recorrer el vía crucis entero y entretenerse en las curiosas y beatas tiendas. Y por último y tirando de Biblia, todos los atractivos, que se encuentran en las inmediaciones del monte de los Olivos.
          Belén (Cisjordania)
            A escasos kilómetros de Jerusalén, se hallan –ya en Cisjordania-, Belén y Nablus, tras cruzar las vergonzosas alambradas y los muros (estos sí, que son de las lamentaciones). La segunda ciudad es bella, genuina y estupenda, si no se encuentra en conflicto armado, como había ocurrido dos meses atrás.

            Algunos acontecimientos finales, nos sacaron de la escasa abulia, que vivimos en aquellos apasionantes días. Al retornar de Nablus, fuimos encañonados con una ametralladora, desde un coche. “Do you speak english?”, nos requirieron. Algo no dijo, que teníamos que contestar, que no y acertamos.

            Al cruzar la alambrada, una jovencita engreída, vestida con uniforme militar, vio a todos los demonios juntos, al contemplar en nuestro pasaporte, el sello de Siria. Después, nos ofrecieron saltarnos la cola y los registros, por ser extranjeros, pero declinamos la invitación y esperamos nuestro turno, entre los palestinos. Uno de ellos, médico de profesión, estudió en el pasado en Cuba y al oírnos hablar, nos espeta: “los judíos son unos hijos de puta, pero vamos a resistir”.

9 comentarios:

Eva dijo...

Próxima parada: Dubai. Y luego, ya dejamos Asia y nos vamos para otra parte.

Saludos.

Anónimo dijo...

Vos sos tremenda, ejemplar, genrosa e imaginativa y nunca debes dejar de serlo.

Gracias.

Anónimo dijo...

Nosotros también tuvimos problemas con los taxistas. Los judíos se negaban a llevarnos a nuestro hotel por estar en zona árabe (cerca del Monte de los Olivos). Y con un palestino también discutimos, pues no nos dejaba donde le dijimos sino mucho antes y pretendía cobrar igual. Lo del palestino me trajo a la memoria unos cuántos desencuentros que tuve con taxistas de Egipto, especialmente en El Cairo.

Saludos,
Ricardo Lafita.

Anónimo dijo...

Por cierto: ir a Jerusalén en Semana Santa y sin tener un hotel reservado es un error de principiante...

Ricardo Lafita.

Eva dijo...

Lo que dices de Egipto y de El Cairo, también es verdad. Nosotros contratamos a uno para todo el día, para visitar las pirámides, Saqara y algunas otras cosas. Empezó la jornada muy contento, pero luego se fue agriando Y finalmente, nos quiso cobrar una supuesta mordida, que el había tenido que pagar a no sé quien. ¡Ni caso!.

Pero, desee luego, no hay comparación con los taxistas de Jerusalén. Para mi, repito, los más desagradables y agresivos de los 121 países, que conocemos.

Saludos.

Eva

Eva dijo...

No había leído tu otro mensaje.

No fue un error de principiante, sino una pequeña locura, para poder compartir el destino con nuestros nuevos amigos, que no tenían más días y regresaban a España, diez jornadas antes, que nosotros.

Saludos.

Anónimo dijo...

Con los taxistas de Perú también hay que andarse con cuidado.

Salu2

Elena.

Mayte dijo...

No sólo los de Perú, los de Palestina o los judíos. Creo que el gremio de taxistas es una "casta" aparte. Sólo tenéis que llegar a Barajas con cara de despistados...

Saludos

Mayte

Eva dijo...

Creo, que teneís razón con lo de los taxistas (también los de citados de Barajas).

Saludos.