Lamu
En un ciber de Lamu, compramos los billetes de vuelta, con
Qatar Airways, para cuatro días después. Nuestra idea inicial de tirar en un
bus para Mombasa y ese mismo día, tomar un tren para Nairobi, queda descartada,
ya de camino del primer destino y aliviamos el esfixiante calor, de nuevo, en
la playa de Malindi.
Desde aquí, retornamos en bus nocturno a
la capital de Kenia. Es el doble de caro, que la tercera clase del tren, pero
mucho más confortable y seguro. Aun nos siguen extrañando -a pesar de llevar
100 días de viaje-, las raras posturas, que adoptan los negros, cuando se
desplazan en los autobuses: una muy común, es colocarse con las manos por
encima de la cabeza, agarrando fuertemente, la parte trasera del asiento.
Otra, consiste en aferrar el
brazo, al borde del portaquipajes superior, incluso mientras duermen (resulta
incomodísimo). Estoy convencida, de que son movimientos adquiridos y
aprendidos, cuando de churumbeles, gatean y trepan dentro del atijo, por la
inestable espalda de la madre.

No hay que
amilanarse. Simplemente, responder con las mismas armas. Aonque, no son muy
largos de mente, termian entendiendo, que ya dominas el habitat. Poner los
codos como parachoques, resulta muy efectivo, para evitar que te embistan.
Después de miles de kilómetros, al fin
encontramos, una vacía librería normal, donde se amontonan varias guías de
viajes, de Kenia y Tanzania, de editoriales como Footprint, Let's Go o Rough.
Eso sí, resulta imposible hojearlas siquiera, porque están plastificadas. Como
siempre en África subsahariana, primero pagas y después y si hay suerte...
Después de tres meses y medio buscándolas, ahora que las hemos hallado, ya no
nos sirven para nada. ¡Porca miseria!

Abandonamos Nairobi, sin más historia.
Habíamos ya volado otras veces con Qatar y estábamos encantados con ellos.
Pero, esta vez, todo fue distinto y se acumularon tantas pequeñas molestias,
que tuvimos que amenazarles con poner una reclamación, para que entraran en
razón. Si hubiera sido en cualquier compañía o empresa de África, nos habría
dado igual.
Desde que compramos los boletos, teníamos la
intución, de que en un viaje tan móvido, alguna sorpresa nos debería estar
todavía esperando. Y llegó. Estábamos tomando una lata de cerveza en la
estación de Chamartín, mo sé porque motivos, plagada de policías. Nos pidieron
el DNI y nos indicaron, que estaba prohibido beber allí. Salimos a la calle y
nos sentamos en un banzo.

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